TEORÍA AUSTRIACA Y EL PROBLEMA DEL
CICLO ECONÓMICO
Nicolas Cachanosky
Esta página muestra parte del texto pero sin formato.
Puede bajarse la tesis completa en PDF comprimido ZIP (149 páginas, 699 kb) pulsando aquí
“Quien establezca cláusulas que perjudiquen el ahorro, favoreciendo el gasto, disminuirá el bienestar económico.”
Arthur C. Pigou
El multiplicador (keynesiano) se ha vuelto uno de los pequeños artificios económicos más difundidos en la economía matemática. Si bien ya ha perdido mucha de la imagen y estima que representaba para algunas corrientes, aun permanece como una característica del funcionamiento económico sin haberse observado varios de sus enredos más profundos. La teoría del multiplicador funciona de la siguiente manera.
El consumo es una función estable y conocida gracias a la econometría. Digamos, para simplificar las cosas, que el consumo corresponde al 80% del ingreso, por lo que tenemos:
El 5 que obtuvimos en la última línea corresponde al multiplicador de la inversión. Por lo tanto, si queremos incrementar el ingreso social en 100, debemos elevar los montos de inversión en 1/5 * 100, es decir en 20, y el multiplicador se encargará mágicamente de los 80 restantes.
Los primeros que tomaron estas ideas consideraban que era la inversión privada la que debía incrementarse, hasta que finalmente las teorías Keynesianas dijeron que el gasto por parte del gobierno no tenía porque ser menos efectivo que el privado. No sólo eso, sino que los gobiernos podían crear dinero, “logrando” así incrementar el gasto sin tener que tomar más dinero de sus contribuyentes. El consumo estaba atado a un 80% del ingreso, pero no así la inversión. Esta es la razón fundamental por la que se llama inversión al gasto público, el concepto que se transmite es otro.
Hay otro multiplicador aún más poderoso que el de la inversión que también goza de la misma falacia. Supongamos lo siguiente.
Ing. Soc. = Ing. de (cualquier persona, por ej. el lector) + Ing. del resto de los individuos
En estos casos, el ingreso del resto de los individuos se toma como una función estable dependiente del ingreso social. Si hacemos un gráfico viendo la relación entre el ingreso social y el consumo de los habitantes “veremos”, gracias a la econometría, una “relación histórica” entre las dos “variables” sumamente estable. Si en cambio comparamos el ingreso social con el ingreso del lector, lo que veremos es que no parece existir la más mínima relación entre ambas variables. Por lo tanto, el ingreso del lector debe ser el elemento activo, volátil e incierto del ingreso social, mientras que el ingreso del resto de los individuos se encuentra claramente definido por el ingreso social. Supongamos que luego de los correspondientes estudios econométricos y matemáticos llegamos a los siguientes datos:
Obtuvimos el multiplicador del lector, 100.000. Evidentemente mucho más poderoso que el multiplicador de la inversión. Lo que ésta ecuación nos dice es que si el gobierno imprime algunos billetes y se los entrega al lector, éste será capaz, gracias a su multiplicador, de elevar el ingreso social en 100.000 por cada uno de esos billetes recibidos.
No importa que tanta matemática o estadística se encuentre detrás de estas ecuaciones, decir que “por cada peso que el lector recibe del gobierno el ingreso social se incrementa en 100.000” es tan ridículo como decir “Ingreso Social = 100.000 Ingreso del Lector”.
Así como los keynesianos tienen un multiplicador para aplicar al gasto, también tienen un acelerador para aplicar a la inversión. Al juntar estos dos operadores llegan a modelos matemáticos que hacen referencia a los ciclos económicos. El acelerador funcionaría de la siguiente manera.
Supongamos una industria que fabrica y vende 100 unidades de su producto por año. Esta actividad la realiza con 10 máquinas que poseen una vida útil de 10 años cada una, es decir que debe reponer una de ellas por año (suponiendo que al inicio de sus actividades fue adquiriendo una por año hasta llegar a las 10).
Ahora imaginemos que por algún motivo la demanda de sus bienes se incrementó en un 20%, es decir que ahora debe vender 120 unidades. Esto llevará al productor a adquirir 2 máquinas más de las usuales el próximo período, de 1 máquina pasó a comprar 3, es decir que el incremento de la inversión fue de un 200%.
He aquí la magia del acelerador, un aumento de la demanda genera un incremento mucho más fuerte en la inversión, incentivando fuertemente la actividad económica. Un incremento en la demanda de bienes finales o de consumo genera un aumento mucho mayor en bienes de capital y, éste efecto es más fuerte cuanta más vida útil posean estos capitales.
Ahora, si en el próximo año la demanda se mantiene en 120, el productor no necesitará volver a aumentar su demanda de inversión. Ya posee las 12 máquinas necesarias, por lo tanto su inversión volverá a ser de 1 por año. Respecto al año anterior, la demanda de inversión ha disminuido un 200%. En el corto plazo, la demanda de inversión se mueve fuertemente debido al acelerador, pero en el largo plazo esta vuelve a la “normalidad”. Esta es la explicación fundamental que se da a los ciclos económicos desde un punto de vista keynesiano. La gran diferencia en la variación entre la demanda de bienes de consumo y la de bienes de capital. Un aumento de la demanda lleva a un gran crecimiento de la inversión, cuando ésta se normaliza o disminuye su ritmo de crecimiento, la inversión cae estrepitosamente generándose así un ciclo económico, que se reiniciará con un nuevo incremento en la demanda. Por este motivo es tan importante para estas corrientes incentivar la demanda agregada cuando esta comienza a desacelerarse.
El primer error de este acelerador lo hizo notar el economista William Hutt. En nuestro ejemplo vimos que la demanda se incrementa en un 20%, pero el problema fue incorporar el año como unidad de tiempo. ¿Por qué el aumento de la demanda de inversión debe suceder en un año? ¿Qué tienen que ver los años con la demanda y la inversión si estas suceden continuamente a lo largo del tiempo y no discretamente o a saltos? La elección de una unidad de medida temporal debe ser arbitraria, depende de quien este formulando la teoría o creando el modelo, tranquilamente podríamos haber hablado de semanas o días en lugar de años. Ahora diríamos que la demanda se incrementa un 20% en una semana o día y por lo tanto la demanda de inversión aumenta un 200% también en una semana o en un día. El ejemplo y el acelerador no se ven alterados en lo más mínimo por este cambio de años a semanas o días. Sin embargo, por más que un año sea tan arbitrario como una semana o un día el ejemplo pierde atractivo si hablamos de ciclos semanales en lugar de anuales. No debemos por ello creer que la selección del “año” es menos arbitraria que la de “semana” o “día”, el tiempo es un continuo, como un “flujo”, no una cosa que avanza de a bloques o saltos. Las divisiones en segundos, minutos, horas, días, semanas, años, estaciones, siglos, etc. sólo sirven para ayudar al hombre en sus tareas. Las unidades de tiempo son una creación humana, no un descubrimiento.
Si quisiéramos elegir en este ejemplo una unidad de tiempo que no fuese arbitraria, tendríamos que optar por la vida de las máquinas que son los protagonistas de nuestro ejemplo. Ahora bien, en 10 años el productor demanda 10 maquinas, por lo tanto, ante un incremento del 20% por parte de los consumidores el aumento de la demanda de inversión será también de un 20%, ya que en 10 años la demanda de inversión habrá subido de 10 a 12 máquinas. Ante una selección como ésta vemos que el acelerador no tiene ningún efecto especial sobre la inversión, por lo que no puede ser el responsable de las crisis económicas como estas corrientes y ecuaciones suponen.
En segundo lugar, el principio del acelerador hace un salto importante al ir pasando de una industria a toda la economía dejando de lado ciertas consideraciones importantes. Por un lado, un incremento del 20% de demanda de algún bien de consumo debe provenir de una caída de un 20% de otros sectores de la economía, por lo que los efectos de los distintos aceleradores deberían anularse mutuamente. Por otro lado, ¿cómo puede ser que la demanda se incremente de forma generalizada? Dejando de lado al gobierno, lo único que puede suceder es que los individuos comiencen a utilizar parte de sus ahorros para adquirir nuevos bienes y servicios, es decir que “desahorren”. Ahora bien, en este caso sí sería necesario un incremento en las inversiones en el total de la economía, sin embargo el “desahorro” de los individuos minaría los recursos disponibles de los productores para invertir. Si el stock total de ahorro disminuye las posibilidades de inversión también, ya que no se puede invertir más de lo que se ha ahorrado. El consumo y la inversión deben competir por el uso de los fondos. De este modo, las preferencias temporales de los individuos formarán los tipos de intereses que equilibrarán al consumo con la inversión (ahorro) según las nuevas preferencias de los individuos.
Quizá, el defecto conceptual más importante del acelerador consiste en confundir términos monetarios con términos físicos. La demanda de bienes y servicios tanto como la demanda de capital debe ser expresada en términos monetarios, ya que en el mercado su contrapartida directa es el circulante. Si la demanda por algún bien o en general aumenta, ésta lo hace en términos monetarios o económicos, es decir que se debe ver reflejado en los precios relativos. Sin embargo, el principio del acelerador no hace ninguna referencia a los precios relativos, perdiendo así su validez y poder explicativo. El problema fundamental del acelerador es intentar obtener conclusiones monetarias a partir de términos físicos o de uso.
El acelerador también posee ciertas presunciones que no se cumplen en la realidad. Se supone una relación constante entre el capital invertido y su producción, se ignora la sustitución o la posibilidad de producir más o menos sin la necesidad de aumentar la inversión en los “mismos” términos, según una menor o mayor intensidad de trabajo. Tampoco se considera un período de tiempo en el cual las nuevas maquinarias deberían ser construidas, el productor puede adquirirlas instantáneamente, etc.
La falacia del acelerador y su doctrina está en considerar a los productores y empresarios como seres de reacción automática a los distintos sucesos, cuando en realidad los productores y empresarios son especuladores del futuro. Se omite por completo la función “especulativa” y predictiva del empresario. Mientras algunos triunfan en sus especulaciones otros sufren las pérdidas del error equilibrando así la situación del mercado. Lo que el acelerador ni ninguno de los modelos matemáticos es capaz de explicar es porque todos estos empresarios se equivocan juntos, cayendo en el mismo momento en tan grave error que desencadena una crisis.