Germán López Noreña
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El estudio del origen y el desarrollo de la Retórica, o sea, de la retórica griega, supone, en primer lugar, explicar cómo los griegos se percataron de las virtualidades persuasivas y dialécticas del lenguaje merced a la confluencia de tres factores: la oralidad, la democracia y la filosofía. En segundo término, hay que aclarar cómo influyeron la evolución política y el uso generalizado de la escritura en el hecho de que la primera retórica, política y de ágora, se convirtiera en retórica epidíctica y de escuela.
(Antonio López Eire; Universidad De Salamanca)
Ya realizada la anterior reseña de la geopolítica en los siglos VI Y VII antes de nuestra era –articulada al proceso formativo del hombre griego, y la oralidad en la Grecia Antigua, nos aprestamos a incursionar en los orígenes de la antigua Retórica y los nexos de ella con la oralidad, es decir, analizar la cultura oral y sus nexos con la Retórica.
5.1 LOS SOFISTAS y LA RETÓRICA: FORMACIÓN DEL HOMBRE GRIEGO PARA LA POLITICA y LA DEMOCRACIA EN LA PERSPECTIVA DE LA EDUCACIÓN
Dejemos los siglos VII y VI a. de C., de la Antigua Grecia -doscientos años en que hace presencia grandes figuras en el firmamento filosófico de Grecia -, y situémonos en su desarrollo en los siglos V y IV a. de C., llamados por la historia de la filosofía como la “Ilustración Griega”, por cierto, centurias de magna trascendencia en muchos aspectos y en especial, para nuestro caso, en lo relacionado a la Retórica y lo educativo para la humanidad.
5.1.1 El Siglo V: Los Sofistas, La Retórica y La Educación Griega
El siglo V llamado el Siglo de Oro y también El Siglo de Pericles , en el que Sócrates es el educador por excelencia en este intervalo de la historia antigua de la educación griega; y en el IV, lo es Platón, en la perspectiva de haber considerado la esencia de la filosofía en su relación con la formación y educación de un nuevo tipo de hombre.
Cabe pues mencionar el haber estado en la época de los presocráticos , centrada la guía de la educación nacional de los griegos a cargo de los poetas, a los cuales, se les asociaban el legislador y el hombre de Estado. La anterior situación cambia radicalmente al hacer presencia los Sofistas en el escenario educativo y formativo de la antigua Grecia.
Los Sofistas, a quienes injustamente poca importancia le ha otorgado la historia de la filosofía, pero de gran trascendencia para la historia de la educación griega; fueron reivindicados y reinterpretados por primera vez por Hegel en su obra Lecciones sobre Historia de la Filosofía publicado en 1833, en el que se gesta una nueva dignidad para ellos convirtiéndolos en los maestros itinerantes de Grecia:
La necesidad de educarse por medio del pensamiento, de la reflexión, se había sentido en Grecia antes de Pericles: comprendíase que era necesario formar a los hombres en sus ideas, enseñarlos a orientarse en las relaciones de la vida por medio del pensamiento y no sólo por oráculos o por la fuerza de la costumbre, de la pasión o del sentimiento momentáneo: no en vano el fin del Estado es siempre o general, dentro de lo que queda encerrado lo particular. Los Sofistas, al aspirar a este tipo de cultura y a su difusión, se convierten en una clase especial dedicada a la enseñanza como negocio o como oficio, es decir, como una misión, en vez de confiar ésta a las escuelas; recorren para ello, un incesante peregrinar por las ciudades de Grecia y toman a su cargo la educación y la instrucción de la juventud.
(Hegel 1997; Tomo II).
Estos maestros itinerantes –los Sofistas -, que a decir de Hegel fueron los sustitutos de poetas y rapsodas, y gestores de una nueva cultura, son los encargados de preparar al joven griego para la vida pública utilizando como medio fundamental la oratoria, unida a la retórica, la historia y el derecho; les enseñan siempre a tener éxito, a ganar y argumentar, o lo mismo, a convencer. Un buen retórico, es aquel que sabe el preciso momento de decir algo, qué léxico usar, cuándo callar, enfatizar en la temática de turno y en el lenguaje a la par del intervalo de tiempo apropiado, en fin, saber hacer aparecer lo falso verdadero y recíprocamente.
Desde su comienzo la educación orientada por los sofistas no estaba dirigida a la educación del pueblo, sino, a la formación de los caudillos. Aspecto que en el fondo en el siglo V se constituía en una nueva forma de educación para los nobles, situación que en cierta forma deja entrever un relativo escenario de elite para la educación ateniense. Siendo necesario, reconocerse al respecto, que nunca antes la masa –el Demo Ateniense-, tuvo tantas posibilidades de adquirir los elementos fundamentales de una cultura elemental; pese al Estado no poseer a la escuela en sus manos.
Más, sin embargo, los sofistas se inclinaron preferentemente por la enseñanza en la política, pues a ellos iban los que en su proyecto de vida tenían claro en convertirse algún día en directores del Estado. En esta instancia se plantea una situación interesante; no podía ser el mismo tipo de educación para el ciudadano común que para aquellos los cuales iban a ser los lideres políticos de la Atenas de los siglos V y IV a. de C. Estos guías de la política ateniense, en aras de dar respuesta a las exigencias del tiempo:
No debían limitarse a cumplir las leyes, sino crear las leyes del estado, y para ellos, era indispensable, además de la experiencia que se adquiere en la práctica de la vida política, una intelección universal sobre la esencia de las cosas humanas. Verdad es que las cualidades capitales de un hombre de estado no pueden ser adquiridas. El Tacto, la presencia de espíritu y la previsión […] son innatas. Pero las dotes para pronunciar discursos convincentes y oportunos son desarrolladas […] La facultad oratoria se sitúa en el mismo plano que la inspiración de las musas a los poetas. Reside ante todo en la aptitud juiciosa de pronunciar palabras decisivas y bien fundamentadas. En el estado democrático las asambleas públicas y la libertad de palabra hicieron las dotes oratorias indispensables y aun se convirtieron en verdadero timón en las manos del hombre de estado […] En este punto toda educación política de los caudillos debía fundarse en la elocuencia.
Jaeger (2001; Tomo II, Pág. 45)
No en vano y sin ninguna ausencia de certeza, dice Hegel, en su obra ya citada en el tomo II, que los sofistas, en razón de las necesidades educativas para con la política de la Atenas del siglo V a. de C., son los “maestros de la elocuencia”, dándonos a inteligir el haber sido el aspecto central de la enseñanza de la sofistica y muy probablemente el de mayor demanda, aquel saber direccionado en el hombre griego a desenvolverse en la vida pública. El buen manejo del idioma, el realizar sutiles distinciones, razonar con propiedad, elaborar y pronunciar llamativos y convincentes discursos, no era nada trivial. Por el contrario, todo ello, se constituyó en una de las partes esenciales de la paideia griega.
Desde temprana edad, los niños atenienses escuchaban de su madre o de una esclava la historia de los héroes y los dioses. Evento movilizador de un proceso de formación más en lo moral que en lo intelectual. Acto seguido el niño ateniense en una apropiada edad marchaba de la mano del esclavo llamado paidagògos a la escuela y, en ella aprendía el orden, la disciplina, la lectura, la escritura y el manejo de la lira; y a la vez el perfeccionamiento del cuerpo, gracias al ejercicio físico.
Al pasar el tiempo, solamente los hombres podían hacer presencia y participar de una conversación en el ágora, en el gimnasio, en el mercado; siendo posible apreciar en su tiempo –siglo V a. de C.-, las disertaciones, el conocimiento y la alta elocuencia de personalidades como: el astrónomo Metón, los músicos Damón y Konnos, el matemático Teodoro, el escultor Fideas, el general Milciades, el filosofo Anaxàgoras, el comediante Aristòfanes, el historiador Heròdoto, los grandes exponentes de la tragedia Esquilo, Sófocles y Eurípides, entre otros. Ésta era toda la formación del joven ateniense; sin ningún tipo de programa, ni formalidad de ninguna especie: dirigida únicamente e inevitablemente por el placer de recrear el saber.
Se percibe, ser necesario para llegar a la futura democracia ateniense el superar en el proceso educativo y la paideia griega la anterior situación. Ya se requiere una concepción de educación más avanzada, aspecto que ya es visionado por el orador, filósofo y matemático Antífòn (1991), quien en uno de los textos de sus fragmentos sostiene vehementemente:
Lo primero para los hombres, creo que es la educación, pues si alguien realiza el comienzo de algo correctamente es casi seguro que su fin será excelente. Según la siembra así ha de ser la cosecha. Y si se deposita en un cuerpo joven la simiente de una autentica formación ésta vive y florece a través de toda su existencia y ni la lluvia ni la sequía la destruyen.
Antífon (1991; Fragmento 60)
En verdad, en esta apreciación de Antífòn, ya hay una concepción de educación altamente consistente y significativa. En los sofistas hay algo más allá de esta apreciación y de la simpleza del hecho de percibir honorarios .
En Protágoras, quizás el más prominente de ellos, se presenta una concepción de más avanzada de la educación, al formular las bases para una formación ciudadana. En este sentido es de gran relevancia, la ya conocida redacción de la Constitución por parte de él, de la recién constituida colonia de Turius al sur de Italia; en la que además de lograr garantizar la existencia de la clase media a través del establecimiento del limite de la extensión de la tierra, un aspecto central lo fue el establecimiento obligatorio y el financiamiento total por el Estado de la educación para los hijos de los ciudadanos ateniense, (Nestle; 1987, Cáp. IX).
De la misma manera que el filosofo Hegel, Husserl y Heidegger, han valorado en un grado altamente representativo las enseñanzas de los sofistas, y han encontrado en ellos aportes sumamente valiosos y significativos a la educación y a la cultura de hoy. En esta última cuestión señalan y resaltan elementos validos como lo son el relativismo, el escepticismo, subjetivismo y todo el compendio de doctrinas que se desprenden de las anteriores concepciones.
Capitulo especial en la merecida reivindicación y el justo reconocimiento a los vituperados y descalificados sofistas, le concede Werner Jaeger, quien en su interpretación los erige, en la persona de Protágoras como los gestores del Humanismo, concepción de gran fuerza en la posmodernidad:
No todos los sofistas alcanzaron una alta concepción de su profesión. El término medio se daba por satisfecho con transmitir su sabiduría. Para estimar con justicia el movimiento en su totalidad es necesario considerar sus más vigorosos representantes. La posición central que atribuye Protágoras a la educación del hombre caracteriza al designio espiritual de su educación, en el sentido más explicito, de “humanismo”. Esto consiste en la sobreordenación de la educación humana sobre el reino entero de la técnica en el sentido moderno de la palabra, es decir, la civilización. Esta clara y fundamental separación entre el poder y el saber técnico y la cultura propiamente dicha, se convierte en el fundamento del humanismo.
Jaeger (2001; Tomo II, Pág. 52)
A manera de resumen, en este apartado dedicado al estudio de los sofistas quienes hicieron presencia en el siglo V a. de C., -extranjeros procedentes de Leoninos, Abdera, Ceos y Elide y de otras Polis de la Hélade-, y su contribución a la Paideia Griega, pudríamos considerar de manera general, a continuación los siguientes aspectos de su aporte a la ciencia, la filosofía y la educación:
1) Los escritos de los sofistas, existentes en la actualidad son muy escasos. Lo que nos queda de ellos son algunos testimonios y unos cuantos fragmentos proporcionados por otros autores como: Diógenes Laercio, Aristòfanes, Filóstrato, Eurípides, Platón, Aristóteles, Plutarco, Clemente de Alejandría, Séneca, Sexto Empírico, Cicerón, Porfirio. Caso diferente lo constituyen los escritos de Platón y Aristóteles quienes fueron privilegiados por la conservación de sus textos.
Alrededor de esta cuestión, es necesario preguntarnos ¿el por qué de la abundancia de unos y la poca existencia de otros? Sabemos de la prolija producción escrita de algunos sofistas, por ejemplo Epicuro, quien escribió mucho más libros que Platón, pero de la cual no se conserva un sólo escrito completo. En suma, aunque sea temerario aseverarlo, en verdad, parece ser que la animadversión de Platón hacia ellos –y paradójicamente la principal y más popular fuente de estos faros de la pedagogía-, condenó casi al total olvido y a unos pocos pie de pagina, la obra de los sofistas en la historia de la filosofía.
2) Los sofistas establecen las bases de la pedagogía y prologa el oficio de maestro, más no logran el status de ciencia para la Pedagogía . En ellos la educación logra un gran desarrollo como Techne, es decir, para los tiempos de esplendor y de emergencia de los sofistas en la Grecia antigua, es concebida la educación como un arte.
3) No se dedicaron únicamente a la enseñanza de la oratoria y la elocuencia, ellos también dieron una formación general y superior a sus discípulos:
[…] no se limitaban a enseñar oratoria ni sus reflexiones se centraban sólo en el hombre y la ciudad. No existe una contraposición tajante entre dos etapas de la atención filosófica, hacia la naturaleza primero y hacia la sociedad después. Jenófanes, Heráclito, Pitágoras, Empédocles y Demócrito tenían preocupaciones éticas y políticas, y muchos sofistas se ocuparon de distintas ciencias, popularizaron sus resultados e incluso contribuyeron a ellas: Galeno cita a Gorgias y a Pródico y Cicerón a Trasímaco y Protágoras entre los filósofos antiguos que escribieron acerca de la naturaleza; Antifonte figura en la historia de la geometría por intervenir en el problema de la cuadratura del círculo; Plutarco cuenta que el mismo Antifonte empleaba un método de su invención para eliminar la ansiedad y la tristeza, método que recuerda ciertas técnicas psicoanalíticas que conducen a la ataraxia; a Hipias se le atribuye un manual contra la aflicción, y parece que mantuvo durante una temporada una especie de consultorio psiquiátrico en el ágora de Corinto, donde procuraba alivio a la gente mediante la palabra; también escribió que los sueños son expresiones simbólicas que deben ser interpretadas por un especialista. Numerosos sofistas enseñaban medicina entre otras artes; Galeno atribuye a Pródico una teoría especial del plegma. Gorgias habló sobre la naturaleza del sol y en la tumba de Isócrates se le representa observando las estrellas, y Protágoras intervino en la discusión sobre los efluvios que preocupaba a Demócrito, a Empédocles y a los atomistas.
(Miranda, R.1997: Pág. 3)
3) En rigor a una historiográfia del desarrollo del pensamiento filosófico, y en lo que atañe al reconocimiento de la importancia de los sofistas, es necesario establecer una diferencia entre los primeros sofistas del tiempo de Sócrates y aquellos contemporáneos de Platón. Gastón Gómez Lassa (1992; Págs. 262-63), sostiene que los primeros le merecieron a Platón un gran respeto, y descalifica a los segundos . Perteneciendo al primer grupo pensadores como Gorgias, Protágoras, Pródico, Hipias, Trasímaco y Antífòn (Ricardo López Pérez; 1997).
Un alto porcentaje de los historiadores de la filosofía conceptúan, que los sofistas de “segunda generación”, en un contexto de diversos factores sucedidos en la tres últimas décadas del siglo V a. de C., tales como la guerra con Esparta, la peste que asoló a Atenas al comienzo de la misma, la guerra civil que dicho conflicto desencadenó entre los atenienses y la ambición desmedida de los mismos; fueron caldo de cultivo en el cambio de pensamiento en la mentalidad ateniense; aspectos anteriores que desvirtuaron el pensamiento de los sofistas de esta generación, al punto que llegó a relacionarse directamente a la sofistica con la inmoralidad.
5) Los sofistas como maestros de la retórica, no solamente desarrollaron esquemas para lograr un buen discurso y elocuencia, sino, que también propiciaron algunos elementos para la investigación del lenguaje . En justicia, es posible afirmar el haber sido los primeros teóricos de disciplinas, entre otras, como la métrica , la gramática , la filología , y la dicción correcta, hoy llamada ortología: Pródico analizó las sutiles diferencias de significado entre vocablos próximos o emparentados, y Protágoras criticó a Homero por usar el imperativo en lugar del optativo para dirigirse a una diosa en el inicio de "La Ilíada" ("Canta oh diosa la cólera de Aquiles"), pues en el habla hay peticiones y mandatos y una musa requiere súplicas pero no órdenes. Este primer brote no gazmoño de lo que hoy se conoce como lo políticamente correcto no fue algo aislado sobre lo que llamaran la atención algunos sofistas; también Tucidides resaltó la importancia de nombrar las cosas correctamente. En su "Historia de la guerra del Peloponeso" deplora que los hombres trastoquen el significado de las palabras para justificar su conducta, pues llaman, dice, valor a la temeridad, cobardía a la sensatez, carencia de hombría a la mesura e incapacidad de acción a la reflexión.
Los sofistas creían que la palabra da poder no sólo en el universo político y judicial sino también en el ontológico. La palabra no es el reflejo de un acontecimiento, sino que contribuye activamente al modo como ese acontecimiento sea. La palabra tiene una fuerza tal que es capaz de cambiar el ser. El lenguaje procura una experiencia de la realidad; como lo real puede predicarse de múltiples maneras, tan importantes como las cosas son las palabras que las constituyen. "La palabra -dice Gorgias- es un poderoso soberano que con un cuerpo pequeñísimo y completamente invisible lleva a cabo obras divinas". El lenguaje no es solamente un instrumento de colaboración y de éxito, también crea el mundo al nombrarlo, y al nombrarlo de otra manera lo transforma; por eso los cambios, sociales o individuales, se gestan cuando se hace otra lectura de la misma situación, cuando se interpretan los hechos en otros términos. El sentido que damos a las cosas se apoya en un código subyacente del que la mayoría de los hablantes -como de la gramática que usan- no son conscientes. La inconsciencia con que se usa el lenguaje corre pareja con la inconsciencia con que se vive una cultura, ese complejo de ideas, creencias, costumbres y artefactos que encauzan la vida de las comunidades humanas.
(Miranda R. 1997; Págs. 4-5)
A manera de conclusión, en este apartado de los Sofistas, podemos argumentar, el ser ellos los creadores de una concepción de educación, tal como ha sido argumentado por Jaeger: como un proceso que debe asumirse de un modo resuelto y como una tarea siempre presente en el tiempo, Y en verdad dirigida y vinculada a la formación del espíritu. Sin duda alguna, los sofistas, tenían una orientación muy clara en el uso del pensamiento con fines prácticos, más sin embargo ello no agota su concepción de la educación.
También fueron gestores en cierta medida en una nueva forma de hacer filosofía en su tiempo. Así pues, se diferenció de la filosofía griega que le precedió, en razón del objeto de estudio del que se ocupó; como lo fue el hombre, su civilización y sus costumbres, propiciando la indagación del microcosmos más que el macrocosmos.
El hombre inicia el interés por una conciencia y un estudio de si mismo.
Copleston (2007) escribe al respecto: “La sofística se diferenció también de la filosofía griega precedente en cuanto al método. Aunque el método de la vieja filosofía no excluyó en modo alguno la observación empírica, sin embargo era característicamente deductivo: una vez que el filósofo había establecido su principio general del mundo, su último principio constitutivo, no le quedaba otra cosa por hacer sino explicar conforme a aquella teoría los fenómenos concretos. En cambio, los sofistas procuraban reunir primero un gran acervo de observaciones sobre hechos particulares: eran enciclopedistas, polymathai; luego, de aquellos datos que habían acumulado, sacaban conclusiones, en parte teóricas y en parte prácticas.
Y más adelante el mismo autor, complementa:
Así, del arsenal de datos que lograran reunir acerca de las diferencias entre las opiniones y las creencias, podían sacar la conclusión de que es imposible saber nada con certeza; o a base de sus conocimientos de distintas naciones y maneras de vivir podían formar una teoría sobre el origen de la civilización o los inicios del lenguaje; o podían sacar también conclusiones de orden práctico, por ejemplo la de que la sociedad estaría mejor si se organizase de esta o de la otra manera”. Aspecto que lleva a Zeller (1931) a concebir el método filosófico de la Sofistica de tipo “Empírico Deductivo”.
De hecho, es posible afirmar que los sofistas fueron probablemente los primeros en teorizar sobre el poder de la palabra y sobre su influencia en los asuntos humanos y sociales. Los sofistas inician la tendencia a adaptar el discurso a las predisposiciones del auditorio. Esto es, a conocer al auditorio para ajustar el discurso persuasivo a sus ideas, valores y necesidades. Lo que lleva necesariamente a adaptar las palabras a las particularidades del auditorio. Todo ello en la perspectiva de lograr niveles de efectividad en el discurso, y el considerar el papel central que debe tener el auditorio.
Ahora, sobre el establecer las similitudes entre los sofistas Capdevila Gómez (2002; Págs. 5-6), nos dice al respecto, lo siguiente:
A pesar de que las propuestas de los diferentes sofistas no coinciden exactamente, Molina (1994) afirma que podemos encontrar algunos puntos comunes a todos ellos. Esta base compartida se centra fundamentalmente en tres aspectos:
- Por un lado, la preocupación por el arte que enseñaban (la retórica).
- Por otro lado, el escepticismo manifestado en que “el conocimiento no podía ser sino relativo al sujeto receptor” (Molina, 1994: 46). De esta manera, el único criterio de verdad es la doxa (opinión). Ello hace que los sofistas se centren en aspectos formales del lenguaje y que así la retórica entre en los dominios de la poesía.
- Otro aspecto, derivado de manera bastante clara del anterior, sería la importancia que todos ellos otorgan a las circunstancias en las que se produce el discurso. Se trata de un criterio claramente pragmático que hace necesario que el orador tenga en cuenta la enunciación del discurso, sus condiciones de puesta en escena.
Ya realizada la incursión a nivel general en algunos aspectos, en el periplo de Grecia en el siglo V a. de C., y su incidencia en la Retórica y la Paidea griega, nos centraremos en lograr darnos una semblanza de la educación y del movimiento pedagógico del siglo que le precede, y en la cuestión que nos ocupa en este escrito. No existe un consenso generalizado entre los historiadores sobre el juicio del siglo IV a. de C., de Grecia.