Germán López Noreña
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Ver algo como discurso, en su acepción formal viene a ser así tanto como no querer atender a su verdad (virtual), a su referencia, es tanto como querer subrayar sólo su función pragmática, o como querer detenerse en su morfología específica. Es tanto como querer ver en el discurso no ya un posible discurso verdadero, cuanto algo similar a una composición musical, a una forma musical que se opone a otras formas musicales. Es tanto como apelar a una tipología de discursos en alguna de cuyas especies podamos insertarlo. Esta inserción no es necesariamente neutra, puramente taxonómica. En el momento en que dejamos de ver a un discurso como algo cuya forma (incluso) es moldeada por la verdad material, estamos viendo a este discurso como resultado de un cierto automatismo, de una forma mentis de la que emana —y esto contiene ya una perspectiva crítica que, en su límite, nos remite a la crítica escéptica: crítica de todo intento de entender el discurso como «inspirado» por la cosa misma, por la materia.
(Gustavo Bueno; 1978)
3.1 ALGUNAS GENERALIDADES
Entonces, dejemos atrás los anteriores elementos del discurso e introduzcámonos en las posibles tipologías del mismo, para relacionarlas con las permisiblemente existentes en la Argumentación. En este sentido detengámonos un poco en analizar qué es una tipología y qué características debe cumplir una tipologización del discurso en la perspectiva investigativa del Análisis del Discurso , y las diferencias entre texto y discurso.
La RAE en su edición ya mencionada, nos presenta la definición del término Tipología desde el conocimiento disciplinar de la Antropología, la Medicina, y la Lingüística, de la siguiente manera:
tipología.
(De tipo y -logía).
1. f. Estudio y clasificación de tipos que se practica en diversas ciencias.
2. f. Antrop. Ciencia que estudia los distintos tipos raciales en que se divide la especie humana.
3. f. Med. Ciencia que estudia los varios tipos de la morfología del hombre en relación con sus funciones vegetativas y psíquicas.
~ lingüística.
1. f. Ling. Actividad, y resultado de tal actividad, consistente en comparar las lenguas para clasificarlas y establecer entre ellas relaciones, genealógicas o no, según las afinidades que se adviertan entre los rasgos de sus sistemas fonológico, morfológico y sintáctico.
Una vez más vemos la laxitud conceptual del significado emitido por la RAE, en la que de manera general desde la lingüística, poco relaciona el termino en ciernes para con el discurso. En contravía a lo laxo del tratamiento de la RAE para con la palabra Tipología y el discurso, Carlos Hipogrosso y Alma Pedretti (1994), quienes al respecto consideran siguiendo a H Isenberg (1987), que una tipología supone el concepto de Intertextualidad , siendo este último un texto que habla de otros textos.
3.2 CRITERIOS Y REQUISITOS PARA ESTABLECER UNA TIPOLOGÍA DEL DISCURSO
En este sentido, continúan los autores citados en el párrafo anterior, presentando los requisitos que según Isemberg debe cumplir una tipología textual: 1) homogeneidad; 2) monotipia; 3) rigor; y 4) exhaustividad. Finalmente nos ilustran ampliando la argumentación sobre la primera exigencia, en los siguientes términos:
La base de tipologización exige como requisito fundamental el primero ya que a todo principio organizativo se le debe exigir como mínimo una estructuración coherente.
Una tipología no será coherente si se sigue como criterio, por ejemplo, el de agrupar textos periodísticos por un lado, y textos narrativos por otro, ya que el criterio escogido no es coherente porque, entre otras cosas, el texto periodístico puede en sí mismo ser narrativo. Esto no quiere decir que no se puedan superponer distintas tipologías, cuyas diferentes bases sean homogéneas, para caracterizar a un texto determinado.
Es necesario distinguir, con este propósito, la noción de 'clase de texto' de la de 'tipo de texto'. Mientras la primera es conscientemente intuitiva, preteórica, la segunda implica necesariamente una serie de requisitos contemplados por la tipología en cuestión.
Otro aspecto de importancia en el establecimiento de la Tipología del Discurso lo constituye el establecer las diferencias entre Texto y Discurso, pues bien es cierto, el que muchos autores los utilizan indistintamente como sinónimos.
En este sentido es importante aclarar que “El texto es el aspecto terminal de la acción discursiva. Es el producto efectivo de una praxis regulada, la del discurso. El discurso, en cambio, es la dinámica estructurante de textos. Mientras que el texto puede caracterizarse desatendiendo a su producción, la noción de discurso reclama la atención sobre el origen, sobre lo que lo hizo posible" (Costa, S., A. Bolón y A. Rona; 1992: Pág.44).
Recurramos también a la apreciación sobre esta cuestión, presentada por el semiólogo Eliseo Verón en la entrevista concedida a Alejandro Ulloa Sanmiguel en 1984, la que complementa la antes citada: “[…] el texto es una noción preteórica que designa esos objetos empíricos que llamamos textos en general. Esos textos son susceptibles de una multiplicidad de análisis diferentes y de modos de aproximación. El punto de vista discursivo es una manera especial de abordar un texto y no la única posible. Desde este punto de vista, el discurso es un objeto construido a partir de los textos; no es un objeto empírico sino un objeto construido mediante una cierta manipulación de los textos que realmente existen en la sociedad.”.
Obviamente es necesario mencionar, el no existir una sola aproximación a la definición de Texto. Ella ha sufrido diversidad de variaciones al tenor de las variaciones de la lingüística, y a las subjetividades propias de los investigadores. Verbo y gracia, sean las siguientes definiciones:
“(El texto es) una sucesión de unidades lingüísticas constituida por una cadena pronominal ininterrumpida” (Harweg, 1968).
“El texto es una sucesión coherente de signos lingüísticos […] que no está incluida en otra unidad lingüística mayor” (Brinker, 1979).
“Únicamente a las secuencias de oraciones que posean una macroestructura, las denominaremos (teóricamente) textos. Con ello, la palabra texto se convierte en un término teórico que ya se corresponde solo indirectamente con el empleo de esa palabra en la vida cotidiana (...).” (Van Dijk, 1980b).
“El término texto describe una sucesión limitada de signos lingüísticos, que es coherente en sí y que en tanto una totalidad señala una función comunicativa reconocible” (Brinker, 1988).
“Concibo el texto como una acción lingüística compleja que se realiza por medio de una tarea interactiva de los participantes de la comunicación e independientemente de si tiene o no lugar un cambio de hablante” (Gülich, 1986).
“El texto es un documento de decisiones, de procesos de elección y combinación; una ocurrencia comunicativa” (De Beaugrande & Dressler, 1981).
“El texto es de hecho el resultado de una variedad de operaciones psíquicas interrelacionadas; (...) el texto es una estructura multidimensional, en la cual se manifiestan los sistemas de conocimientos de los hablantes: el conocimiento lingüístico, el conocimiento enciclopédico, el conocimiento accional (pragmático) y el conocimiento sobre clases textuales” (Heinemann & Viehweger, 1991).
Ahora bien, ya establecidas algunas características o requisitos a contemplar en el establecimiento en una tipología de los textos y aclarada la diferencia entre Texto y discurso, nos circunscribiremos a enunciar una tipología del discurso.
Diversos han sido los intentos de establecer la tipología del Discurso desde diferentes enfoques investigativos. Son ampliamente conocidos los trabajos de prestantes estudiosos de las ciencias de la lengua como por ejemplo en la crítica literaria (Genette 1972), la tradición filosófica (Ricoeur 1986), la lingüística textual (Benveniste 1966, Weinrich 1973), la semántica formal (Lascarides y Asher 1993), la etnometodología (Sacks 1992, Gülich y Quasthoff 1986), la sociolingüística (Labov 1978); quienes estableciendo categorías y abordando conceptos relacionados con el discurso como la narración, la descripción, la explicación, la argumentación, la deliberación, etc., dieron lugar a propuestas teóricas distintas e incluso divergentes.
Actividades investigativas las que se convierten en prueba fehaciente de la complejidad subyacente en el establecer una tipología del discurso. Aspecto directamente relacionado con la transversalidad del discurso con todas las disciplinas del conocimiento:
Si estas categorías dieron lugar a propuestas teóricas distintas, e incluso divergentes, la constancia y la transversalidad de tal cuestionamiento responde a una realidad empírica innegable: tanto a nivel oral como al escrito, las producciones discursivas no corresponden a la manifestación de un único tipo de discurso, pero se articulan en una pluralidad de segmentos, que están incluidos en distintos tipos, y que se combinan según diferentes modalidades.
Por lo tanto, dar a conocer las modalidades de tal combinación equivale a estudiar la complejidad de la organización del discurso según una opinión particular, la de su heterogeneidad composicional. Evidentemente, el análisis tradicional del discurso (Maingueneau 1990, Adam 1992, Bronckart 1997, Roulet, Filliettaz y Grobet 2001) aportó mucho acerca de esta problemática. Además de múltiples propuestas relativas a la clasificación de los tipos de discurso, sus contribuciones teóricas y metodológicas entorno a la heterogeneidad composicional son de gran interés y muy copiosas.
Al combinar un estudio centrado en la estructura interna de los textos con un cuestionamiento de orden circunstancial, los analistas del discurso destacan por ejemplo la complejidad de los sistemas de información implicados en la cuestión de la heterogeneidad composicional, y contribuyen así a distinguir mejor el concepto de tipo de discurso.
Más concretamente, ponen de manifiesto que si las clases de textos están relacionadas con las condiciones de producción del discurso y a los aspectos que caracterizan un conjunto potencialmente ilimitado de actividades lingüísticas certificadas en una colectividad en un tiempo dado (p.ej.: la fábula, la autobiografía, la novela, el cuento, etc), los tipos de discurso designan un número terminado, estable, recurrente y claramente identificable de modalidades que implican la existencia de textos que contribuyen a la organización de las "infraestructuras" (p.ej.: narración, descripción, deliberación, etc.).
De esta evocación somera de algunas de las contribuciones al análisis de las producciones lingüísticas, se retendrá que el concepto de tipo de discurso ocupa un lugar destacado en los trabajos consagrados a la descripción de las estructuras discursivas. Porque constituye una condición necesaria para el estudio de la heterogeneidad composicional del discurso; aparece como un paso obligatorio en la descripción de la organización del discurso y merece, por lo tanto, una atención especial. (Laaouina Abderrahman; Universidad Mohammed V)
Luego, ya mencionadas las anteriores complejidades en la construcción de una tipología del discurso, concebido, como un texto oral o escrito, y aclarando que en un acto de habla puede manifestarse de dos formas: individual o monologo o de modo interlocutivo o dialogo , enunciaremos la tipología con mayor aceptación en el discurso.
Ducrot y Todorov (1981; Pág. 92), plantean el haber sido en los inicios de la antigua Retórica Clásica, y en uno de sus grandes exponentes, Aristóteles, quien estableció una primigenia tipología del discurso –por cierto según los mismos autores abandonada con los años, orientándose hacia el estudio de la literatura y la descripción de los Tropos o figuras literarias-, la que consistía en:
Tres tipos de discurso, definidos por las circunstancias en que se pronuncian: el discurso deliberativo, que corresponde aproximadamente a nuestro discurso político, por lo común dirigido a una asamblea y mediante el cual se aconseja o se disuade; el judicial, mediante el cual se acusa o se defiende; el epidíctico, discurso de elogio o de acusación que analiza los actos de los contemporáneos.
En las últimas décadas, autores como Van Dijk desde la perspectiva teórica de la semiolinguistica, ha establecido unos parámetros para llegar a una tipología del discurso. Concepción fundamentada en la interdisciplinariedad del lenguaje y la comunicación. Concepción socializada en sus obras La Ciencia Del Texto (1978) y Estructuras y Funciones Del Discurso (1980), y en ellas propone que “una clasificación seria de los tipos del discurso debe basarse en un conocimiento tanto de las estructuras como de las funciones del mismo”.
Propuesta reconocida por Van Dijk de difícil elaboración en la que enuncia tres categorías generales del discurso: el discurso narrativo, el argumentativo y el poético. No obstante existir un consenso altamente significativo sobre esta clasificación en los estudiosos de esta temática; autores como Ruth (1989), Slater y Graves (1989), Sánchez Miguel (1995), Cervera (1999), incrementan estas categorías, con el discurso expositivo.
Ulloa et al (2008), miembros de la Escuela De Comunicación Social De La Universidad Del Valle, en su proyecto de investigación “Escritura, Conocimiento y Tecnocultura en La Universidad” desarrollado entre los años 2003 y 2004, en el articulo del 2008 titulado Teoría Del Texto y Tipología Discursiva, editado en la revista de la Universidad Javeriana Signo y Pensamiento; proponen una categoría más, el hibrido que denominamos discurso expositivo-argumentativo, en la medida en que describe, explica y analiza, pero también puede argumentar en torno a un punto de vista propuesto.
Los anteriores autores, a su vez, nos realizan una acertada aclaración en lo concerniente a las tentativas de establecimiento de una tipología del discurso desde algunas concepciones carentes de coherencia, veamos lo que escriben al respecto:
Para proponer una clasificación de los discursos, debemos partir del reconocimiento de las prácticas comunicativas verbales como una manifestación de las prácticas sociales. Estas últimas dan lugar a permanentes demandas de producción textual, puesto que las relaciones sociales se expresan fundamentalmente en interacciones verbales orales o escritas. No obstante, nos distanciamos de aquellas perspectivas que plantean una relación mecánica entre prácticas sociales y géneros o tipos discursivos, como si a cada práctica social le correspondiera un género o tipo de discurso.
Desde esta perspectiva mecanicista, se tienden a reproducir acríticamente los postulados de Bajtin, que establecen una clasificación espuria entre géneros primarios (el relato oral y la conversación cotidiana) y secundarios (literario, pedagógico, científico, periodístico o jurídico), como géneros supuestamente más elaborados, aunque desde esa perspectiva se admite también que en el habla existan distintos grados de elaboración.
Por esta razón nos apartamos de aquellas categorizaciones que se expresan en términos de los géneros discursivos, según las cuales “habrá tantos géneros discursivos como prácticas sociales existan en una comunidad” (Martínez, 2005b, p. 59). Este principio tan general, donde todo cabe, hace prácticamente imposible delimitar una forma de clasificación que permita caracterizar, a partir de lo común en lo diferente, la multiplicidad de textos asociados a las prácticas sociales. La relación mecanicista entre prácticas sociales y géneros discursivos, así como se plantea, resulta ineficaz si nos preguntamos cuántas y cuáles son las prácticas sociales de una comunidad, para luego identificar, o decidir, cuáles son los géneros discursivos que existen. Al igual que la perspectiva anterior, encontramos otras clasificaciones, cuyos parámetros no son claros o no están suficientemente definidos. Por ejemplo, Maingueneau (2000, citado por Martínez, 2005a), clasifica los géneros a partir de “criterios” tan disímiles e incongruentes como:
[…] (i) por contenido sentimental: novela romántica; (ii) por organización: relato narrativo, explicativo, argumentativo; (iii) por periodicidad: periódico, prensa escrita; (iv) por tipología comunicacional, es decir, según lo que se hace con el enunciado: discurso polémico, didáctico, prescriptivo, afirmativo; (v) por funciones sociales: lúdico (adivinanza), contacto (familiar: condolencias, cartas postales), religioso (sermón); (vi) por actividades sociales: político, estético, ético; (vii) por situaciones de comunicación: epopeya, editorial, reality shows actuales; (viii) por grandes actividades sociales: producción de mercancías, salud, enseñanza, investigación científica, jurídico, literario; (ix) según el lugar institucional: hospitalario (consulta, informe médico, receta); (x) por ideología: socialista, católico, comunista, de derecha, de izquierda. (2005a, p. 10)
Adoptando para este libro, la tipologia del discurso diseminada en las categorías narrativa, argumentativa, poética, expositiva, y expositiva-argumentativa, veamos algunos aspectos de los criterios atrás mencionados con lo que se han determinado las anteriores categorías.
El criterio estructuralista del discurso genera las diferencias en los tipos del discurso, pues ella, corresponde al sistema de operaciones con se elaboran los textos dentro del tipo. Los tipos se caracterizan por poseer una estructura afín. De esta manera los tipos se aproximan en su forma textual a lo conocido como géneros, por ejemplo la novela:
Así, la epopeya, la novela, el cuento, la fábula, el mito, la crónica y la noticia son modalidades textuales que tienen rasgos comunes (un narrador, unos personajes, un conflicto, unas acciones realizadas en el tiempo y el espacio, etc.) y que permiten identificarlos como relatos dentro del tipo de discurso narrativo. Por ejemplo, la Ilíada y la Odisea son textos particulares y concretos conocidos como epopeyas o relatos épicos; entre tanto, Cien años de soledad es un texto conocido como novela, y así sucesivamente. De igual manera, en el caso del discurso expositivo, modalidades textuales como el ensayo, la reseña, el artículo o el editorial periodístico también tienen rasgos comunes en cuanto son operaciones o procedimientos de elaboración textual. Ellos son: la definición, la descripción, la clasificación, la inclusión, la seriación, la generalización, las citas textuales, las referencias bibliográficas, las notas de pie de página, entre otros. Lo anterior no implica desconocer que algunos de ellos pueden aparecer también en los textos narrativos.
(Ulloa San Miguel et al; 2008: Pág. 301)
El criterio Funcionalista, desde el enfoque de lo social, lo constituye para esta categoría la dimensión social del discurso en una de sus acepciones –y para muchos autores “la autentica”-, constituida por “[…] las acciones sociales de los usuarios de la lengua que participan en el discurso, tales como los actos de habla, la interacción conversacional y otras formas de interacción social, producidas en situaciones sociales. Dicho de otro modo, el discurso no se limita a lo que la gente `dice' sino que también es algo que la gente `hace' por decir (o escribir) algo” (Teun Van Dijk; 1997).
Van Dijk explicita, en el artículo del párrafo anterior, el cómo en los microniveles del análisis social del discurso, nos encontramos con los actores y una amplia gama de actos situados a manera de logros sociales específicos como prometer, acabar las conversaciones, evitar determinados temas, presidir reuniones, visitar al médico.
En una gama más macro del análisis social del discurso, el mismo Van Dijk, nos amplia de la siguiente manera este aspecto:
En otro nivel, más abstracto y más "macro", los actores sociales a menudo lo son en tanto que miembros de categorías sociales (hombres, mujeres, niños, viejos, jóvenes, negros, blancos), de grupos (conservadores, racistas) o de instituciones u organizaciones (sindicalistas, médicos, pacientes, periodistas, profesores).
De manera similar, sus discursos pueden, concretamente, representar funciones actividades de más alto nivel típicas de esos grupos, tales como enseñar, legislar o extender prejuicios étnicos, así como representar relaciones de poder, de conflicto, de competencia o de cooperación entre los grupos. De nuevo, cada una de esas dimensiones sociales (que aquí presentamos de forma muy simplificada) no está únicamente definiendo la situación social del discurso sino también la naturaleza social del discurso en sí: lecciones, leyes, juicios, informes policiales, exámenes, reportajes periodísticos y reuniones forman parte de la miríada de géneros textuales y de habla cuya definición misma implica esas dimensiones sociales. En resumen, tanto en el micronivel de la interacción como en los niveles de los grupos, en las relaciones entre los grupos y en las instituciones, encontramos las características que definen la compleja naturaleza social del discurso.
(Teun Van Dijk; 1997)
Finalmente, debemos preguntarnos por el status de validez de los anteriores criterios: validez relativa al conocimiento, y entendida como cualidad que tiene un conocimiento determinado para ser reconocido o aceptado por una comunidad científica como verdadero. Pues bien, la apreciación de Ulloa y su grupo de investigación, nos visibilizan los siguientes aspectos:
1) son criterios universales que permiten abarcar amplios conjuntos de textos, clasificados dentro de unos tipos, en cualquier lengua natural; 2) no son criterios únicamente lingüísticos o textuales, porque remiten a una pragmática de la comunicación, que implica, al menos, una intencionalidad, un uso y una función;
3) son criterios estables, en cuanto no cambian arbitrariamente según los sujetos, las prácticas discursivas o las interacciones comunicativas.
Aceptando para este libro, una tipología del discurso determinadas por las categorías narrativa, argumentativa, poética, expositiva, y la expositiva-argumentativa, y regidas por los criterios estructuralista, funcionalista y comunicativo, anteriormente establecidos por los autores mencionados, nos detendremos en enunciar algunas características de los discursos circunscritos a cada uno de ellos.