TEORÍA AUSTRIACA Y EL PROBLEMA DEL
CICLO ECONÓMICO
Nicolas Cachanosky
Esta página muestra parte del texto pero sin formato.
Puede bajarse la tesis completa en PDF comprimido ZIP (149 páginas, 699 kb) pulsando aquí
“Lo ideal no es sacar todos los bienes y servicios de un país y con cuyo producido importar un alfiler. Lo ideal es exportar un alfiler y con su producido poder comprar todos los bienes y servicios deseados”
Alberto Benegas Lynch (h)
Las sociedades monárquicas de la edad media consideraban que era necesario incrementar sus ventas a otros reinos (exportaciones) sobre las compras de otras naciones (importaciones). En resumen, que el dinero entrante por las ventas debía ser superior al dinero saliente por las compras, como si los países y las sociedades se manejasen de la misma manera que las empresas o los comercios. Esta idea según la cual las exportaciones debían superar a las importaciones logrando que el dinero entrante fuera superior al saliente se denominó mercantilismo.
Si bien ya con David Hume, Adam Smith y el resto de los clásicos quedó en claro que en el comercio entre naciones las exportaciones tienden a igualarse con las importaciones, este concepto prevaleció en el general de las sociedades y gobiernos, y aún hoy día suele creerse que es importante para una nación poseer un saldo positivo en su balanza de pago de forma tal que se logre acumular reservas. Pero si recordamos que el valor y nuestro nivel de vida se encuentra en los bienes y servicios que consumimos vemos que sería conveniente que los bienes importados sean los que superen a los exportados.
Cuando los países comercian entre ellos, hay un flujo de bienes y moneda que llevan direcciones opuestas, es decir, que si los bienes salen, el dinero entra. Por lo tanto, se altera la relación entre bienes y servicios en un país y el circulante, debiendo alterarse el nivel de precios. Sin embargo, si las exportaciones de esta nación son iguales a sus importaciones, los flujos entrantes y salientes son iguales, por lo tanto la relación entre dinero y bienes se igualan sin alterarse los precios. El aporte de David Hume estuvo en explicar como se llega a este equilibrio naturalmente. Así como una economía libre tiende a la armonía, varias economías libres tienden al equilibrio entre ellas.
Si un país llegase a exportar más de sus bienes de los que importa, el total de producto en la nación disminuye, mientras que su circulante aumenta. Esta doble tendencia, la baja del producto y el aumento del circulantes hace que los precios suban. Del mismo modo, del otro lado de la frontera, los bienes aumentan y el circulante disminuye, por lo tanto los precios bajan. Este proceso hace que a los habitantes del país donde los precios se elevan prefieran importar los bienes del exterior porque sus precios son menores, revirtiéndose el flujo, bajando los precios en el primero y subiendo en el segundo. De este modo, sino se interfiere con el libre actuar de los individuos, las exportaciones tienden a igualarse con las importaciones.
¿Pero que sucede si estos países poseen distintas monedas? Nada sucede, ahora, además del precio tenemos el tipo de cambio como medida que indica a los individuos donde comprar sus productos, en el interior o en el exterior. Tampoco sucede nada si estos países son tres o más, las distintas divisas irán de un país a otro hasta que finalmente vuelvan al país de origen. Así como la moneda o cualquier bien que se utiliza como tal se mueve libremente en una economía, las divisas se mueven libremente a través de las distintas naciones buscando las que poseen precios relativos más bajos equilibrando así el comercio entre naciones.
A pesar de todo esto, que fue explicado más detalladamente hace más de 200 años, se sigue alegando que las naciones deben proteger el producto interno a costa del externo incluso para garantizar el “pleno empleo”, sin embargo, estas políticas son como un boomerang que finalmente resultan negativas para todas las naciones en juego.
Supongamos que un país como Estados Unidos desea proteger su producción de automóviles provenientes de Japón. En primer lugar podríamos decir que los individuos son libres de comerciar con quien ellos desean sin importar si están de este lado o de aquel de esa línea que se llama frontera. Después de todo, el gobierno no está para indicarnos que podemos y que no podemos hacer, sino para proteger nuestros derechos, por lo tanto, al aplicar estas políticas restrictivas está actuando tanto en contra de sus habitantes como en contra de los extranjeros que no pueden ofrecer libremente su producto. Debemos entender que los que deben decidir que entra y sale de un país son sus soberanos, o sea sus habitantes, no sus políticos o administradores de turno. En definitiva, las políticas como ésta atentan contra la libertad individual por lo que deberían evitarse desde un punto de vista ético.
Veamos ahora el efecto “económico”. Cuando los japoneses ven sus exportaciones disminuidas, no sólo incurren en pérdidas o menores ganancias, sino que las divisas que reciben también disminuyen. No sólo se ha afectado su economía al evitar que se dedique a las actividades más redituables, sino que su capacidad importadora ha disminuido exactamente en la misma proporción que las importaciones de Estados Unidos. ¿El resultado final? Las exportaciones vuelven a igualarse con las importaciones y las economías de ambos países han perdido productividad. Los japoneses sufren pérdidas pudiendo incrementar el desempleo, los habitantes de Estados Unidos no sólo se ven privados de su libertad sino que ahora deben adquirir automóviles de peor calidad a un precio superior de lo que el libre mercado podría ofrecer. Sin embargo, a pesar de este sencillo análisis, sólo suele observarse el incremento en la producción e ingresos de la fabricación de los automóviles y no el ahorro y poder adquisitivo que los habitantes de Estados Unidos han perdido, por no hablar de los olvidados japoneses.
¿Pero de no aplicarse esta política restrictiva acaso los oferentes americanos no se verían arruinados por los japoneses debiendo abandonar su actividad creando así desempleo? Así como dentro de una nación el libre actuar de los individuos lleva hacia la optimización en la asignación de los recursos, la libertad económica en el ámbito internacional lleva a la optimización de los recursos a escala internacional. Si los japoneses son más efectivos que los norteamericanos, entonces su actividad se verá desplazada por la japonesa, pero creer que la cadena de consecuencias económicas finaliza en ese punto es el error de la mayoría. La razón fundamental por la que los habitantes norteamericanos pueden preferir los automóviles japoneses es porque además de ser de mayor calidad son más baratos. Esto dejará en manos de los individuos más circulantes disponible que antes. Tendrán más dinero para adquirir nuevos bienes y servicios y ahorrar. Este nuevo excedente en manos de los consumidores expresará a través de los precios relativos cuales son los nuevo bienes y servicios que desean consumir. Los recursos (escasos) que antes se empleaban en producir automóviles ahora pueden utilizarse en producir más de otros bienes e incluso bienes que antes no se producían. Por otro lado, habrá un incremento en el ahorro por lo que habrá recursos disponibles para realizar las nuevas inversiones.
Debemos recalcar dos cosas fundamentales de este ejemplo. En primer lugar, este es el proceso que permite el avance y progreso de la sociedad y sus individuos, no existe la alquimia ni para el oro ni para los bienes y servicios. En segundo lugar, todo este progreso que hemos visto en el ejemplo, lo hemos logrado sin emitir un solo billete, la economía ha crecido creando más riqueza sin políticas crediticias ni de “dinero fácil”. Justamente, lo que la emisión monetaria hace es distorsionar este funcionamiento confundiendo a los tomadores de decisiones.
Así como el mercado tiende a equilibrarse y a igualar las exportaciones con las importaciones, ya que nadie puede demandar más de lo que ofrece, un sistema de libre moneda eliminaría el poder del gobierno de aplicar políticas monetarias con el fin de desequilibrar la balanza comercial hacia un lado o el otro. Ante un sistema libre de circulantes, desaparecerían los llamados “problemas del balance de pagos”, a los que se tienen por causantes de grandes dificultades en las distintas economías. Desaparecería la creencia, por ejemplo, según la cual un país con déficit comercial que ve sus reservas disminuidas deberá contraer su estructura de créditos.
También desaparecerían los “precios relativos” entre los países según sus monedas. Ya que al haber un libre mercado de circulantes, dos naciones que realizan intercambios entre ellas verán los precios de estos bienes reflejados en la misma moneda. El problema de la balanza de pagos sólo puede preocupar a un monopolista monetario que emitiese el circulante de un determinado territorio, para él sí es importante cuánto de su circulante salió o entró de su reinado monetario. Sin embargo, un sistema de emisores privados donde los circulantes están manejados por el mercado, nos llevaría a una situación similar a la que existía antes del monopolio gubernamental sobre la moneda, donde nadie se preocupaba por la balanza de pagos, ya que la misma no existía, era lo mismo para el campesino francés negociar con su vecino francés o su otro vecino, el campesino alemán. Ni siquiera en aquellas épocas las complicaciones climáticas, geográficas, de transporte, idioma, o cultural evitaron que el hombre encontrara la forma de comerciar libremente.
Lo que debemos entender es que no existe el comercio nacional por un lado y el internacional por el otro, simplemente existe el mercado. No son las naciones las que comercian entre ellas, sino sus habitantes. Por lo tanto, no importa ni la nacionalidad, raza o cultura de las personas, es lo mismo para un francés negociar con un alemán que con un francés. Es un error creer que cuando un francés intercambia bienes o servicios con un alemán una nación gana y la otra pierde, lo que realmente sucede es que tanto el individuo francés como el alemán se ven beneficiados por el intercambio. No son las naciones las que se enriquecen o empobrecen, sino sus habitantes. Las fronteras que dividen las naciones sólo son accidentes geográficos, una línea sobre un mapa no puede volver beneficios negociar con uno y contraproducente con otro. El mundo no se divide en bloques que deben competir entre ellos. Los individuos se encuentran distribuidos a lo largo y ancho del mundo, y para las personas que viven cerca de estas líneas o fronteras bien les puede resultar más interesante comerciar con su vecino el extranjero que con su “compatriota” a varios cientos de kilómetros de distancia. La única razón de una balanza de pagos es porque existen estas líneas fronterizas que dividen el mundo en bloques de monopolios monetarios.
Otra creencia generalizada es que la moneda barata es beneficiosa para un país, ya que permite un mayor nivel de exportaciones sobre importaciones. Si bien vimos que no es posible lograr un mayor nivel de exportaciones sobre las importaciones, ya que esto llevará a un ajuste de precio equilibrando la balanza de pagos, no nos hemos referido aún a las políticas de “moneda barata”.
Cuando se emite circulante y se baja la tasa de interés, no sólo se ayuda a los que reciben estos créditos a costa de los prestamistas y del resto de la sociedad, sino que se crea el agradable efecto del estímulo económico. Lo que no se puede ver tan fácilmente es como la desarticulación del sistema de precios lleva a que este estímulo comercial no pueda dedicarse eficientemente a lo que el mercado indica. Estas actividades e inversiones incrementales que no se ven respaldadas por un aumento en los ahorros finalmente culminan en una reacción negativa que siempre encuentra algún culpable ajeno al único ente capaz de “alterar el mercado a su voluntad”, el gobierno.
Al inyectar circulante en la sociedad se está permitiendo a quienes lo reciben demandar bienes sin ofrecer nada a cambio (lo cual es similar a un robo o estafa), es decir, pueden adquirir bienes y servicios más allá de lo que el total de su producción les permitiría obtener, este “exceso” de demanda es el que altera el sistema de precios. La nación no sólo verá su economía distorsionada, sino que ahora sus individuos tienen la posibilidad de acrecentar sus importaciones sin tener que incrementar las exportaciones, llevando al gobierno a un déficit en la balanza de pagos. No es lo mismo cuando los individuos deciden utilizar sus ahorros para adquirir una mayor cantidad de bienes y servicios que cuando el gobierno incrementa su circulante permitiendo que la demanda supere a la oferta confundiendo al mercado sobre dónde se encuentra la demanda.
Ya vimos en que consiste un sistema libre de monedas, esta emisión monetaria implicaría la ruina del banco responsable, pero en el caso de un monopolio gubernamental, esto no sólo es lucrativo, sino que puede hacerlo legalmente. Cuando la emisión de moneda depende de un sistema competitivo, cada emisor debe estar atento a las consecuencias de sus actos, ya que los errores se verán reflejados en la cotización de su producto, pero en el caso de un monopolio, las consecuencias son más difíciles de observar. Suele decirse, por ejemplo, que el dólar subió respecto al peso local, sin embargo, no es el dólar el que sube, sino que es el peso local el que baja. Esta es la misma confusión que no permite ver que el responsable de esta baja del valor de la moneda es su administrador, el banco central o el gobierno.