OCIO Y VIAJES EN LA HISTORIA: ANTIGÜEDAD Y MEDIOEVO
Mauro Beltrami
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La ciudad de Roma significó durante el Medioevo fundamentalmente un lugar de destino. Roma siempre fue un lugar simbólico para el cristianismo, y merece que se le preste especial atención por haber representado un papel principal como centro de peregrinación cristiana. Desde la caída del Imperio Romano –y ya desde antes también- la ciudad se encontraba sumida en una crisis social y económica, que presentó como consecuencia una notable disminución demográfica, entre otras. Durante los primeros siglos medievales la situación resultaba crítica; así, cuando la ciudad se ve amenazada por los lombardos en el año 592, el papa predica en la basílica de San Pedro:
“¿Queda alguna cosa en este mundo capaz de alegrarnos? Todos son lamentos y dolor; se destruyen las ciudades, se arrasan los castillos, se devastan los campos y la tierra ya no es más que un desierto. Ya no quedan labradores en el campo ni habitantes en la ciudad. Y los pocos que quedan se ven zarandeados por toda clase de desgracias (…). Hemos visto a muchos hombres convertirse en esclavos y a otros sufrir la mutilación o la muerte. Está bien claro hasta qué punto Roma, la antigua reina del mundo, ha venido a menos: oprimida por un gran dolor, queda despoblada de sus ciudadanos; atacada por el enemigo, no es más que un montón de ruinas (…). ¿Dónde está el Senado? ¿Dónde está el pueblo? (…) El esplendor de las dignidades civiles se ha extinguido. La multitud de los ciudadanos ha desaparecido y nosotros, los que sobrevivimos, nos vemos desgarrados día y noche por un sinnúmero de tribulaciones”.
No obstante, el poder espiritual de Roma y la influencia que ejercía el papado sobre el desarrollo del mundo secular continuaba. La ciudad cambia de papel desde el punto de vista turismológico, pues ahora no reviste importancia como centro emisor de viajeros: los antiguos lugares de destino de las clases acomodadas romanas –como la Campania- ya no presentan relevancia social. Por lo tanto, no se estudia a Roma desde ésta óptica, sino como lugar receptor de viajeros.
A pesar de la crisis, los siglos medievales encontraron a Roma como un centro de peregrinación constante. Hacia allí se dirigían los devotos para observar las tumbas de Pedro y Pablo, para ganar indulgencias visitando las iglesias famosas de la ciudad o con el fin de celebrar algún jubileo o aniversario de la historia cristiana. La importancia de Roma como centro cristiano medieval es señalada frecuentemente por los historiadores del turismo. En esta línea, Khatchikian la mencionará como “el mayor centro religioso del Medioevo” . Asimismo, Margarita Barreto afirma que las peregrinaciones que tuvieron como destino a Roma comenzaron a partir del siglo VI, por representar esta ciudad el papel de símbolo de la cristiandad. Al llegar a la Ciudad Eterna, los peregrinos recitaban un coro de alabanza:
O Roma nobilis, orbis et domina,
Cunctarum urbium excellentissima,
Roseo martyrum sanguine rubea,
Albis et virginum liliis candida;
Salute dicimus tibi per omnia;
Te benedicimus; salve per saecula!
En los viajes incentivados por lo sagrado, Roma encontró recursos para poder superar su crisis, comenzando a renacer durante la Baja Edad Media, para volver a transformarse ya durante el Renacimiento en una ciudad poderosa. El espíritu de la ciudad y su propia posición como centro de la cristiandad, produjo que determinadas cuestiones sacras se transformaran en productos económicos para su consumición. Las cosas divinas muchas veces pasaban a ser mercancías a partir de las cuales se obtenían recursos; y en esta línea, sucedía también que las costumbres tanto de los ciudadanos romanos como las del propio clero romano eran más relajadas que en otros lugares.
El Jubileo fue un fenómeno totalmente romano, que tuvo consecuencias sociales y económicas sobre la ciudad. El primer jubileo tuvo lugar en el 1300, anunciado por el papa Bonifacio VIII, quien ofreció una indulgencia plenaria a quiénes visitasen ese año la ciudad y orasen en San Pedro. Las repercusiones económicas positivas obtenidas por la ciudad como consecuencia de la llegada de peregrinos, produjeron que los ciudadanos romanos enviaran una embajada para que el papa Clemente VI –quién residía en Aviñón- anunciara un nuevo jubileo para 1350. Hubo otro jubileo que se llevó a cabo durante el siglo XVI, en 1390, anunciado por Urbano V. El último jubileo medieval se materializó en 1450, ocasión en que se produjo un grave accidente en el puente de Sant’ Angelo como resultado de la gran afluencia de peregrinos durante el día de Nochebuena.
Respecto a las consecuencias socio-económicas de los jubileos medievales, hay que mencionar que, si bien se produjeron beneficios importantes, estos fueron principalmente en provecho de ciertos sectores sociales. Hacia Roma llegaban grandes flujos de peregrinos: se calculó que en ningún día de los doce meses del año 1300 tuvo Roma menos de 200000 forasteros dentro de la ciudad. Los principales beneficiados de estos arribos fueron los banqueros, los mercaderes, los boticarios, los revendedores de estampitas sagradas y los operadores del sector del hospedaje.
Los beneficios económicos también irían acompañados de una serie de abusos de los que eran objeto numerosos peregrinos a manos de los comerciantes romanos. La afluencia de peregrinos motivó a los comerciantes a generar escasez de bienes primarios, con el fin de aumentar los precios de venta y así obtener mayores ganancias. El poeta Buccio di Ranallo, mientras se encontraba en Roma en 1350, observó como, pese a que en el puerto de Ripa hubiese barcos cargados de grano, vino y fruta, los romanos habían aumentado los precios; por otra parte, también se robaba al comprador, mezclándose mercancías de buena calidad con otras de inferior valía. Los beneficios que obtenían los banqueros provenían del cambio de las distintas monedas que traían consigo los peregrinos. Por su parte, los boticarios sacaban beneficios vendiendo cera, velas y antorchas utilizadas en las celebraciones religiosas. Los hosteleros y posaderos romanos vieron aumentar sus ganancias de manera notable. Una fuerte demanda provocaba un aumento de los alquileres al acercarse el año del jubileo; del mismo modo, sucedió, a veces, que los inquilinos fueron desahuciados con el objeto de alojar un número mayor de peregrinos. Con el paso de los años, ya entrada la Edad Moderna, las autoridades intentaron poner freno a los abusos frecuentes perpetrados por los comerciantes romanos.
La importante afluencia de peregrinos también puso de manifiesto una serie de problemas, entre los que se contaban la atención de los peregrinos más pobres, el problema del tránsito urbano y el aspecto sanitario.
Los peregrinos más pobres eran atendidos en pequeños hospitales. Con el jubileo, aparecieron pronto una serie de corporaciones nacionales de caridad (las scholae), que ofrecían varios servicios –asistencia sanitaria, alojamiento, comida, etc.- a individuos de su misma etnia. Además de estas corporaciones nacionales, surgirían también los xenodochi (casas para extranjeros) y los hospicios, como el de los Aragoneses y Valencianos, que se remonta hacia 1350, situado cerca de Santa María de Monterone; del mismo modo, puede mencionarse el inglés de Santo Tomás de Canterbury (1362), fundado a raíz de que los peregrinos ingleses fueron víctimas de bandidos a su llegada a Roma en 1350. Posteriormente, aparecería el hospicio para los peregrinos de lengua alemana –en 1400- y la asociación de Santa María del Campo Santo de los Alemanes, Flamencos y Suizos y el hospital de los Españoles –en 1450-.
Respecto al tránsito urbano, ya en 1300 comenzaron a aparecer los problemas, dentro y fuera de las murallas de la ciudad. Al parecer, se establecieron entonces, por primera vez, reglas de tránsito con el fin de dirigir el movimiento del pueblo. Pero no obstante, los problemas persistieron. En 1450 se produjo el incidente sobre el puente Sant’ Angelo en el que hubo muertos y heridos. El incidente puso de manifiesto que resultaba imperioso rediseñar urbanísticamente parte de la ciudad para adaptarla a los nuevos tiempos. Por aquella época, el puente Sant’ Angelo era la única conexión directa entre San Pedro y la ciudad. Finalmente, el tema sanitario también resultó una preocupación recurrente para las autoridades. Las aglomeraciones, como las que tuvieron lugar durante los jubileos, facilitaban la difusión de epidemias, encontrándose entre las particularmente graves, por ejemplo, la acaecida en 1450.
Durante la peregrinación del jubileo, los lugares más visitados fueron las basílicas de San Pedro y San Pablo, pues Bonifacio VI concedía el perdón a aquellos fieles arrepentidos que hubiesen visitado aquellos lugares. Posteriormente, Urbano VI dispondría, en 1390, la visita adicional a Santa María la Mayor.
L. Fevbre -tomando como fuentes a Bédier y a Male- estudió cuáles eran las rutas a través de las cuales los peregrinos podían arribar a Roma. Para lograr dicho objetivo, los fieles cristianos utilizaban: el Gran San Bernardo y el valle de Aosta; el valle de Arc, el Cenis y el Doria Riparia; ciertas veces –pero con menor frecuencia- los pasos meridionales, como el monte Genèvre, collado de Tende o litoral de la Corniche. Posteriormente, se llegaba a Roma tanto por el collado de la Cisa, como –más al este- por los pasos de los Apeninos, entre Forli y Arezzo. Viajar a Roma por ser el centro de la cristiandad era común; pero esto no quiere decir que fuese tarea fácil ni exenta de peligros para el viajero. Emprender un viaje desde París hacia Roma era una tarea para analizar detenidamente, pues era peligrosa y fatigosa, a lo que había que adicionar los gastos en que había que incurrir para poder realizarlo. Para simplificar la penosa tarea del viaje, se escribieron guías que indicaban a los peregrinos las rutas por las que debían viajar, así como los puntos que debían visitar en el camino o ya dentro del destino.
No obstante, no debe creerse que la Roma medieval tuvo la riqueza de otras épocas. Roma no presentaba el esplendor del que había gozado ni en el antiguo imperio ni el que alcanzaría posteriormente en el renacimiento y la modernidad. Aún durante el siglo XVI era una ciudad muy pobre, pues será recién durante el transcurrir de éste siglo cuando la ciudad se transforme, se levanten palacios e iglesias y su población crezca.