VENEZUELA, CAPITALISMO DE ESTADO, REFORMA Y
REVOLUCIÓN
Edgardo González Medina
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Diversos autores vienen interpretando el siglo XX como un tiempo de derrota
global de la clase trabajadora, en el sentido de no haberse establecido ningún
Estado predominado por esta clase social, o una sociedad donde los modelos de
decisiones fuesen responsabilidad de dicha clase. A favor de este tesis son
posibles diversos argumentos. El siglo XX estuvo predominado por las decisiones
de los grandes centros de poder, y las guerras sometieron la fuerza de trabajo a
través de un modelo que permitió absorber la masa trabajadora y al mismo tiempo
inducirla a producir su autoderrota debido a que los triunfos de una parte
significaron la derrota de la otra, con la característica especial de que los
derrotados fueron un número excesivamente mayor que los triunfadores. Los
trabajadores han sido llevados a las guerras para defender intereses que si en
algunos casos estaban presentes dentro de objetivos históricos circunstanciales,
no es menos cierto que no formaban ni forman parte de los objetivos esenciales
de la clase trabajadora. Frente a esa tesis sostenemos que por encima de los
datos empíricos contingentes de fracasos de la clase trabajadora, su derrota
global se identifica fundamentalmente con la derrota del mundo pobre por el
mundo rico. Tanto Carlos Marx como sus principales intérpretes, sostuvieron siempre, con
razón, que el régimen capitalista por su propia dinámica, movilizaba y
desarrollaba las clases trabajadoras, y el siglo XX fue el escenario donde se
verificó la mayor identificación de los trabajadores como clase, distinguiéndose
de identidades con categorìas polìticas, religiosas, etc., que no se puede dudar
en llamar metafísicas. Los trabajadores han adquirido conciencia práctica de que
por encima de la falsa conciencia de sus nacionalidades, religiones, o sexos,
tienen una característica histórica real común. La conciencia social de los
trabajadores está dada en una práctica concreta de lucha por sus condiciones de
vida. El desarrollo de los trabajadores como clase revolucionaria debia suponer
su realización como clase explotada, desapropiada del fruto de su trabajo. El
desarrollo de la clase trabajadora como clase revolucionaria es un resultado
lógico de una práctica que algunos han interpretado como una situación de
derrota pero que es la condición para su triunfo y ascenso como clase social.
Incluso cuando examinamos el fracaso de los llamados comunismos reales,
debemos entender estos procesos como el curso del mismo desarrollo de las clases
trabajadoras. El triunfo final de los trabajadores habia sido concebido como la superación de
la crisis general del régimen capitalista. Esta crisis habia sido pronosticada
por Carlos Marx como el resultado de una caida general y sostenida de la tasa de
ganancia, lo cual implicaba que todas las fuerzas productivas debian estar
empleadas, vale decir, absorbidas totalmente por el sistema productivo. En tales
condiciones, el déficit de la remuneración de equivalentes del valor aportado al
proceso productivo por los trabajadores, y apropiados y despilfarrados por los
detentadores de los medios productivos, induciría inevitablemente la caida
general de la tasa de ganancia. El esquema de Marx es, por supuesto, la
situación lógica o teórica; en la práctica no es un requisito la absorción total
de las fuerzas productivas, sino que basta examinar la capacidad del sistema
para absorber las partes no empleadas, lo que ha conducido a establecer dicho
en términos del lenguaje de la ciencia termodinámica- una baja entropía de esas
partes no empleadas. De esta forma se ha concluido en la escasa probabilidad de
que grandes masas de trabajadores de los paises pobres y atrasados, puedan ser
empleadas en un proceso de desarrollo capitalista. Se ha calculado que para
cerrar las brechas económicas y tecnológicas entre los paises altamente
desarrollados y los paises atrasados, se requeriría que estos crecieran a altas
tasas sostenidas durante mas de un siglo mientras los primeros no crecieran.
Esto solo seria posible si aislamos el mundo pobre del mundo rico, estableciendo
circuitos productivos y mercados completamente desconectados de cada mundo. Al
respecto, concedemos que no es una posibilidad absoluta, pero afirmamos que es
una posibilidad relativa, y que una racionalidad propia común del uso de los
recursos por parte del mundo pobre, que le permitiera producir y sufragar la
demanda de lo que está en capacidad de absorber, no haria mas pobre a este mundo
pobre sino lo haria mas rico. El mundo pobre tendría que abrirse a si mismo, no
al mundo rico. Por el contrario, la globalizaciòn planteada por el mundo
desarrollado sostiene que el mundo pobre se abra al mundo rico y se cierre a si
mismo. Lo que tendría que hacer el mundo pobre sería aprovechar las
incalculables posibilidades de empleo de sus recursos y el crecimiento de su
propia tasa general de ganancia, independiente relativamente- del movimiento de
la tasa general de ganancia del mundo rico. En tales condiciones es posible
romper la identidad de la derrota del mundo pobre con la derrota de los
trabajadores, y, por el contrario, se identificará el ascenso de la clase
trabajadora con el ascenso del mundo pobre. Basta ver la adaptabilidad de los
trabajadores que emigran del mundo pobre al mundo rico y en éste desarrollan
medios de vida superiores y capacidades incluso superiores a los trabajadores de
ese mundo rico, para entender que el ascenso de los trabajadores podria darse en
un entorno de desarrollo que ha resultado imposible en el mundo pobre, el cual
entre otras características posee una estructura socio-económica predominada por
grupos dominantes rabiosamente excluyentes que concentran la propiedad y la
riqueza en proporciones con relación a los trabajadores- superiores a las
verificadas en el mundo rico. Podríamos establecer con datos ciertos que la
tasas de explotación de los trabajadores en el mundo pobre son superiores a las
tasas de explotación en el mundo rico. El mundo pobre, por consiguiente, no
solamente tendrìa que asumir ua racionalidad propia de circuitos productivos y
mercados propios, sino una transformación de las relaciones entre los
detentadores de los medios productivos y los trabajadores que en el menor de los
casos garantice el mejoramiento progresivo de la posiciòn histórica relativa de
los trabajadores.
La derrota global de la clase trabajadora en el siglo XX
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