VENEZUELA, CAPITALISMO DE ESTADO, REFORMA Y
REVOLUCIÓN
Edgardo González Medina
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La pugna electoral a la que no llegó Pérez como Presidente, estaba planteada
para diciembre de 1993 con un nombre propio, el de Rafael Caldera, cuyas
ambiciones de ejercer por segunda vez la Presidencia de la República vienen
agitando al país desde hace tiempo. Caldera, al salir de su primera Presidencia
en 1974, se dedicó a preparar su retorno, reviviendo su fatum de eterno
candidato presidencial. Al pasar diez años, en 1983, como lo establecía la
Constitución Nacional de 1961, no habia dudado en llevarse por delante a sus
propios discípulos en el partido COPEI, para imponer su candidatura, que resultó
derrotada abrumadoramente por Jaime Lusinchi. Al llegar la campaña de 1988,
intentó nuevamente ser candidato de su partido, pero el más avezado de sus
discípulos, Eduardo Fernandez, había tomado el control de COPEI y logrado la
candidatura, suscitando la airada abstención electoral del expresidente
socialcristiano. Carlos Andrés Pérez derrotó a Fernandez, mientras Caldera, a
quien parecía atormentarle figurar en la historia en un plano secundario, se
dedicó a agitar a sus seguidores para preparar una nueva campaña. Jugaba tal vez
en su estrategia el convencimiento íntimo adquirido en la larga comunicación
personal con Betancourt -, de la necesidad de prolongar el proceso político
democrático burgués y postergar hasta donde fuese posible la agudización de las
contradicciones de clase. A estas alturas de la historia, Caldera venía a la
retaguardia de la estrategia socialdemócrata, cuyos conceptos parecían haberle
invadido o haberle interiorizado adaptándolos a un pensamiento que llamaríamos
socialcristianismo nacionalista, por decir algo, ya que el fundador de COPEI mas
que ideólogo fue en su vida política un líder pragmático con algunas ideas
sagradas e intocables, principalmente las relacionadas con los intereses de la
Iglesia Católica en el campo de la educación y la cultura, y el sometimiento a
la política internacional de la Curia Vaticana.147 Caldera y Betancourt habían coincidido desde finales del primer quinquenio de
Carlos Andrés Pérez, en el intento de liquidar a éste políticamente, a cuyos
efectos diseñaron el juicio político contra él en el Congreso Nacional en 1979
por el caso de la compra fraudulenta de un barco mercante, que no le afectó como
estaba planeado.148 Un día luego del golpe de Estado del 4 de febrero de 1992, encabezado entre
otros por Hugo Chávez y Francisco Arias Cárdenas, Rafael Caldera en medio de la
oratoria condenatoria de los sucesos en el Congreso Nacional, pronuncia un
discurso justificando moralmente el movimiento militar y con ello conquista para
su campaña las simpatías populares de las fuerzas de izquierda y de los
militares golpistas. En el desarrollo de la campaña presidencial de 1993 logra
la adhesión de estos partidos y la tolerancia de la dirigencia de los líderes
militares presos, quienes debieron suponer la promesa del sobreseimiento o
indulto. La historia nos dirá algún día si hubo un grado de intervención de
Caldera en los prolegómenos del golpe de Estado de 1992; ya que mucho se ha
comentado en estos años y un velo de misterio se ha tejido en relación a este
punto. Se tiene mayor sospecha, sin embargo, de su intervención en el desarrollo
de la estrategia jurídica utilizada para destituir y juzgar en la Corte Suprema
de Justicia a Carlos Andrés Pérez, por el uso de fondos del presupuesto de
seguridad y defensa la llamada partida secreta -, en actividades políticas en
Nicaragua. Cuando gobierna Pérez por segunda vez, en medio de un país convulsionado y
desorientado, solo un hombre como Rafael Caldera pudo haber tenido presente las
palabras de Betancourt en 1978, en discurso pronunciado en un acto de respaldo
al candidato Luis Piñerúa Ordaz, cuando señaló en clara alusión a Carlos
Andrés Pérez -, que la democracia venezolana sería fortalecida solo cuando un
Presidente pudiera ser juzgado, destituido y llevado a la cárcel, como por esos
días había ocurrido con Nixon en los EE.UU. Pérez no fue juzgado en la
oportunidad en que quiso Betancourt, pero la idea había quedado allí149.
La destitución de Pérez en 1993, y con ello el comienzo del calvario de AD, no
tiene explicación en el golpe de Estado de 1992, como quisieran hacerlo ver
algunos románticos chavistas. Tiene mas fuerza explicativa el hecho de las
debilidades del sistema político y sobre todo el proceso de contramarcha
histórica que la socialdemocracia había tolerado, es decir la feroz pugna por
desmontar los mecanismos del Capitalismo de Estado, donde lógicamente interviene
el hecho de las luchas de las clases mayoritarias por un mayor control del
proceso de inversión y distribución de los recursos del Estado.
En nuestra visión del proceso de desarrollo político venezolano, Rafael
Caldera no interpreta los intereses de las clases populares, sino mas bien
se enajena a los intereses de la Burguesía, percatada ésta que la apertura
económica planteada en el paquete económico del llamado Gran Viraje la
liquidaría.Aterrorizar a la débil dirigencia política y apartar a Pérez
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