VENEZUELA, CAPITALISMO DE ESTADO, REFORMA Y
REVOLUCIÓN
Edgardo González Medina
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Entre 1988 y 1998, las clases trabajadoras venezolanas estuvieron moviéndo sus
expectativas con relación al Estado. Ello tuvo una lògica inflexible. En la
medida que el Estado parecia desvanecerse en una ausencia de políticas públicas
tradicionales, proceso impulsado por los cultores de la moda neoliberal, los
trabajadores se veían obligados a diseñar respuestas adaptativas episódicas y
emergentes cada vez. El reflejo inicial de los trabajadores venezolanos habia
sido siempre cerrar filas a favor del Estado, pero la aparición de programas
serios de desmontaje de los mecanismos del poder, moviò a los trabajadores a un
escenario social mas amplio, caracterizado por relaciones mas directas que
sustituyeran la vieja mediación del Estado. Distintos sectores sociales a partir
de 1988 se agrupan en torno a diseños contra el Estado. En realidad lo que se
hace es rescatarse de ya recorridas teorìas expuestas dentro de la sociedad de
los EE.UU, las ideas de descentralización, de democracia participativa, etc.,
expuestas en los años setenta por autores como John Naisbitt en su obra
Megatendencias. Los requerimientos esenciales a una fase de traslado del poder
del Estado hacia la sociedad pieza clave de la estrategia de la
socialdemocracia venezolana- lejos de ser asumidos con una teorìa
revolucionaria, y sobre todo ideas propias al medio venezolano y a la medida de
sus horizontes, fueron impuestos con ideas ajenas y propias de una sociedad que
como la de EE.UU es altamente indiferente ante los cambios insospechados de
carácter social y polìtico, los cuales son rehuìdos masivamente cuando amenazan
la estabilidad de su Constitución y la ideosincracia representada en el American
Way of Life. Las clases mayoritarias habían dado un respaldo inequívoco a las propuestas de
rehabilitación del poder del Estado en 1993, y no obstante las polìticas
pùblicas de los primeros años del gobierno de Rafael Caldera, los sectores de
izquierda ya acomodados en el poder, se dejaron llevar por la inercia del modelo
neoliberal. A finales de 1998, la candidatura de Hugo Chavez prometía lo mismo
que la de Caldera en 1993: La Reforma Constitucional propuesta por el documento
Mi Carta de Intenciòn con Venezuela, de Rafael Caldera, para introducir los
referendums revocatorio, abrogatorio, y aprobatorio, suma pequeñoburguesa de la
teoría de la democracia representativa, así como otros elementos de reforma, es
presentada en el programa de Hugo Chavez con la propuesta de Asamblea
Constituyente. Al iniciarse el proceso constituyente, los nuevos gobernantes tienen como
peocupación principal desmontar el Congreso Nacional, donde no contaban con una
mayorìa que les permitiera sostenerse en el poder. El movimiento de Hugo Chavez
habìa sido anatemizado tanto, y tenìa sobre sí tan máximas exigencias de
sectores revolucionarios, que calculaba con bastante certeza que serìan
derrocados en el primer año del ejercicio presidencial, y por tanto debìan
apoderarse raudamente de las instituciones tradicionales, comenzando por el
Congreso, órgano que además designaba la Corte Suprema de Justicia, la
Contralorìa General y la Fiscalìa General. El proceso constituyente absorbiò
contenidos sueltos aquí y allà de personas y grupos bie intencionados, pero para
el régimen solo fue un elemento estratègico de control del poder. Se convoca la
elección de sus diputados en forma de una planila colectiva a favor del gobierno
y unos cuantos personajes independientes y de oposición. La elección deviene en
una mediaciòn tradicional. Los electores no participan activamente del proceso
constituyente, salvo ir a votar por la planilla del gobierno, confiados en el
discurso de actualidad. Al instalarse la Asamblea, no se piensa en absoluto la
coexistencia con el Congreso Nacional, sino que éste es disuelto, convirtiendo
la Asamblea en una Constituyente Originaria sin legitimidad originaria.
Concretado el golpe de Estado, se instalan los diputados constituyentes con una
mayorìa casi absoluta del gobierno (solo tres diputados independientes), pero ni
siquiera dicha mayoría le es ùtil para convocar a la poblaciòn al proceso
constituyente, sino que se encargan entre ellos de seleccionar comisiones que
asumen la redacción de la nueva Constitución, con alguna que otra asesoría
eventual e individual. Al final se produce una reediciòn de la Constitución de
1961, mas extensa, con la sola novedad de la materia de derechos humanos y de
los referendums populares. Se introduce el concepto de Poder Electoral y de
Poder Ciudadano en una forma muy deficiente, ya que su designaciòn depende
como en otras épocas del Poder Legislativo. Los diputados constituyentes se
solazan en el capítulo relativo a las atribuciones del poder Ejecutivo, y en
especial del Presidente de la República, consagrando la reelección inmediata, la
extensiòn del perìodo a seis años, y otras que congraciaban al Presidente Hugo
Chavez. Aunque pudo discutirse una revolución en el sistema federal o de
descentralización, en todos los casos lo que se hizo fue dotar a los órganos
pùblicos de mayores o menores competencias, obviando el propósito principal de
quienes durante décadas venìan luchando por la reforma constitucional: Trasladar
el poder del Estado a la sociedad, a las organizaciones colectivas, a las clases
populares. El nuevo régimen, sin pudor se asume como una nueva representación,
una nueva mediación. Hugo Chavez y su comando cívico-militar no tuvo la menor
idea de cómo cambiar el marco jurìdico del capitalismo, como tampoco lo ha
tenido acerca de como cambiar el modelo capitalista. El golpe de Estado pacífico
bien podía pasar a la historia con el titulo de aquella crítica de Marx al
fraude popular que significó Napoleón III, y en este caso llamarse El 18
Brumario de Hugo Chavez.
Una nueva mediación
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