TEORÍA AUSTRIACA Y EL PROBLEMA DEL
CICLO ECONÓMICO
Nicolas Cachanosky
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“El mayor desorden de la mente consiste en creer que las cosas son de cierta manera porque nosotros deseamos que así sean”
Jacques Benigne Bossuet
Uno de los errores más difundidos y peligrosos fue el suponer la neutralidad del dinero. Como veremos más adelante, el dinero será uno de los protagonistas principales en el problema del ciclo económico, motivo por el cual debemos cuidarnos de no considerarlo como algo etéreo y neutral.
De esta idea de neutralidad es de donde luego se desprende la idea de un “nivel de precios” que se mueve hacia arriba o hacia abajo con cambios en la cantidad de dinero, pero sin alterarlos relativamente. Se pasó por alto el hecho que variaciones en la cantidad de dinero nunca pueden alterar los precios de todos los bienes en exactamente la misma proporción y en exactamente el mismo momento. Tampoco se prestó atención al hecho de que cambios en el poder adquisitivo del dinero afectan distinto a compradores que vendedores llevando por lo tanto a alteraciones en el mercado.
Obviamente, la “defensa” o elaboración del concepto de neutralidad del dinero se basó en una metodología matemática, que incluye el total de dinero en el mercado, el nivel de precios, el volumen de intercambio y, la velocidad (promedio) de circulación de la moneda. Si bien este razonamiento parecería presentar una argumentación fuerte respecto al principio del “nivel de precios”, es un típico caso de razonamiento circular. La ecuación en cuestión presupone la existencia de neutralidad del dinero y “nivel de precios” que se intenta demostrar. Suponer implícitamente que el dinero es neutral y luego verificar si lo es a través del “nivel de precios” y estadísticas que utilizan promedios y no discriminan los precios relativos, no es un método correcto de defender este principio.
Esta ecuación y otras similares asumen que cuando uno de sus elementos se mueve (cantidad de dinero, por ejemplo), el resto de las variables también se mueven en cierta proporción, sin indagar demasiado en qué llevó a ese movimiento. La pregunta fundamental, cuál es el proceso que produce los cambios, se deja de lado suponiendo que los precios de todos los bienes se afectan de la misma manera en el mismo momento. El sistema de precios no se “mueve” o crea en el mercado per se, sino que es fruto del conjunto de actos de los individuos que conforman la sociedad. Estas expresiones matemáticas prefieren utilizar conceptos mecánicos como la “velocidad del dinero” en lugar de categorías analíticas como el acto humano. Nuevamente, los fines prácticos de ciertas expresiones o cálculos matemáticos no deben confundirse con análisis teórico y mucho menos con una explicación real de lo que sucede en el proceso económico. Utilizar este tipo de metodología con fines informativos que ayuden en la toma de decisiones a los sectores productivos puede ser algo útil y valioso, pero es algo totalmente distinto a intentar dar una explicación consistente de cómo se produce y altera el sistema de precios.
Estas expresiones suelen traer implícitamente otro error dentro de ellas. Se supone que el poder adquisitivo de la moneda depende de sus servicios prestados, más puntualmente de la circulación del mismo. Es decir, el dinero vale porque circula, en lugar de decir que dado su valor, circula. Sin embargo, los servicios prestados por las bolsas de trigo o el whisky, por ejemplo, no son los determinantes de sus precios. Los servicios prestados sólo explican porqué motivo pueden ser demandados. Los precios dependen de cuánto se valoren los servicios individualmente, nunca del rendimiento objetivo de utilización. Será una tarea de la psicología estudiar porque cierto individuo puede desear whisky en cierto lugar y momento determinado, será tarea de la biología y la química explicar los efectos (rendimiento) producidos por el whisky, pero será tarea de la economía estudiar la consecuencia de los actos humanos dados los juicios de valor, lo cual implica la formación de precios.
El problema de este tipo de razonamientos consiste en no introducir el acto humano como factor determinante de los distintos sucesos. Si existe algo como la “velocidad del dinero” o el “nivel de precios”, deben ser fruto de los actos humanos y no su causa. La economía moderna no se pregunta cuál es el valor del “acero”, el “pan” o el “dinero”, sino cuánto valora un individuo particular una determinada cantidad de estos bienes en un momento y lugar determinado. Este tipo de metodologías tratan el dinero como un todo y, encerradas en sus ecuaciones caen en el mismo error de razonamiento de los clásicos que los llevó a la paradoja del “diamante y el pan”.