VENEZUELA, CAPITALISMO DE ESTADO, REFORMA Y
REVOLUCIÓN
Edgardo González Medina
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El llamado modelo neoliberal es un menu al gusto del cliente. Algunos señalan
como su esencia la consigna de la libertad económica, entendida como
liberación de las fuerzas del mercado, reducida practicamente a la libertad de
los oferentes para fijar precios de los bienes y servicios en la concurrencia,
lo cual en los países latinoamericanos significa realmente la potestad de unos
cuantos monopolios para fijar los precios de los intercambios internos y
externos. Pero más que fijar los precios, se trata de imponer un modelo por el cual se
aumente a los trabajadores la carga de la explotación económica, vale decir que
los dueños del capital intensifiquen su capacidad de aprovechar el excedente
económico. No es un sistema realmente avanzado, sino que responde a los
requerimientos de una tasa de ganancia promedio empresarial para los capitales
de inversión. No existe criterios determinados con arreglo a los cuales se suponga que se
producirán los intercambios mercantiles, toda vez que las mercancías no tienen
que expresar el precio de las otras mercancías, con excepción del dinero y de la
fuerza de trabajo, que son las únicas mercancías que podemos con seguridad
considerar que se producen internamente en un sistema. Aunque sea discutible, la
llamada ley de la Oferta y la Demanda, desde hace mucho tiempo parece mas una
anarquía; y en su carácter presunto de ley natural deviene irracional. De esta forma, tres elementos son determinantes subyacentes del precio de los
bienes y servicios: La tasa de ganancia promedio realizada, la tasa de interés,
y el nivel de los salarios. Como es fácil suponer sobre la base del análisis que
venimos haciendo, los dos primeros elementos se encuentran apuntalados por las
innumerables economías externas que aporta el Estado a la estructura económica.
Su intervención en el sometimiento de las condiciones de la fuerza de trabajo a
los requerimientos de la tasa general de ganancia, ejerce su influencia sobre la
mediatización de las aspiraciones de las masas trabajadoras. El nivel de empleo,
y con ello la remuneración del trabajo, no siquiera responde a un criterio de
desarrollo por el cual dicho nivel sea aquel suficiente o necesario para
producir una determinada ocupación de los factores productivos. En los últimos
años, no puede considerarse con seriedad la existencia en Venezuela de modelo
alguno de desarrollo, sino un devenir mas o menos espontáneo de políticas
públicas que tienen como objetivos fundamentales consideraciones
extraeconómicas. En estas condiciones, se favorece el ambiente para la
permanencia de las llamadas políticas neoliberales, conscientes o inconscientes,
evidentes o veladas. Desde 1999 al 2.005, dos indicadores protuberan señalando un vacío dramático en
el desarrollo. Ellos son la tasa regresiva en el Producto Interno entre 1999 y
2003 que induce una tasa reducida del 1,3% en el período 1999-2005, y la
propensión al Ahorro, cuyo promedio interanual calculado a precios reales, es el
mas alto de la larga serie 1950-2005. Podría haberse esperado estos resultados
si pensamos la brecha tan grande acumulada por tanto tiempo entre el Ahorro y la
Inversión, y entre la trayectoria real de la inversión y su trayectoria de
crecimiento garantizado, lo cual se manifiesta en el hecho de que entre 1999 y
2005 la distancia entre la inversión de crecimiento garantizado y la inversión
real efectuada es también la mas notable de la larga serie. La economía venezolana, ante la imposibilidad de la brecha entre la oferta y la
demanda con un aumento de inversiones autónomas u ocupación de factores
productivos suficientemente grande para alcanzar la trayectoria de crecimiento,
desembocó en la opción del deterioro de las metas, experimentando una progresiva
disminución de programas de desarrollo suficientemente dinámicos como para
llenar espacios de ocupación autosustentables. La absorción interna del ingreso
ha llegado a uno de sus mas bajos niveles. El aspecto secular de la economía, que es la brecha entre la oferta y la
demanda, ya es una franca observación sobre la cual no parece haber respuesta en
los dirigentes del momento, que se llaman a si mismos revolucionarios. Los
déficits históricos ya los pudimos observar en los cuadros C.21 y C.22
anteriores, revelando que en los últimos siete u ocho años años la absorción
interna del ingreso no ha progresado, arrojando un déficit que en térinos
absolutos es el segundo de mayor magnitud de la larga serie. La mentalidad del
supuesto régimen revolucionario parece no intuir que mientras menores son las
inversiones en una economìa que genera un gran ingreso, mayores son los niveles
de transferencia de valor al exterior, recibiéndolo el odiado imperialismo wasp.
No parece existir una comprensión, en términos de la teoría revolucionaria, de
las formas esenciales en que tal imperialismo se nutre, es decir, el
aprovechamiento del excedente económico producido en las economías pequeñas,
oculto en las transacciones mercantiles, especialmente los tradicionales
intercambios de materias primas por productos manufacturados. Hay que suponer
que durante el período que corre entre 1999 y 2.005, en el gobierno no ha
existido comprensión del fenómeno económico en términos de la teoría
revolucionaria.
EL Modelo Neoliberal oculto
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