BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales
 

 

VENEZUELA, CAPITALISMO DE ESTADO, REFORMA Y REVOLUCIÓN

Edgardo González Medina

 

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Epicrisis de la concentración

La burguesía venezolana no programó el aplastante triunfo de Carlos Andrés Pérez en 1973 como una oscura maniobra. El grupo emergente que ya había hecho entrada con Rafael Caldera, promocionó su candidatura para que ganara con holgura, y diseñaron una campaña inédita a través de los medios de comunicación social, empleándose por primera vez técnicas publicitarias de alto formato, pero no advirtieron que congregar una mayoría de población votante era una forma de manifestación de clases populares explotadas, y no, como podía ocurrir en EEUU, Inglaterra, Francia o Italia, una reunión con un difuso significado clasista donde coincidían disímiles estratos sociales donde quien gana expresa un triunfo genérico del sistema democrático. En Venezuela, las fuerzas proletarias se cierran a favor del Estado, más que en beneficio del carisma de un líder o partido determinado. Por muy superficial que fuese la propaganda política, las clases explotadas entresacan de la esencia del programa político el pensamiento acerca del uso que hará el partido o candidato de los recursos del Estado.

Al producirse el mayoritario triunfo, la Burguesía percibe súbitamente que han colocado a las clases explotadas en mejor posición frente al poder. Carlos Andrés Pérez en uno de sus primeros discursos como Presidente declara certero: “Esta puede ser la última oportunidad de la democracia”. El apoyo popular masivo era en el fondo un triunfo antidemocrático. En los primeros momentos la lucha política apareció clausurada, trasladándose a un escenario más consciente de lucha de clases. La capacidad de financiamiento del Estado arrojaba una primera pregunta clave: ¿Para qué seguir promocionando una economía privada si el Estado puede proveer sus propias empresas con tanta o mas eficacia que las existentes ?128.La definición de un Capitalismo de Estado, subyacente en las tesis del viejo partido socialdemócrata, estaba a la vuelta de la esquina, y con ello aparecía la postergada beligerancia entre el poder político y un poder económico hoy mas que nunca evidenciado débil y aparente.

La Burguesía emergente introduce el proyecto de drenaje de los dineros del Estado hacia la iniciativa privada, incluyendo modelos de relaciones obrero-patronales. Ello permitía, según advierten algunos, apartar del Estado el problema de los intereses de las clases explotadas. La dirigencia del sistema otea en los rincones buscando un planteamiento de equilibrio, una fórmula capaz de conservar el régimen democrático sin defraudar absolutamente la voluntad popular, pero resistiéndose al ulterior desarrollo del Capitalismo de Estado. Se reproduce la desesperación, ya observada en el régimen de Medina Angarita, por dar salida a cuantiosos capitales monetarios en manos del Estado. De nuevo tendrán que emerger programas casi sadomasoquistas de disolución de la riqueza, una suerte de actuación de magos escolares que desaparecen una paloma dentro de un pañuelo, movidos por una especie de mística convicción de que hay que empobrecernos porque pobres pasamos menos hambre. El largo estertor del pluralismo tradicional, que correrá desde 1975 hasta ahora, es acompañado por las plañideras que a través de la historia han considerado casi un pecado intentar despegarnos del subdesarrollo o el atraso, y de superar esa polarización entre una encumbrada clase y un mayoritario perraje sin estratos sociales medios. La igualación al mas bajo nivel social llegaría mas tarde a ser incluso una consigna supuestamente “revolucionaria” del movimiento chavista.

El partido AD aclara iniciales posiciones. Corrientes internas disputan con grupos burgueses por el futuro control de la propuesta de economía mixta. Desde diversos ángulos internos y externos a AD, se abre un debate alrededor de la participación de esa burguesía emergente que influye en la política económica. La revista Proceso Político, publicación universitaria que nace especializándose en la denuncia de este grupo emergente, define la situación con términos muy exactos:

“...A nuestro modo de ver, la contradicción entre el partido Acción Democrática y el gobierno de Carlos Andrés Pérez es la dominante en el período actual, y se manifiesta de diversas formas...(...)...El polo dinámico ha estado en la conducta del gobierno. Si bien Rómulo Betancourt y Raúl Leoni fueron gobernantes que funcionaron (sic!) en perfecta armonía con la burguesía (…) no se plantearon intervenir directamente en la situación de la burguesía y en las relaciones entre sus diversas facciones...(...)...Carlos Andrés Pérez desarrolla…(…)…una política dirigida a conquistar a los sectores mas dinámicos de la burguesía, a presentar a Acción Democrática y a su propia candidatura como salida para esos sectores...(...)...Sin embargo, esa convergencia política no bastaría para explicar las especificidades de la situación del actual gobierno. El elemento clave, a nuestro juicio, es el cambio en el interior de la burguesía, la emergencia de un nuevo sector que pugna por conquistar la hegemonía del conjunto de la burguesía....(...)...Esta nueva fracción tiene nuevos representantes y algunos de los antiguos burgueses pasan a integrarse a ella; básicamente se caracteriza por participar con carácter de asociados y no de meros subordinados en el capital monopolista internacional. Pero no solo hay que considerar esta asociación que unifica la práctica de la acumulación capitalista internacional, sino también que esa vinculación se hace en un estado particular de desarrollo monopólico signado por la constitución del capital transnacional. Es decir, el proceso de surgimiento de una nueva fracción no es más que el propio desarrollo de la acumulación capitalista, producto de dos procesos convergentes: a) la transnacionalización del capital monopólico internacional; y b) un sector interno con el dinero y la audacia suficientes para intentar dirigir el conjunto de la burguesía y de la sociedad venezolana en este período. Jurídicamente esta convergencia se expresa en la forma del capital mixto, el privado nacional y el internacional, sea a través del aporte en dinero, sea a través de patentes, contratos de asistencia tecnológica, etc., sea por medio de la tenaz figura de los testaferros. Fácilmente nos podemos explicar la audacia de estos apóstoles del billete, en un país petrolero como Venezuela; lo que requiere una explicación adicional es el de los montos de dinero de magnitudes asombrosas, necesarios para la aventura de una nueva forma de asociación. Aquí surge la tercera pata que le faltaba a la mesa: la política del Estado. En efecto, este sector, para emerger, va a necesitar un modo fácil de acumulación de dinero-capital y la principal palanca es la del Estado, con grandes sumas a su disposición, provenientes del negocio petrolero...(...)...Por otra parte, a este sector, que por medio del Estado realiza su acumulación fundamental, no le interesa debilitar a dicho Estado, sino por el contrario, fortalecerlo en este período...”.


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