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DE KEYNES A KEYNES. LA CRISIS ECONÓMICA GLOBAL, EN PERSPECTIVA HISTÓRICA

Federico Novelo Urdanivia




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BRETTON WOODS.

“ Si podemos continuar, esta pesadilla, en la que la mayoría de nosotros ha gastado mucho de nuestras vidas, habrá terminado. La hermandad del hombre vendrá a ser más que una frase” .

Previamente, Keynes debió enfrentar, y perder, una dura competencia entre su propuesta de crear una Unión Internacional de Compensación, lo que al paso del tiempo se conocería como El Plan Keynes, y la idea estadounidense de alumbrar a un Fondo de Estabilización, elaborado y defendido por Harry Dexter White, y avalado –con peso decisorio- por el poderío económico y político de los Estados Unidos.

El temor por la repetición de otra etapa depresiva, y la clara conciencia de un poder productivo asombrosamente incrementado por la guerra, fueron razones suficientes para que las distintas fuerzas visibles en los Estados Unidos (empresarios utilitaristas y planificadores cargados de cierto idealismo internacionalista) impulsaran conjuntamente la edificación de un nuevo orden internacional basado en el libre comercio universal, muy útil para alcanzar una balanza comercial con superávit grande y duradero, y sin espacio alguno para las formas diversas de nacionalismo económico o, como más específicamente se les llamaba entonces, para los métodos de Schacht, eran las razones de una rápida y radical metamorfosis de los Estados Unidos, desde el aislacionismo hacia el universalismo . La impresión, ampliamente compartida por el pueblo británico durante los últimos años de la Segunda Guerra Mundial, en el sentido de contar con el derecho a un trato preferencial desde el gobierno estadounidense, entre otras razones, por haber sido el único país aliado en Europa al que Hitler no pudo invadir, lentamente se fue sustituyendo por una realidad en la que la extraña mezcla de desconfianza y soberbia norteamericanas dominaban el terreno; las restricciones por venir también atacaban al comercio imperial que Gran Bretaña privilegió durante la guerra. Esta nueva circunstancia, acompañada de las recurrentemente anunciadas restricciones que encontraría en el Congreso norteamericano cualquier propuesta de ayuda económica a Inglaterra, debían ser, y fueron, consideradas en la confección del esquema de la Unión de Compensación Internacional. Aquí reproducimos la primera versión keynesiana de los propósitos, elaborada en el otoño de 1941 :
“Necesitamos un instrumento de moneda internacional que, por tener aceptación general entre las naciones, haga innecesarios los saldos bloqueados y las compensaciones bilaterales... Necesitamos un método ordenado y convenido de determinar los valores relativos de cambio de las unidades monetarias nacionales de manera de impedir la acción unilateral y la depreciación cambiaria con fines de competencia.

Necesitamos un quantum de moneda internacional que no sea determinado de un modo imprevisible ni extraño como, por ejemplo, por el progreso técnico de la industria aurífera, ni esté sujeto a grandes variaciones que dependen de la política de reservas de oro de determinados países; sino que se rija por las necesidades reales del comercio mundial y sea también capaz de dilatarse o contraerse deliberadamente para contrarrestar las tendencias deflacionarias o inflacionarias de la demanda mundial efectiva.

Necesitamos un sistema dotado de un mecanismo estabilizador interno, por el cual se ejerza presión sobre cualquier país cuya balanza de pagos con el resto del mundo se esté desviando de su equilibrio en cualquier sentido, de manera de impedir fluctuaciones que por fuerza crean a sus vecinos una falta de equilibrio de igual magnitud pero en sentido contrario.

Necesitamos un plan convenido para que al finalizar la guerra cada país principie con una existencia de reservas adecuada a su importancia en el comercio mundial de manera que sin ansiedad alguna pueda ordenar su economía en el periodo de transición hacia condiciones plenas de paz.

Necesitamos una institución central de carácter puramente técnico y apolítico que auxilie y apoye a otras instituciones internacionales relacionadas con el planteamiento y la regulación de la vida económica del mundo.

De un modo más general, necesitamos un medio de dar confianza a un mundo en dificultades, por el cual todo país cuyos asuntos nacionales se gobiernen con la debida prudencia, quede libre de inquietudes por causas ajenas en lo que se refiere a su capacidad para hacer frente a sus obligaciones internacionales; y por el que, por consiguiente, se hagan innecesarios aquellos métodos de restricción y discriminación que las naciones han adoptado hasta ahora, no por sus méritos, sino como medidas de protección contra las fuerzas perturbadoras de fuera” .

Vale la pena establecer algunas precisiones, respecto a estos propósitos:
a) La primera parte establece la necesidad de disponer de una moneda internacional (el bancor), emitida por la nueva institución central y despojada de cualquier subordinación a la disponibilidad de oro y de las rigideces que le son consustanciales. Una nueva oferta monetaria mundial, extraordinariamente elástica frente a las variaciones en la demanda efectiva mundial;
b) La segunda parte plantea una cuestión central, relativa a las responsabilidades de los acreedores o, en su caso, de los países interesados en el superávit comercial grande y permanente, a costa de los grandes y permanentes déficit de sus vecinos;
c) La tercera parte privilegia la figura del libre comercio, en atención a las restricciones y preferencias estadounidenses precitadas, y
d) La última parte reivindica la soberanía de los países adscritos a la nueva institución.

El proyecto se discutió ampliamente entre las autoridades económicas británicas, recibiendo la crítica recurrente sobre sus enormes, casi utópicas, ambiciones. Al otro lado del Atlántico, y con notable sincronía, el Departamento del Tesoro estadounidense, a cargo de Henry Morgenthau junior, promovía su propia propuesta para la organización económica mundial de la posguerra.

Desde su llegada al cargo, en noviembre de 1933, Morgenthau buscó la asesoría de algún destacado economista ortodoxo y no tardó en proponerle el empleo al reconocido profesor de la Universidad de Chicago Jacob Viner, quien consolidó definitivamente su prestigio con su célebre texto sobre las uniones aduaneras, en 1950 . Viner no sentía simpatía alguna por los ambientes burocráticos, por lo que declinó el ofrecimiento, aunque propuso para el puesto a un brillante joven economista de Harvard, Harry Dexter White, quien –además de convertirse en el peculiar adversario-amigo de Keynes durante los preparativos y el desarrollo de la Conferencia de Bretton Woods - terminó siendo uno de los más polémicos personajes de la política estadounidense de la posguerra, después de ser señalado como agente e informante del gobierno soviético.

La alternativa de White tiene este origen: “El 14 de diciembre de 1941, el domingo siguiente a Pearl Harbor, el secretario Morgenthau inquirió a Harry White sobre un memorándum acerca del establecimiento de un fondo de estabilización entre los aliados. A partir de entonces White fue el principal arquitecto, desde el Tesoro, de la planeación para la estabilidad financiera en el mundo de la posguerra. En mayo de 1942 él completó la elaboración de su primera propuesta para un Fondo de Estabilización de las Naciones Unidas, que terminaría como el FMI (Fondo Monetario Internacional), y un Banco de Reconstrucción y Desarrollo, popularmente conocido ahora como Banco Mundial. En la presentación de sus propuestas al secretario, White sugirió que debían implementarse llamando a una conferencia de los ministros de finanzas de las Naciones Unidas. Ésta se efectuó dos años después en una reunión en Bretton Woods, New Hampshire” .

El telón de fondo de la definición de la política exterior de los Estados Unidos, durante la Segunda Guerra Mundial e, inercialmente, en la confección de planes para el futuro, era el conflicto entre los librecambistas establecidos en el Departamento de Estado, con el secretario Cordell Hull a la cabeza, y los planificadores económicos, avalados por el Departamento del Tesoro, por Henry Morgenthau Junior, y representados notablemente por Harry Dexter White:
“La conjugación de la ideología y el interés económico servía para que los planeadores del Departamento de Estado se mostraran muy suspicaces de la Unión Soviética, sobre todo en virtud de que la extensión del poderío soviético en Europa Oriental amenazaba con cerrar esas áreas al comercio y la inversión norteamericanos. En cuanto a Alemania, el Departamento de Estado creía conveniente el restablecimiento de un poder industrial. Esta opinión se basaba en una evaluación de que la recuperación industrial de Alemania era una condición necesaria para el retorno de Europa Occidental al comercio multilateral. También reflejaba una convicción en el sentido de que sólo una Alemania fuerte podría oponerse a una mayor expansión del poderío ruso en Europa. Aunque el Departamento de Estado hacía gran hincapié en los nexos anglo-norteamericanos, había un gran interés en el mantenimiento de influencia suficiente sobre la política británica para obligar a Gran Bretaña a aceptar el multilateralismo durante la posguerra. El Departamento de Estado estaba decidido a abrir el Imperio Británico al comercio y la inversión norteamericanos, y con objeto de conseguir un resultado favorable se hallaba dispuesto a utilizar todos los medios a su alcance.

Las actitudes del Departamento del Tesoro se asemejaban más a las del Departamento de Estado en lo tocante a la política que debía seguirse hacia Gran Bretaña. También White y Morgenthau estaban interesados en aumentar la influencia norteamericana sobre Gran Bretaña, pero su interés no era el acceso al Imperio Británico. Ellos querían asegurarse de que Gran Bretaña aceptara sus propios planes de organización del sistema monetario internacional. Acerca de Alemania y Rusia, las diferencias con la posición del Departamento de Estado eran mucho mayores. El odio que Morgenthau sentía por el nazismo lo llevaba a proponer el cambio de Alemania a un sistema agrario, y aunque White podría haberse inclinado por una política menos punitiva, ayudó a Morgenthau a elaborar su famoso plan. La hostilidad de Morgenthau y White hacia Alemania no era moderada debido a la consideración que influía sobre los planeadores del Departamento de Estado.

Si Europa Occidental adoptara el capitalismo nacional, la fortaleza industrial de Alemania no sería vital para la recuperación europea. Además, White y Morgenthau no veían la necesidad de una Alemania fuerte para contrarrestar el poderío soviético. En una deformación irónica del pensamiento de Cordell Hull, los planeadores del Departamento del Tesoro sostuvieron que el mejor procedimiento para afrontar a la Unión Soviética consistía en desarrollar fuertes lazos económicos con ella. En virtud de que White y Morgenthau estaban relativamente de acuerdo con los arreglos comerciales estatales, creían que estos lazos económicos podrían desarrollarse sin cambio alguno de las prácticas comerciales de los soviéticos. Propusieron un gran préstamo para la reconstrucción de la Unión Soviética, que se ataría a grandes exportaciones de materias primas soviéticas a los Estados Unidos. Visto en retrospectiva, esto parece una previsora anticipación de los desarrollos de las relaciones soviético-norteamericanas que observamos más de un cuarto de siglo después” .

El consenso entre ambas fuerzas antagónicas respecto al tratamiento que debía dispensarse a la Gran Bretaña, en muy buena medida descansaba en un par de antecedentes, en los que era visible cierto comedimiento hacia los ingleses: el del incumplimiento británico de las deudas contraídas con EUA durante la Primera Guerra Mundial, y la Ley de Préstamo y Arriendo, firmada por Roosevelt el 4 de marzo de 1941. La historia es la siguiente:
“... al comienzo de la guerra la Ley de Neutralidad de Estados Unidos prohibió los préstamos a los beligerantes, y por otra parte la Ley Johnson prohibía los préstamos a los países que no hubiesen pagado –como era el caso de Gran Bretaña- las deudas de la Primera Guerra Mundial. Pero en noviembre de 1940 el Congreso había enmendado la primera de las leyes mencionadas para permitir que Gran Bretaña y sus aliados adquiriesen suministros de guerra, siempre que pagasen en efectivo y no utilizaran el transporte norteamericano. Esa legislación de “pague y lleve” permitió que los británicos aumentasen considerablemente sus pedidos, pero con idéntica rapidez estaban disminuyendo los saldos en dólares de Gran Bretaña. Para financiar la guerra, Gran Bretaña estaba desprendiéndose de sus saldos en oro y dólares. En diciembre de 1940 el primer ministro Churchill escribió al presidente Roosevelt y le dijo entre otras cosas: “Se aproxima el momento en que ya no podremos pagar en efectivo los embarques y otros suministros”. Mientras realizaba un crucero por el Caribe, el presidente caviló acerca de esta carta, y más tarde anunció el principio de préstamo y arriendo, con el cual según dijo intentaba “eliminar el signo dólares”. De acuerdo con este plan, el gobierno compraría todas las municiones, y prestaría a Inglaterra, sujetas a hipoteca, las que fueran más útiles en sus manos. En una de sus charlas al lado del fuego, dirigidas al pueblo norteamericano, explicó que su política era sencillamente suministrar los implementos bélicos, de manera que otros combatiesen, con el fin de “mantener la guerra lejos de nuestro país”. El material y el equipo “necesarios para la defensa de Estados Unidos”, como decía el préstamo y arriendo, podían ser entregados a Gran Bretaña si el presidente entendía que ése era el modo más eficaz de usarlos; los artículos así entregados no serían pagados con dinero, y en cambio se les reconocería en la forma de cierta “consideración” que sería necesario negociar. Así, con arreglo a este convenio, “el acto menos sórdido de la historia”, como lo denominó Winston Churchill, se definió por el resto de la guerra el principio fundamental que rigió el flujo de suministros a Gran Bretaña” . Con los planes para la posguerra, elaborados por Keynes y White, todo indicaba que la hora de negociar la “consideración” había llegado, comenzando por la conclusión de los comedimientos estadounidenses para con Inglaterra.

En esas circunstancias es que White elabora su plan original, en el que el banco es una propuesta de institución más fuerte que el fondo, al menos en el cuerpo del borrador de abril de 1942:
“El banco tendría un capital social de 10 000 millones de dólares, la mitad de cuya suma sería pagada de inmediato por los miembros en oro y monedas locales. Estaba “destinado principalmente a aportar el volumen enorme de capital que necesitarían las Naciones Unidas y Asociadas para fines de la reconstrucción, la ayuda, y la recuperación económica”. También estaba destinado a eliminar las fluctuaciones mundiales de origen financiero y a reducir la probabilidad, intensidad y duración de las depresiones mundiales; a estabilizar los precios de las materias primas esenciales; y en términos más generales a elevar la productividad y los niveles de vida de sus miembros.

Específicamente tendría facultades para comprar y vender oro y valores de los gobiernos participantes, para descontar y redescontar pagarés y aceptaciones, para emitir documentos de deuda y para hacer préstamos a largo plazo a tasas de interés muy bajas” .

Como puede apreciarse, la creación de crédito internacional que derivaría de los 5 000 millones de dólares disponibles en el Fondo de Estabilización más los 10 000 de capital social del banco y, especialmente, de las facultades de éste para crear crédito, emitir préstamos a un múltiplo de su capital básico, y vender documentos de deuda en los mercados de capital nacionales, alcanzaría proporciones elevadísimas que, en sí mismas, generaban la sólida oposición de los banqueros internacionales, al menos frente a dos efectos no deseados:
a) Las previsibles consecuencias inflacionarias de tal expansión de la liquides internacional, y
b) La posible entrega de sus más importantes funciones a una agencia internacional.

El objetivo fundamental de White, en correspondencia con los de Keynes, fue que estas instituciones evitaran la repetición de la depresión mundial, sin forzar la aplicación de costosos ajustes en las naciones en fase recesiva. Como Keynes, reivindicaba el establecimiento planetario de políticas de pleno empleo, sin que ningún país corriera el riesgo de agotar, en tal propósito, sus reservas internacionales. El mecanismo consistía en asegurar la disposición de suficiente crédito internacional para asegurar la continuidad de políticas económicas expansivas, estableciendo algunas restricciones para enfrentar la tentación de establecer devaluaciones competitivas.

White imaginaba una fuerte influencia de las dos instituciones para presionar a los países miembros a formular políticas económicas compatibles con la búsqueda del pleno empleo mundial, a costa de restarle a cada nación una parte significativa de su soberanía económica:
“Por ejemplo, el fondo podría impedir las modificaciones de las tasas de cambio, lo que constituía una limitación importante de la libertad de acción nacional. Y si el 80% de los votos del fondo indicaban la desaprobación de “cualquier medida o política monetaria o de los precios en general” de uno de los gobiernos miembros porque contribuyera a un grave desequilibrio de la balanza de pagos, el país en cuestión tendría que modificar su política. Pero en otros sentidos el plan de White estaba destinado a fortalecer el poder de los gobiernos nacionales. Según White, el fondo era un medio para el mejoramiento de la capacidad de los gobiernos para controlar las exportaciones de capital inconvenientes. Según el plan de White, como una condición para ingresar al fondo, los gobiernos debían convenir en:
a) No aceptar ni permitir depósitos o inversiones de ninguno de los países miembros, excepto con el permiso del gobierno de ese país, y
b) Poner a la disposición del gobierno de cualquiera de los países miembros, cuando así lo solicitara, todas las propiedades de los ciudadanos de ese país en forma de depósitos, inversiones o valores” .

Con ambos planes listos, el de la Unión de Compensación y el del Fondo de Estabilización, el de Keynes y el de White, pareció conveniente que sus respectivos autores se enfrentaran directamente. La reunión, informal, de las delegaciones británica y estadounidense se realizó en septiembre de 1943. Resulta conveniente establecer que, en su proceso de formación académica, White y buena parte de los delegados de EUA habían abrevado con entusiasmo y respeto en la obra de Keynes y, por ello, le profesaban un enorme respeto que entraba en conflicto con la representación que ostentaban, la de la verdadera potencia mayor, que debía imponer sus intereses con apoyo en su propio enfoque de las instituciones necesarias.

El primer cuerpo de problemas, en opinión de White, estaba representado por aquello que pudiera ser aprobado por el Congreso norteamericano, cuyo oído sería poco receptivo, si algo, a la propuesta de la Unión; a cambio, White sostenía que, en profundidad, los objetivos de la Unión podrían alcanzarse a través del Fondo, con lo que la discusión no tendría porqué prolongarse en exceso. Para Keynes, el problema inicial radicaba en las carencias de lucidez y claridad, con las que se había redactado el proyecto del Fondo: “Atacó duramente la jerga que era tan cara a los técnicos norteamericanos y la llamaba cherokee, en contraste con el “inglés cristiano” en que estaba redactado el proyecto de Unión de Compensación. En un momento dado, para hacer una comparación muy estrecha, Keynes tradujo los principales principios del Fondo de Estabilización al “inglés cristiano”, y una vez hecho esto, se encontró que los dos planes se veían notablemente similares. Si el oído del Congreso era halagado por el tonillo del cherokee, entonces no había más remedio: era el dueño de la situación” .

La decisión, fundamentalmente política, de imponer al dólar como único medio de pago internacional, además del menosprecio injustificado a la propuesta keynesiana del bancor, entrañaba enormes complicaciones:
“En realidad, el sistema estaba viciado desde el comienzo: los acuerdos de bretton Woods implicaban que Estados Unidos debía tener una balanza de pagos deficitaria para poder alimentar al mundo en dólares, único medio de pago internacional reconocido por los acuerdos; esto sólo podría llevar a debilitar la confianza en dicha divisa a largo plazo. Por decirlo en otras palabras, a medida que el dólar se transformara en una moneda de reserva, sería cada vez menos digna de confianza. Esta paradoja, llamada dilema de Triffin –por el nombre del economista belga que lo formuló- es de extrema actualidad, sin que se haya llegado todavía a su punto máximo” .

Resulta conveniente precisar las diferencias fundamentales entre ambos planes, para establecer las verdaderas características de lo propuesto y lo aprobado en Bretton Woods:

Tema Plan Keynes Plan White
Nombre Unión de Compensación Internacional Fondo de Estabilización
Unidad de Cuenta Bancor (Activo básico de reserva internacional) Unitas (Importancia insignificante, no monetizada; una mera contraseña)
Autorización del Fondo sobre ajustes al tipo de cambio de los países miembros Cuando fuesen superiores al 5 % de la paridad original Necesaria en cualquier ajuste
Facilidades de Sobregiro Hasta 25 000 millones de dólares Hasta 5 000 millones de dólares
Situación de países deudores y acreedores Responsabilidad de los acreedores y trato benigno a los deudores Cláusula de la Moneda Escasa y sanciones para ambos grupos
Tipos de Cambio Fijos en el corto plazo y flexibles a largo plazo Ídem.

Elaboración propia, con apoyo en Luis Ángel Rojo, Keynes: su tiempo y el nuestro, op. cit., pp. 254-264; Roy Harrod, La vida de John Maynard Keynes, op. cit., pp. 640-649, y Charles H. Hession, Keynes, op. cit., pp.354-358.

La cláusula de la moneda escasa, que permitía que los países deudores discriminasen, incluso en perjuicio de los productos estadounidenses, si había escasez de dólares, fue considerada por Keynes como evidencia de la nueva responsabilidad norteamericana ante el resto del mundo. Con ella, al menos, se moderaba la intención estadounidense de buscar un superávit comercial de larga duración y se brindaba un cobijo importante a los países deficitarios; no es un abuso del lenguaje la identidad que se hizo de éstos últimos con deudores ni la que identifica a los otros con acreedores.

En realidad, con las discrepancias puestas sobre la mesa, y con algunas concesiones recíprocas –más de los británicos que de los estadounidenses-, pareció conveniente poner atención en las coincidencias. En carta a Keynes, Dennis Robertson aludió al “Plan Whines”, combinando los apellidos de los principales negociadores y, así, poniendo en claro la esencial analogía de ambos planes, con la que el propio Keynes se mostró de acuerdo, tal como demostró en los debates realizados en la Cámara de los Lores, respecto a la colaboración financiera. Alcanzado el acuerdo, entre los expertos de ambas naciones, para crear un fondo monetario internacional, el material se publicó en abril de 1944.

En julio de 1944 se realizó la reunión de 44 naciones en Bretton Woods, Nueva Hampshire, en la que las 42 naciones restantes tuvieron muy escasa influencia sobre el acuerdo celebrado entre Gran Bretaña y los Estados Unidos, tal como lo observó Leon Fraser, del First Nacional City Bank:
“Se nos dice que 44 naciones acordaron esto. Me parece que sería más correcta la afirmación de que tres o cuatro grupos muy expertos se reunieron y redactaron un plan, y luego se lo presentaron a otros 44 (sic) técnicos y declararon “esto es lo que los Estados Unidos y Gran Bretaña están dispuestos a acordar con ustedes”.

Por supuesto, dada la situación del mundo en el momento de tales negociaciones, estos técnicos dijeron: “Seguro que sí, ¿porqué no?” No tenían nada que perder. Dependían de nosotros en cuanto a su salvación militar y económica, y toda propuesta más o menos razonable de los Estados Unidos sería aceptable bajo tales condiciones” .

La muerte de Franklin D. Roosevelt, en abril de 1945, fue el acontecimiento que más decisivamente modificó los planes del Departamento del Tesoro para el mundo de la posguerra: “La muerte de Roosevelt y el acceso al poder de Truman produjo casi de inmediato la salida de Morgenthau de Washington. El poder de Morgenthau había descansado en su amistad con Roosevelt; su relación con Truman se caracterizaba por el desagrado mutuo. Truman sustituyó a Morgenthau con Fred Vinson, un demócrata sureño conservador, de ideas ortodoxas acerca de la economía nacional e internacional. White permaneció en el Departamento del Tesoro, pero su influencia disminuyó considerablemente a causa de la salida de su protector. Más importante que la declinación de las fortunas de Morgenthau y White fue el giro decisivo de la política exterior norteamericana en contra de la dirección que ellos habían favorecido. Es posible, aun probable, que si Roosevelt hubiese vivido se habría visto obligado eventualmente a repudiar la política exterior del Departamento del Tesoro. Sin embargo, durante su vida fue importante la influencia del Departamento del Tesoro sobre la política exterior de los Estados Unidos, y en ocasiones fue dominante. Con la muerte de Roosevelt, la influencia del pensamiento de White y Morgenthau en la política exterior fue eliminada en gran parte, y las concepciones de política exterior del Departamento de Estado triunfaron” .

Las consecuencias mundiales de estos acontecimientos tuvieron una importancia difícil de exagerar. Existía una enorme diferencia en los tratos que Morgenthau y White proponían para Alemania y la Unión Soviética, la destrucción de la industria pesada de la primera y el aseguramiento de la amistad de la segunda mediante un préstamo masivo, en contra de los planes del Departamento de Estado para las mismas naciones, la reconstrucción de Alemania como creación de un baluarte contra la Unión Soviética y el requerimiento de una Alemania fuerte para la recuperación de Europa Occidental; el triunfo de la segunda opción, combinada con la pretensión de Truman de “ponerse duro” con los rusos, cocinaron la duradera “Guerra Fría”, que presidió las relaciones internacionales hasta el derrumbe de la Unión Soviética, en 1994, y bajo cuyo cobijo se procedió a una política anticomunista, dentro y fuera de los Estados Unidos que, no tan paradójicamente, contó a Harry Dexter White entre sus más notorias víctimas, bajo la acusación, en 1948, de proporcionar información estratégica a los soviéticos y de ser, él mismo, comunista convencido; tal acusación, apoyada en las declaraciones de Whittaker Chambers y Elizabeth Bentley ante la temible House Un-American Activities Committee (HUAC), se formalizó en una carta del FBI enviada al general Harry H. Vaughan, asesor del presidente Truman, en la que se enlistaba a varios empleados gubernamentales, incluido White, envueltos .en el espionaje soviético .

Respecto a la política más conveniente para la Gran Bretaña, el ascenso de Truman y la consecuente dominancia del Departamento de Estado, justo en la antesala de las negociaciones de un préstamo estadounidense a los ingleses, significó la búsqueda de un triple propósito:
a) La cancelación del sistema de preferencia imperial, que mantenía cierta cohesión, con control británico, en el comercio que se practicó al interior del área de la libra esterlina;
b) La abolición del sistema de concentración de dólares entre los países de la misma área, que era el mecanismo visible en la discriminación de productos estadounidenses, y
c) La colaboración británica, como puente entre Estados Unidos y el resto del mundo, en la conformación de un nuevo orden internacional, con comercio abierto y un especial papel de la libra esterlina, por cuanto el dólar, por un buen tiempo, sería la moneda escasa; se requería, en un proceso traslapado, una libra fuerte, al comienzo y, en un corto plazo, una libra débil.

Estos propósitos podrían alcanzarse con el empleo de la poderosa y eficaz fuerza de la presión financiera, convertida en la expresión temprana de lo que más tarde fue un abultado cuerpo de imposiciones estadounidenses para todo el mundo.

El que F. Vinson fuese un abogado, con muy escasos conocimientos de economía, más la animadversión del Departamento de Estado a los acuerdos de Bretton Woods, incluido el protagonismo de Keynes, fueron elementos suficientes para la adopción de un alto grado de intolerancia estadounidense, desde la sede de los nuevos organismos (inicialmente acordada en la ciudad de Nueva York y finalmente impuesta, por el propio Vinson, en la de Washington), hasta la duradera imposición del reparto de cargos (el director del FMI, europeo –Camille Gutt, de Bélgica, fue el primero- y el del Banco Mundial, estadounidense), pasando por la exclusión de Harry Dexter White, cuya posible dirección ejecutiva del FMI contaba con el consenso general y con el apoyo decidido del propio Keynes, quien ya había manifestado ciertas reservas para con los abogados: “Y que se me permita decir, señor presidente, que bajo vuestra sabia y bondadosa guía hemos alcanzado el éxito. Las conferencias internacionales no tienen una buena historia. Estoy seguro que no se recuerda una conferencia similar que haya logrado construir tanto y de una manera tan lúcida y tan sólida. Esto lo debemos no poco a la indomeñable voluntad y a la energía siempre precedida por el buen humor y el ánimo sereno de Harry White. Pero esta ha sido una conferencia tan apartada como pueda imaginarse, de la dependencia de uno, de dos o de tres hombres. Ha sido un trabajo de equipo, de un equipo tan eficaz como pocas veces lo he visto. Por mi parte, quisiera rendir un tributo especial a nuestros abogados. Tanto más cuanto que debo confesar que en general no me gustan los abogados. Se me reconoce como alguien que se lamenta de que, a juzgar por los resultados en esta tierra plagada de abogados, el Mayflower, cuando salió de Plymouth, debía haber estado completamente lleno de ellos” .

Los malos presagios respecto al papel que podrían jugar las instituciones de Bretton Woods, que se hacían cada vez más evidentes para Keynes, se muestran a plenitud en el excelente y profético discurso de clausura del establecimiento del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, que leyó a fines de marzo de 1946:
“Señor Secretario Vinson, Señores Gobernadores, Gobernadores suplentes, Consejeros y Observadores:
Al igual que algunos otros de los aquí presentes, me ha preocupado de una manera íntima lo que creo que siempre se conocerá con el nombre de plan de Bretton Woods. La gestación ha sido larga; los robustos mellizos vienen muy retrasados; como consecuencia, espero que traigan un peso y una fuerza que honren a su ascendencia mezclada y colectiva. De cualquier modo, es un privilegio del que no me hubiera gustado prescindir, estar presente a la hora del nacimiento, a cualquier título, ya como Gobernador o como gobernadora o aya, junto a las comadres, las enfermeras, los doctores y los clérigos preparados para el bautizo (y siempre creeré que el bautizo no se ha hecho bien y que los nombres de los gemelos debieron haberse invertido).

Ocultas tras los velos y las barbas de los líquenes, no dudo que las hadas de costumbre hayan concurrido al bautizo, trayendo presentes adecuados. ¿Qué presentes y qué bendiciones podrían ser más útiles a los gemelos, a quienes (con razón o sin ella) hemos decidido llamar el Joven Fondo y la Señorita Banco?
Sugiero que la primera hada traiga una túnica de José (Joseph´s coat, la túnica de vistosos colores que, según el relato bíblico, dio Jacob a José, su hijo predilecto), prenda de muchos colores que puedan usar estas criaturas en perpetua recordación de que pertenecen a todo el mundo y de que únicamente están obligados al bienestar general, sin miedo ni favor a ningún interés particular. Piadosas palabras muy difíciles de cumplir. Apenas si hay una experiencia duradera y feliz de un organismo internacional que haya realizado las esperanzas de sus progenitores. O la institución se ha desviado hasta convertirse en instrumento de un grupo limitado, o ha sido una muñeca de aserrín en la cual no sopla el aliento de la vida. Cada paso y cada detalle de nuestras recién nacidas instituciones deben calcularse para reforzar y mantener su carácter y su finalidad verdaderamente internacionales.

La segunda hada, que está muy al día, quizá traiga una caja de vitaminas combinadas, A, B, C, D, y todo el resto del alfabeto. Las criaturas pueden llevar constantemente su túnica de muchos colores; sin embargo, sus caras son pálidas y delicadas. Lo que debemos pedir a nuestros bebés es energía y un espíritu indomable que no se quiebre ante las dificultades ni las evite, sino que les haga frente con la determinación de resolverlas.

La tercera hada, quizá mucho más vieja y no tan al día, quizá cierre, como el Papa a sus cardenales, los labios de nuestras criaturas con su mano, para abrírselos de nuevo invocando un espíritu de sabiduría, paciencia y grave discreción, para que, a medida que crezcan, sean los recipientes respetados y seguros de confidencias, inquietudes y dudas, apoyos confiables y prudentes de todos aquellos que los necesiten en los momentos difíciles. Si estas instituciones han de ganarse la plena confianza del mundo suspicaz, es necesario que el enfoque de los problemas no sólo sea, sino que además parezca, absolutamente objetivo y ecuménico, sin prejuicios ni en pro ni en contra.

Como ustedes verán, pido y espero mucho.

Espero que el señor Kelchner no haya cometido ningún error y que no exista ninguna hada maligna, ninguna Carabosse, a quien haya desdeñado olvidando invitarla a la fiesta. Porque de haber sido así, los anatemas que el hada maligna pronunciará estoy seguro que dirían así: “Vosotros dos, pequeñuelos, os convertiréis en políticos; todos vuestros pensamientos y vuestros actos tendrán un arriérre-pensée; todo lo que resolváis no será por su general conveniencia ni por sus propias virtudes, sino por otras causas”. Si esto ocurriera, lo mejor que podría pasarles a los pequeños (y no sería nada raro que les pase) sería caer en un sueño eterno para no despertar nunca más, y que nunca volviera a saberse de ellos en los estrados ni en los mercados de la humanidad” .

El discurso provocó serias molestias al anfitrión, según lo consigna R. Skidelsky: “...el Secretario del Tesoro, Frederic Vinson, lo tomó como algo personal y refunfuñó: <<No me importa que me llamen malvado, pero sí que me llamen hada>>” . Por su parte, Harrod lo recoge de la siguiente manera: “Vinson sospechó que Carabosse le representaba a él, se enojó muchísimo, y una vez más se le atragantó Keynes” . Tenían razón ambos. Keynes, al profetizar la subordinación de las recién nacidas instituciones a los dictados del gobierno de los Estados Unidos, y Vinson, al darse por aludido como el promotor temprano de la degeneración de esas mismas instituciones.

Keynes viajó a Savannah con tres propósitos:
a) Que Harry Dexter White fuese designado como el primer Director Ejecutivo del FMI;
b) Que la sede del fondo fuese Nueva York para aislarlo de la política de Washington y para acercarlo a las Naciones Unidas, y
c) Que los funcionarios del fondo, y no los directores, imprimieran una orientación técnica, y no política, a los mecanismos de acceso, preferentemente libre, a esos recursos.

“Ninguna de estas expectativas se materializó, y Keynes abandonó Savannah con gran amargura. La experiencia minó aparentemente su salud y sufrió un grave ataque cardiaco en el tren en que regresaba. Murió seis semanas más tarde” .


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