TEORÍA AUSTRIACA Y EL PROBLEMA DEL
CICLO ECONÓMICO
Nicolas Cachanosky
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Nunca ha existido, y nunca existirá, un soberano que, teniendo el poder de crear dinero, no abuse de ese poder.
David Ricardo
Durante más de 2000 años, los distintos Gobiernos tuvieron el control administrativo de las monedas en oro, plata y cobre. Por algún motivo, el sello del príncipe o soberano sobre el metal implicaba cierto respaldo sobre el valor de la moneda. Si bien el primero en acuñar moneda fue Creso, rey de Lydia, la acuñación por parte del Gobierno se afirmó recién con el Imperio Romano. Es tan aceptada la idea de que una de las tareas fundamentales del Gobierno es ser el único administrador de la moneda de una nación, que una de las características fundamentales que suele ser requerida de un soberano es el poder administrar el dinero de su territorio.
La explotación minera, la acuñación de moneda y las aduanas siempre fueron las principales fuentes de ingreso de los distintos gobiernos. Con el paso del tiempo, los gobiernos se dieron cuenta de que la acuñación de dinero no sólo implicaba una fuente de poder sino un interesante manantial de financiamiento. La acuñación de moneda nunca se decretó ni legalizó, una vez que comenzó a ser manejada por los gobiernos nunca volvió a manos del mercado, de donde procedía originalmente. La moneda se convirtió como un símbolo de poder. Como la bandera del soberano, para el príncipe era importante que su rostro llegase en sus monedas a las transacciones de todos los rincones de su reino.
Sin embargo, la tarea inicial de los gobierno no era crear este dinero, sino certificar su pureza o valor, como si fuese un control de calidad. Este era el motivo por el cual los individuos llegaron a tener cierta confianza o fe en su soberano, ya que su tarea fundamental era certificar el valor de las monedas ya existentes en circulación, no alterarlo ni administrarlo más allá de las finanzas públicas o propias del gobierno. Con el sello del príncipe o soberano se estaba garantizando el peso y calidad del metal de la moneda.
Finalmente, en la Edad Media, surgió la idea que era el Gobierno el que daba el valor a la moneda, en lugar de verificar la calidad del mismo. Fue este cambio de concepto el que dio origen a los vanos intentos de los distintos príncipes de asignar el mismo valor a monedas de distinta calidad o con menos proporción de metal precioso. Este nuevo concepto sobre el valor del dinero no sólo llevó a que los gobiernos comenzaran a jugar con sus monedas sino que eliminó la idea de que cualquier empresa privada hubiese sido capaz de verificar el valor del dinero al menos tan bien (o mal) como lo venían haciendo los gobiernos. A partir de entonces el valor proviene del soberano, por lo tanto la empresa privada queda totalmente excluida del ambiente monetario.
El derecho de acuñación consistía en el monto que los gobiernos se quedaban para cubrir los costos respectivos, lo que pronto se volvió en un atractivo negocio incrementándose la tasa sobre este derecho. De retener parte de las monedas acuñadas para cubrir sus costos a quitarlas de circulación y volver a acuñarlas con menor contenido de oro o plata sólo había un paso que no tardo en darse. El concepto de los gobiernos respecto de la moneda cambió radicalmente, ya no debían limitarse a verificar su valor, sino que su tarea era la acuñación y administración de la misma, ya que teóricamente su valor no debería perturbarse si es emitido por el soberano. Antes de este cambio de concepto los problemas que el gobierno podía causar al mercado eran errores de cálculo o de ineficiencia en la certificación del valor de la moneda, pero con esta nueva noción, el gobierno tenía camino libre para dedicarse a la emisión monetaria sin restricciones y desvirtuar el libre funcionamiento del dinero y el mercado.
El control de acuñación de los gobiernos se fue expandiendo a medida que fueron surgiendo otras monedas en el mercado. Estas nuevas monedas nacieron cómo comprobantes de depósitos en los bancos, o como recibos que los individuos debían aceptar por parte de los gobiernos en préstamos forzosos. Es muy difícil imaginar que el papel moneda haya sido aceptado en el mercado por sí mismo. Estos papeles no poseen ningún valor propio o no monetario, la única manera de que fuesen admitidos era que tuvieran su respaldo en oro o plata, que sean convertibles a cierta cantidad de estos metales. En el fondo, el oro y la plata siempre fueron las únicas monedas válidas en el mercado por muchos años, ya que estos papeles o certificados no tendrían ninguna aceptación sin su respaldo.
Los gobiernos han tenido el control de la moneda por más de 2000 años. El mito de que es tarea fundamental y única del Gobierno administrar la moneda de su territorio se encuentra tan arraigado en la sociedad que es difícil encontrar estudiosos del tema que hayan pensado alternativas al respecto. Sin embargo, es cuestión de estudiar la historia del dinero para ver que desde que cayó en manos de los gobiernos su pérdida de valor se ha vuelto algo normal y recurrente en cualquier territorio o país. Desde la época de los romanos hasta el siglo XVII, cuando el papel-moneda se torna de uso corriente, las distintas monedas han visto su contenido de metal precioso disminuido una y otra vez.
Todos estos procesos y artificios que los gobiernos aplicaban sobres sus monedas siempre seguían el mismo fin, un mayor financiamiento incrementando la cantidad de la misma. Fueron estas políticas las que llevaron a procesos inflacionarios que se repiten una y otra vez a lo largo de la historia generando los ciclos económicos. Tan común se ha vuelto la inflación que incluso varios economistas han llegado a elaborar teorías el respecto sosteniendo que la misma es beneficiosa ya que permite períodos de rápido crecimiento. Tan común se ha vuelto la inflación y la expansión monetaria que hechos como el que Estados Unidos e Inglaterra hayan tenido al finalizar su período de mayor crecimiento los mismos precios que 200 años atrás pasaron totalmente desapercibidos en la mayoría de los estudios al respecto.
Algunos de los primeros bancos en Ámsterdam surgieron como intento de los mismos comerciantes en busca de una moneda propia y estable. Sin embargo, el absolutismo de la época sólo protegió a los bancos que creaban dinero bajo los términos oficiales, y no a los bancos que se manejaban con dinero no oficial. Hoy día podría llegar a pensarse que un banco que quisiese manejarse con dinero propio y no de curso legal estaría intentando estafar a sus clientes. Sin embargo, ese fue el origen de estas entidades, un centro administrativo para una moneda independiente de las políticas gubernamentales, ya que lo individuos no tenían la confianza suficiente de que sus soberanos harían una buena tarea administrando su moneda.
Durante bastante tiempo, la idea de que el patrón oro era fundamental para la moneda, y que su abandono significaría la ruina total del sistema monetario, mantuvo el poder de los gobiernos sobre el dinero parcialmente limitado. Este período, de alrededor de 200 años, dio al mundo cierta estabilidad, que a pesar de estar afectada por crisis de cierta recurrencia, permitió el desarrollo de la industria moderna. Sin embargo, cuando se volvió evidente que el patrón oro no era indispensable para el sistema monetario, y que lo único que hacia era mantener cierto control sobre la cantidad de moneda, fue abandonado perdiendo así el dinero la última característica que traía de sus orígenes en el mercado. Luego del abandono del patrón oro, fueron pocas las naciones capaces de mantener la estabilidad de sus monedas y economías.