VENEZUELA, CAPITALISMO DE ESTADO, REFORMA Y
REVOLUCIÓN
Edgardo González Medina
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Durante las décadas que separan la reaparición de los partidos políticos,
alrededor de 1930 y 1940, y el hito de sus mayores crisis que puede cifrarse en
1998, había predominado una divisiòn tradicional de las clases populares entre
la izquierda radical y los sectores reformistas de la socaldemocracia,
intervenida dicha relación con los movimientos ascendentes y descendentes de
sectores derechistas y socialcristianos. La línea maestra de la socialdemocracia
era la de garantizar un desarrollo continuo del Estado que permitìa suponer
hasta a los menos avisados, que operaría finalmente un tránsito de los
contenidos del poder pùblico hacia la esfera de la sociedad, bajo formas de
organización colectiva. Contrario a este curso aproximadamente natural de la
sociedad venezolana, operaron diversas tendencias entre las cuales se
destacaron, y fueron reducidas, las aventuras militaristas. El golpe militar
había dejado de ser un recurso estratégico. . La contrariedad ideológica mas influyente, sin embargo, operando sin cesar en el
fondo, fue siempre la de distracción de los objetivos auténticamente
democráticos por la ficción o ilusiòn de alcanzar el status del modo de vida de
los EE.UU., vale decir, la soluciòn modernizadora de las clases que pensaban
podían alcanzarla, ignorando los desequilibrios y desigualdades sociales
crecientes. Ello trajo en forma inmediata una especie de encumbramiento de
estratos medios que en su carrera de progreso modernista no otearon con claridad
las debilidades que dicho proceso estaba generando en los estratos más bajos y
numerosos y de quienes en ùltima instancia dependería la dominante formación
económica e incluso política de la sociedad. El estrato medio, llamado a orientar y dirigir la sociedad, no generó una
controversia de clases, pero por ello lamentablemente abstrajo de la masa global
de trabajadores un componente intelectual y crítico comprometido con el
desarrollo de un modelo social integrador que pudiera colocar a trabajadores
manuales e intelectuales en una misma posición frente a la tendencia de la
desigualdad y desapropiación característica del capitalismo. Las clases trabajadoras resultaron segmentadas transversalmente, como un cuerpo
al que le cortan la cabeza. A finales del segundo gobierno de Rafael Caldera en
1998, la campaña de Hugo Chavez tomó como bandera entre otras consignas
revanchistas- vengar los desaires que la superestructura dirigente de clase
media habia hecho de los sectores mas populares. La relación directa
líder-masa fue intentada con bastante éxito, tal como en otras experiencias
bonapartistas sumamente conocidas. El bonapartismo es una experiencia que ha tenido éxito en casi todas partes del
mundo al menos una vez en la vida de las sociedades, y generalmente una sola vez
debido a los resultados desastrosos que casi siempre ha dejado. Identificando el
bonapartismo como dictadores militares populares, podemos poner como ejemplo
Hitlert, Mussolini, y en menor medida Franco, en Europa. En América Latina cumplieron una primera fase de dictaduras populares los casos
de Perón en Argentina, Rafael Leonidas Trujillo en la República Dominicana,
Anastasio Somoza en Nicaragua, Fulgencio Batista en Cuba, Duvalier en Haiti, y
otros que pudieran asemejarse, que terminaron como dictaduras militares
tradicionales, debiendo incluirse también los regímenes de Velazco Alvarado en
Perú y Hugo Banzer en Bolivia. Solo el peronismo desarrolló un movimiento
polìtico de largo plazo que accediò nuevamente al poder al adaptarse a las
reglas de la democracia pluripartidista y representativa. Venezuela nunca habia
experimentado el bonapartismo debido al desarrollo de los partidos polìticos. El bonapartismo chavista impuso entonces una división emergente de las clases
populares. La extrema desapropiación de los trabajadores había creado un
mayoritario sector de pobreza extrema que venía siguiendo el modelo
lìder-masa. A él se adscribieron grupos de dirigentes de la izquierda
tradicional que habían claudicado en el camino sus ideas revolucionarias y que
optaron por el ejercicio acrítico del poder, en muchos casos para beneficio
personal. Los numerosos grupos populares que siguen el proyecto bonapartista
constituyen lo que Carlos Marx llamó en su momento el lumpen proletariat, un
subproletariado sin conciencia de clase al que tanto Marx como Lenin atribuyó no
solo un carácter reaccionario sino obstáculo peligroso para una formación
revolucionaria. El bonapartismo chavista no tuvo ni tiene alianza con ninguna
clase social revolucionaria específica, y su referencia simbólica es el pueblo,
que como sabemos es una palabra que parece decir mucho pero no dice nada.
Frente a ello, fuerzas de derecha han venido aumentando su número y absorción de
grupos populares, configurando una alternativa contestaria, conscientes de que
al final tal vez podrían declarar su coincidencia con el bonapartismo chavista
en el objetivo de liquidar el modelo de la socialdemocracia y especialmente el
modelo revolucionario, intento que sin embargo ya fue infructuoso en Chile,
Brasil, y Uruguay, por poner algunos ejemplos. En Venezuela la socialdemocracia, por muy poco desarrollada y sobre todo poco
declarada, y además traicionada y abjurada, sostiene hasta ahora su arraigo
popular en la masa de trabajadores organizados, y en todo caso su liquidaciòn
histórica es una pretensiòn poco probable, como lo atestigua su actual vigor en
todas partes del mundo. El modelo bonapartista en Venezuela podría proponerse
impulsar un poder unilateral, y alternativamente un sesgo de doble vertiente con
las fuerzas de la derecha confesional; pero ese predominio será imposible
mientras exista la socialdemocracia en sus diversas corrientes.
Nueva división de las clases populares
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