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VENEZUELA, CAPITALISMO DE ESTADO, REFORMA Y REVOLUCIÓN

Edgardo González Medina

 

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Se cierra el ciclo de la estrategia de estabilización democrática.

AD entregó el gobierno al partido COPEI en 1979, al ganar Luis Herrera Campins las elecciones, dándose una vez más la alternabilidad democrática en niveles más altos de desarrollo político.125 Cinco años antes, el triunfo de AD en las elecciones de 1973 fue espectacular, y ocurre paralelo a una fase de progresiva concentración de capital en manos privadas que se inicia en los finales del gobierno de Rafael Caldera pero que no tenía un significado importante sino hasta que comienza a ingresar al Estado una corriente vertiginosa de capitales monetarios provenientes de la venta de petróleo, al dispararse los precios en el mercado mundial, que despierta las ambiciones mas agudas de grupos de la burguesía que disputan el control de la nueva riqueza. AD diseña una estrategia de alianza con ciertos grupos de esa burguesía para ganar las elecciones en 1973, guardando entre sus próximas medidas la nacionalización de las operaciones petroleras y un programa de reinversión de los nuevos capitales en rubros manufactureros de la producción de bienes y servicios, garantizándose en manos del Estado las producciones básicas o estratégicas, lo cual expresaba el programa casi universal de la socialdemocracia reformista. El grupo aliado, por su parte, a cuya cabeza se encontraba el banquero Pedro Tinoco, diseña un modelo de altas decisiones económicas que caracterizaría una estructura de economía mixta basada en una superorganización de empresas estatales que al bajar desde los rubros básicos o estratégicos delegaban a la iniciativa privada la explotación de rubros derivados, un modelo que hasta donde se sabe se parece mucho al modelo chino de Zeming, fuente de inspiración a la vez de algunas propuestas en el sistema cubano, y que al parecer hoy día inspira los soliloquios de Hugo Chávez, ignorando que sus sueños se parecen a los de aquel pontífice de la burguesía y pionero neoliberal que fue Pedro Tinoco.

El triunfo de AD en 1973 es absoluto. El partido cae en el hoyo de la concentración del poder nuevamente, por segunda vez desde 1945, en un momento en que la fuerza de trabajo actua positivamente en un proceso de concentración de las fuerzas productivas en manos del Estado. Los procesos de sometimiento de la fuerza de trabajo a los cambios en el modelo productivo, habían sido siempre conflictivos, pero en estos momentos de 1973 la fuerza de trabajo subestima el proceso de decisiones políticas bajo la expectativa de maximización de su propia intervención en un proceso de decisiones económicas prometidas con la Nacionalización de la riqueza petrolera y la mixtura de la economía.

No obstante, viejas anatemas se ciernen en el recuerdo. AD había propuesto en el fondo de todas sus tesis una especie de Capitalismo de Estado en una economía y política formalmente competitivas, pero más que como teoría se le presenta la necesidad de resolver en los hechos una situación que parecía llegarles por sorpresa. El pluripartidismo había dado el frente a las presiones externas en medio de una estructura social donde existían clases burguesas nacionales y donde existían partidos políticos de izquierda que postulaban un cambio revolucionario. La vigencia del pluripartidismo parecía haber tenido sentido en la medida que no había sido posible una concentración de fuerzas productivas en manos del Estado, y ahora el poder político y el económico se trasladaban absolutamente al mismo campo, dónde no solamente tenían ingerencia los grupos de la burguesía sino una numerosa clase media mas o menos proletarizada, mejor preparada, capaz de asumir los retos administrativos que hicieran falta para controlar el uso colectivo de la riqueza en manos del Estado, organizada en los partidos AD y COPEI principalmente, y en sindicatos, federaciones sindicales y gremiales, universidades, y variadas asociaciones. Se arribaba a una situación pragmática, sin pistas ideológicas visibles, una especie de paradero histórico de millares de venezolanos que se sentían capaces de administrar un Estado rico y poderoso a favor de sí mismos.

Frente a ello, los grupos de la Burguesía como es lógico cifran sus estrategias de aprovechamiento económico, pero también comienzan a advertir la correlación de fuerzas que amenazaba su tradicional posición de privilegio en las relaciones de poder. Lo que tienen al frente es un problema social de hondas repercusiones. Las clases explotadas no son en este momento capas de famélicos obreros recién llegados del campo o un campesinado analfabeta, sino una mezcla mas o menos ciudadana o urbana de población altamente informada, con un mínimo de instrucción primaria o secundaria, millares de trabajadores sindicalizados, unas Fuerzas Armadas cuya oficialidad proviene de esas mismas clases explotadas, etc. Se trata de tiempos en que parecen concluir los resultados de la estrategia de estabilización democrática pluripartidista, corto proceso de mas o menos quince años, que había conquistado a la burguesía y cautivado a las fuerzas de la derecha en general, con el enfrentamiento al partido comunista y sus aliados, y había neutralizado las mas recias presiones imperialistas, mientras emergía subyacente una sociedad mucho mas capaz de contradecir las propias condiciones económicas de donde había surgido y de asumir el control de su destino, y sobre todo de superar ese ideal de la Burguesía, que venía siendo impuesto como el ideal de la sociedad venezolana, de conciliar la clase explotadora con la clase explotada mientras en el seno de cada clase, pequeños, medianos o grandes grupos luchaban ferozmente entre sí.

El triunfo electoral de 1973 refuerza la organización política en un escenario diferente. La Burguesía no podrá desconocer el triunfo masivo, siéndole posible mitigar el choque de clases con un respaldo decidido al gobierno, al grado de iniciar una avanzada al interior del partido, participando juntos, adecos pobres con adecos recién inscritos provenientes de estratos sociales altos, con la propuesta de acompañar un modelo modernizador de la sociedad, para lo cual se ofrecían en calidad de intelectules directores del proceso o al menos coductores. Los cambios en la percepción del proceso político, e incluso del proceso histórico, serían prioritarios para disolver de una vez por todas la pugna subyacente de las masas partidistas por un proceso de apropiación proletaria de las condiciones de producción, dominadas éstas por el carácter estatal de los medios productivos y el condicionamiento de la explotación monopolística estatal de la riqueza petrolera, minera, petroquímica, y de una variedad de bienes y servicios.

La fuerza de trabajo, en toda su integridad histórica, organizada circunstancialmente en el hito electoral, aparecía sin velos, amenazante, atemorizando a una Burguesía que había sido incapaz de concretar un modelo productivo propio medianamente exitoso.

Frente a esta disyuntiva, AD no llega a concebir un frente nacional capaz de aplanar el vasto movimiento llenando los espacios políticos necesarios y asumiendo el reto del cambio social. Permite, o no puede impedir, que el gobierno comienza aliado a un grupo emergente de la Burguesía, y a nivel del Estado el partido queda casi excluido, como un símil histórico de la exclusión del Partido Comunista del Pacto de Punto Fijo, con la diferencia de que si la exclusión del Partido Comunista tuvo en aquel momento un sentido pragmático, y constituyó un hecho al cual Betancourt sacó el mayor provecho para concretar la estrategia de estabilización pluripartidista, para el gobierno de Carlos Andrés Pérez la exclusión de su propio partido fue una concesión inútil a la Burguesía, en función de una contramarcha histórica que por demás no terminaría exitosamente, al menos en forma directa, como se verá mas adelante. Si bien el gobierno hace alianza con un grupo emergente de la Burguesía, modernizador, mas tolerante de las políticas sociales de tipo keynesiano y a efectos del modelo de expansión de la demanda efectiva; había sin embargo una especie de defecto imperceptible en el establecimiento de unas relaciones de poder a espaldas de la organización partidista, y era el hecho de no contar con que la burguesía venezolana, parasitaria y facilista, era un aliado inútil para conservar los altos fines de un Estado democrático y carecía de vocación y preparación política. Ello se trasluce en el propio hecho de hacer de Carlos Andrés Pérez su conductor, convirtiéndole en un dirigente carismático para las masas pero sin el lustre académico o el matiz intelectual de los líderes burgueses. Era tomado como conductor de la burguesía tragado pero no masticado. No fue una novedad, en verdad, si recordamos que la clase dominante hizo de sus conductores al rústico Páez o al anafalbeta Juan Vicente Gómez, mientras a sus espaldas hacia mofa de sus imperfecciones.

El partido AD aclara progresivamente posiciones, y variadas corrientes internas pugnarán con los grupos de la burguesía emergente por el control de esa incipiente, y de corta vigencia, mixtura económica, iniciada en el gobierno de Carlos Andrés Pérez. La organización aparece una vez más sustraída en apariencia de la aguda lucha de clases, pero ésta sigue su curso sin distingo de colores partidistas. Este proceso de mixtura económica había ocurrido, sin embargo, progresivamente desde 1958, y había trasladado a las relaciones sociales privadas pequeña parte del problema planteado al Estado como protector del bienestar social. Había convenido a la burguesía que el Estado se ocupara de las clases populares, incluyendo una dirección plural del proceso político. La renovación del modelo de mixtura económica se plantea ahora en 1973 porque el multitudinario apoyo al Estado experimentado con el triunfo de Carlos Andrés Pérez, en medio de una elevación de la concentración de riqueza en manos del mismo Estado, colocaba en emergencia a la Burguesía, a quien parecía no importarle ahora enfrentar directamente la responsabilidad de buena parte del conflicto de clases si ello entrañaba la autoridad sobre la disposición y aprovechamiento de la enorme riqueza petrolera; todo con tal de conjurar el enorme desplazamiento popular al interior del Estado.

Las diversas organizaciones políticas fueron afectadas con este triunfo. El pluripartidismo apareció liquidado. Los partidos se reducen al inmovilismo. Comienza imperceptible un proceso de declinación de los partidos políticos con breves momentos de recuperación, que conducirá, al final, al desenlace de las elecciones de 1998 con el triunfo de Hugo Chavez.


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