TEORÍA ECONÓMICA Y
ALGUNAS EXPERIENCIAS LATINOAMERICANAS RELATIVAS A LA AGROINDUSTRIA.
Francisco Javier López Macías
Pepe Castrillón
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En la década de los setenta la planificación adquiere una nueva dimensión en nuestro país, ya que todos los gobiernos empezaron a presentar sus propuestas en un plan de desarrollo.
En el Plan Nacional de Desarrollo denominado “Las cuatro Estrategias”, correspondiente al período (1971-1974), se diagnosticaron problemas de crecimiento del sector agropecuario, ocasionados por limitaciones de la demanda, por causa del reducido procesamiento de los productos provenientes del sector agropecuario y a los bajos ingresos reales de los consumidores.
Una de las estrategias diseñadas, trataban de obtener un incremento de la productividad sectorial y generar un excedente de mano de obra rural, que sería resultante del proceso económico derivado de las políticas. Este excedente laboral, se ocuparía principalmente en la Industria de la construcción.
Surge entonces, el criterio que considera la conveniencia de establecer una coordinación más estrecha entre la producción de alimentos y materias primas de origen agropecuario con el sector Industrial, que tuviera como consecuencia una producción más ágil y barata y un apoyo del Estado a los sectores productivos; afectados por los resultados desfavorables de las políticas macroeconómicas adoptadas.
La inversión extranjera a la agroindustria, empezó después de la segunda guerra mundial, con el establecimiento, inicialmente, de empresas tales como: Quaquer, Cicolac, Nestle, Fruco, California y Purina. En los años setentas conjuntamente con el desarrollo de la agroindustria capitalista, el capital extranjero incursionó a través de: Unilever, Kellogs, Beatrice Foods, Cocacola, Pepsicola, Jacks Snacks, Borden, Standar Brand, Mc. Donald, Warner Lambert, Corn Products y otras de menor envergadura. Se evidencia, una mayor concentración de capital de estos grupos económicos y una mayor articulación al capital externo.
A mediados de la década de los setentas, se propone en el plan “Para cerrar la brecha” entre 1974 y 1978, la necesidad de desmontar los mecanismos de protección del sector moderno, tales como: el levantamiento de la prohibición de importación de bienes producidos en el país, la excesiva concentración de la inversión pública en las grandes ciudades del país y la protección aduanera de la Industria. Se implanta un programa de apertura externa (crecimiento hacia fuera), en el cual se tienen en cuenta los productos agroindustriales.
En esta época, se considera que la agricultura es una fuente importante de divisas, sobre todo por la bonanza cafetera de 1976, por su contribución a la generación de un alto volumen de empleo, que contribuye a mantener la estabilidad política en el país, y en últimas, por ser la base de la conformación de la dieta alimentaria de los Colombianos. A pesar de ello, se presentó una reducción de la oferta de productos exportables (provenientes también de la Industria alimentaria).
Se hace el diagnóstico sectorial y se inicia el programa de desarrollo rural integrado (DRI), como un programa de carácter multisectorial de desarrollo, con la posibilidad de resolver los problemas regionales agropecuarios, a través de un enfoque social y productivo, puesto en marcha con el propósito de lograr el desarrollo social y una oferta de alimentos, de mayores dimensiones a las registradas anteriormente.
Se cuestiona el enfoque, consistente en la premisa de promover la transformación de las materias primas adquiridas en los mercados externos, por empresas de capital agrícola e industrial.
Al terminar la ejecución del plan, en 1982, los sectores líderes de la agroindustria, fueron: la Molinera de granos, los aceites y grasas, la producción azucarera, los alimentos balanceados para animales y la fabricación de alimentos lácteos, entre otros. Los datos registrados y publicados, dieron a conocer que estos productos generaban el 79.3% de la producción, consumían el 81.3% de las materias primas y aportaban el 73.2% del valor agregado y el 64% del empleo sectorial. Se tenían 1246 establecimientos de alimentos que ocupaban 76.210 personas.
El sistema alimentario, viene a concebirse, como un flujo de valores y de energía, en donde esas diversas fuentes de energía se transforman en calorías alimentarias, apoyados por un sistema de información eficiente entre los diferentes agentes económicos, que participan en el mercado. En este sentido, Schetjman (1994), describe al sistema alimentario como: “El conjunto de relaciones socioeconómicas que inciden de un modo directo en los procesos de producción primaria, transformación agroindustrial, acopio, distribución comercialización y consumo de los productos alimentarios”.
En el nivel gremial, se continúa manejando el concepto de industria alimentaria, como es el caso de la Asociación Nacional de Industriales –ANDI, entidad que, posteriormente, acoge la conceptualización de Agroindustria e integración; mediante las cadenas productivas, vistos desde los proceso agroindustriales, los mercados y la comunidad en su conjunto.
Las orientaciones agroindustriales, tienen continuidad en el Plan de Desarrollo, denominado “Cambio con Equidad”, del período 1982-1986. Los Análisis económicos, coinciden ampliamente en afirmar que por falta de instrumentos adecuados para la ejecución de las políticas, éstas no pudieron concretarse y, por ende, mostrar efectos favorables en este lapso de tiempo.
Un viraje en este sentido, se trató de implantar mediante el “Plan Economía Social” entre 1986 y 1990, combinando las estrategias de desarrollo social y crecimiento económico y motivando a la población a vincularse en las actividades de producción y consumo, entre ellos, los de los productos provenientes del sistema agroalimentario.
En la parte social, se trata de dinamizar el sector rural, a través de la instauración del Plan Nacional de rehabilitación (PNR) y del plan de desarrollo Integral campesino, instrumentalizados, con el fin de apoyar las actividades sociales y productivas de los habitantes de zonas alejadas y con problemas de orden público.
Los efectos de las políticas macroeconómicas, combinados con las tendencias naturales del mercado y con los fenómenos de la distribución del ingreso y la riqueza, hacen que se observe una concentración de las agroindustrias, tanto geográficamente como en grandes empresas y en zonas, tales como: La Sabana de Bogotá, El Valle de Aburrá y en zonas aledañas a ciudades de Cali y Barranquilla, entre otras. Se constata un proceso de transnacionalización agroindustrial y un control de los procesos productivos, que se intensifica más cuando se implementan los programas de apertura económica en el año de 1989.
Las políticas de sustitución de importaciones favorecieron la introducción, el crecimiento y el desarrollo, de industrias tales como: alimentos balanceados para animales, aceites y grasas, productos de molinería, panadería y galletería, industria textil y de confecciones, industria de lácteos y derivados, productos de pesca, beneficio de carnes y embutidos; sus productos salieron a los mercados y paulatinamente fueron consumidos por sectores de más bajos ingresos.
Las políticas de promoción de exportaciones beneficiaron el crecimiento y el desarrollo de la industria del azúcar y confitería, las conservas de frutas y legumbres, los productos de charcutería y pescadería y los alimentos diversos.
Para MACHADO (1991), “La integración de la agricultura con los procesos agroindustriales surge por fases y sigue diversos caminos: empiezan con la relación de los productores con los comerciantes, sean internos o externos, o con establecimientos comerciales de las ciudades o centros urbanos (supermercados), siguen con vinculaciones con centros de acopio o directamente con empresas agroindustriales en la venta de materias primas y terminan con el establecimiento de las AIR, donde los pequeños productores se constituyen en partícipes de los beneficios de la empresa o en sus dueños, así la administración sea realizada por profesionales no campesinos”.
En el plan de desarrollo La Revolución Pacífica (1990-94) se fundamentaron tres pilares: Conjunto de reformas estructurales (entre ellas la reforma constitucional), La concentración de las actividades del Estado y Las reformas institucionales. Con la constitución de 1991 (artículos 339-344) se recogieron las tendencias modernas de la planeación – participativa en Colombia.
A partir de 1990, la economía colombiana entró en un proceso de orientación hacia los mercados externos, antes de esta liberalización, la política agrícola presentaba una condición dual, los productos que se exportaban se aislaban del comportamiento de los precios externos, y de otra parte se presentaba que los costos de producción eran superiores a los del mercado mundial que, a su vez, implicaban una desventaja para los productores locales frente a los importadores.
En el año de 1992, según análisis de expertos en comercio exterior, se presentó una caída en los precios reales al productor en algunos cultivos, que fue atribuida principalmente al programa de apertura económica. Esta situación se asevera fue el resultado de una serie de factores, como: la reducción de los precios internacionales, la revaluación del tipo de cambio y la disminución en las altas tasas de protección que observaban algunos productos agrícolas frescos y procesados.
En el plan denominado: “El Salto Social”, del período 1994-1998, se dio énfasis en el desarrollo social, la competitividad y la protección del medio ambiente, se propusieron los distritos agroindustriales, como proyectos de desarrollo agropecuario, forestal y pesquero, que incluyeron actividades y servicios complementarios, tales como: procesamiento, mercadeo y servicios productivos especializados.
Se trataba de incorporar a las agroindustrias rurales, en la transformación de los productos y subproductos, que presentaran las mejores condiciones, en zonas con potencialidad de especialización de las cadenas productivas; de otra parte, mediante la aplicación de métodos participativos se promovió el Desarrollo Empresarial, que permitieron la firma de acuerdos sectoriales de competitividad, tanto a nivel general, como de carácter sectorial.
Se afirmaba, que estas cadenas, son procesos de producción y trabajo que una empresa adelanta para producir (productos, grupos de productos o sustitutos), con el fin de llevar al mercado, entregar y apoyar los productos hasta llegar al consumidor final, integrando también los procesos de posventa.
Dependiendo de su perfil y estructura, de los conflictos internos y externos, de su mayor o menor grado de integración y de su flexibilidad para lograr competitividad, se establecen los núcleos de decisión y poder al interior de las cadenas y también la posibilidad de adopción e incorporación de innovaciones técnicas, institucionales, organizacionales y de mercado, por partes de las empresas integradas a los diferentes eslabones de la cadena.