DINERO - LA AUTODESTRUCCI�N DEL SER HUMANO
Antonio Morales Berruecos y Edmundo Galindo Gonz�lez
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"La igualdad de la riqueza debe consistir en que ning�n ciudadano sea tan opulento que pueda comprar a otro, ni ninguno tan pobre que se vea necesitado de venderse�. (Rousseau.)
La concentraci�n de enormes riquezas y de dinero en pocas manos, da lugar al surgimiento de un Poder a escala universal.
El dinero f�cil y abundante para especular destruye as� la producci�n real, agrava la depredaci�n ecol�gica, condena a la miseria a millones de personas... facilita el tr�fico de influencias, la evasi�n fiscal, el tr�fico de drogas y de armas... Aqu� y all� surgen voces que alertan de los peligros que la econom�a especulativa, facilitada ahora por las transacciones electr�nicas, puede representar para la econom�a real y para el Estado de derecho un enorme riesgo.
Dicho Poder controla la econom�a, fundamentalmente el cr�dito �los bancos- que es como decir la �sangre de que vive toda la econom�a�.
Que el referido Poder es ejercido en muchos casos en forma arbitraria, tir�nica o dictatorial (sin sujeci�n a ninguna norma moral, al contrario, crea la moral que conviene a su existencia).
Que, a su vez, el mencionado poder del dinero ha originado:
1.- La lucha por la hegemon�a econ�mica mundial, es decir, entre los grupos o entre las pocas manos que concentran la riqueza.
2.-El servilismo o dependencia de los poderes p�blicos o del Estado a los intereses de los grupos econ�micos, que no es otra cosa que el dominio que ejercen los grupos que concentran la riqueza sobre el o los Estados. En esta observaci�n, tambi�n, hay una coincidencia casual, con otra similar que hiciera Carlos Marx en l841: �...es la contradicci�n entre la pol�tica y el poder del dinero, en general. Mientras que la primera predomina idealmente sobre el segundo, en la practica se convierte en sierva suya�.
La gran diferencia radica en que ni Marx ni el marxismo, a pesar de la gran cantidad de obras que publicaron a escala mundial, se ocuparon de expresar esta subordinaci�n perversa de los �poderes pol�ticos� al poder del dinero y, mucho menos, de la �usura nacional o internacional�.
3.- La lucha por el predominio entre los diferentes estados, consecuencia obvia de los aspectos mencionados, facilita que una vez dominados los Estados, sean utilizados por los grupos econ�mico-financieros como meros instrumentos en su lucha por la hegemon�a mundial.
4.- La dictadura econ�mica. Tambi�n consecuencia de la naturaleza del poder que siempre tiende a la unidad, a la exclusividad, al monopolio. En el caso de la econom�a, esa tendencia es m�s agresiva, dado que el acceso a ese poder procede de la propiedad personal aun que se trate de sociedades an�nimas, siempre hay alguien que tiene m�s que otro y de la inmediata disposici�n que se puede hacer de los bienes pose�dos, sin intermediaci�n de otras voluntades ni limitaciones morales, que no sean el lucro, la necesidad pr�ctica y el inter�s ego�sta.
Ahora bien, debe deducirse que la existencia del �imperialismo internacional del dinero� no est� atada ni se identifica con ning�n Estado, Potencia o Poder Nacional en particular. Por lo tanto, se lo debe entender, como un poder y una entidad distinta al de las naciones, ajeno a la estructura de un Estado en particular, dado que su esencia radica en la extraordinaria concentraci�n de riquezas y de dinero, y no en los factores o elementos tradicionalmente constitutivos de un Estado (territorio, poblaci�n, fuerzas armadas, jurisdicci�n judicial, moneda, etc.). Es decir, se trata de un poder que no tiene bandera. Queda expl�citamente aclarado, cuando Pio XI expresa que ese imperialismo tiene su asentamiento �...donde el bien, all� la patria�.
Lo expresado, no quiere decir que el poder del dinero no opere a trav�s de estados nacionales o potencias. Precisamente, la denuncia respecto al �servilismo de los poderes p�blicos� o a la esclavitud de un estado o potencia subordinado a los intereses de los grupos, nos advierte sobre la existencia de estados dominados o simplemente usurpados por el poder del dinero, los cuales ejercen una funci�n meramente instrumental, de simple medio.
No distinguir esta diferencia entre el poder del dinero y el poder de los estados o potencias al servicio del primero, es no entender o, lo que es peor, no querer entender lo que ha sido una de las caracter�sticas del siglo XX, en lo que hace a la naturaleza, a la conformaci�n y a la lucha por el poder hegem�nico a escala mundial. En otras palabras, es este estadio de la civilizaci�n que refleja que estamos asistiendo, m�s que a una lucha de las naciones entre s�, a una lucha entre grupos econ�mico-financieros que utilizan y dominan a las naciones para obtener el predominio mundial, y la extraordinaria concentraci�n de riquezas en muy pocas manos, hecho que no reconoce antecedentes similares en la Historia Universal.
La falta de percepci�n de esta diferencia es un grave error, ya sea por ignorancia o ingenuidad, porque anula todo intento y esfuerzo de independencia y liberaci�n del poder del dinero, debido a que se ataca a un enemigo equivocado, se malgastan esfuerzos en empresas in�tiles y se entretiene a los pueblos con enemistades y oposiciones dial�cticas falsas. Es que, normalmente, ha sido el mismo poder del dinero el que promovi� y promueve dicha confusi�n para su beneficio, en una forma que se asemejar�a, en t�rminos religiosos, a lo que se dice respecto a la suprema habilidad del diablo: �hacer creer que no existe�.
John Kenneth Galbraith, considera que dado que el poder interviene en forma tan total en una gran parte de la econom�a, ya no pueden los economistas distinguir entre la ciencia econ�mica y la pol�tica, excepto por razones de conveniencia o de una evasi�n intelectual m�s deliberada. Cuando la corporaci�n moderna adquiere poder sobre los mercados, poder en la comunidad, poder sobre el Estado, poder sobre las creencias, se convierte en un instrumento pol�tico, diferente del Estado mismo en su forma y su grado, pero no en esencia. Sostener lo contrario -negar el car�cter pol�tico de la corporaci�n moderna- no implica s�lo un escape de la realidad, sino un disfraz de la misma. Las v�ctimas de ese disfraz son aquellos a quienes instruimos en el error. Los beneficiarios son las instituciones cuyo poder disfrazamos en la forma dicha. Que no quepa duda: la econom�a, tal como ahora se ense�a, se convierte, aunque sea inconscientemente, en parte de un arreglo por el cual se impide que el ciudadano o el estudiante advierta, c�mo es, o ser�, gobernado.
Expresa as� mismo como se desarrolla lo que el denomina �Fraude inocente� o el enga�o del libre mercado en la siguiente forma: La mayor�a de los economistas cometen algo que, de manera profesionalmente cauta, me atrevo a denominar como fraude inocente. Es inocente porque la mayor�a de los que lo perpetran lo hacen sin sentirse culpables. Es fraude porque rinde un servicio sigiloso a ciertos intereses particulares.
Empecemos con la palabra "capitalismo" que parece pasada de moda. Hoy d�a lo correcto es referirse al sistema de mercado. Este cambio minimiza, e incluso borra, el papel que juega la opulencia individual en el sistema econ�mico y social. Eliminando ciertas connotaciones adversas que se remontan a Marx. En lugar de tener a los propietarios del capital o a sus empleados en el poder, lo que tenemos es el rol admirablemente impersonal del mercado. Es dif�cil imaginar un cambio sem�ntico que beneficie m�s a los que disfrutan del poder que concede el dinero. Han conseguido un cierto anonimato funcional.
Sin embargo, la mayor parte de los que utilizan esta designaci�n -en particular, los economistas- lo hacen inocentemente. No ven problema alguno con esta terminolog�a neutra y descriptiva. Ignoran una cuesti�n de m�xima importancia: si el dinero y la opulencia confieren poder (la respuesta es: claro que s�). De ah� el termino "fraude inocente".
Este fraude oculta un cambio important�simo en el papel que el dinero juega en la econom�a moderna. Hace un tiempo el consenso era que el dinero confer�a a su propietario, al capitalista, control sobre la empresa. Este es el caso todav�a en la peque�a empresa. Pero en todas las grandes empresas el poder decisivo lo ostenta una burocracia que controla, pero no posee, el capital requerido. Las escuelas de administraci�n ense�an a sus estudiantes a navegar por estas burocracias, y es a �stas a donde los graduados de dichas escuelas se dirigen. Pero la motivaci�n y el poder de las burocracias no son temas dignos de estudio para los economistas. La gesti�n empresarial existe, pero su din�mica interna no se estudia, ni se explica porqu� determinadas conductas son recompensadas con dinero y poder. Estas omisiones son otra manifestaci�n del fraude. Puede que no sea del todo inocente. Permite evadir ciertos hechos, a menudo desagradables: la estructura burocr�tica, la competencia interna, la autopromoci�n, y muchos otros.
Este fraude, inocente o no, oculta un factor de crucial importancia en la distribuci�n de la renta: en la cima de las burocracias empresariales, la renumeraci�n la fijan aquellos que la reciben.
Este hecho cierto no encaja bien en las teor�as econ�micas ortodoxas, y por tanto se le ignora. En los libros de texto no existen ni las aspiraciones burocr�ticas, ni la acumulaci�n burocr�tica mediante fusiones y adquisiciones de otras empresas, y menos la renumeraci�n establecida por el recipiente. Ignorar todo esto constituye un fraude no del todo inocente.
Un fraude m�s generalizado domina el pensamiento acad�mico en econom�a y pol�tica: la presunci�n de que la econom�a de mercado existe independientemente del Estado. La mayor�a de los economistas admiten el papel estabilizador del Estado, incluso aquellos que tratan, desesperadamente, de ignorar la realidad asignando un papel de bondad todopoderosa a Alan Greenspan y a la Reserva Federal norteamericana. Y, salvo los m�s dogm�ticos, todos aceptan la necesidad de que el Estado regule y establezca controles legales. Pero muy pocos economistas mencionan la intromisi�n de la empresa privada en funciones que, por com�n acuerdo, deber�an corresponder al Estado. Las referencias constantes a los sectores p�blico y privado ocultan esta intromisi�n, y esto constituye uno de los ejemplos m�s di�fanos de fraude inocente.
Examinemos, por ejemplo, las protestas habituales contra los subsidios a empresas privadas, donde �stas reciben una subvenci�n estatal para sus productos o servicios. El problema es que estos subsidios son un detalle de poca importancia. Mucho m�s seria, es la asunci�n por parte de la empresa privada del control de decisiones en el �mbito p�blico y del gasto estatal.
El caso m�s claro es la industria armamentista. Esta utiliza su influencia en el Congreso y el Pent�gono para crear la demanda para sus productos, dirigir el desarrollo tecnol�gico de nuestro sistema defensivo, y suministrar los fondos necesarios al presupuesto de Defensa. Esto no es nada nuevo. Se trata del complejo militar-industrial, una caracterizaci�n que se remonta a alguien tan poco radical como Dwight D. Eisenhower.
La idea de que el sector privado y el p�blico son entes distintos es en este caso, claramente absurda. Tanto acad�micos como comentaristas pol�ticos y econ�micos ignoran sistem�ticamente la absorci�n de funciones p�blicas por parte de la industria armamentista. Y el que calla, al menos en parte, otorga. Nos resulta dif�cil describir esto como fraude inocente. Las consecuencias sociales distan mucho de ser benignas.
En este asunto, es bastante evidente que es importante expresar lo que ocurre en lenguaje claro. Podremos as� disfrutar de la incomodidad ajena que causan aquellos que dicen la verdad.
Abraham Lincoln expreso:
"El poder del dinero rapi�a a la Naci�n en tiempo de paz y conspira contra ella en tiempos de adversidad. Es m�s desp�tico que la monarqu�a, m�s insolente que la autocracia, m�s ego�sta que la burocracia. Denuncia como enemigos p�blicos, a todos aquellos que cuestionan sus m�todos o arrojan luz sobre sus cr�menes.
"Yo tengo dos grandes enemigos, el Ej�rcito Sure�o en el frente y los banqueros en la retaguardia. De los dos, el de mi retaguardia, es mi gran enemigo. (Como la m�s indeseable consecuencia de la guerra...)
"Las corporaciones han sido entronizadas, y sobrevendr� una era de corrupci�n en altos niveles. El poder del dinero del pa�s se esforzar� en prolongar su reino trabajando en perjuicio del pueblo hasta que la riqueza sea concentrada en las manos de unos pocos y la rep�blica destruida".
Podr�amos asegurar sin temor a equivocarnos que este ser privilegiado, pudo percibir un futuro econ�mico ca�tico.
Conclusi�n:
Podemos aseverar, que el poder del dinero ha sido el ingrediente principal para ejercer una gran influencia en los �mbitos p�blicos y privados, por aquellos que buscan obtener privilegios y prebendas y usarlos a su favor, sean estos, pa�ses o individuos que pretenden tener el poder hegem�nico sobre los otros.
Es el caso de quienes quieren participar en el reparto del enorme caudal de dinero p�blico y del poder que �ste proporciona; as� como presionar a vez al poder legislativo y al ejecutivo para lograr la aprobaci�n de aspectos que favorezcan los grandes intereses privados; manipulando una corrupci�n encubierta a trav�s del gobierno, la banca las multinacionales, las inmobiliarias, las aseguradoras, todas subidas a una telara�a tan complejamente tejida, que es casi imposible desenredar.
Esta es la situaci�n que caracteriza al cuadro mundial y que permite a los Estados Unidos asumir el comando de las principales palancas del poder capitalista. Al imponer al mundo la soberan�a del d�lar (y de un d�lar desvinculado del oro), la econom�a americana pas� a una situaci�n en que no est� m�s sujeta a las restricciones de la balanza de pagos. Puede con esto importar libremente y, de �sta forma, reestructurar su zona industrial, a trav�s de la pr�ctica de d�ficits comerciales gigantescos; el problema es del resto del mundo. La democracia tambi�n se debilita cuando la clase pol�tica no sabe deshacerse de la corrupci�n y cuando la administraci�n p�blica no es transparente ni eficaz.
El capitalismo impone sus marcas y formas de producir mercanc�as, miseria y alienaci�n en todos los lugares del planeta, en una dimensi�n nunca antes vista o al menos imaginada. En una palabra, el nuevo estado de cosas impone la necesidad de ser innovadores, de romper esquemas y procesos caducos, de luchar por la desaparici�n del poder del dinero a favor de los pueblos, clases y naciones oprimidas de todo el mundo.
La Uni�n Mundial ser� el mecanismo que efectu� esa transformaci�n centr�ndose para ello en crear dentro de las sociedades mundiales, las relaciones necesarias para lograr la paz y el desarrollo de los pueblos. E igualmente servir� de inspiraci�n y ense�anza a los pueblos para finalmente �poder vivir sin el dinero y sin el poder del dinero! Si bien este cambio llevara algunos a�os, ser� a trav�s de la ni�ez de todo el mundo el camino seguro para asegurar el �xito en lograr un cambio tan ansiado.