VENEZUELA, CAPITALISMO DE ESTADO, REFORMA Y
REVOLUCIÓN
Edgardo González Medina
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Fue característica la organización de ejércitos para canalizar los movimientos
insurrectos en toda nuestra historia. Pero también fueron una forma de
sometimiento militar de la fuerza de trabajo, cuando ésta es obligada a aceptar
nuevas relaciones de explotación. En nuestra historia aparecen sutiles
particularidades, cuando el sometimiento no aparece como simple reclutamiento
sino por imponerse fracciones de la clase dominante en la dirección de los
movimientos insurrectos. El sometimiento no aparece así como actos forzosos de
reclutamiento sino como un proceso político que concluye casi siempre cuando
cambian las individualidades al frente del Estado, renovándose las condiciones
de explotación cuando agotadas las fuerzas productivas deben integrarse al
sistema productivo en los términos de existencia de la estructura dominante. Nuestras insurrecciones casi siempre postularon quebrar la tenencia latifundista
de la tierra. Expropiar tierras e instrumentos de producción fue un reflejo
automático de las bandas insurrectas. Para el campesino el grito de guerra podía
sintetizarse en alzarse con su machete, es decir apropiarse del instrumento de
trabajo y utilizarlo para guerrear, en una acción inicial de indisciplina
laboral. Por ello al estudiarse la normativa de orden público siempre
encontraremos prohibiciones de inmovilización de las masas trabajadoras, de los
instrumentos de trabajo, de las mercancías, e inmutabilidad de los derechos
subjetivos sobre la propiedad privada de la tierra; un modelo jurídico que debía
funcionar en todas sus partes no solo para impedir la adquisición de propiedad
sino para evitar el abandono del modelo productivo, ya que ha sido
históricamente relevante la indiferencia del trabajador rural ante el trabajo
concreto, debido a la existencia de condiciones o ventajas naturales para darse
los trabajadores sus propios medios de vida en la relativa vastedad territorial
venezolana.172 Igual reflejo productivo ante el modelo dominante tuvo la población indígena en
el siglo XVI que los esclavos fugados en el siglo XVII, los blancos criollos en
el siglo XVIII, las masas liberadas del siglo XIX, o los trabajadores que con
sus manos y su intelecto vienen desde el siglo XX iniciando y desarrollando
unidades o centros de gestión productiva y con ellas arrancan al sistema
mendrugos de pan para su mesa, aunque el proceso de estructuración de los
mercados sociales, tanto como la propaganda ideológica y alienación de los
trabajadores, hayan hecho cada vez mas restrictivas las iniciales ventajas
naturales. Hace siglos, tanto como en tiempos menos remotos, las clases trabajadoras se
unieron a los movimientos por la toma de la maquinaria del Estado, tras la
garantía de un instrumento de organización de mercados propios. Y ello trajo que
los grupos al frente del Estado han devenido como clase dominante en la medida
de haberse verificado esa organización173, y han caído en crisis cuando las
estructuras inicialmente generadas en los procesos económicos mismos, han
degenerado en mecanismos de coerción extraeconómica, destinada no tanto a
despojar a las mayorías de sus tierras o instrumentos de producción sino para
evitar la reorganización de nuevos mercados liberados de las estructuras
dominantes y obligar a la mano de obra a acudir a las unidades productivas,
hayan sido rurales, fabriles, e incluso de prestación de servicios públicos
básicos tales como ejército, policía, y otros. Dependiendo del desarrollo o
dominio técnico sobre determinadas producciones de bienes o servicios, se ha
ejercido la coerción extraeconómica, y así como el ataque fundamental
metaeconómico, en algún tiempo se ejecutó sobre territorios de gente liberada
puestos en producción, capaces de generar productos agropecuarios mediante
modelos susceptibles de coexistir económicamente con el sistema dominante,
también el ataque ha llegado a establecerse sobre la libre actividad económica
en si174 , a sangre y fuego si es necesario, y por ello el antiestado ha
definido una superficie permanentemente económica o en todo caso de lucha de
intereses económicos. Al examinarse, por último, la coerción extraeconómica,
concluimos que, naturalmente, ella se evidencia en las fases esclavistas o
feudales del modelo de apropiación del excedente, sin haber alcanzado
estabilización; pero tampoco o mucho menos - ha podido ser estabilizado bajo
un régimen de libertad relativa de contrato de la fuerza de trabajo, ya que el
proceso de liberación de contratación de la fuerza de trabajo se corresponde con
un progresivo incremento de trabajo social ( trabajo cada vez mas social),
donde la profundización de las mayorías en el dominio o experiencia sobre el
trabajo concreto implica la multiplicación de posibilidades de iniciativas
productivas y de mercado de grupos, sectores, o estratos de la sociedad, lo cual
viene a hacerse mas consciente con los modelos teoréticos revolucionarios, bien
sea aquellos que viajaron en el velamen de las ideas burguesas, o los que salían
de las galeras para promover la lucha contra les grands propietaires blancs, o
los que ingresan en variados formatos, en diversas épocas, escondiéndose de la
vigilancia de las dictaduras o de regímenes de los eternos aterrorizados con los
cambios económicos y sociales.
Historicidad del sometimiento militar de la fuerza de trabajo
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