Dr. Rogelio Martínez Cárdenas
Universidad de Guadalajara
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En fechas recientes se ha empezado a considerar la incorporación de factores de
carácter social como la religión para explicar el crecimiento económico. En este
trabajo se busca hacer un recorrido panorámico por las distintas escuelas de
pensamiento del desarrollo económico, para después ver como es concebida la
religión por la economía y concluir con una rápida visión de cómo es concebido
éste por la doctrina social de la iglesia católica.
Este texto fue presentado como ponencia al
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ECONOMÍA Y RELIGIÓN
DOS VISIONES SOBRE EL DESARROLLO ECONÓMICO
Los primeros estudios sistemáticos y por lo tanto considerados como formales de
la ciencia económica aparecen tanto en Francia como en Inglaterra a lo largo del
siglo XVIII, ya que “la economía política como ciencia, se inicia en una época
en que los cimientos del capitalismo industrial eran ya muy firmes.”(Roll, 1980)
Sin embargo, es hasta la década de los 30’s del siglo pasado con el trabajo de
Colin Clark que se inician los estudios sobre desarrollo económico bajo la
concepción actual, dónde se pretende explicar los factores que influyen para que
una economía alcance cierto nivel de maduración y como se ve reflejado éste
hecho en el nivel de vida de la población.
Los primeros estudios sobre el desarrollo económico a los que se les ha
denominado “teorías del desarrollo temprano” hacían énfasis en que los países
latinoamericanos, asiáticos y africanos se encontraban en una etapa de
subdesarrollo con respecto a las naciones europeas, y que era sólo cuestión de
tiempo para que los primeros alcanzaran el mismo nivel de desarrollo que los
países europeos. Es decir, el desarrollo era concebido como un proceso lineal
compuesto por diferentes etapas. Entre los principales representantes de este
pensamiento se encuentran Alexander Gerschenkron (1953, 1962) y Walt W. Rostov
(1960)
Autores como Hollis Chenery, Simon Kuznets e Irma Adelman entre otros se
opusieron a la concepción lineal del desarrollo que se habían popularizado, y
arguyeron que efectivamente existían patrones que podían considerarse como
comunes para todos los países que habían alcanzado el desarrollo, sin embargo,
no se trataba de etapas consecutivas, lo que habría una panorámica
diametralmente distinta al futuro de los países en vías de desarrollo, puesto
que permitía que un nación no necesariamente tuviera que recorrer el mismo
camino que otra, el camino hacia el desarrollo no era un modelo único y
repetible, sino que cada país podía planificar su futuro de manera específica
encontrando rutas alternas donde se podía excluir una de las etapas planteadas
por los teóricos del desarrollo temprano, lo que les permitía una independencia
en sus expectativas de futuro.
En la década de los 50’s en medio de una discusión en la cual el tema del
subdesarrollo por motivos históricos y la concepción de las etapas alternativas
del desarrollo eran los protagonistas, surgen los trabajos de Ragnar Nurkse
(1952) en el que pone de manifiesto la importancia de la formación de capital
como elemento crucial para el logro del desarrollo. Esta misma vertiente fue
trabajada por los seguidores de Keynes como Nicholas Kaldor y Joan Robinson, e
incluso por marxistas como Maurice Dobb. Para estos autores, el principal
problema por el cual un economía no podía crecer, era su falta de capacidad para
generar ahorro, motivo por el cual no existía inversión productiva y por lo
tanto tampoco crecimiento. Sin embargo, el análisis del crecimiento en base a la
generación de capital estaba centrado solamente en factores de carácter
económico y dejaba de lado aspectos de tipo social, antropológicos,
psicológicos, etc. que influyen en la toma de decisiones de los actores de la
vida económica.
Esta nueva visión sobre los diversos factores que intervienen para determinar el
desarrollo económico, da como resultado toda una corriente sobre la planeación
del crecimiento económico, donde es retomada la idea keynesina de que el
gobierno es un actor importante para estimular a la economía, dado que su
intervención puede estimular la actividad económica en un determinado sector
productivo al cual se pretende acelerar su crecimiento, y de esta manera
alcanzar una etapa de maduración mas rápida, tal y como lo planteaban los
defensores del crecimiento alternativo, entre los postulantes de ésta tesis se
encuentran Hans W. Singer y Gunnar Myrdal
Pero no sólo Keynes fue retomado para tratar de explicar el desarrollo
económico, sino que también la visión clásica de Adam Smith fue replanteada
cuando Hla Myint, Gottfried Habeler y Jacob Viner entre otros plantearon la
posibilidad de utilizar el comercio exterior como medio para alcanzar el
desarrollo, aspecto estudiado también por el marxista Raúl Prebich.
A pesar de que existían muchas visiones de cómo era posible que un país pasara
de un estado de subdesarrollo a uno de desarrollo, la esencia de la discusión
siempre estuvo centrada en la formación de capital, el desarrollo económico,
estaba concebido como la capacidad de generación del mayor ingreso per capita
posible.
Es hasta que T.W. Schultz, plantea la necesidad de la formación de capital
humano, y principalmente a partir de la aparición de los trabajos de Dudley
Seers, que varios de los estudiosos del desarrollo económico cambian su
concepción del mismo, lo importante no es sólo generar un gran ingreso per
capita, sino lograr una disminución de la pobreza, la desigualdad y el
desempleo; razón por la cual se empiezan a incorporar cada vez más factores
sociales tales como salud, fertilidad, educación, pobreza, desempleo, etc. para
explicar las diferencias de crecimiento económico entre los países.
Sin embargo, autores como Albert O Hirchmann ya habían planteado antes que Seers,
que la diferencia entre los países subdesarrollados y los desarrollados, se
basaban en diferencias de carácter estructural, cuya tesis principal era que los
países en vías de desarrollo enfrentaban un proceso de industrialización
diferente al que tuvieron los países desarrollados, ya que estos últimos
influían en los primeros, mediante actividades de comercio, lo que no permitía
que su proceso de industrialización fuera natural, puesto que por un lado
estaban en una etapa de maduración interna, pero a su vez competían de manera
externa con países altamente desarrollados. Es bajo este enfoque que Raúl
Prebish y H. W. Singer desarrollan su “teoría de la dependencia” la cual es bien
acogida por los pensadores marxistas como Maurice Dobb, Paul Sweezy, Paul Baran,
A. G. Frank y Samir Amin.
En fechas más recientes, ha resurgido una tendencia a ver la economía bajo la
visión clásica, la cual se ha denominado “pensamiento neoclásico” o
“neo-liberalismo” y entre sus principales representantes se encuentran, P.T.
Bauer, I.M.D. Little, Deepak Lal, Bela Balassa, Anne Krueger y Harry G. Johnson,
cuya tesis principal es que la intervención del gobierno en la economía
representa un impedimento para el desarrollo de la misma, ya que las
regulaciones por parte del estado frenan la inversión privada de capital, puesto
que las cargas impositivas impuestas por el gobierno a determinados bienes o
servicios, desmotivan la actividad en determinados sectores, dando como
resultado una distorsión en el funcionamiento normal de la economía al no operar
los mecanismos naturales de regulación de los mercados.
A pesar de las diversas opiniones y visiones sobre como explicar y entender el
desarrollo económico ninguna de estas teorías ha podido dar una respuesta
satisfactoria, ya que éste -el desarrollo económico- no se trata de un proceso
mecánico, sino que esta influido por una gran cantidad de factores y que no
siempre son previsibles aún cuando muchos mantengan un patrón repetitivo de
acción.
Siguiendo el pensamiento de Seers, referente a la incorporación de factores de
carácter social para explicar el crecimiento económico, en fechas recientes se
ha empezado a considerar de manera formal el efecto que sobre la economía tiene
la religión .
Patrick J. Welch (2001) identifica cuatro categorías en las cuales se puede ser
vista la relación entre economía y religión.
La economía separada de la religión
La economía en servicio de la religión
La religión en servicio de la economía
La religión y la economía en unión
El trabajo de Welch esta basado en la religión cristiana, motivo por el cual
algunos efectos que pudieran tener religiones como la musulmana, budista, indú,
etc, no están contemplados, sin embargo, muestra de manera clara las cuatro
concepciones que plantea.
La idea de que la economía es ajena a la religión esta sustentada en la creencia
de que los valores de carácter ético que establece la religión tienen que ver
con una cuestión de tipo personal y no con la manera de relacionarse
socialmente, por lo tanto, si la economía es una actividad de carácter social,
la religión no tiene ninguna influencia sobre ella. La economía positiva de
Friedman es el más claro ejemplo de esta posición cuando argumenta que la
economía es independiente de cualquier posición ética o juicio normativo.
Welch argumenta que la economía esta en servicio de la religión ya que las
creencias religiosas afectan las preferencias de las personas y por lo tanto
modifican el comportamiento del mercado, terminando éste último, actuando en
base a lo aceptado por la religión.
La tercera manera de ver la relación economía – religión, es cuando la última
sirve para apoyar a la primera. Es decir, la vinculación esta basada en la
argumentación que hace la religión para dar validez o reconocimiento a ciertos
factores que permiten que una economía de mercado se desarrolle, como por
ejemplo: el reconocimiento al derecho de las personas a la propiedad privada.
La cuarta y última relación entre la economía y la religión esta basada en un
reconocimiento de la interdependencia de ambas, de cómo la Iglesia reconoce que
las creencias de las personas tienen un impacto sobre el desarrollo de la
economía y a su vez la economía influye sobre el comportamiento de las personas,
razón por la cual ambas pueden ser consideradas como sistemas de valores éticos.
Ésta visión cada vez es más aceptada por la Iglesia Católica, de ahí que la
vertiente social de ésta ha emitido desde el año de 1891 con el Papa León XIII y
su famosa encíclica Rerum Novarum, documentos relativos al contexto de la vida
económica.
Bajo la línea de investigación donde la religión se ve en servicio de la
economía Luigi Guiso (2002) realiza un trabajo en Institute for Social Research
de la Universidad de Michigan para 66 países acerca de aspectos demográficos,
económicos, religiosos, preferencias políticas y actitudes. La fuente de
información que utiliza son encuestas realizadas en tres periodos diferentes y
con distinto número de países (siempre en aumento), por lo que se requirió
realizar algunos ajustes de tipo estadístico para poder llevar a cabo el
análisis de regresión que utilizó.
Me voy a ocupar solamente de las aportaciones que tienen que ver con la religión
católica por ser la religión dominante en la población de estudio de este
trabajo, aún cuando las conclusiones no las realiza a nivel de cada país, y
mucho menos de las regiones que los conforman, sin embargo, si permiten tener
una idea de la manera en que la religión católica tiene contacto con la
economía. De acuerdo con Guiso, el Concilio Vaticano II viene a ser un momento
coyuntural dentro ya que observó una modificación de la conducta de los
creyentes que fueron educados antes y después del mismo.
Personas educadas antes del Concilio Vaticano II Personas educadas después del
Concilio Vaticano II
Menos abiertas a otras personas y más intolerantes. Más abiertas a otras
personas y menos intolerantes.
No aceptan plenamente los derechos de la mujer. Reconocen más los derechos de la
mujer.
Se tiende más a romper las normas legales. Se tiende más a respetar las normas
legales.
Tienen un mayor aprecio al libre mercado, propiedad privada y competencia.
Tienen menor aprecio al libre mercado, propiedad privada y competencia.
Menor creencia de que la pobreza tiene orígenes en aspectos sociales. Mayor
creencia de que la pobreza tiene orígenes en aspectos sociales.
Fuente: Cuadro elaborado por el autor en base al artículo de Luigi Guiso
Louise Keely (2002) hace una replica al trabajo de Guiso argumentando que existe
una asociación entre práctica religiosa e intensidad de creencia, lo que genera
un error de tipo metodológico de acuerdo con la propuesta original de Weber ya
que la relación religión – economía tiene que ver con las creencia que promueve
la primera a favor o en contra de la segunda y no con las actitudes de las
personas.
Es pues el trabajo de Guiso un intento de proponer una metodología para tratar
de medir los efectos que la religión tiene sobre la economía, sin embargo, no es
algo terminado, y el mismo Guiso lo reconoce al plantear la necesidad de
profundizar en los resultados obtenidos para tener una explicación más acertada.
Algunos otros autores como el caso de Pedro Pita Barros (2002) han incursionado
al estudio de la economía y la religión bajo el análisis de una estructura de
mercado, considerando las diferentes opciones religiosas como la oferta de
mercado, y la afiliación a alguna de ellas como la demanda, y tratando de
explicar porque unas tienen mayor número de demandantes en base a una elección
de los adherentes de acuerdo con los diferentes criterios de exigencia de cada
religión.
LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA
La iglesia católica empieza a hablar sobre los problemas del desarrollo hasta la
década de los sesentas, cuando el Papa Juan XXIII emite una encíclica llamada
Mater et magistra (1963) donde hace referencia al hecho que desarrollo económico
no ha generado un progreso en el nivel de vida de todas las personas con lo cual
existe una injusticia social, es decir, una gran parte de la población no puede
gozar de los beneficios que en términos de progreso económico muestra una
nación, los indicadores macroeconómicos muestran una mejoría, pero la mayoría de
la gente no lo ve reflejado en su vida diaria.
“…consideramos oportuno llamar la atención de todos sobre un precepto gravísimo
de justicia social, a saber, que el desarrollo económico y el progreso social
deben ir juntos y acomodarse mutuamente, de forma que todas las categorías
sociales tengan participación adecuada en el aumento de la riqueza de la
nación…la prosperidad económica de un pueblo consiste, más que en el número
total de los bienes disponibles, en la justa distribución de los mismos, de
forma que quede garantizado el perfeccionamiento de los ciudadanos.”
Pero existe una contradicción en el discurso de la iglesia, por un lado se
considera que el proceso de industrialización es algo bueno, “la
industrialización es al mismo tiempo señal y factor de desarrollo” de acuerdo
con la encíclica Populorum progressio (1967) de Pablo VI y más adelante
menciona:
“Pero si es verdad que un cierto capitalismo fue la causa de muchos
sufrimientos, de injusticias y luchas fraticidas, cuyos efectos duran todavía,
sería injusto que se atribuyera a la industrialización misma los males que son
debidos al nefasto sistema que la acompaña.”
La crítica no es específicamente al sistema de producción capitalista, sino al
hecho de la falta de compromiso social, sin embargo, esta polarización de
riqueza y pobreza es una situación natural e implícita a este sistema de
producción, de ahí la necesidad expuesta por Keynes de que el Estado participe
para evitar los desajustes de la economía. Esta visión de la economía la asume
Pablo VI en la encíclica antes cita cuando dice:
“La sola iniciativa individual y el simple juego de la competencia no serían
suficientes para asegurar el éxito del desarrollo. No hay arriesgarse a aumentar
todavía más la riqueza de los ricos y la potencia de los fuertes, confirmando
así la miseria de los pobres y añadiéndola a la servidumbre de los oprimidos.
Los programas son necesarios para ‘animar, estimular, coordinar, suplir e
integrar’ la acción de los individuos y de los cuerpos intermedios. Toca a los
poderes públicos escoger y ver el modo de imponer los objetivos que hay que
proponerse, las metas que hay que fijar, los medios para llegar a ellas,
estimulando al mismo tiempo todas las fuerzas, agrupadas en esta acción común.
Pero ellas han de tener cuidado de asociar a esta empresa las iniciativas
privadas y los cuerpos intermedios.”
Pero la polarización de ricos y pobres no sólo se da dentro de las economías
intrafronteras, sino a nivel de países, lo que ha llevado depender unas naciones
de otras en lo económico y tecnológico dando como resultado países ricos y otros
pobres. Este es el origen de la teoría de la dependencia.
Juan Pablo II en su encíclica Sollicitudo rei socialis (1987) también se ocupa
del problema del desarrollo y plantea la diferencia entre el “ser” y “tener”
donde “el mal no consiste en el ‘tener’ como tal, sino en el poseer que no
respeta la calidad y la ordenada jerarquía de los bienes que se tienen” es otras
palabras, el problema no es lo que se posea, sino en la actitud que se asume
cuando se le tiene a los bienes obtenidos, ya no se vive pensando en lograr la
realización como persona, sino por el contrario, se convierte en una actitud
creada y desarrollada en función del tener.
De ahí el problema del desarrollo
“…el desarrollo no puede consistir solamente en el uso, dominio y posesión
indiscriminada de las cosas creadas y de los productos de la industria humana,
sino más bien en subordinar la posesión, el dominio y el uso a la semejanza
divina del hombre y a su vocación a la inmortalidad.”
Así pues, para el discurso de la iglesia católica en relación con el problema
del desarrollo, la parte central sigue siendo el hombre como ser que debería
pretender alcanzar la perfección, esto en función de ser una creación de origen
divino, independientemente del medio de producción en el que viva.
La crítica que se hace del capitalismo en la doctrina social de la iglesia no
está en el hecho de que en su naturaleza esta la generación de la pobreza para
una parte de la población y la concentración de la riqueza en una minoría, esta
situación pareciera que debe considerarse normal “la economía debe ser obra,
ante todo, de la iniciativa privada de los individuos, ya actúen éstos por sí
solos, ya se asocien entre sí de múltiples maneras para procurar sus intereses
comunes.” , el gran problema que la iglesia ve al capitalismo esta en que su
esencia se basa en el pensamiento liberal que tiene como principal principio
filosófico la autonomía del hombre en sus determinaciones, con lo cual el hombre
ya no necesariamente debe obrar con forme al plan divino, sino en razón a lo que
criterio le dictamine.
Hoy día se habla constantemente de que la economía a crecido, que los número
macroeconómicos son mejores, pero mientras la población no vea reflejado en su
nivel de vida diaria, seguirá existiendo una deuda con la población y por lo
tanto seguiremos independientemente de la postura filosófica o la corriente
económica que se elija, teniendo una falta de desarrollo.
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