VENEZUELA, CAPITALISMO DE ESTADO, REFORMA Y
REVOLUCIÓN
Edgardo González Medina
Esta página muestra parte del texto pero sin formato,
gráficos, tablas ni notas.
Puede bajarse el libro
completo en PDF comprimido ZIP (320 páginas, 1809 Kb) pulsando aquí
La apertura democrática seguía siendo un anhelo, pero cada vez mas presente en la conciencia nacional. El curso de esa apertura era inevitable. La magia de la guerra había fundido las ideologías en el rechazo al III Reich. Era lógico que el gobierno de Medina Angarita(1941-1945), como heredero del gomecismo, respaldara al imperialismo norteamericano en la contienda donde los países latinoamericanos eran invitados forzados. Para 1940, las inversiones yanquis ya eran muy fuertes. Venezuela ocupaba el cuarto lugar como receptora de esas inversiones, detrás de Cuba, Chile, Argentina y México. Excepto Cuba, que era una verdadera colonia yanqui, los países suramericanos, junto a México, conformaban a decir de los corredores de Wall Street, less developments countries, países de posible despegue, aunque en definitiva quedarían a la zaga del imperialismo, cada vez más sometidos con sus economías deformadas.
Durante el gobierno de Medina Angarita, la ampliación de ciertas libertades permitió una oposición ideológica y se generó una corriente adversa a la política de concesiones petroleras que pudo llevar su voz al Congreso. Medina Angarita fue un tributario de las compañías transnacionales, otorgándoles en 1944 concesiones de exploración y explotación sobre 3.755.025 hectáreas, y de explotación 625.045 hectáreas, para un total de 4.380.070 hectáreas, y en 1945 otorgó 1.367.449 hectáreas en exploración y explotación, mas 7.787.250 hectáreas en explotación, para un total de 9.154.699 hectáreas. Es decir que en los dos años se entregó a las petroleras un total de 13.534.769 hectáreas, equivalente a poco menos del 15% del territorio nacional, que se sumaron a las que ya tenían las compañías en su poder y que en parte habían abandonado, cubriendo en total aproximado una tercera parte de nuestro suelo. Se completaba así un cuadro de entrega servil al imperialismo. Las concesiones, arbitradas para 40 y 50 años, en gran parte arribaron a la década de la nacionalización (1976) sin explorarse siquiera, ya que las compañías se dedicaron a los mejores yacimientos, algunos de los cuales siguen siendo los mejores hasta nuestros días.
El ambiente para el surgimiento del partido Acción Democrática es gráfico. Desde la llegada de las petroleras una burguesía comercializadora, con origen a gusto de cualquiera, en los Belzares, la Guipuzcoana, los cafeteros de Maracaibo, los cacaoteros de Barlovento, o los especuladores urbanos, había quedado atrapada frente a cualquier avance industrializador.
Nadie ha podido afirmar una teoría firme acerca de si el gomecismo hubiese podido digerir el petróleo en medio de una Venezuela primitiva. Solo puede verificarse que comienzan a ingresar al fisco inmensas masas monetarias que construyen una maquinaria de gobierno poderosa, que en toda nuestra historia ha cambiado de manos ágiles como la trampa en una partida de ajiley28 . Gómez y sus compadres fueron los aprovechadores del maná petrolero, y ante su bárbaro poder militar no hubo burguesía dominante que opusiera fuerza alguna.
El novel partido Acción Democrática se apoya con la burguesía incipiente, aspirante a diseñar empresas que han visto en otros países, y frente a la alianza del latifundismo con el imperialismo plantea aliar el campesinado con esta pequeña burguesía. Postular el debilitamiento del régimen latifundista es en 1941 el planteamiento mas revolucionario, destinado a quebrar la forma de propiedad dominante. El latifundio, forma dominante de propiedad, era la columna principal del despotismo rural. Supuesto que entre un Estado nacionalista y las empresas externas pudiese darse una batalla final, el único y verdadero problema a enfrentar por un movimiento revolucionario era la disolución de la propiedad privada tradicional.
Sin embargo, la mitología de la postguerra, el sueño americano de triunfar sobre la vida y la muerte, la penetración del capital, y en definitiva las armas como instrumento convincente detrás de la panfletería de las capas intelectualoides inundando a la humanidad con la esperanza de un capitalismo humanista, paraliza la conciencia nacionalista de países que como Venezuela no solo buscan la paz sino que no pueden emprender una guerra.
La ideología revolucionaria, además de encontrarse con la grave realidad de la presencia imperialista, y de la carencia de un internacionalismo proletario amplio, no condicionado a la sujeción del interés de un solo país (la URSS), quedaba finalmente saturada por la ilusión de unir clases sociales antagónicas, al grado que el país no logra concebir su nacionalidad sin hondas contradicciones internas que aparecen disfrazadas de conflictos políticos circunstanciales y partidistas.
En este contexto los planteamientos sobre desarrollo económico y social coinciden en diversos grados con un modelo de tipo capitalista. La apertura hacia el empleo industrial presupone la previsión de una nueva clase propietaria, organizar la agricultura de modo que el sector se desdoble en estratos eficientes para el desarrollo urbano. Los modelos quedaban definidos por lo que no debían ser: No debían ser comunistas, colectivistas. No debían ser fielmente capitalistas, generadores de un proletariado pugnaz. En última instancia, sólo la toma de la maquinaria del Estado era un objetivo claro.
Entre 1938 y 1945 el Ingreso Fiscal creció a una vigorosa tasa de 8,62% promedio interanual, y la parte fiscal petrolera a una tasa mayor aún de 13,66%, también interanual. Para 1941 el total de ingresos del Tesoro se elevó a 359,3 millones de bolívares. La dependencia del petróleo era un hecho consumado, franco e irreversible, habiéndose cruzado la línea de los mil millones de barriles de producción acumulada. El dinero pasaba por las arcas públicas pero principalmente por las cajas de las compañías extranjeras. En 1938 éstas tienen inversiones por más de 300 millones de dólares, lo cual era una cifra muy superior a las disponibilidades presupuestarias del Estado. La suerte de un partido popular estaba echada: Un vínculo indisoluble con el Estado. Sus dirigentes constituyen en la Venezuela postgomecista hombres cultivados en la lectura de temas sobre la modernización del Estado. Modernizar, generar una institucionalidad, movilizar masas populares dentro de un orden político acordado. Todo es una tarea factible porque los dirigentes intuyen que, actualizada, la doctrina de la legalidad pasa primero por ser una idea de institucionalidad permitida, relativa a la naturaleza del modelo social, dada primero en la sociedad misma, externa en cierta forma al viejo poder ruralista ya en declinación, el anciano régimen. Intuyen que entre una organización mayoritaria que tenga el control sobre sus propios componentes y el Estado, existe una relativa sustituibilidad, una comunicación. El primer reflejo siempre fue el fomento de un movimiento constituyente, tanto en 1936 como en 1945.
Como movimiento constituyente, el partido AD pasó a ser una alternativa policlasista. Manipular los anhelos de clases interesadas en el poder económico se convierte en un arte que aprenden los adecos29 en sus asambleas de base. En el plano económico se postula la intervención estatal, la dirección del Estado, pero en lo político el policlasismo los conduce a un "laissez faire" típico del liberalismo político, muy enraizado en Venezuela desde los primeros días de la República. AD va a sobrevivir a un largo proceso de parsimoniosa evolución del Estado porque si bien el capitalismo vino gestándose, no es menos cierto que la figura de la competencia económica capitalista fue siempre lo aparente, presuponiéndose un aparato político estatal pluralista del cual ningún otro partido supo entender, mejor que AD, que no respondería sino a un desarrollo material concreto determinado por el Estado. Otros creyeron en una organización única y erraron en su concepción antidemocrática, porque dado un Estado capaz de representar las clases en ascenso no hay organización que pueda exceder en poder y coexistir con él. Mientras otros partidos juraban hallarse en un proceso de concentración económica y pugnaban por un proceso de cualquier manera de concentración política, AD luchó por el pluralismo y lo determinó en fin de cuentas. Desde su origen veremos una AD ligada a la suerte de una estructura formalmente competitiva de la economía y ligada a un acontecer formalmente competitivo de la política. Resultarán extraños los momentos en que ganen terreno dentro de la organización las tendencias mayoritaristas, y sin embargo serán comprendidas como fenómenos por los cuales se verificó la mayor concentración de poder económico en manos del Estado, en determinados momentos.
Para 1940, como se sabe, está consumada una especie de partenogénesis entre una corriente más o menos reformista de la socialdemocracia y las corrientes sujetas a la III Internacional. La primera se rebela contra la rigidez de la interpretación mecanicista de las etapas de la revolución marxista hecha por los partidos adherentes de la III Internacional, de quienes se decía no tomaban en cuenta las particulares condiciones venezolanas. La segunda, aunque fiel a la matriz de la concepción general de la socialdemocracia en Venezuela, se orientó hacia una militancia internacionalista que pasaba por el seguimiento de líneas políticas globales que muchas veces no resultaban compatibles con la realidad venezolana. Los grupos dirigentes oscilarán para siempre entre ambas corrientes, apareciendo y reapareciendo en diversas organizaciones, asociados a veces y enfrentados otras, hasta nuestros días.
El autor José Manuel Hermoso30, en un trabajo que fue la matriz de su libro ya citado expone su opinión acerca de esta división de la socialdemocracia en estos términos:
"...Desde un primer momento se produce un alineamiento de tendencias que conduce a la mayoría de los jóvenes exiliados o presos en las cárceles gomecistas, a agruparse respectivamente en torno a posiciones pro - rusas, filiales a la III Internacional por una parte, y por otra un grupo adverso que se irá acercando progresivamente a las posiciones teóricas y políticas de la resurrecta II Internacional o Internacional Socialdemócrata. La primera de estas corrientes girará en torno al liderazgo de Salvador de la Plaza, Gustavo Machado y Juan Bautista Fuenmayor y producirá un encadenamiento político integrado sucesivamente por las siguientes organizaciones: PRV (1926), PCV (1931), PRP (1936), Acción Municipal -A.M.- y PRP (1944), PCV (1946), PRV (1966), MAS (1971), CR (1971) VC (1974). Estas organizaciones estuvieron vinculadas a la III Internacional...(...)...La segunda de estas corrientes girará en torno a la figura de Rómulo Betancourt y demás firmantes del Plan de Barranquilla y producirá un encadenamiento político que se iniciará con ARDI en 1932, y continuará con ORVE (1936), PDN (1937), AD (1941), MIR (1960), ARS (1963), MEP (1967)..." 31
El viejo partido comunista formulaba en sus programas declaraciones a la manera como eran degustadas en las academias moscovitas:
"...El dominio de la burguesía capitalista ha llegado a su última etapa. El régimen capitalista se está hundiendo mortalmente herido por las propias contradicciones del sistema y por la violenta lucha de clases que de ella se deriva..."32.
Entre el PC venezolano y el, en esos momentos, grupo dirigido por Rómulo Betancourt, transcurre el debate que polariza corrientes que se rechazan. Una discusión que redundaría - como es historia - en la formación de los dos partidos que si bien delinearían una política históricamente distinta, constituirían una concepción de doble vertiente sobre el porvenir del movimiento popular venezolano.
El pluralismo partidista contemporáneo emerge - como en las células asexuadas - de esa división fundamental en la oposición. De AD se desglosarían una y otra vez corrientes que alimentarían el esquema plural, debido a que era el partido policlasista donde ocurrirían procesos expansivos de sus estratos sociales. Serían divisiones originadas en un proceso continuo de contradicciones entre las bases y el carácter de la política policlasista en cada momento de inflexión del desarrollo del Estado. Una contradicción entre la razón de masas y la razón de Estado. No tocaría al PC venezolano ni mayor crecimiento ni mayor expansión en tanto y en cuanto el desarrollo del proletariado no indicó jamás una preferencia de partido de clase, y nunca dejó el PC venezolano de ser una escuela de cuadros militantes. En su seno no fructificó la masificación por los cerrados niveles de dirigencia, diseñados para la presunta protección ortodoxa de las líneas del politburó soviético.
AD por el contrario fue una organización basada en el esquema del centralismo democrático, lo que le permitió junto a una gran participación formal de militantes, el control por la vanguardia fundadora. El poder interno descansó en esa vanguardia, conformada por personas que se intercambiaban en roles de gobierno. No existió, sin embargo, durante mucho tiempo, un camino claro y flexible a las más altas posiciones, las cuales durante décadas fueron ocupadas por una dirigencia tradicional. Las rebeliones internas fueron a la vez sublevaciones contra la estructura del Estado. AD perdió varias veces el poder entre su gente sin perderlo sobre la gente, o viceversa. El poder que subsistió siempre en las divisiones del movimiento fue el poder de la clase más dominante, socialmente considerada, aunque se verifica que dicha clase no dominó nunca la orientación del partido en términos absolutos, ni tampoco el modelo social al que servía. En cualquier caso, las divisiones partidistas fueron escisiones del movimiento popular, cuyo análisis es una tarea tan compleja como lo es la descripción de los procesos que las indujeron.
Volver al índice de VENEZUELA, CAPITALISMO DE ESTADO, REFORMA Y REVOLUCION
Volver a la BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales