VENEZUELA, CAPITALISMO DE ESTADO, REFORMA Y
REVOLUCIÓN
Edgardo González Medina
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Por lo afirmado antes, habría que determinar un grado de explotación externa del país, sobre la base de que el ingreso territorial es absorbido solo en determinada proporción por la demanda agregada interna, es decir, por el consumo e inversión nacionalmente hecha, y sobre la base de la forma cómo se relaciona esa misma demanda agregada con el ingreso verdaderamente percibido por los factores productivos nacionales; todo lo cual nos atestiguará en nuestro análisis que el Ingreso Territorial sufragó con creces la demanda agregada, resultando un saldo de valor que no fue asimilado por el país, a través del tiempo. La oferta venezolana crearía su propia demanda si no excediera el gasto de quienes en otros territorios consumen e invierten a costa del sudor de nuestros trabajadores y empresarios.
Dicho déficit tiene un punto de arranque, y es el exceso de inversión o el aumento del ritmo de crecimiento del stock de capital por encima de la tasa de crecimiento garantizada. En el origen, la estructura técnica y económica en general se acopló a un régimen de dependencia, y en la medida que creció la inversión de capital, los mecanismos de ese régimen se hicieron mas sólidos, impidiendo el avance de circuitos económicos autónomos, verificándose, así mismo, que el volumen de valor percibido por los factores productivos internos (Ingreso Nacional) durante el período de la dictadura perezjimenista, no fue suficiente para sufragar la demanda agregada, lo cual indica que la absorción interna fue tan débil que por si misma no alcanzó a romper la dependencia del capital externo.
Ello se traduce en una variedad de observaciones de la configuración original de la estructura técnica y económica en general, tal como el alto nivel de importaciones, la estructura de éstas y del mercado externo en general, la presión sobre la estructura fiscal, los hábitos de consumo, la asimilación tecnológica vinculada al régimen de dependencia, etc. Muchas de estas observaciones han sido hechas con abundancia por una variedad de autores venezolanos.
Cuando examinamos el período perezjimenista en particular, vemos las mayores debilidades del Ingreso Nacional respecto la Demanda Agregada. Solo encontramos cifras positivas de esta relación, indicando el final del largo trecho de sacrificio operado a través de los años del régimen de Pérez Jiménez, al comienzo del período democrático, en el año 1961, sobre la base de aumentos observados del consumo promedio y otros elementos que analizaremos mas adelante. En cuanto al nivel de absorción del producto por los factores internos (demanda agregada interna), ha sido deficitaria en toda la larga serie de 1950-2005.
Como se muestra, la debilidad de la demanda agregada es creciente conforme el crecimiento del producto, medido en términos reales. Los mayores niveles de debilidad se muestran a partir de 1989 hasta el 2.005. Pero en cuánto al análisis que nos ocupa este capítulo, preguntamos: ¡Cómo puede decirse que el período de Pérez Jiménez fue una situación de bonanza, un salto en la acumulación, etc.!. Si entendemos este fenómeno, estaremos preparados para comprender el resto del proceso político operado hasta nuestros días.
Tal vez quienes presumen recordar el período de Pérez Jimenez como época de bonanza, en su mente rememoran el vacío político, la ausencia de debate de los venezolanos acerca de su vida misma, la ausencia incluso de la ideologización capitalista de los medios de comunicación propios de la democracia norteamericana, copiada mas tarde en el período democrático venezolano; y en síntesis la inercia espiritual de las mayorías trabajadoras, sometidas por la fuerza a los cambios necesarios e imprescindibles de arranque de una estructura económica y social que se adaptara a los requerimientos del gran desarrollo industrial de los EE.UU. en el epílogo de la postguerra, vale decir, un proceso típico de ajuste que requería el sometimiento de la fuerza de trabajo por los medios dictatoriales tradicionales de esa época del capitalismo, algo que no podía ser garantizado por el régimen anterior democrático y semirevolucionario del trienio 1945-48 imbuido de ideología popular y empapado en consignas antiimperialistas, un régimen político quizá algo confundido en sus estrategias y atenazado por la subcultura y el subdesarrollo, pero que movilizó y organizó a las masas trabajadoras en torno a sus intereses de clase.
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