VENEZUELA, CAPITALISMO DE ESTADO, REFORMA Y
REVOLUCIÓN
Edgardo González Medina
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Los signos neoliberales de la variante populista están desnudos, a la vista de
todos. En primer lugar, el neoliberalismo general establece como premisa la
separación analìtica entre la esfera de lo social-polìtico y la esfera de lo
económico. Su planteamiento inicial pareció un propósito aséptico en nombre de
la ciencia, preguntándose los teóricos y respondiendose al propio tiempo, sobre
el carácter cientìfico de las leyes o recurrencias de la ciencia económica.
Hasta los marxistas ortodoxos, para quienes el capitalismo poseìa de suyo leyes
económicas que revelaban no solo la explotación sino su inevitable crisis y
caìda, vieron este intento aparentemente ingenuo, como un nivel de discusión
donde se podía coincidir. Al fin de cuentas, al socialismo se le habian
formulado también supuestas leyes como producto de las disquisiciones de la
Academia de Ciencias de la URSS. Se alegó en los primeros trabajos neoliberales la recurrencia de ciertos
fenómenos tales como la inflación de precios producida por el aumento de la masa
monetaria, aunque Keynes lo habia negado años atrás argumentando que este
aumento de precios solo se verificaba en condiciones de pleno empleo. En el
fenómeno económico nadie habia negado, sin embargo, la existencia de
consecuencias específicas, dadas unas determinadas condiciones. Hasta los más
antiguos trabajos sobre economía habian señalado elementos sistémicos de los
cuáles no se podia dudar, tales como la imposibilidad de duplicar el valor del
producto con la sola duplicaciòn proporcional del valor de los factores
empleados en producirlo. A través de los años fueron agregándose nuevas
relaciones que permitìan predecir acerca de las consecuencias lógicas de una
situación dada de otras variables económicas. La economía habia entrado a las
academias científicas con honores. Pero el neoliberalismo conduce
utilitariamente el ya establecido carácter científico de la economía, para
concluir que la predicción económica debia dejar de lado causas extraeconómicas
entre las cuáles incluyó arbitrariamente un amplio conjunto de características o
factores constituyentes del fenómeno social. Este ataque estaba dirigido
fundamentalmente contra el marxismo, quien habia convertido el fenómeno
económico en el basamento de todo el edificio de la sociedad, dando por sentado
que no existian fenómenos económicos puros, sino que se trataba de fenómenos
socioeconómicos. Marx habia desfetichizado la economía política, desenmascarando
el carácter positivista del fenómeno económico, revelando que la mercancía podia
en efecto ser el dato económico mas concreto con que nos encontrábamos, pero que
este dato opacaba tras de si las relaciones esenciales que debian ser
evidenciadas mediante el análisis económico-social. Marx entonces habia
postulado partir del dato de la población como el más concreto: El intercambio
de mercancías no era una relación entre cosas sino entre hombres. Todo lo que
pasaba en el mundo de las cosas en realidad pasaba en el mundo de las relaciones
humanas. El neoliberalismo desarrolla desde los años 80 la tesis de presevar
incontaminada la esfera de lo económico; y todas las variantes reformistas
tecnocráticas, lo han intentado desde diferentes ángulos. La variante populista
hizo lo propio, pero al contrario de la otra variante, que colocaba la primacìa
de lo económico sobre lo social-polìtico, el populismo invirtió la relacion
colocando lo político en primer lugar, logrando a la postre el mismo fin del
neoliberalismo general que era la fragmentación. El régimen de Hugo Chávez ha
sido muy explìcito en este punto: Cambiar el modelo de dominación política y
luego hablar de lo que pasa en la economía, lo cual se traduce en una práctica
de sustitución de nuevos grupos polìticos en el lugar de los anteriores grupos
dominantes. Todos sus esfuerzos han estado encaminados a incrementar el sistema
polìtico predominado por el Estado y minimizar la capacidad de decisiones
económicas de las mayorías. En segundo lugar, el neoliberalismo general establece como premisa la necesidad
de dejar que los miembros de la sociedad compitan por obtención de la riqueza.
La vertiente reformista-tecnocrática interpreta esta premisa bajo la óptica de
las actividades económicas, logrando como se sabe una lucha cotidiana entre
grupos sociales que se disputan a cuchillo las posiciones en los mercados de
productos, trabajo y dinero, hasta llegar a prácticas despóticas al detal en
nichos económicos o sectoriales. La vertiente neoliberal del populismo hace lo
suyo pero lo hace en consonancia con su modelo de separación de lo económico y
lo político, promoviendo la lucha por la riqueza en el escenario del Estado,
logrando que los grupos sociales se disputen a cuchillo los beneficios,
privilegios y prebendas del Estado, sometiendo de paso por este medio a la
disidencia polìtica, tal como sucede bajo el régimen de Hugo Chávez. En tercer orden, el neoliberalismo general postula la primacia de una relación
social básica entre dos clases opuestas, de propietarios de los medios de
producción por una parte y los asalariados portadores de la fuerza de trabajo
por la otra. No caben en esta relación los estratos sociales medios presentes en
las democracias tradicionales. Ello entraña la pulverización de las
organizaciones civiles de la sociedad que cumplen roles de mediación, tales como
sindicatos, partidos polìticos, gremios profesionales, federaciones
estudiantiles, etc. La sociedad polìtica para el neoliberalismo es una instancia
difusa casi sin sentido que opera subsidiariamente al Estado, dadas las
relaciones económicas fundamentales necesarias y suficientes para la realización
del modelo. La vertiente reformista-tecnocrática interpreta esta premisa como la
exigencia de adaptabilidad de los grupos sociales a un modelo de producción y
distribución que juzgan único y óptimo, capaz de extinguir inevitablemente
cualesquiera de otras formas coexistentes. La vertiente populista interpreta lo
suyo como la asunciòn por el Estado de todas las formas corporativas necesarias
para dar respuesta a las demandas de los grupos sociales mediante la
estandarización de los requerimientos que juzgan suficiente para el equilibrio
del sistema, optándose entre la conservación de la masa del ejército industrial
de reserva y la asignaciòn del nivel de subsistencia a cierta parte de la
sociedad, por un lado, y la promoción de un volumen de asignación por debajo del
nivel de subsistencia a toda la población mediante la disminución del promedio
de riqueza de los ciudadanos en general, por el otro. Ambas opciones, en todo
caso, se han verificado bajo el régimen de Hugo Chávez, manifestándose en el
incremento de la tasa de desapropiación directa del excedente económico a los
trabajadores, como ya se ha demostrado en capítulos anteriores. En cuarto orden, el neoliberalismo general postula la desarticulación del Estado
tradicional que habia venido creciendo en sus variables económicas desde la
postguerra de la II Guerra Mundial. La variante reformista-tecnocrática
interpretó esto como la necesidad una privatización masiva de las funciones
económicas del Estado, aunque en la realidad solamente fueron privatizadas en
diferentes países las actividades susceptibles de generar altas tasas de
ganancia por medio de la liberación del precio de los bienes y servicios
producidos bajo formas monopólicas o cuasimonopólicas, aventajadas éstas además
por la expulsión de otras ofertas en el mercado que antes se sostenían en
subsidios y ventajas fiscales que el neoliberalismo exigia eliminar
radicalmente. La variante populista neoliberal hizo su interpretación en variadas y
curiosamente originales formas, desde la promoción de empresas mixtas que dotan
a la parte privada de funciones fiscales o parafiscales, verbigracia el caso de
las actividades que recaudan formas tributarias como las Tasas por Servicio
(formas concesionarias de prestación de bienes y servicios), hasta la promoción
de actividades cooperativas de trabajadores que cambian las condiciones de
seguridad salarial y de seguridad social inherentes al asalariado, por la
percepción de una cuota de beneficio de subsistencia derivada de los beneficios
de sociedades cooperativas que atienden actividades de mínima rentabilidad de
capital. La variante populista además concibe un modelo de simbiosis con las
empresas transnacionales que entraña no solamente la desarticulación técnica de
las actividades económicas en manos del Estado, sino la desarticulación social
derivada de la promoción de una clase de empleo laboral dependiente de
condiciones particulares y hasta extranacionales de los trabajadores, muchos de
los cuáles son reclutados en otros países en condiciones ajenas a las normativas
laborales, y una clase de propietarios amparados en el ejercicio compartido de
la función pública que subsiste no solo como forma cultural en el nuevo contexto
semiprivado, sino en el hecho de que la mixtura económica provee regularmente de
economìas externas a las unidades de explotación protegidas por este sistema. Otra forma mas original aún de desarticulaciòn del Estado, experimentada bajo el
régimen de Hugo Chávez, es la ruptura de la unidad del Tesoro Público en
detrimento de la estructura fiscal-presupuestaria,por medio de la generación de
un sistema de asignación de recursos públicos no sometido a control fiscal,
dependiente directamente de la cúpula del Poder Ejecutivo. Esto induce a que la
propuesta privatizadora de la variante reformista-tecnocrática devenga bajo la
vertiente populista en un fenómeno de quiebra o desahucio de las actividades
organizadas del Estado, tales como Institutos Autónomos, Empresas,
Corporaciones, Gobernaciones y Municipalidades, reorganizándose bajo formas de
contigencia sin personeria jurídica, tales como fondos temporales de
transferencias directas, misiones, y asignaciones extraordinarias eventuales a
los presupuestos regionales y locales a través de la poderosa empresa Petróleos
de Venezuela, a la manera del modelo postsoviético donde pocas empresas, como la
Gazprom, pasaron a dominar por su poder económico el resto de las decisiones del
Estado. En quinto orden y no menos importante, el neoliberalismo sostiene unas premisas
definitorias de libertad económica que de poderse realizar no implican
precisamente un régimen de políticas públicas, sino al contrario, un régimen de
ausencia de políticas públicas. En este sentido la vertiente
reformista-tecnocrática hace corresponder el abandono de las polìticas públicas
con el proceso de privatización de las actividades económicas del Estado y al
amparo de la liberación de los mercados de productos, dinero y trabajo, a las
fuerzas de la oferta y la demanda, implicado asi mismo la apertura de la
estructura económica a la libre movilidad internacional de los factores
productivos, especialmente de los capitales monetarios. Por su lado, la vertiente populista ante esa noción general del neoliberalismo
acerca de la libertad económica, no desmonta en realidad los mecanismos
económicos del Estado, pero si colocamos su desempeño econòmico en el plano de
las teorías del crecimiento o el desarrollo, no coincidirá con nada coherente,
ni siquiera cercano a un modelo de planificación coercitiva o indicativa del
desarrollo, típico de un modelo de economìa centralizada. La planificación en los ultimos años ha sido llevada al absurdo, en el sentido
del número de planes formulados sin atención siquiera de las necesarias
evaluaciones de los planes previos, y en el sentido de poner en vigencia leyes
de supuesta participación popular en la planificación, cuyas caracterìsticas
abruman literalmente cualquier intento veraz de planificación exitosa,
terminando por predominar el centro de asignación de recursos que es la cúpula
del Poder Ejecutivo. Son deplorables los ejemplos donde algunos planes o
proyectos son decididos sin concierto previo aparente, en medio de una alocución
mitinesca del Presidente de la República en rol de caudillo medieval. De manera que como en otros ordenes, la vertiente populista del neoliberalismo
promociona solo la libertad de acción económica arbitraria de la cúpula del
Poder Ejecutivo, sin percibirse una noción coherente de algún tipo de desarrollo
económico buscado por medio de los mecanismos del Estado. Los mejores planes, o
los proyectos realizados por el régimen bonapartista, fundado éste en la
vertiente populista del neoliberalismo, en realidad han sido planes y proyectos
que descansaban en las gavetas de los escritorios de gobierno desde hace mucho
tiempo y algún funcionario improvisado los rescató y le colocó su autoría sin
rubor ninguno. La sociedad, sin embargo, percibe que lo que pasa bajo la vertiente populista
del modelo neoliberal de la misma manera pasó bajo la vertiente
reformista-tecnocrática del mismo, es decir una conculcación del modo de vida
anterior donde captaba que las decisiones económicas se tomaban con relativa
apertura o transparencia y eran sometidas casi siempre al escrutinio y la
crítica, y sobre todo que se sustentaban al menos las principales - en teorías
del desarrollo pivoteadas en el poder económico del Estado. La vertiente populista abroquela sus decisiones económicas -en correspondencia
con su modo de separación de lo económico y lo político - tras el discurso
polìtico, denunciando su crítica como intentos meramente políticos de oposición,
defendiéndolas bajo una doctrina de seguridad pública que propicia la inhibición
y autocensura del individuo y en especial de los grupos de intereses. Esta
defensa opera en forma inconsciente en correspondencia con una realidad
incontrovertible, y es el hecho de que si bien es cierto que el modelo
neoliberal podría operar con alguna legitimidad en condiciones donde el Estado
haya sido reducido, no posea la riqueza ni esté comprometido con la distribución
de ella, no es menos cierto que en nuestro paìs es inviable, por no decir
ridículo, plantear que solo por medio de un azaroso y complejo proceso que
culmine en forma exitosa el desmontaje económico del Estado podría iniciarse la
por demás también difícil tarea de hacer viables las premisas del modelo
neoliberal. Un proceso que solo podría ver luces desmontando el modelo de
producción petrolera estatal, pero ¿Quién convence a un venezolano que el
petróleo debe pertenecerle a monopolios privados?. Solo bajo sutiles y engañosas
prácticas podría obtenerse ese resultado.
Los signos opacos del modelo neoliberal populista
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