OCIO Y VIAJES EN LA HISTORIA: ANTIGÜEDAD Y MEDIOEVO
Mauro Beltrami
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No deben dejarse de mencionar los viajes cuyas motivaciones vinculan a la religión con la salud. La curación de enfermedades es una motivación polémica de ser incluida -o no- dentro de las motivaciones de tipo preturístico, por su carácter apremiante y forzado. Representan desplazamientos provocados por el instinto de conservación, respondiendo a una necesidad que no permite sustitución alguna. El individuo decide emprender un viaje a partir de restablecer su salud, hecho que en Grecia se vincula estrechamente a la religión. Aunque aún así, la turismología analiza su perspectiva histórica, para comprender y estudiar sus vinculaciones con el moderno viaje relacionado a la salud.
Existieron en Grecia numerosos santuarios de héroes o dioses con poderes curativos. Los de Esculapio fueron los que alcanzaron mayor celebridad, y los que atrayeron mayor número de viajeros. Especialmente, el santuario situado en Epidauro (Argólida), a orillas del mar Egeo. Allí, la medicina se ejercía por medio de oráculos, donde los sacerdotes interpretaban los sueños con que el dios había favorecido a los enfermos durante la noche que habían pasado bajo el pórtico del templo. Muchas veces, la experiencia de los sacerdotes permitía orientar correctamente al enfermo y colocarlo en el camino de la curación. Las enfermedades se consideraban como un miasma -obra de un poder maligno-, es decir, como una cosa material que podía conjurarse de distintos modos, por ejemplo, lavándose con agua. Esculapio, se decía, quitaba las enfermedades frotando y que infundía todo su poder curativo en un hombre, tocándolo con su “suave mano”.
Durante el período helenístico, Esculapio continuó aumentando su número de fieles, y en sus santuarios había numerosos discípulos que se formaban como médicos. El estado contribuyó al mantenimiento del instituto médico-religioso mediante subvenciones, y la mayor afluencia de visitantes produjo que tuviese que ampliarse los edificios en los que los enfermos pasaban la noche.
Con el correr del tiempo, los desplazamientos estimulados por la salud fueron desacralizándose, de igual modo que otros tipos de viajes circulares en cuyos orígenes tenían una profunda significación religiosa. Así, en este caso particular, la medicina se fue progresivamente separando de la religión. El viaje de salud, finalmente, acabó transformándose en una cuestión profundamente humana, desprovista de consideraciones de carácter sacro, y alimentando el desarrollo de los nacientes estudios médicos. La medicina comenzaría a cobrar prestigio: “Y entre las artes liberales, la medicina no es inferior a ninguna en elegancia, distinción y satisfacción y proporciona a sus estudiosos una preciosa recompensa, esto es: el bienestar y la salud del cuerpo”. No obstante, correlativamente a dicho tipo de viaje, continúan desarrollándose peregrinaciones religiosas destinadas a la curación divina de alguna dolencia y/o enfermedad.
Los viajes de placer y de descanso
El viaje por sí mismo no era una costumbre difundida en Grecia, pese a determinados hechos que hemos referido, como aquel en donde se menciona que ya durante la Grecia clásica el sepulcro de Atreo era visitado y admirado. Viajar era una cuestión incómoda y, como tal, no resultaba placentera, por lo tanto, la propensión a viajar aumentaba cuantas más altas fuesen las necesidades a satisfacer fuera del lugar de residencia habitual. Los viajes de placer, tal como se los entiende actualmente, prácticamente no existieron durante la Grecia antigua; es decir que los viajes, por lo general, tenían una motivación utilitaria más que el placer o el descanso.
Sin embargo, tampoco se puede negar la existencia de ciertos viajes que tuvieran como fin el descanso. De acuerdo con ciertos investigadores, lo que se conoce como viaje de placer comenzó a darse dentro de la civilización griega. Las nuevas conquistas llevadas a cabo por el macedonio Alejandro Magno permitieron el desarrollo de una cantidad mayor de este tipo de viajes. Aymard y Auboyer mencionan que “un viajero que, en el siglo III, (…) en Atenas señala numerosos extranjeros, todos turistas y estudiantes”. Es de destacar la afirmación, pues estos historiadores no se refieren ni a viajes educativos ni a viajes comerciales; lo que quiere decir que había viajeros por fines de ocio que se encontraban en Atenas por aquella época. G. Álvarez Ponce de León , afirma que, tras las conquistas de Alejandro, tuvieron su inicio los viajes de diversión y de descanso, mencionando la instalación de “grandes centros recreacionales” dentro de las ciudades. Es entonces que cita como referencia a los “famosos” balnearios de Dafne, Cano, Antioquía y Pompeya.
Tras las conquistas de Alejandro Magno, Éfeso, situada en Jonia, se convirtió en uno de los centros comerciales más importantes del período helenístico. Allí se encontraba el santuario más famoso de Ártemis, hermana de Apolo, “donde el reconstruido templo del siglo IV era también una de las siete maravillas del mundo”. No obstante, la razón por la que mencionamos aquí a esta ciudad no es precisamente por su carácter comercial. Es porque el historiador Khatchikian –citando como fuente a McIntosh y Gupta- menciona que “… en el año 334 a. c., cerca de 700.000 turistas arribaron en una sola estación para divertirse con acróbatas, animales amaestrados, juglares, magos y prostitutas que llenaban las calles”. Aunque el mismo Khatchikian inmediatamente reconoce que la información es muy difícil de rastrar, y que, a priori, resulta exagerada. Por supuesto que dicha sensación es aquí compartida.