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OCIO Y VIAJES EN LA HISTORIA: ANTIGÜEDAD Y MEDIOEVO

Mauro Beltrami




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CAMINOS Y DESTINOS DE PEREGRINACIÓN

Las variantes del viaje relacionado a la religión eran realmente muchas: viajes de personas y viajes de reliquias, circulares o sólo de ida, intraeuropeos o hacia Levante, de tipo pancristiano o menos cosmopolitas. A partir del contexto político-religioso y de la proliferación de la vida monasterial, comenzaron a aparecer caminos que ligaban a varios centros eclesiásticos importantes. Estos caminos comenzaron a tener una gran importancia cultural, por ser expresión de una época marcada por la fe, en la que el cristianismo moldeó a Europa según su concepción. Los santuarios y los sitios de peregrinación permitían tangibilizar aquellas manifestaciones espirituales existentes dentro la historia de la cristiandad. Entre los puntos de destino de los peregrinos para sus viajes se encontraban Roma, Tours, Canterbury, Santiago de Compostela y Jerusalén.

Sin embargo, estos no resultaron los únicos lugares de peregrinaje, si bien serán los principales. Existieron muchos otros santuarios que ejercieron una determinada atracción para que los peregrinos cristianos se trasladasen hacia ellos. Entre los situados en Francia, son dignos de mencionarse Chartres, Clermont, Le Puy, Poitiers, Saintes, Conques, Moissac y Toulouse. Chartres, por ejemplo, era una pequeña ciudad situada al sudoeste de París, de la cuál se decía que la Virgen había visitado el lugar personalmente; como consecuencia, los ciegos, cojos, enfermos y afligidos devotos lo hicieron meta de peregrinación. En Inglaterra, por su parte, los peregrinos viajaban hacia Durham en busca de la tumba de San Cutberto, a Westminster a visitar la tumba de Eduardo el Confesor, a Bury a visitar la de San Edmundo, hacia Glastonbury para visitar la iglesia fundada allí presuntamente por José de Arimatea. Por último, en Italia los creyentes se veían atraídos por la iglesia y los huesos de San Francisco en Asís, y por la Santa Casa en Loreto, que los fieles creían que era la misma donde vivieron María con Jesús en Nazaret: la historia narra que cuando los turcos expulsaron de Palestina al último cruzado, la casa fue transportada por ángeles por el aire y depositada en Dalmacia (1291), para luego cruzar del mismo modo el Adriático y llegar a los bosques de Ancona (lauretum) -de donde la aldea tomó su nombre-.

Las peregrinaciones cristianas representaron un tipo de desplazamiento circular típico del mundo medieval. Algunos historiadores hacen especial hincapié para mostrar el carácter masivo del viaje hacia los lugares sagrados. En esta línea, André Maurois anota que “los peregrinos iban por millares a Roma, a Santiago de Compostela, a Jerusalén”. Las tres ciudades eran los destinos principales de los peregrinos. “El lema de los peregrinos cristianos en todo el mundo era: “En Palestina, Jerusalén; en Italia, Roma, y en España, Santiago”. Y se afirmaba que aquel que tuviese la entereza para visitar las tres santas ciudades tenía asegurada la salvación de su alma” .

Como ya se ha mencionado, la infraestructura -en especial en lo que hace a las vías de comunicación terrestre-, se encontraban en estado crítico. Los caminos existentes eran aquellos que habían sido construidos por los romanos, que se conservaban aún; pero cuyo mantenimiento, por lo general, era nulo. El viaje por las rutas terrestres era penoso e inseguro.

Sin embargo, el peligro existente no impedía que los peregrinos circulasen en tal número por las rutas –especialmente en verano-, que estas tomasen el título exclusivo de strata publica peregrinorum. En diversos lugares de la ruta a Compostela surgió en los siglos XI y XII la denominación de Via publica Sancti Jacobi o Strata Sancti Jacobi. Esto, pese a ser las rutas frecuentadas también por otro tipo de individuos, como mercaderes, estudiantes, embajadores e, inclusive, soldados. Existían también vías marítimas que permitían que los peregrinos arribasen a destino, en lo que hace particularmente a los viajes motivados por las visitas a los “Santos Lugares”. Así, en la Baja Edad Media -hacia el año 1300-, Venecia fue el punto de partida de “dos o tres viajes anuales en galeras repletas de peregrinos rumbo a Jerusalén”.


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