TEORÍA AUSTRIACA Y EL PROBLEMA DEL
CICLO ECONÓMICO
Nicolas Cachanosky
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“Numberless as are the evils by which kingdoms, principalities and republics are wont to decline, these four are, in my judgment, most baleful: civil strife, pestilence, sterility of the soil, and corruption of the coin.”
Nicolás Copérnico
Durante tanto tiempo se ha aceptado la idea de que sólo debe existir una moneda por país o territorio que difícilmente alguien pueda explicar porque ha de ser así o de donde proviene esta idea. El temor fundamental se basa en que si se deja al libre mercado controlar el circulante, no habrá control sobre su cantidad cayendo indefectiblemente en crisis tras crisis, algo que los bancos centrales y los distintos gobiernos tampoco pudieron evitar. Esto puede ser cierto si existe una única moneda para los distintos bancos, en este caso ningún banco tendrá control sobre la emisión, y si los bancos no pueden tener control sobre la emisión no pueden ser responsables de su valor. Si en cambio se permite que cada banco maneje su propio circulante, quedará bien en claro quien es el responsable de cada circulante, evitando así una emisión descontrolada, ya que cada banco deberá cuidar el valor de la suya si quiere permanecer en el juego. Nos olvidamos aquí que el mejor control para cualquier bien es la pluralidad de decisiones que interactúan en el mercado de acuerdo a la propiedad privada.
Bajo estas condiciones, donde cada banco es responsable de su propia moneda, la emisión que realiza cada uno no afecta el valor del circulante de sus competidores. Cada banco deberá preocuparse porque su propia moneda sea aceptada en el mercado sobre la de sus competidores sabiendo que la pérdida de valor de su circulante implicaría la salida del mercado.
Si se espera de una moneda que mantenga su valor constante y su uso es libre, entonces será demandada por los individuos. Si el éxito de la moneda depende de la constancia en su poder adquisitivo, o al menos en que no pierda su valor, es de esperar que los bancos emisores hagan todo lo posible por mantenerlo constantes y predecibles. Para mantener el valor de su moneda estable deberán controlar la cantidad que emiten del mismo, lo cuál llevará a un sistema de control de emisión considerablemente superior al control garantizado por los gobiernos, ya que para ellos una devaluación de la moneda no implica la pérdida del negocio.
Una vez que los circulantes privados hayan demostrado su superioridad frente a las monedas gubernamentales, no habrá razón para no aceptar su uso. La aparición de las monedas privadas y la generalización de su uso llevarán a las monedas oficiales a una depreciación, a menos que se disminuya su cantidad en circulación, y finalmente a su desaparición del mercado. Este es el proceso que llevará a la desaparición de todas la monedas no confiables, ineficaces o que se deprecien. Al existir la alternativa, los individuos no estarán atados a un circulante que pierde su poder adquisitivo. Si los gobiernos no desean ver sus propias monedas desaparecer, deberán adoptar rápidamente las reglas de juego y exigencias del mercado y modificar sus Bancos Centrales para cumplir con los deseos de los individuos.
Ante un mercado competitivo, donde existe la posibilidad de elegir que circulante utilizar, es muy probable que los bancos privados estén vigilados muy de cerca por el mercado y la prensa financiera. Al surgir la libre competencia de monedas, surgirá un mercado que brinde información sobre las mismas para la toma de decisiones de que circulantes utilizar, decisión que no es de importancia menor. Ante este panorama es bastante probable que aquel banquero que no haya sido capaz de mantener el valor de su moneda se vea en primera plana de todos los diarios y agencias de noticias. Aparecerían cuadros con las distintas monedas, su cotización, variación de su tipo de cambio respecto a otras monedas, etc. El temor de todo banquero emisor será ver el nombre de su circulante remarcado en rojo en los diarios mostrando su pérdida de valor.
Lo más importante que tiene un emisor privado para ofrecer al público es que su circulante no se depreciará, o al menos que se comportará de una forma lo suficientemente predecible, para ello debe ser capaz de controlar la cantidad de su emisión. El valor del circulante no es el único factor que los individuos observan cuando deben elegir cual utilizar, pero sí es uno de los más importante y decisivos. El banco emisor estará bien encaminado en su negocio si logra que los individuos elijan su circulante como medio de ahorro.
Los bancos emisores tendrán dos formas de controlar la cantidad de su circulante. Podrán venderla o comprarla a cambio de otras monedas o valores, o bien podrán ampliar o reducir su actividad crediticia, es decir, los préstamos que otorga. La difícil ecuación o situación a resolver por el banco será no aumentar la cantidad de su circulante de modo tal que lo precios no suban lo suficiente como para que los individuos dejen de interesarse en su moneda como medio de ahorro. Emitir lo suficiente sin que la pérdida del poder adquisitivo revierta la aceptabilidad del circulante. Por otro lado, tampoco deben reducir su cantidad sin que los individuos pierdan su interés por el circulante. Si el circulante es excesivo, pierde valor, si el circulantes es demasiado escaso, no circula lo suficiente. Los bancos no sólo deberán estar alertas a los efectos que los cambios en el volumen del circulante produzcan, sino ver la cotización de su moneda con otros circulantes competitivos.
Lo fundamental para el banco no será tanto la demanda de crédito, sino el interés que los individuos tengan en conservar su moneda. Un aumento en el volumen de circulación excesivo puede hacer que el reintegro al banco de la moneda sea superior al interés de los individuos por mantenerla, lo que termina quitándola de circulación. Ya vimos que sería esperable que los bancos estén vigilados de cerca por la prensa y el mercado, es por esta razón que deben ganarse la fama en el mercado de solucionar rápidamente sus problemas, ya que ante una desviación en la cotización de su moneda, los “especuladores” y los individuos actuarán del tal forma que involuntariamente ayudarán el banco en la solución de su problema. De este modo, el banco se ahorraría la necesidad de tomar medidas drásticas o precipitadas.
Cuando un banco advierte que el valor de su moneda desciende deberá restringir sus créditos subiendo la tasa de interés o ir al mercado a comprar su propia moneda. Si por el contrario el circulante comienza a disminuir demasiado, entonces deberá aumentar sus créditos bajando la tasa de interés o vender su circulante en el mercado. Si el banco, además se hace conocido por responder rápida y eficazmente a los problemas de su circulante, la demanda de su moneda se incrementará cuando se anticipe una baja en su cotización o valor y descenderá cuando su valor aumente, ayudando a mantener el valor de la moneda constante. Si los bancos privados, en libre competencia se esfuerzan por mantener el valor de su moneda constante y los individuos tienen la libertad de optar que circulante utilizar, premiando a las eficaces y castigando a las que se devalúan, el resultado serán unas pequeñas fluctuaciones en el valor de las monedas, pero no las grandes devaluaciones e inflaciones a las que el mundo se ha tenido que acostumbrar.
¿Qué sucedería si alguno de los bancos intentase otorgar créditos con una tasa de interés sustancialmente menor, o directamente incrementara la cantidad de circulante? ¿Podría un banco alterar el valor de las monedas de la competencia?
Cualquier banco puede verse en la tentación de aumentar su circulante así como cualquier empresa desea subir los precios de sus productos. Pero así como una suba de precios hará bajar las ventas, un incremento en el circulante llevará a que los individuos dejen de ahorrar en su moneda, haciendo que sea más interesante deshacerse de ella que conservarla. Si el aumento de circulante no se ve acompañando por un aumento de ahorro por parte de los individuos, entonces el banco se verá perjudicado. Los individuos se verán interesados en adquirir un crédito a baja tasa de interés, pero no por ello se interesarán en conservar esa moneda, menos si los medios de información están al acecho de los banqueros controlando cada paso que estos dan.
Los individuos que hayan contraído una deuda por la cual deben pagar una cierta tasa de interés, se verán interesados en adquirir créditos de tasas menores que le permitan cancelar estas deudas. Todos los bancos que hubiesen recibido el pago de sus deudores en esta moneda “barata” devolverán al banco emisor su circulante. El resultado del exceso de oferta de este circulante llevará a una caída de su tipo de cambio con respecto a los otros circulantes. Este nuevo tipo de cambio llevará a un aumento en los precios de los bienes y servicios disminuyendo su poder adquisitivo y por ende su valor. El efecto inmediato en el mercado será elegir otro circulante como medio de ahorro.
El banco emisor no tendrá más remedio que reducir la cantidad de su circulante sino quiere ver su moneda desaparecer del mercado. Si decide continuar con su política de baja tasa de interés, el mismo proceso continuará incrementando la cantidad de circulante y alterando el tipo de cambio, lo que llevará a un permanente aumento de los precios expresados en esta moneda.
Ningún banco sería capaz, entonces, de alterar el valor de otros circulantes. Así como las empresas no pueden alterar los precios de sus competidores, los bancos no podrán alterar la cotización de las otras monedas.