Germán López Noreña
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Luego, ya enunciados de manera general los anteriores elementos del pensamiento de Aristóteles, y conocedores de la posición de su maestro para con los Sofistas, entonces, detengámonos a determinar la del padre de la Biología entre Platón y para con ellos. Pues bien iniciemos diciendo que en aras de esclarecer esta cuestión se hace necesario incursionar en el pensamiento de Isócrates , y específicamente en lo concerniente a la llamada Paideia Isocrática contrastada con la Platónica; pues en ellas se moviliza elementos diversos en lo concerniente a los intereses de la Retórica.
La Paideia Isocrática y La Paideia Platónica se constituye en el epilogo de la educación en el siglo IV a. de C., siendo la una opuesta en sus objetivos y principios a la otra. La retórica y su primacía en el proceso de la Paideia espiritual versus la filosofía y viceversa en la pretensión de ser la mejor manera para la educación del ateniense y por ende de toda Grecia.
La Paideia Isocrática, se resume en una intencionalidad clara de educación política, en la búsqueda de una Paideia ética en y para el obrar del buen político y la formación de los futuros líderes de la ciudad. Isócrates, tejió un discurso programático contra los Sofistas , en el que critica en un primer momento las promesas de estos maestros y las casi nulas posibilidades de cumplirlas “Si todos los que intentan educar quisieran decir la verdad y no se comprometieran a más de lo que pueden cumplir, no les tendrían en mal concepto los ciudadanos comunes, pero ahora, los que se atreven a fanfarronear muy irreflexivamente, han hecho parecer que deciden más sensatamente quienes eligen la molicie que quienes se ocupan de la filosofía” (Isócrates 1979: pag158) .
Isócrates, se opuso también a los Sofistas por los contenidos de sus enseñanzas impartidos por ellos. No entiende como los sofistas en las temáticas impartidas a sus discípulos, no se preocuparon por la felicidad y la virtud individual, y su incidencia para la ciudad.
Desde aquí reside el ideal educativo Isocrático, defendido y trabajado obstinadamente por el gestor de la educación política. Oponiéndose diametralmente con el ideal de educación platónica, plasmada en La Republica, siendo un planteamiento utópico, fundamentado en las reminiscencias de la otrora Esparta ya inexistente.
Se enfrenta a su tiempo, enarbolando un ideal político educativo mucho más pragmático y realizable, en comunión de todos los atenienses –Panhelenismo-, y en pro de una Paideia unificada, que posibilitara el lograr la otrora grandeza de Atenas y, su rol protagónico en la gestación de la cultura. Objetivos de su programa educativo, enunciado vehementemente en su discurso El Panegírico, en los siguientes términos:
A eso es a lo que a mí me interesa dedicar la mayor parte del tiempo por un doble motivo: sobre todo, para que se obtenga alguna ventaja y luchemos en común contra los bárbaros haciendo cesar la competencia entre nosotros; pero, si esto es imposible, para dejar en claro quiénes son un estorbo para la felicidad de los griegos, y que todos vean que también antes nuestra ciudad gobernó el mar con justicia y, no sin ella, pretende ahora la hegemonía. Porque si hay que honrar en cada empresa a quienes son más expertos y poderosos, sin discusión nos corresponde tomar la hegemonía que antes tuvimos […]. Está reconocido, en efecto, que nuestra ciudad es la más antigua, la mayor y la más nombrada entre todos los hombres. Partiendo de tan noble presupuesto, conviene que seamos aún más honrados por lo que sigue. Pues habitamos esta ciudad sin haber expulsado a otros, sin haberla conquistado desierta, ni habiendo reunido mezclas de muchos pueblos; por el contrario, hemos nacido con tanta nobleza y autenticidad como la tierra de la que procedemos, y hemos vivido todo el tiempo sin perderla, siendo autóctonos y podemos llamar a la ciudad con las mismas expresiones que a los más íntimos. De los griegos, sólo a nosotros está reservado llamar a la misma ciudad nodriza, patria y madre. Es preciso, ciertamente, que quienes están orgullosos con motivo, pretendan justamente la hegemonía, y al recordar con frecuencia sus tradiciones, puedan mostrar que el origen de su linaje es semejante al nuestro. Tal es nuestra grandeza, que existió desde el principio y fue donada por el destino […].
(Isócrates, 1979: Pág. 206)
Se es posible afirmar de la Paideia Isocrática, el ser su fin último la formación y preparación técnica de hombres con deseos y potencialmente capaces en la participación política y para el gobierno de la Polis. Prueba de ello lo constituye, a diferencia de la escuela Platónica, el hecho de haberse aceptado en esta escuela a estudiantes de la clase media culta, con finalidad practica a través de la retórica. Situación plasmada por Isócrates en su discurso Antídosis.
Aspiraba fundamentalmente, lograr un nivel de formación en los jóvenes –mediados por la retórica como instrumento pedagógico-, saturados y caracterizados por la prudencia y la cultura; que les permitiera una actuación con soltura y corrección ética en los escenarios personal, domestico y publico. Es decir lo que en estos tiempos de globalización, se ha convertido en uno de los imaginarios fundamentales de la educación, una enseñanza hacia el logro del estudiante como ser social, en oposición al erróneo y acentuado enciclopedismo. De la aspiración educativa de Isócrates para con la juventud ateniense y griega, nos dice Marrou (1985, Pág. 116):
Estos jóvenes, en efecto, no tienen tiempo que perder: les aguarda la enseñanza superior, consagrada esencialmente por Isócrates al aprendizaje del arte de la oratoria. Mientras para Platón, según se ve en el Fedro, la retórica sólo era una aplicación de la dialéctica, para Isócrates es un arte verdadero, el arte supremo por excelencia.
¿Pero qué fue la Retórica para Isócrates en la educación? La educación retórica para Isócrates es lo que diferencia al hombre del animal, es lo que ha permitido establecerse como comunidad, es la primacía sobre la filosofía en la educación:
En nada nos diferenciamos del resto de los seres vivos, sino que incluso somos inferiores a ellos en rapidez, fuerza y en otras facultades. Pero como nos es innato el convencernos unos a otros, y el demostrarnos aquello sobre lo que deliberamos, no sólo nos apartamos de la vida salvaje, sino que, tras reunirnos, habitamos ciudades, establecimos leyes y descubrimos artes; en casi todo lo que hemos inventado es la palabra la que nos ayudó. Ella, en efecto, dio leyes sobre lo justo y lo injusto, sobre lo malo y lo bueno; de no haberse dispuesto así estas cosas, no habríamos sido capaces de vivir unos con otros. Con la palabra contradecimos a los malvados y encomiamos a los buenos. Gracias a ella educamos a los incultos y probamos a los inteligentes; pues el hablar como es preciso lo consideramos la mayor demostración de una buena inteligencia y una palabra veraz, legítima y justa es imagen de un espíritu leal. Con la palabra discutimos lo dudoso y examinamos lo desconocido, pues los argumentos con que convencemos a otros al hablar con ellos son los mismos que utilizamos al deliberar; llamamos oradores a los que saben hablar en público, y tenemos por discretos a quienes discurren los asuntos consigo mismos de la mejor manera posible. Si hubiera que hablar en general del poder de la palabra, descubriríamos que ninguna acción sensata se ha producido sin su intervención; por el contrario, la palabra es guía tanto de todas las acciones como de todos los pensamientos y la usan sobre todo los más inteligentes. Por eso, a los que se atreven a maldecir a quienes educan y filosofan, se los debe odiar igual que a los que pecan contra las cosas divinas.
(Isócrates, 1971: Pág. 287)
A manera de resumen sobre Isócrates y La Retórica, y a decir de Capdevila Gómez (2002; Pág. 8) propende por un equilibrio entre la Oratoria y la elocuencia, rechazando tanto los artificios como la dialéctica platónica, constituyendo un puente entre dos visiones muy opuestas de la Retórica.
Aspecto argumentado de manera más amplia por Capdevila, apoyándose en el aporte conceptual de algunos autores:
“Robrieux (1993: 10) define su posicionamiento de la siguiente forma: “Para él, la elocuencia omnipotente y engañosa debe dejar sitio a una concepción de la palabra eminentemente humanista, la cual lejos de intentar convencer a cualquier precio se debe presentar más bien como un arte de pensar, un arte de vivir”. Intenta moralizar la retórica volviendo al discurso bello y armonioso y recobrándolo. Según Reboul (1996:15), sus normas son la claridad, la precisión y la pureza. Busca la armonía antes que nada: “Para él, la retórica no es el aprendizaje de un trabajo, es lo que nosotros llamamos ¿cultura general?, y que el denomina “su filosofía”. En resumen, busca la belleza y la verdad”. Para Berrio (1983: 21) “se trataría de una nueva retórica que buscaría unos objetivos capaces de ser defendidos éticamente y que, además, fueran susceptibles de aplicación práctica”.”
Ya mencionadas las divergencias entre el pensamiento platónico y el isocrático, y específicamente la intencionalidad en el uso de la Retórica de cada uno de ellos; entonces veamos lo que pensaba Aristóteles de los Sofistas –específicamente la primera sofistica, la del siglo V a. C-, articulando esta situación con la Retórica y lo pensado por su maestro. Pues bien, sin duda alguna una de las maneras de abordar esta cuestión, lo es, en torno a la función pragmática del discurso en la perspectiva de la teoría Aristotélica del lenguaje.
Ahora se es conocido que el escenario en que Aristóteles parte en sus reflexiones sobre el lenguaje, se sitúan en las criticas a las tesis de Parménides , Zenón de Elea y sus paradojas, y a los sofistas en general, pero particularmente a Protágoras y Gorgias:
La peculiaridad de Aristóteles consiste en considerar al lenguaje, no como un "objeto" en sí mismo ("una cosa más entre otras cosas", a la manera sofística), sino como un mediador (dotado de una "doble vertiente") entre el pensamiento, de un lado, y las cosas, de otro lado (para lo que habrá que definir qué son las cosas, esto es, su ousía o entidad, lo cual implica determinarlas -y esto será posible mediante convención lingüística entre hablantes-). Esta esencia tiene dos funciones o "dimensiones": por una parte, es considerada como "lo que una cosa es", y por otra parte, como "lo que es sujeto de atributos". Pero lo que una cosa ‘es’, es lo que determina qué atributos le son propios y cuales no, de manera que cabría entender al verbo "ser" como la estructura de las proposiciones (del tipo "S es P"), constituyendo así la estructura trascendental de toda determinación. El lenguaje es trascendental porque es mediante el lenguaje como determinamos los objetos como "sustancias" o como "cualquier otra cosa" (y el verbo "ser" conforma la condición trascendental -esto es, la estructura- de la determinación categorial). Para los griegos antiguos, el "ser" de algo era la manifestación de ése "algo". El sofista Gorgias consideró al lenguaje como una "cosa" cuyo "ser" consistía en "ser percibido auditivamente" (ser una suerte de "ente acústico" en tanto que su manifestación era de índole sonora), y otorgó valor al discurso (a la palabra, al logos) en consideración, no de su "ser", sino de sus "efectos prácticos" (palabra como "pequeño soplo", modificador de los estados de ánimo del interlocutor). No es lo mismo "hablar para demostrar la verdad de algo" que "hablar para convencer de algo", en lo que a intenciones respecta (la primera posición correspondería a Aristóteles, y la segunda a los sofistas, i.e., "aquellos que discursean por discursear" o, dicho más claramente, "que hablan por el gusto de hablar").
Tanto Aristóteles como los sofistas se interesaron por el lenguaje: el estagirita por la capacidad de expresión del lenguaje, del logos, al que califica de diferencia específica de la especie humana, en tanto que considera a los hombres como capaces de emitir "sonidos articulados" (a diferencia de las fieras); los sofistas por la potencia tergiversadora del lenguaje, unida a la capacidad de persuasión del propio discurso.
(José Antonio Pastor Cruz, 1998; Universidad De Valencia)
Ya realizada, la anterior especie de prologo al libro La Retórica de Aristóteles, nos centraremos en realizar una breve reseña de él. En este sentido, en una primera instancia enunciemos la estructura de la obra.