Am�rica Latina Hoy
�Y Hasta Cu�ndo?

Iv�n Ureta-Vaquero
C�sar Calvo

 

 

La crisis de 1929 y sus consecuencias.

Como ocurri� en el comentado caso peruano durante la d�cada de 1890, tras una crisis se pueden desencadenar procesos conducentes a un desarrollo industrial. Concretamente la gran depresi�n de Wall Street, coincidi� con una coyuntura de ascenso capitalista en la regi�n latinoamericana. En algunos pa�ses como Colombia, este impulso lleg� a culminar en 1956. Tras este momento se comenzaron a plantear algunos de los problemas propios del modelo de ISI (Sustituci�n de Importaciones) hasta el momento de llegar a la gran crisis latinoamericana de los ochenta, coyuntura que coincidi� con el auge de las econom�as de los llamados �tigres� asi�ticos de los que tambi�n hablaremos m�s adelante.

Obviamente con la ca�da de la bolsa norteamericana los mercados latinoamericanos se vieron afectados. Con la ca�da de los precios de los productos primarios, los mercados latinoamericanos sufrieron y esta coyuntura provoc� que entre 1929 y 1932, el valor de las exportaciones se redujera en un 50% en diez pa�ses latinoamericanos para los que existe data, como indica Bulmer-Thomas (2003:232). Previamente a esta coyuntura y durante los treinta primeros a�os que dura la fiebre agroexportadora basada en criterios comerciales coloniales heredados del siglo XIX fue l�gica la pr�ctica inexistencia de una tramado institucional aut�nomo capaz de imaginar el presente y el futuro de las rep�blicas latinoamericanas. Como indica Artal Tur (2004) a partir de los a�os 30 y como consecuencia del agotamiento del modelo exportador, Am�rica Latina tuvo que pensar en una salida m�s independiente de los shocks externos. Es por ello, por lo que a partir de la tercera d�cada del siglo XX, se asign� un papel m�s importante a la demanda interna agregada, como elemento capaz de proveer un crecimiento econ�mico regional, buscando la industrializaci�n aupados por una pol�tica de ISI. El est�mulo de la demanda interna agregada ser� uno de los caballos de batalla de algunos te�ricos latinoamericanos como Celso Furtado. Sin embargo, esta idea no se evidencia a�n hoy en Am�rica Latina continu�ndose con el pensamiento exportador.

La obsesi�n exportadora fue fomentada desde las mismas constituciones de las rep�blicas. De acuerdo con Ashworth (1952:77) �los gobiernos locales no quer�an, muchas veces, promover los fundamentos de industrias mecanizadas que pudieran competir con las importaciones provenientes de las metr�polis�. Esta premeditaci�n proveniente de los grupos que no s�lo controlaban el comercio sino tambi�n las instituciones muestran en qu� medida el devenir hist�rico de las j�venes rep�blicas se hipotec� desde su origen. Obviamente, esta escasa visi�n de tecnificar la agricultura y de invertir productivamente en nuevas industrias, o lo que es lo mismo, la falta de Optimizaci�n de Recursos Internos, favorecida a su vez por una escasez de pensamiento e identidad nacionalista, provoc� que en cuanto el mundo restringi� su mercado a las exportaciones latinoamericanas, el modelo exportador de materias primas comenz� a sufrir las consecuencias y estas consecuencias fueron en su gran parte derivadas en forma de costo a las clases sociales productivas debilit�ndolas. A�n as�, los esfuerzos por especializarse en algunos rubros del sector primario fueron insuficientes.

Debido a sus caracter�sticas de pa�ses exportadores de materias primas e importadores de productos manufacturados dentro del un clima econ�mico liberal, la posici�n de los pa�ses de la regi�n presentaron una d�bil capacidad negociadora en las plazas internacionales ya que su participaci�n en la oferta mundial era m�nima. Obviamente, el per�odo entreguerras no fue el mejor para unas econom�as que no hab�an tendido tradicional ni culturalmente a ORI. En el caso de haberlo hecho, su situaci�n coyuntural y su futuro hubiera sido muy distinto. Esta incapacidad negociadora se recrudeci� durante este per�odo. Obviamente, siguiendo f�rmulas antiguas basadas en el mercantilismo, la crisis financiera internacional provoc� que los pa�ses industrializados blindaran sus mercados de la competencia y de este modo se crearon bloques comerciales de car�cter discriminatorio en los que los tratados bilaterales de car�cter proteccionista provocaron el agudizamiento de la crisis econ�mica y financiera mundial tal y como indic� Balassa (1965 y 1967). Este shock externo fue lo que provoc� que a partir de 1930 en Am�rica Latina se comenzaran a ver algunos destellos de industrializaci�n. Pero como podemos ver, esta corriente que busc� el est�mulo de la demanda interna, se desarroll� por motivos extr�nsecos, lo que sin duda representa un principio de acci�n d�bil desde el punto de vista de la sostenibilidad.

Debido al cambio de signo en la econom�a mundial, ya en las primeras d�cadas del siglo XX podemos observar ciertas restricciones de las caracter�sticas que los estados olig�rquicos latinoamericanos mostraron desde su origen. Esta nueva coyuntura que se iba dibujando en los inicios del nuevo siglo provoc� comenzar a observar una apertura �aunque peque�a- pol�tica y econ�mica en los pa�ses de la regi�n. Como dice Lewis (X?) �si bien muchos pa�ses latinoamericanos pod�an haber sido descritos en la d�cada de 1840 como grandes econom�as de subsistencia y como sociedades de castas, para la d�cada de 1920 en todos lados las econom�as se hab�an monetizado, las oportunidades econ�micas eran m�s diversas y obviamente la sociedad estaba estructurada en clases�. Las nuevas configuraciones sociales, pol�ticas y econ�micas, cansadas de varias d�cadas de injusticias y desigualdad de oportunidades se pudieron observar muy bien, por ejemplo, en la oposici�n contra el porfiriato mexicano que finalmente cay� en 1911 tras treinta y cuatro a�os de hegemon�a. De todos modos, en otras zonas de Am�rica Latina no se apreci� un movimiento de la entidad del mexicano, al menos, durante la primera d�cada del siglo XX.

Las fuerzas movilizadoras mas importantes del cambio social en varios pa�ses fueron el nacionalismo y la exigencia de una mayor participaci�n en las decisiones por parte de una incipiente clase media fundamentalmente urbana. Si bien es cierto que este movimiento no se dio con fuerza en todas las rep�blicas, el caso de la administraci�n de Batlle Ord��ez para Uruguay y el asenso al poder de los Radicales en Argentina y los gobiernos de Alessandri en Chile, muestran esta tendencia. Estos movimientos fueron muchos m�s discretos en aquellos pa�ses con una mayor diversidad �tnico-cultural. As� desde esta perspectiva de an�lisis quiz� los pa�ses que m�s se pueden estudiar dentro de estas corrientes reformistas son Argentina, Chile y Argentina. Concretamente, en un momento previo, en 1853, las constituciones de Argentina y Colombia se colocaron a la vanguardia mundial en cuanto al liberalismo que propusieron. Con todo el sufragio se introdujo en Argentina en 1912 independientemente del grado de instrucci�n y del nivel econ�mico como indica Lewis siguiendo a Rock (1989).

En Chile durante el per�odo entreguerras el n�mero de votantes se duplic�, mientras que en M�xico el incremento fue espectacular; en 1910 se acercaron a las urnas 20.000 votantes mientras que en 1934 se alcanzaron los dos millones de votos. Cada pa�s latinoamericano tuvo por tanto su particular forma de evolucionar en cuanto a su textura institucional. As�, en la coyuntura de entreguerras, de igual manera que en Am�rica Latina la econom�a respondi� de forma extr�nseca cuando la crisis financiera golpeaba a todo el mundo, la pol�tica tambi�n sigui� ese rumbo comenzando as� a ver los primeros vestigios de populismo. Ese nacionalismo provocado por circunstancias extr�nsecas favoreci� la aparici�n de alianzas entre las cu�les se comenz� a desplegar un discurso antiliberal y anti- internacionalista. La aparici�n de la Alianza Popular Revolucionaria Americana, es un ejmplo. Economistas como Mario Bunge criticaron el modelo econ�mico vertido al exterior, a la vez que otros intelectuales como Mari�tigui continuaron alimentando esta tendencia.

La reforma del estado era una necesidad. Se sent�a. La coyuntura internacional provoc� ese sentimiento nacionalista buscador de una nueva realidad social, pol�tica y econ�mica, en la cual, el estado deber�a tener un papel activo y organizador. Por este motivo, estas nuevas ideas fueron captadas por militares, bur�cratas e industriales supuestamente convencidos de que no se pod�a seguir con el modelo exportador y que por lo tanto era necesario promover y estimular la demanda interna. Intereses grupales al fin y al cabo que utilizaron las necesidades sociales como recurso para crear un nuevo rumbo de la estructura institucional que proveyera un nuevo marco de control hacia el interior. Eso es en definitiva el germen del populismo: un juego hip�crita que se nutre de las necesidades de una sociedad que cree en soluciones r�pidas y en los golpes de suerte.

De esta forma, un nuevo estado podr�a participar de una forma m�s activa en el mercado de factores en las vertientes de regulador y productor. Esta participaci�n m�s activa de las instituciones favorecidas por una supuesta sana intenci�n de recuperar el tiempo perdido en materia de ORI, dispusieron a su vez de una ventaja para gestionar en nombre del cambio y del nacionalismo, unos pa�ses colocados a su merced. Se crearon los bancos centrales, proliferaron instituciones financieras, agencias de cr�dito, compa��as de seguros, la banca comercial, etc. As� nos encontramos en la clara frontera que separa el estado olig�rquico del olig�rquico-populista.

En su gran mayor�a las econom�as de la regi�n se recuperaron de forma m�s o menos din�mica de los efectos de la depresi�n. En s�, como indica Bulmer-Thomas (2003:246) �las pol�ticas adoptadas para estabilizar las diversas econom�as, como respuesta a la depresi�n, pretendieron restaurar a corto plazo el equilibrio interno y externo. Sin embargo, inevitablemente tambi�n tuvieron repercusiones a largo plazo en aquellos pa�ses en que afectaron de manera permanente los precios relativos�. Esta mejor�a influy� de forma directa en la imagen de eficacia que proyectaron los gobiernos en plena fase de reconstrucci�n moral y actual. Como siempre, las cifras macroecon�micas fueron empleadas para justificar el buen y acertado gobierno desplegado. El problema habitual que no suele revelarse es que la pol�tica econ�mica basada en ISI en realidad no busc� ni foment� de forma directa la industrializaci�n. Incluso, de acuerdo con Lewis, el aumento interno de la producci�n industrial fue tan s�lo una parte del proceso. (1)

En Am�rica Latina durante la d�cada de los treinta se pensaba que ni la demanda externa ni los mercados internacionales de capital se recuperar�an. Esta visi�n puede explicar las l�neas ortodoxas sobre las que se desarroll� la pol�tica econ�mica en base a la protecci�n de algunos de los tradicionales exportadores de la regi�n. Esta tendencia cambi� de signo cuando en 1936 la pol�tica econ�mica se aventur� a proponer acciones consideradas m�s hetedoroxas, tratando con cierta audacia de sacar provecho de las relaciones internacionales, enarbolando la soberan�a econ�mica y la eficacia del estado.

Las predicciones de los analistas pol�tico-econ�micos de Am�rica Latina no se cumplieron. La volatilidad de los mercados financieros por un lado, la ayuda de los gobiernos extranjeros en la defensa de los intereses de sus empresas que operaban en la regi�n por otro o las crecientes disputas internacionales provocaron serios problemas para varios de los �reformados� reg�menes. En este contexto surgieron tres modelos de estados. Lewis muestra a un primer grupo de estados que siguieron un modelo Gerschenkroniano fundamentado en la dial�ctica nacionalista, ensalzando recursos conceptuales como la ideolog�a o el proyecto nacional, buscando as� la relevancia de las capacidades aut�nomas del estado por ser eficaz.

La segunda categor�a de pa�ses estar�a compuesta por aquellos gobiernos que modificaron tan s�lo algunos elementos, siguiendo casi con exactitud el dictado de los tres principios de Foster de cambio institucional. Por �ltimo, y en tercer lugar, aquellos que renunciaron a una gran parte de su soberan�a para adaptarse de una forma m�s flexible a un contexto internacional en franca recesi�n. Brasil, Chile y M�xico podr�an incluirse dentro del primer grupo. En este caso, M�xico y Chile fueron los dos pa�ses de Am�rica Latina que fundaron instituciones oficiales que con el tiempo se convertir�an en agencias de desarrollo. El segundo grupo de pa�ses lo integran Argentina y Colombia. En ambos casos, durante los a�os cuarenta se produjo una ola de violencia pol�tica en Colombia y en 1946, para el caso argentino el peronismo represent� una ruptura. Por �ltimo, Nicaragua y Cuba fueron los mejores representantes de la tercera categor�a de pa�ses. Durante este per�odo se pudo comprobar como en Am�rica Latina, el incremento del ingreso a trav�s de la inversi�n no puede hacerse efectivo sin que se atiendan a compromisos proteccionistas.

La CEPAL, naci�n dentro de esta filosof�a que se debat�a entre las propuestas librecambistas y modelos heterodoxos anclados en una intenci�n clara: generar un pensamiento pol�tico-econ�mico latinoamericano capaz de diagnosticar y resolver con herramientas propias las peculiaridades de la regi�n. As� en 1951, la CEPAL desarroll� uno de sus primeros an�lisis titulado �Estudio econ�mico de Am�rica Latina de 1949�. Se demostr� la existencia de dos tipos de desarrollo. Uno de ellos el de enclave. Este tipo de desarrollo estaba completamente desvinculado de la sociedad donde opera. La tecnolog�a es puesta al servicio de un sector estrat�gico y su actividad pr�cticamente no interfiere con el resto de la econom�a del pa�s, la cual se mantiene en sus constantes. El otro tipo de desarrollo era el exportador, donde toda la econom�a est� al servicio de este objetivo, siendo por ejemplo Argentina uno de los principales pa�ses que asumen este modelo de crecimiento abierto.

Con todo, independientemente del modelo de participaci�n internacional, en toda Am�rica Latina, incluido Brasil, se desarrollaron casi sin interrupci�n, pol�ticas librecambistas con un escasa intervenci�n de las instituciones p�blicas. Esto evidencia la incapacidad de negociaci�n del aparato estatal en materia de pol�tica econ�mica. Los aranceles cumplieron casi siempre un rol fiscalizador, pero m�s all�, no se observan en el per�odo evidencias relacionadas con la protecci�n de los mercados internos o con una visi�n industrializadora.

Esta falta de visi�n industrializadora real signific� que, aunque hubo, intentos por aprovechar una situaci�n internacional en crisis, no se lograron romper los esquemas de la econom�a colonial basada en la exportaci�n de materias primas. De este modo, el modelo de ISI fracas� por un fallo cultural y actitudinal de origen que provoc�, que en la ansia de demostrar la eficacia de la gesti�n de los supuestamente reformados y reformadores gobiernos posteriores a 1930, se obsesion� con mostrar resultados macroecon�micos que respaldaban la ficticia visi�n de una bonanza econ�mica y social nacional. Con estos modelos de gesti�n pol�tica y econ�mica se siguieron acentuando las diferencias capital-provincia, comenz�ndose a gestar una macrocefalia, un centralismo, que con el paso de las d�cadas ha representado uno de los principales problemas de este tipo de pa�ses. Esta aparente modernizaci�n se hizo a costa de la mayor parte de la poblaci�n de Am�rica Latina. As� la sociedad tuvo que pagar los costes de este tipo de gesti�n. El gran fracaso de la ISI fue en realidad la incapacidad de generar una clase media como se�ala Grunwald (1964:304) al decir que �el �xito en la sustituci�n de importaciones en los pa�ses con una distribuci�n de rentas muy desigual, est� ligado b�sicamente a los grupos de ingresos medios�.

Teniendo en cuenta este marco hist�rico-econ�mico, a continuaci�n observaremos la evoluci�n de Am�rica Latina en el marco posterior a la segunda guerra mundial. La coyuntura que se analizar� mostrar� la herencia de los modelos de pol�tica econ�mica que fueron desarroll�ndose de forma dependiente de los shocks externos.


1. Se recomienda el estudio del cuadro VII.4 elaborado por Bulmer-Thomas (2003:250) para el an�lisis cualitativo de las fuentes de crecimiento durante la d�cada de 1930 en Am�rica Latina.


Google
 
Web eumed.net

 

Volver al �ndice de Am�rica Latina Hoy �Y Hasta Cu�ndo?

Volver a "Libros Gratis de Econom�a"

Volver a la "Enciclopedia y Biblioteca de Econom�a EMVI"