OCIO Y VIAJES EN LA HISTORIA: ANTIGÜEDAD Y MEDIOEVO
Mauro Beltrami
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¿Cómo viajar sin un medio de intercambio? ¿Cómo se cumple el fin por el que se ha iniciado el desplazamiento? Desde la revolución neolítica –y aún antes-, el hombre siempre se las ingenió para poder desplazarse y comerciar con otras sociedades. Al trueque puede considerárselo el medio de intercambio primitivo por excelencia. En cuanto a la aparición de una moneda –elemento indispensable para que se manifieste el viaje de tipo preturístico-, cabe decir que a partir del desarrollo metalúrgico, los metales fueron adquiriendo pronto un gran valor con respecto a su volumen, adquiriendo el carácter de verdadero instrumento de cambio. Este hecho permitiría posteriormente la acuñación de monedas. Anteriormente a la utilización de los metales como bien de cambio, el trueque era el modo de pago más utilizado y, de hecho, se continuó practicando en el seno de algunas sociedades.
El progresivo desarrollo del comercio llevó a la búsqueda de normalizar sistemas de pesas y de medidas. “Las inscripciones sobre lingotes o sobre discos de oro y de plata, destinadas a indicar su valor, son los primeros indicios de la aparición de monedas en el mundo egeo ”.
La futura aparición y la disponibilidad de monedas iban a permitir una dinamización de los viajes y del comercio, ejerciendo una notoria influencia en la vida política y económica de los pueblos.
LAS PRIMERAS NECESIDADES DE HOSPITALIDAD Y ALOJAMIENTO
La propia aparición de los intercambios entre sociedades y los viajes tuvo por consecuencia lógica dar origen a una serie de soluciones destinadas a ofrecer alojamiento y alimentación a aquellos no residentes que se encontraban “de paso”. El viajero necesariamente debía satisfacer sus necesidades básicas durante los desplazamientos, y, conjuntamente, las sociedades de destino de estos individuos se vieron en la necesidad de proteger los intercambios pacíficos que les resultasen beneficiosos. El interés por diferenciar a los forasteros “amigables” de los “hostiles” significó la aparición de una nueva institución entre las sociedades: la hospitalidad. A la hospitalidad no debe tomársela en el sentido actual, pues se caería en uno de los peores pecados que un historiador puede cometer: el anacronismo. Es por eso que es importante comprenderla en el sentido que la comprendieran los miembros de la sociedad a la que se hace referencia, para luego observar la evolución –y ampliación- del concepto.
Según Theodor Mommsem, la hospitalidad era una de las formas “simples y primitivas” de protección, cuyos orígenes pueden ser observados en pueblos distintos. Esto puede verse cuando se realiza un análisis comparativo entre los términos de las distintas lenguas:
“La palabra latina hostis (en el sentido primitivo), la gótica gasts, y la eslava gosti, designan al extranjero protegido por la hospitalidad (...). La palabra hostis tiene también cierta semejanza con la expresión hospes, por lo menos en su primera sílaba”.
Hostis, como hace referencia Mommsem, tiene también semejanza con la expresión hospes, aplicándose posteriormente hostis al enemigo proveniente del extranjero, mientras que hospes será aplicada a aquel extranjero admitido a la hospitalidad. Obsérvese que Pierre P. Defert, posteriormente, realizaría la misma observación. Independientemente de esto, pueden verse raíces comunes dentro de las civilizaciones indoeuropeas en cuanto a la institución de la hospitalidad.
Por su parte, el viaje de carácter hostil, obviamente no se encuentra abierto a la hospitalidad del extranjero, sino todo lo contrario. No obstante, puede señalarse que existía una forma de hospitalidad, que se podría denominar, quizá, hospitalidad auto-producida. Esto es, se instalaban campamentos temporarios construidos con materiales livianos, que contaban con equipamientos para la satisfacción de las necesidades básicas de los miembros de la expedición. Claro que también, expediciones de otro tipo –por ejemplo, de mercaderes- intentaron imitar este tipo de hospitalidad auto-producida, llevando consigo aquellos elementos necesarios para poder llegar a destino. Incluso en la época del turismo masivo, se observa que hay turistas que llevan consigo determinados elementos en el equipaje (alimentos, vestidos, etc.) que les permiten satisfacer sus necesidades durante el viaje. Es más, hay quiénes se trasladan con productos que servirán de alojamiento en el lugar de destino, como carpas. Es decir que a ésta hospitalidad auto-producida puede observársela incluso hoy. Pero en el trabajo no se hará referencia a éste tipo de hospitalidad, pues aquí se la estudiará en cuanto a la satisfacción de las necesidades de los viajeros a partir de los elementos tangibles e intangibles ofrecidos por otra sociedad histórica diferente a la suya. Se deja para otros investigadores la evolución de aquello que puede llamarse hospitalidad auto-producida.
Fue la ampliación del comercio derivó en la aparición de la hospitalidad como servicio de una sociedad receptora hacia aquellos forasteros que no tuviesen intenciones perjudiciales para con la misma. Cabe aclarar que durante milenios, no existieron servicios de alojamiento como actividad lucrativa. Esto resultaría de una evolución del alojamiento gratuito que habían prestado determinados pueblos. Pero, mientras tanto, la hospitalidad se limitó a la recepción del extranjero no hostil, de modo no comercial. Norval afirma que “quiénes realizaban un viaje al extranjero no estaban seguros de encontrar un recibimiento agradable”, aunque su visión siempre optimista de la historia lo llevará a decir que “muchos ricos de la antigüedad competían entre sí ofreciendo libre hospitalidad a los extranjeros”. Esta afirmación, al encontrarse descontextualizada temporal y geográficamente, presenta problemas para ser contrastada –habría que observar a qué sociedad histórica se refiere-, aunque bien podríamos decir que la afirmación parece, al menos, excesivamente optimista. Distinto sería el caso si hiciera referencia a algún tipo de sociedad histórica como la egea.
En determinadas civilizaciones, la recepción hospitalaria del extranjero no hostil es una cuestión moral-religiosa. Hecho que puede observarse, por ejemplo, fundamentalmente dentro de la civilización Egea –como se verá más adelante- o de la israelita. Precisamente en el libro del Génesis, se encuentra un pasaje en que Abraham tiene una experiencia de hospitalidad: “Y alzó sus ojos y miró, y he aquí tres varones que estaban junto a él; y cuando los vio, salió corriendo de la puerta de su tienda a recibirlos y se postró en la tierra, y dijo: “Señor, si ahora he hallado gracia en tus ojos, te ruego que no pases de tu siervo. Que traigan un poco de agua y lavad vuestros pies; y recostaos debajo de un árbol, y traeré un bocado de pan, y sustentad vuestro corazón, y después pasaréis; pues por eso habéis pasado cerca de vuestro siervo”. Y ellos dijeron: “Haz así como has dicho”. Entonces Abraham fue de prisa a la tienda a Sara, y le dijo: “Toma pronto tres medidas de flor de harina, y amasa y haz panes cocidos debajo del rescoldo”. Y corrió Abraham a las vacas, y tomó un becerro tierno y bueno, y lo dio al criado, y éste se dio prisa a prepararlo. Tomó también mantequilla y leche, y el becerro que había preparado, y lo puso delante de ellos, y él se estuvo con ellos debajo del árbol, y comieron”.
No necesariamente quiénes viajaran hacia tierras extranjeras, sea cual fuere el motivo, encontrarían necesariamente una buena recepción. La aparición de la hospitalidad no se dio dentro de todas las sociedades. No se dio, por ejemplo, de manera generalizada dentro de las sociedades germánicas –salvo en caso de algún acuerdo celebrado entre pueblos-. Como se observa, la hospitalidad apareció primordialmente dentro de aquellos estados entre los que se celebrasen acuerdos con aquel fin.
Cabe decir que la práctica de la hospitalidad fue diluyéndose, no siendo una práctica generalizada fuera del ámbito helénico. El viaje individual resultaba peligroso, por la cantidad de amenazas existentes y la inexistencia de leyes que protegieran al viajero. Quienes viajaran fuera de su sociedad, desconocían el modo en que serían recibidos en otros pueblos. Los pueblos germánicos, como ya se ha hecho mención, no compartían el principio de hospitalidad frente al forastero o el viajero extranjero. André Maurois afirma que los germanos “eran violentos, crueles y pérfidos con los extranjeros”. Es así que aquellas afirmaciones de Norval, generalizando la institución de la hospitalidad, sin demarcarla geográficamente, pecan de optimistas.
Consecuencia de intercambios políticos y comerciales, algunas sociedades comenzaron a trabajan en nuevos modo para la satisfacción de las necesidades de hospitalidad. De éste modo, las clases gobernantes comenzaron a idear lo que sería la “hospitalidad pública”. Se dispuso entonces de nuevas instalaciones que sirvieran a aquellos viajeros que estratégicamente resultaran beneficiosos para la sociedad huésped, con el fin de brindarles seguridad y pernoctación, principalmente. Es así como va surgiendo el albergue en la historia, en sus formas más primitivas. En sociedades anteriores a las del mundo egeo, no puede hablarse de construcciones destinadas exclusivamente a brindar alojamiento ni de hospedajes, muy por el contrario. Khatchikian menciona sobre los viajes en la antigüedad que:
“Las necesidades del hombre de esa época eran reducidas en cuanto a alojamiento y otros servicios, pero aún así la inexistencia de locales que los ofrecieran era inconveniente para los viajeros, pese a que los pueblos primitivos mantenían la costumbre de dar albergue gratuito a aquellos que llamaban a su puerta, compartiendo en paz la comida y ofreciendo un techo para la noche” .
Las palabras utilizadas por Khatchikian son similares a las que utilizara Norval para referirse el desarrollo de la hospitalidad primitiva, en donde este último señala que “(…) en la antigüedad más remota no había alojamientos abiertos al público en sentido moderno (…)” . Giuseppe Loy Puddu afirma que el primer albergue se construyó en Creta, recién hacia el año 1500 a. c.
Incluso más, aún habría que esperar hasta el desarrollo de la Roma imperial para que los extranjeros gozaran de seguridad en un amplio marco geográfico, que permitiese que se manifestase una mayor cantidad de viajes. La pax romana se transformaría en el elemento que proporcionará tanto la seguridad a los desplazamientos como la hospitalidad para la recepción hacia el forastero, dentro del mundo mediterráneo.