Juan Carlos Rodríguez Caballero
Universidad de Valladolid
e-mail: jcrc@eco.uva.es
1. Introducción
El objetivo de este trabajo es presentar de manera ordenada la visión que tenían
los economistas clásicos del mercado de trabajo y articular sus ideas en un
corpus sistemático. Se exponen e interpretan los conceptos de oferta y demanda
de trabajo de los economistas clásicos; las ideas clásicas sobre los procesos de
determinación de los salarios y la cuestión de las diferencias salariales.
Los economistas clásicos analizaron los problemas del mercado de trabajo desde
dos enfoques distintos. El primero de ellos estaba basado en un modelo de
crecimiento muy general y muy agregado en el que los ajustes malthusianos de la
población son un elemento clave y en el que el concepto de salario de
subsistencia tiene plena vigencia. Este enfoque se usaba para analizar las
grandes tendencias seculares de la economía como la evolución de la tasa de
beneficios, los cambios a largo plazo en la distribución de la renta o la
tendencia hacia el estado estacionario. El segundo enfoque estaba más centrado
en el corto plazo y los elementos clave eran la oferta y la demanda de trabajo.
Este texto fue presentado como ponencia al
Pulsando aquí
puede solicitar que le enviemos el Informe Completo y Actas Oficiales en CD-ROM Si usted participó en este Encuentro, le enviaremos a la vez su certificado en papel oficial. Vea aquí los resúmenes de otros Encuentros Internacionales como éste VEA AQUÍ LOS PRÓXIMOS ENCUENTROS CONVOCADOS
|
Esta ponencia se centra en el segundo de los enfoques y trata de articular
las ideas que tenían los economistas clásicos sobre la oferta y la demanda de
trabajo, sobre la determinación de los salarios y de las diferencias salariales.
Todas estas ideas se contemplan bajo el prisma de la ortodoxia económica. Se
exponen e interpretan los argumentos sobre estos temas de Adam Smith, David
Ricardo, John Ramsey McCulloch, John Stuart Mill y el resto de economistas
clásicos ortodoxos. En particular, no se analizan las ideas de Karl Marx sobre
la determinación de los salarios ni tampoco la doctrina marxiana de la
explotación por considerar que están muy alejadas de la visión del mercado de
trabajo que se presenta en este trabajo.
2. Oferta de trabajo, demanda y salarios: el modelo de mercado de trabajo de la
escuela clásica.
En este apartado se exponen las ideas clásicas sobre la oferta y demanda de
trabajo; estas ideas permiten construir una teoría básica del mercado de
trabajo. En general, puede decirse que esta teoría es la que utilizaron los
clásicos cuando se enfrentaron a los problemas reales de actualidad en su época
como los efectos de la maquinización, la incidencia de las leyes de pobres, la
limitación de la jornada laboral, los sindicatos, etcétera.
2.1 La oferta de trabajo en la economía clásica
Para los economistas clásicos la oferta agregada de trabajo en cualquier momento
podía considerarse como una parte más o menos fija de la población total. A
efectos prácticos, la oferta agregada de trabajo no era más que una constante
una vez conocido el tamaño de la población. Los clásicos pensaban, como es
natural, que no todo el mundo está en condiciones de trabajar o desea hacerlo.
Siempre hay gente demasiado joven o demasiado vieja que no puede trabajar.
También hay enfermos, discapacitados y gente que no desea trabajar. Todas estas
personas constituyen una fracción de la población total que hay que descontar
para obtener la oferta de trabajo de cada momento.
En definitiva, los clásicos pensaban que la evolución de la población total era
el determinante esencial de la evolución de la oferta agregada de trabajo. Por
tanto, se puede decir que la teoría clásica de la oferta de trabajo era una
teoría esencialmente demográfica.
Las bases de esta teoría demográfica las estableció T. R. Malthus, cuyas ideas
sobre la población tuvieron una enorme resonancia en su tiempo y fueron
aceptadas, en términos generales, por los economistas clásicos ortodoxos.
Malthus señala la relación creciente que existe entre el nivel de salarios y el
tamaño de la población. Pero también señala, en base a sus conocidos argumentos
sobre el crecimiento de la población y sobre los factores que frenan su
crecimiento, que no se puede esperar que los salarios crezcan de modo sostenido
en el tiempo debido al rápido ajuste que este crecimiento provocaría en la
población y, por tanto, en la oferta de trabajo; y ello, sea cual sea el ritmo
de acumulación de capital y de aumento de la demanda de trabajo.
Si la acumulación de capital es rápida y la demanda de trabajo aumenta de modo
que los salarios crecen durante un período más o menos largo, es de esperar que
se acelere el crecimiento de la población y, por consiguiente, el de la oferta
de trabajo. Y este crecimiento de la oferta de trabajo hará que los que los
salarios bajen hasta alcanzar el nivel de subsistencia.
Del mismo modo se puede pensar que, si por cualquier razón, la acumulación de
capital se hace más lenta, los salarios pueden caer temporalmente, incluso por
debajo del nivel de subsistencia. Este nivel, según Malthus, depende de los
hábitos y costumbres de cada país y viene históricamente determinado. Además es
muy difícil que cambie a lo largo del tiempo debido a la “obstinación con que se
adhieren las costumbres a toda clase de gente[...]”.
2.2 El papel de los incentivos salariales
Los economistas clásicos no llegaron nunca a desarrollar un análisis sistemático
de las decisiones individuales de oferta de trabajo. No obstante, sí lograron
articular algunas intuiciones importantes en este terreno. En este sentido, cabe
destacar las aportaciones de Smith y McCulloch que compartían la idea de que los
individuos responden de forma positiva a los estímulos salariales.
En La Riqueza de las Naciones Smith discute cómo influyen los aumentos
salariales en el esfuerzo de los trabajadores. Como norma general, Smith
establece que “Una retribución generosa del trabajo estimula la reproducción e
incrementa la laboriosidad de la gente del pueblo. Los salarios son el estímulo
de la laboriosidad, que como cualquier otra cualidad humana mejora en proporción
al estímulo que recibe. Una manutención abundante incrementa la fuerza corporal
del trabajador y la esperanza de mejorar su condición y de acabar sus días con
desahogo y tranquilidad le animan a utilizar su fuerza hasta el máximo.”
En el último párrafo de esta cita parece también apuntarse la idea de que la
demanda de ocio sólo adquiere importancia al final de la vida activa del
trabajador.
Si suponemos que hay una equivalencia estricta entre unidades de esfuerzo y
unidades de tiempo, las observaciones anteriores pueden interpretarse en el
sentido de que Smith reconoce la existencia de una curva de oferta de trabajo
individual con pendiente positiva. Aunque Smith no es demasiado claro a este
respecto: a continuación del párrafo citado anteriormente, Smith reconoce que
“algunos trabajadores, si pueden ganar en cuatro días lo necesario para
mantenerse durante una semana, permanecerán ociosos los otros tres días.”
En general, parece ser que Smith, no compartía la idea, típicamente
mercantilista, de que las subidas salariales reducen los incentivos a trabajar
de los trabajadores poco cualificados. Por el contrario, pensaba que en “los
oficios inferiores” no existía ninguna inclinación al trabajo y señaló que
“[...] el placer del trabajo estriba por completo en su retribución. Quienes
antes estén en condiciones de disfrutar de este placer, antes se entusiasmarán
con su trabajo y adquirirán el hábito de la laboriosidad”. Como ejemplo de esto
citaba el caso de los aprendices de oficios y añadía que el sistema de pagos a
destajo era el estímulo más directo e inmediato para un trabajo eficiente.
J. R. McCulloch siguió en la línea marcada por Smith. Creía, como Smith, que los
individuos son básicamente ambiciosos y que ello les lleva a responder de forma
positiva a los estímulos salariales. McCulloch enfatiza el hecho de que los
deseos de los individuos suelen ser ilimitados y ve en este hecho una razón que
lleva a la gente a tratar de elevar hasta el máximo su oferta de trabajo.
McCulloch se expresaba de la siguiente manera en sus Principios de Economía
Política: “Para que los individuos sean laboriosos -para hacer que abandonen el
letargo que adormece sus facultades en una condición degradada- deben tener
gusto por las comodidades, los lujos y los placeres[...] Siempre que estos
gustos estén generalizados, los deseos de los individuos pueden considerarse
ilimitados. La satisfacción de uno conducirá a la formación de otro. En las
sociedades avanzadas los productos nuevos y las nuevas comodidades se presentan
constantemente como motivos para el esfuerzo y como premios del mismo.”
McCulloch reconoce la existencia de una demanda de ocio, pero considera que
dicha demanda no es lo suficientemente grande como para neutralizar el deseo de
renta que tiene la mayoría de los individuos. Es por ello que la respuesta a
mayores salarios es, en principio, un aumento en la cantidad de trabajo
ofrecido. Pero McCulloch también reconoce, y aquí es donde está su originalidad,
que más allá de un cierto punto, posteriores aumentos en el salario tienen un
impacto negativo en la cantidad de trabajo que se ofrece. McCulloch apunta así
la posibilidad de una curva de oferta individual de trabajo de pendiente
negativa. Aparte de estas intuiciones de Smith y, especialmente, de McCulloch no
hubo entre los economistas clásicos, más referencias al análisis de las
decisiones individuales de oferta de trabajo.
2.3 La hipótesis del fondo de salarios y la demanda de trabajo
La hipótesis de un fondo, parte integrante del capital, destinado a remunerar a
los trabajadores surge de la idea que los fisiócratas tenían del capital
–consumo productivo- como un adelanto de los medios materiales de producción y
de los medios dedicados al sostenimiento del trabajo empleado en la producción.
La necesidad de adelantar los salarios es muy evidente en la agricultura, núcleo
de análisis de los fisiócratas, dado el periodo de tiempo que transcurre entre
la realización del trabajo y la obtención del producto.
La noción de un fondo salarial previamente acumulado para hacer frente a los
pagos a los trabajadores la desarrollaron plenamente Turgot y Smith. A partir de
Smith puede decirse que esta idea se convierte en la base de la teoría clásica
de la demanda de trabajo.
Los clásicos, en general, pensaban que el stock de capital de una economía
estaba formado en su mayor parte por capital circulante; y dentro de esta
categoría se creía que la mayor parte eran avances salariales. Esta última
expresión no quería decir que el pago de salarios tuviera que hacerse
necesariamente al comienzo del proceso productivo. Lo importante era la
existencia de un desfase entre la prestación de los servicios laborales y la
obtención de un producto y de unos ingresos por ventas.
Si el fondo de salarios es una parte importante del stock de capital, hay que
admitir que el aumento del fondo de salarios es una forma de acumular capital.
Los economistas clásicos, sobre todo en su análisis del crecimiento a largo
plazo, llegaron a identificar la parte con el todo y supusieron que la inversión
era una simple ampliación del fondo de salarios.
La versión más estricta de la hipótesis del fondo de salarios lleva a considerar
dicho fondo como una cantidad fija perfectamente determinada al principio de
cada período productivo y dedicada incondicionalmente a los pagos de salarios.
El gasto total en mano de obra es pues una constante a corto plazo, lo que
implica una demanda de trabajo en forma de hipérbola rectangular.
2.4 Fondo de salarios y mercado de trabajo
La integración de todas estas ideas sobre el fondo de salarios, que básicamente
hacen referencia a la demanda de trabajo, con lo ya expuesto de la oferta
laboral da lugar a la llamada doctrina del fondo de salarios. Esta doctrina, que
puede considerarse una teoría muy elemental del mercado de trabajo, alcanzó su
pleno desarrollo con economistas clásicos posteriores a Ricardo, como J. R.
McCulloch, N. W. Senior y, sobre todo, J. S. Mill. Aunque pueden encontrase
pequeñas diferencias en el modo de formularla por cada uno de estos autores, un
buen resumen de las características esenciales de la misma se puede encontrar en
los siguientes párrafos que J. S. Mill escribió en sus Principios:
“Así, pues, los salarios dependen principalmente de la demanda y de la oferta de
trabajo; o, como se expresa con frecuencia, de la proporción entre el capital y
la población; entendiendo por población el número de personas que integran la
clase trabajadora, o más bien de las que trabajan por un salario; y por capital,
sólo el capital circulante, e incluso ni aun la totalidad de éste, sino sólo
aquella parte que se emplea en la compra directa de trabajo.
[...] los salarios no sólo dependen de la proporción relativa entre el capital y
la población, sino que no pueden bajo la regla de la competencia, ser afectados
por ninguna otra cosa. Los salarios (queremos decir, como es natural, el salario
medio) no pueden subir si no es por un aumento de los fondos totales empleados
en dar ocupación a los trabajadores o por una disminución del número de éstos
que compiten para la obtención de un salario; ni bajar, a no ser, bien por una
disminución de los fondos destinados a pagar el trabajo o por un aumento del
número de trabajadores que se ha de pagar.”
Es decir, la demanda de trabajo de cada momento juntamente con la oferta, que se
supone fija a corto plazo, determinan el salario de equilibrio. Así pues, se
puede decir que el salario de cada período se obtiene dividiendo el fondo de
salarios entre la fuerza de trabajo.
Esta doctrina tan simple nos permite explicar bastante bien las ideas clásicas
sobre la evolución de los salarios a largo plazo. Podemos afirmar que dicha
evolución depende de dos fuerzas: por un lado, de la tasa de acumulación de
capital, que rige los aumentos del fondo de salarios y por tanto los aumentos de
la demanda de trabajo; y por otro lado de la tasa de crecimiento de la
población, que gobierna las variaciones de la oferta de trabajo y se explica a
través de los principios malthusianos.
La trayectoria de los salarios a lo largo del tiempo diferirá según sea la
importancia relativa de cada fuerza.
Si las fuerzas de acumulación del capital dominan a las del crecimiento
demográfico, los salarios crecerán y tendremos el caso de las economías en
expansión a las que se refería Adam Smith. Según él, las economías en expansión
se caracterizan por salarios crecientes situados por encima del nivel de
subsistencia lo que a su vez se traduce en un crecimiento demográfico acelerado.
El mejor ejemplo de esta situación lo constituían las colonias inglesas en
Norteamérica y la propia Inglaterra de su tiempo.
Si el crecimiento demográfico es siempre lo suficientemente acelerado como para
compensar los efectos de la acumulación del capital, los salarios no se
mantendrán por mucho tiempo por encima del nivel de subsistencia y tendremos una
evolución en la línea de Malthus y Ricardo. Según ellos, no se puede esperar que
los salarios crezcan de modo sostenido en el tiempo debido al rápido ajuste que
este crecimiento provocaría en la población y, por tanto, en la oferta de
trabajo; y ello, sea cual sea el ritmo de acumulación de capital y de aumento de
la demanda de trabajo. Los salarios tienden a situarse a largo plazo en torno al
nivel de subsistencia. En concreto, Ricardo al construir su modelo de
crecimiento, consideró los salarios como una constante a largo plazo. Esa
constante era aparentemente el nivel de subsistencia.
En general, los economistas que siguieron a Ricardo (McCulloch, Senior y J. S.
Mill) aceptaron la tesis de que los salarios tendían a la larga hacia el nivel
de subsistencia aunque relativizaron este concepto al acentuar la nota
sociológica. Puede decirse que, a pesar de las matizaciones de estos autores, se
mantuvo la línea argumental de Ricardo. En términos de J. S. Mill, “esta
suposición (de Ricardo) es lo bastante exacta para que pueda admitirse para
fines científicos abstractos[...]”.
2.5 La doctrina del fondo de salarios y la sustituibilidad entre factores
productivos
La hipótesis del fondo de salarios tal y como se ha planteado anteriormente no
considera las posibilidades de sustitución entre los distintos componentes del
gasto de los capitalistas (consumo, inversión en capital fijo y fondo de
salarios). Sin embargo, podría ocurrir que el fondo de salarios aumentara o
disminuyera en un período dado a costa de la inversión en capital fijo; o bien a
costa del consumo de los capitalistas. Los economistas clásicos, sobre todo a
partir de J. S. Mill, sí que repararon en estas posibilidades de sustitución e
intentaron incorporarlas a la teoría del fondo de salarios. Pero podemos afirmar
que no lograron dar a esta cuestión un tratamiento sistemático.
Los clásicos se dieron cuenta de que no se podían ignorar las interdependencias
entre inversión en capital fijo e inversión en capital circulante (ampliación
del fondo de salarios) que se derivan de las posibilidades de sustitución entre
factores productivos. Sin embargo, no percibieron con claridad el carácter
sistemático de la relación entre cambios de los precios de los factores
productivos y elección de las técnicas productivas. Ellos consideraban, por lo
general, que las técnicas productivas venían exógenamente determinadas.
Cualquier cambio que pudiera observarse en las técnicas de producción en un
momento dado era resultado de las innovaciones acaecidas en el proceso de
acumulación del capital; no era la respuesta sistemática a los cambios en los
precios de los factores como ocurre en la teoría moderna. Este enfoque dejaba
fuera del análisis económico todas las cuestiones relacionadas con la elección
de las técnicas productivas, que hoy día son una parte estándar de la
microeconomía.
2.6 William Thomas Thornton, la retractación de John Stuart Mill y Francis Amasa
Walker: primeras críticas a la doctrina del fondo de salarios
La doctrina del fondo de salarios tuvo ya sus primeras críticas por parte de
algunos economistas que normalmente se catalogan como pertenecientes a la
escuela clásica. Estas críticas se centraron en el carácter predeterminado que
se atribuía al fondo de salarios. Dos casos ilustres fueron los de W.T. Thornton
y F. A. Walker.
El pensamiento de Thornton en torno al fondo de salarios está recogido en su
obra On Labour. Its Wrongful Claims and Rightful Dues. Its Actual Present and
Possible Future. Thornton sostenía que “todo empresario posee una cierta
cantidad de dinero, ya sea propia o prestada, con la cual ha de cubrir sus
gastos.” No obstante, para él, nada justificaba el carácter fijo y
predeterminado del fondo de salarios. Thornton se pregunta: “¿Acaso no puede el
empresario gastar más o menos en su familia y en sí mismo?[...] Y de lo que
queda, ¿puede determinar o determina con anticipación cuánto va a gastar en
edificios, cuánto en materias primas, cuánto en trabajo?.
La idea de Thornton parece ser que todos los componentes del gasto del
empresario se determinan simultáneamente y que ninguno de estos componentes
puede considerarse predeterminado durante el período de análisis.
Este punto de vista influyó decisivamente sobre J. S. Mill y le llevó a
retractarse de sus ideas anteriores sobre el fondo de salarios. La llamada
retractación de Mill apareció publicada en la Fortnightly Review en una reseña
del libro de Thornton On Labour. Mill se mantuvo algún tiempo apartado de la
teoría del fondo de salarios, pero al final volvió otra vez a ella. En la
séptima y última edición de sus Principios de Economía Política, revisada en
1871, Mill no incorporó las opiniones adversas a esta doctrina que habían
aparecido en algunas ediciones anteriores.
La crítica de F. A. Walker se basó en la consideración de que los salarios se
pagan con cargo a la producción corriente y no con cargo a fondos previamente
acumulados (capital circulante). Walker desarrolló sus opiniones sobre el fondo
de salarios en su artículo “The Wage Fund Theory” publicado en 1875 en la North
American Review. En este artículo, después de hacer un repaso de los puntos de
vista más destacados sobre el fondo de salarios, Walker planteaba numerosos
ejemplos referentes a la agricultura y a la industria manufacturera americana
para demostrar que en Estados Unidos existía sincronización entre los flujos de
ingresos y gastos de las empresas americanas. Él se expresaba en estos términos:
“¿Hasta que punto es cierto que los salarios se pueden considerar avances que se
obtienen de un capital (previamente acumulado)? Como hemos dicho, los
economistas ingleses, cuando hablan del fondo salarial, suponen que en todos los
países se pueden tomar, como estado normal de las cosas, las características de
la actual economía inglesa [...]. Pero en todos los países nuevos, exceptuando
solamente el caso de las regiones productoras de oro, los salarios se pagan en
una medida muy pequeña con cargo al capital, resultado de una industria previa;
principalmente se pagan con cargo a la producción corriente. La historia de
nuestro propio país ilustra la afirmación anterior; no necesitamos acudir a
otros lugares para encontrar ejemplos.”
En este mismo artículo Walker puso de manifiesto claramente la conexión entre
los salarios y la productividad de los trabajadores, anticipándose así a la
teoría de la productividad marginal. Los salarios podían aumentar en el corto
plazo como resultado de aumentos en el esfuerzo de los trabajadores o de mejoras
organizativas. Según él, “cada aumento del poder productivo que se logra
mediante la invención de maquinaria y las mejoras de los procesos constituye una
razón económica suficiente para un aumento inmediato de los salarios.”
3. La cuestión de las diferencias salariales
En este apartado se analiza la teoría clásica de los salarios relativos o, mejor
dicho, de las diferencias salariales. Vaya por delante indicar que el interés de
los clásicos por esta cuestión fue más bien escaso, si exceptuamos las figuras
de Adam Smith y de John Stuart Mill. Y lo mismo podría decirse de los autores
neoclásicos del período que va entre 1870 y 1936. Podría decirse, tal vez sin
exagerar demasiado, que la teoría moderna de las diferencias salariales, esto
es, la que surge en los años sesenta del siglo pasado a raíz de las primeras
investigaciones en el campo del capital humano conecta directamente con una
serie de ideas que habían permanecido casi inalteradas desde que la época de
Adam Smith.
Se consideran aquí dos cuestiones. En primer lugar, se analiza la teoría de las
diferencias salariales expuesta en La Riqueza de Las Naciones; esta teoría se
enmarca, esencialmente, en un contexto competitivo. En segundo lugar, se
discutirán las aportaciones de John Stuart Mill respecto a la importancia de
factores no competitivos en la determinación de las diferencias de salarios.
3.1 La teoría de las diferencias salariales en La Riqueza de Las Naciones
Conviene señalar, antes de analizar la teoría de las diferencias salariales de
La Riqueza de las Naciones que, previamente a Adam Smith, Cantillon había
apuntado tres razones explicativas de dichas diferencias. Cantillon había
señalado que el precio del trabajo era más elevado en los oficios “que reclaman
más tiempo para perfeccionarse”, en las ocupaciones “que llevan consigo ciertos
riesgos y peligros” y, por último, en las ocupaciones que precisan “capacidad y
confianza.”
Estas tres razones las incorporó posteriormente Adam Smith a su análisis de las
diferencias salariales, el cual se encuentra principalmente en el capítulo 10
del libro primero de La Riqueza de las Naciones.
Smith insertó sus argumentos en el marco de análisis de un mercado de trabajo
competitivo. En este marco Smith destaca la idea de que la competencia tiende a
igualar las ventajas netas (suma de las remuneraciones monetarias y no
monetarias) entre las distintas ocupaciones y para individuos diferentes. Las
diferencias en los salarios que no anula la competencia se justifican, según
Smith, por alguna de las cinco razones que él apunta y que exponemos brevemente
a continuación.
La primera razón, en términos de Smith, es “la facilidad o dificultad, la
limpieza o suciedad, la honra o la deshonra que suponga el empleo.” Esto es, la
desutilidad de los distintos tipos de trabajo. Smith entiende por desutilidad
del trabajo la fatiga, el carácter desagradable de la tarea y el coste
psicológico originado por la actividad laboral. Su idea central es que, ceteris
paribus, los trabajos más duros y más molestos conllevan un salario más alto que
los más fáciles y agradables. Aquí pueden introducirse también, aunque Smith no
lo hizo de forma expresa, elementos externos al propio puesto de trabajo que
pueden hacer que éste resulte más o menos atractivo. Por ejemplo, una amplia red
de infraestructuras en el entorno del puesto de trabajo o una localización
atrayente podría justificar la menor remuneración de un trabajo idéntico a otro
localizado en un lugar aislado y poco interesante.
La segunda razón que Smith señaló es “la facilidad, o dificultad, y el mayor o
menor coste del aprendizaje”. Smith consideró que los individuos ofrecen un
trabajo de mayor calidad como resultado del aprendizaje que se logra a través de
la formación en un oficio y a través de la educación en general. Vio claro que
si todos los trabajadores no son perfectamente intercambiables, los salarios no
tienen por qué ser iguales en las distintas ocupaciones. Y añadió, refiriéndose
a los salarios de los trabajadores educados, que: “ Se espera que el trabajo que
ha aprendido a ejecutar (un hombre educado a costa de mucho trabajo y tiempo) le
repondrá, por encima de los salarios usuales, el coste total de su educación
con, al menos, los beneficios ordinarios de un capital equivalente.”
Para Smith, por tanto, las inversiones en capital humano causan diferencias de
calidad entre unos trabajadores y otros. La diferencia de salarios entre una
ocupación cualificada y otra no cualificada debe reflejar lo que él llamó costes
de aprendizaje del oficio. En definitiva, para Smith la educación en general y,
en particular, los años dedicados al aprendizaje de un oficio suponen una
inversión cuyo coste se recupera a lo largo de la vida laboral. Esta idea apenas
se volvió a considerar hasta que fue recuperada por la moderna teoría del
capital humano, que se inicia con Gary Becker en los años sesenta del siglo
pasado.
La tercera razón determinante de diferencias salariales entre ocupaciones es,
según Smith, “la continuidad o eventualidad del empleo”. Según Smith las
profesiones cuya demanda fluctúa en el tiempo conllevan remuneraciones
irregulares; pero estas remuneraciones son superiores a las que obtienen
trabajadores de características similares en empleos más estables. Se produce
así una diferencia salarial positiva a favor de los trabajadores que prestan sus
servicios en sectores cuya demanda fluctúa respecto de los trabajadores de
sectores cuya demanda es más estable. La idea que parece inspirar a Smith para
sostener este argumento es que los individuos manifiestan aversión al riesgo
cuando valoran la posibilidad de acceder a ocupaciones en las que los
rendimientos son irregulares. Así pues, si la generalidad de los trabajadores
prefieren las ocupaciones de ingresos regulares a las de ingresos irregulares,
en estas últimas deberá obtenerse un salario medio más elevado.
La cuarta razón determinante de diferencias salariales que Smith indicó es “la
mayor o menor responsabilidad que se deposite en los trabajadores.” Se refirió
de este modo a la responsabilidad que los distintos puestos de trabajo exigen.
Según Smith los puestos que exigen mucha responsabilidad conllevan salarios más
altos. Ello podría deberse a que la responsabilidad es una carga para el
individuo: esa carga aumenta la desutilidad del trabajo y, por tanto, justifica
un salario más elevado.
Aunque esta interpretación es perfectamente admisible podemos apuntar otra
explicación, en la línea de la interpretación que J. S. Mill hizo de este punto
concreto. La responsabilidad puede concebirse como una cualidad que solamente
poseen algunos individuos. Puede interpretarse entonces la responsabilidad como
un recurso escaso por el que hay que pagar un precio. Por lo tanto, los
trabajadores responsables obtienen un salario más elevado porque poseen una
cualificación específica. La remuneración más alta que obtienen los trabajadores
responsables tendría entonces un componente de renta diferencial.
La quinta y última razón que Adam Smith señaló es “la mayor o menor probabilidad
de éxito.” Para Smith las profesiones de rendimientos extremadamente variables e
impredecibles suelen estar congestionadas por lo que los salarios medios de
estas ocupaciones suelen ser relativamente bajos. En relación con esto Smith
parece suponer que los individuos son proclives al riesgo. Smith extrajo esta
idea de algunas observaciones casuales del comportamiento de los individuos en
los juegos de azar, de la temeridad de muchas conductas y la escasa capacidad
que mucha gente tiene para prever los riesgos. Pensaba Smith que los individuos
que suelen desempeñar ocupaciones caracterizadas por una incertidumbre extrema
en los rendimientos tienden a sobrevalorar la probabilidad de ganancia y a
infravalorar la probabilidad de pérdida. Estas profesiones cuentan, por tanto,
con una oferta excesivamente abundante que tiende a deprimir los salarios.
A modo de recapitulación puede decirse que la teoría de las diferencias
salariales de Adam Smith surge del siguiente principio: siempre que tengamos un
conjunto (se entiende que suficientemente grande) de trabajadores perfectamente
intercambiables los unos por los otros, y siempre que los trabajos a los que
pueden acceder esos trabajadores resulten igualmente atractivos para todos
ellos, es de esperar que los salarios de todas las ocupaciones sean idénticos.
Las diferencias de salarios en este contexto no se podrían justificar. Si
hubiera diferencias entre unas ocupaciones y otras, los trabajadores dejarían de
ofrecer su trabajo en las ocupaciones de salarios bajos y las ofrecerían en las
ocupaciones de salarios altos. Los movimientos de trabajadores de unos sectores
a otros harían, por lo tanto, que el salario fuese homogéneo en todas partes.
De acuerdo con el argumento anterior la existencia de diferencias salariales
solo puede explicarse por dos vías: o bien porque no todos los trabajos son
igualmente atractivos; o bien porque no todos los trabajadores son perfectamente
intercambiables.
En la primera vía encajarían perfectamente la primera, la tercera y la quinta de
las razones que señaló Smith. También encajaría la cuarta razón si se adopta la
interpretación de que la responsabilidad es una carga que aumenta la desutilidad
del trabajo. Por su parte, en la segunda vía se incluirían la segunda razón y
también la cuarta si se adopta la interpretación de la responsabilidad como una
cualificación específica de los trabajadores.
Para terminar puede señalarse que aunque Smith no construyó una teoría de la
demanda de trabajo, su análisis de las diferencias salariales es
fundamentalmente correcto. Los cambios en la demanda de una u otra clase de
trabajo producen variaciones en los niveles salariales que pueden llevar de
forma transitoria a aumentos o disminuciones en las diferencias de remuneración.
Pero a la larga los salarios tenderán a ser uniformes para los trabajadores de
iguales características; y diferirán cuando los trabajadores sean desiguales en
habilidad natural, en educación, en gusto, en actitud frente al riesgo,
etcétera.
La existencia de diferencias salariales entre trabajadores homogéneos no podría
justificarse en un contexto de competencia perfecta. Sólo tendría sentido si
existen desviaciones más o menos importantes del ideal competitivo. La
existencia de barreras a la movilidad al trabajo podría, por ejemplo, generar
diferencias salariales entre trabajadores homogéneos.
Smith reconoció que la costumbre desempeñaba un papel muy importante en la
estructura de salarios. Por ejemplo, el amor a la familia o el apego al lugar de
origen podían quitar movilidad a la mano de obra. Lo mismo ocurría con las leyes
de pobres y las leyes de asentamiento vigentes en la Inglaterra de su época y
con todas las normas restrictivas que imponían los gremios. Smith vio con
claridad que todos estos factores institucionales constituían obstáculos para la
libre movilidad del trabajo que dificultaban los ajustes competitivos y
generaban de manera artificial diferencias salariales. En la segunda parte del
capítulo 10, libro primero, de La Riqueza de las Naciones Smith se expresaba en
los siguientes términos: “Las enormes desigualdades salariales que solemos
encontrar en lugares de Inglaterra no muy distantes entre sí probablemente se
deben a la obstrucción que la ley de residencia supone para los hombres
indigentes que trasladarían su trabajo de una parroquia a otra de no mediar los
certificados (documentos expedidos por las parroquias necesarios para que los
indigentes adquiriesen la condición de residentes) [...]. Por lo tanto la
escasez de mano de obra en una parroquia no siempre puede compensarse con la
abundancia en otras, como sucede habitualmente en Escocia y, según creo, en
todas las naciones en donde no hay obstáculos para cambiar de residencia.”
Puede decirse que Smith se limitó a reconocer la existencia de factores
institucionales que obstaculizaban la movilidad de los trabajadores. No
profundizó ni en las causas ni en los efectos adicionales de esos factores.
3.2. Aportaciones de John Stuart Mill: el concepto de grupos no competitivos
J. S. Mill retomó las ideas anteriores de Smith sobre los factores determinantes
de las diferencias salariales en el capítulo 14 del libro segundo de sus
Principios.
Puede decirse que, en general, Mill aceptó los argumentos de Smith y la idea de
que el ajuste competitivo tiende a igualar las ventajas netas para distintas
ocupaciones e individuos.
No obstante, también realizó algunas aportaciones originales. Éstas se refieren
fundamentalmente a la importancia de los factores no competitivos como
generadores de diferencias salariales y a la interpretación de algunas
diferencias salariales como renta diferencial.
Mill admitió íntegramente las explicaciones de Smith sobre tres de los cinco
factores determinantes de diferencias salariales que se han señalado en el
apartado anterior: la desutilidad de los diferentes empleos, la regularidad o
irregularidad del empleo y la incertidumbre extrema de los rendimientos de
algunos tipos de empleo.
En cuanto a la responsabilidad como factor que conlleva un salario más elevado
la argumentación de Mill introdujo, como se ha señalado anteriormente, la
interpretación que la considera una cualidad especial de los trabajadores. Para
Mill la responsabilidad (o grado de integridad) que se requiere en algunos
empleos es una condición que muy pocos trabajadores poseen. En este contexto
Mill supo ver que el concepto de renta no tenía por qué estar restringido a la
tierra y que podía aplicarse a cualquier otro factor, incluyendo el trabajo. El
trabajador responsable no era más que un factor productivo con un empleo
específico. La diferencia salarial que obtienen los trabajadores responsables se
puede interpretar como una renta diferencial que remunera a un factor productivo
por encima de su coste de oportunidad.
En cuanto a las diferencias de capital humano como factor determinante de
diferencias salariales, Mill compartió el argumento de Smith. Los gastos en
educación y el coste de aprender un oficio suponen una inversión que lleva a que
se produzcan diferencias de calidad entre unos trabajadores y otros. La
diferencia de salario entre una ocupación cualificada y otra no cualificada
debería reflejar, por tanto, el coste de la inversión realizada.
Pero Mill añadió algunas ideas nuevas respecto al papel de la educación en la
generación y mantenimiento de diferencias salariales. Mill vio que la falta de
educación aislaba de la competencia a los trabajadores de algunas profesiones.
Al menos una parte de la diferencia de remuneración que obtienen los individuos
educados tiene su origen, según Mill, en algún tipo de barrera institucional que
impide a los individuos acceder a la educación.
Mill consideraba que la simple adscripción a una determinada clase social
funcionaba como la principal barrera institucional a la movilidad del trabajo.
Por ello se expresaba en los siguientes términos: “En realidad, hasta ahora ha
sido tan completa la separación, tan violenta la línea de demarcación entre las
diferentes clases de trabajadores, que casi equivale a una distinción
hereditaria de casta, reclutándose casi siempre los que han de llenar cada
oficio entre los hijos de los que ya pertenecen al mismo, o a otros de la misma
categoría social [...]. En consecuencia los salarios de cada clase se han
regulado hasta ahora por el aumento de su propia población, más que por la
población general del país.”
Mill veía, además, que el propio sistema educativo de la Inglaterra de su tiempo
contribuía a acentuar la importancia que tenía la pertenencia a una clase social
para explicar el nivel de ingresos de cada individuo. Podría decirse que, por un
lado, la competencia actuaba como una fuerza niveladora únicamente dentro de los
conjuntos de ocupaciones adscritos a una misma clase social. Por otro lado, la
falta de educación funcionaba como freno a la movilidad laboral entre cada uno
de esos conjuntos de ocupaciones y creaba, según Mill, grupos no competitivos en
el mercado de trabajo.
Hay que destacar sin embargo que Mill no creía que esta situación fuese
irreversible. Mill se expresó al respecto en estos términos: “si bien es cierto
que, por regla general, la remuneración del trabajo calificado, y, en especial
de cualquier trabajo que requiere una buena instrucción, es de naturaleza
monopolista, por efecto de la imposibilidad en que se encuentra la masa del
pueblo de obtener esa instrucción, no es menos cierto que la política de las
naciones, o la generosidad de los particulares, hizo mucho en tiempos pasados
para contrarrestar los efectos de esa limitación de la competencia[...].”
Mill añadió que un sistema educativo adecuadamente regulado podía convertirse en
un instrumento de nivelación social. La difusión de la educación permitiría la
destrucción de las barreras institucionales a la movilidad del trabajo. Pero
Mill no pensaba en un sistema de educación pública y gratuita. Él mantenía que
“un gobierno no debe de pretender el monopolio de la instrucción , ya sea en sus
grados más bajos ya en los más altos; no debe ejercer ni su autoridad ni su
influencia para inducir a la gente a recurrir a sus maestros con preferencia a
otros, y no debe conceder ventajas especiales a los que han recibido su
instrucción del estado.” Mill defendía un sistema educativo en el que la
educación básica fuese obligatoria y en el que el Estado diera un apoyo
pecuniario (a través de subvenciones o becas) a las familias más pobres de forma
que estuviese garantizado para todo el mundo el acceso a la educación básica.
4. Resumen final
La mayoría de los autores clásicos razonaron en términos de un mercado de
trabajo agregado en el que los elementos fundamentales eran la oferta y la
demanda y en el que se presuponía un mecanismo competitivo para la determinación
de los salarios.
En cuanto a la teoría clásica de la oferta de trabajo hay que señalar que es una
teoría esencialmente demográfica. Los clásicos estaban interesados
fundamentalmente en la evolución de la población total. Ellos creían que
conociendo la evolución de la población total se conocía la evolución de la
oferta de trabajo. No obstante, entre los escritos clásicos sobre oferta de
trabajo pueden encontrarse algunas referencias al papel de los salarios como
incentivos al trabajo. En este sentido, cabe destacar las aportaciones de Smith
y McCulloch que compartían la idea de que los individuos responden de forma
positiva a los estímulos salariales. McCulloch además apuntó la posibilidad de
una curva de oferta con pendiente negativa cuando reconoció que la respuesta a
mayores salarios, más allá de un cierto punto, podía tener un impacto negativo
en la cantidad de trabajo ofrecido.
Por otra parte, la teoría clásica de la demanda de trabajo se construye a partir
de la noción de fondo de salarios. La idea de un fondo, parte integrante del
capital previamente acumulado, destinado a remunerar a los trabajadores, la
desarrollaron plenamente Turgot y Smith. Esta hipótesis, en su versión más
estricta, llevó a los economistas clásicos posteriores a considerar dicho fondo
como una cantidad fija al comienzo de cada período productivo y dedicada
incondicionalmente al pago de salarios. De este modo el gasto en mano de obra se
considera una constante a corto plazo, lo que implica una demanda de trabajo en
forma de hipérbola rectangular.
La integración de la noción del fondo de salarios, básicamente la demanda de
trabajo en la economía clásica, con la oferta de trabajo da lugar a la llamada
doctrina del fondo de salarios, una teoría muy elemental del mercado de trabajo
que alcanzó su desarrollo pleno con autores como McCulloch, Senior y, sobre
todo, John S. Mill. De acuerdo con estos autores, la demanda de trabajo de cada
momento juntamente con la oferta, que también se supone fija a corto plazo,
determinan el salario. Dicho de otro modo, el salario de cada período se obtiene
dividiendo el fondo de salarios entre la fuerza de trabajo.
Esta teoría elemental permite explicar también las ideas clásicas sobre la
evolución de los salarios a largo plazo. Por un lado, la evolución de la demanda
de trabajo, según los clásicos, viene determinada por la tasa de acumulación del
capital, que gobierna los aumentos del fondo de salarios; por otro lado, la tasa
de crecimiento de la población, que explican a través de los principios
malthusianos, gobierna las variaciones de la oferta de trabajo. Entonces, la
evolución de los salarios a largo plazo dependerá de la importancia relativa de
cada fuerza. Si las fuerzas de acumulación de capital dominan a las fuerzas de
crecimiento demográfico, los salarios crecerán y se mantendrán por encima del
nivel de subsistencia. Este sería el caso de las economías en expansión de Smith.
Si el crecimiento de la población compensa los efectos de la acumulación de
capital, los salarios no estarán mucho tiempo por encima del nivel de
subsistencia. Tendríamos así la evolución de los salarios a largo plazo
postulada por Malthus y Ricardo que, posteriormente, relativizaron autores como
McCulloch, Senior y John S. Mill.
Respecto a la cuestión de las diferencias salariales las aportaciones durante el
período clásico fueron muy significativas, aunque se debieron solamente a dos
figuras: Adam Smith y John S. Mill. Smith insertó sus argumentos en el marco de
análisis de un mercado de trabajo competitivo. En este marco Smith destaca la
idea de que la competencia lleva a que se igualen las ventajas netas (la suma de
las remuneraciones monetarias y no monetarias) entre las distintas ocupaciones y
para individuos diferentes. La existencia de diferencias salariales únicamente
se explica por dos vías: (a) porque no todos los trabajos son igualmente
atractivos; y (b) porque no todos los trabajadores son perfectamente
intercambiables. En la primera vía encajarían perfectamente tres de las cinco
razones que ofreció Smith para explicar las diferencias salariales en La Riqueza
de las Naciones: la desutilidad de los distintos tipos de trabajo, el carácter
irregular de los rendimientos obtenidos en las distintas ocupaciones, y la
incertidumbre extrema en los rendimientos de algunas ocupaciones. También
encajaría la cuarta razón que aparece en La Riqueza de las Naciones, el grado de
responsabilidad que exigen los distintos puestos de trabajo, si se interpreta la
responsabilidad como una carga para el individuo que aumenta la desutilidad del
trabajo. En la segunda vía encajaría la segunda razón que Smith destacó en La
Riqueza de las Naciones: el coste de la formación en un oficio y de la educación
en general; y también encajaría aquí el grado de responsabilidad en el puesto de
trabajo, si consideramos la responsabilidad como una cualidad que sólo poseen
algunos individuos.
John S. Mill aceptó, en general, los argumentos de Smith sobre las diferencias
salariales. No obstante, también ofreció alguna explicación original como la
interpretación, señalada en el párrafo anterior, de la responsabilidad como una
cualidad especial de los trabajadores. Mill añadió también algunas ideas nuevas
respecto del papel de la educación en las diferencias salariales. Según él, y en
contraste con Smith, la educación que se impartía en las escuelas de su tiempo,
más que un mecanismo de nivelación social era un instrumento para la
perpetuación las diferencias de clase. De todas estas ideas surge la teoría
moderna de las diferencias salariales en los años sesenta del siglo pasado, a
raíz de las primeras investigaciones en el campo del capital humano.
Bibliografía
BLAUG, Mark ([1958] 1973), Teoría Económica de Ricardo: Un Estudio Histórico,
Madrid: Ayuso.
BLAUG, Mark ([1978] 1985), Teoría Económica en Retrospección, Madrid: Fondo de
Cultura Económica.
CAIRNES, John E. ([1874) 1967), Some Leading Principles of Political Economy
Newly Expounded, Nueva York: A. M. Kelley.
CANTILLON, Richard ([1755] 1978), Ensayo sobre la Naturaleza del Comercio en
General. México: Fondo de Cultura Económica.
DONOGHUE, Mark (1997), “Mill´s Affirmation of the Classical Wage Fund Doctrine”,
Scottish Journal of Political Economy, nº 1, pp. 82-99.
GORDON, Scott (1995), Historia y Filosofía de las Ciencias Sociales. Barcelona:
Ariel.
MALTHUS, Thomas R. ([1798] 1984), Primer Ensayo sobre la Población. Madrid:
Alianza Editorial.
MALTHUS, Thomas R. ([1836] 1977), Principios de Economía Política, México: Fondo
de Cultura Económica.
MARSHALL, M. G. (1998), “Scottish Economic Thought and the High Wage Economy:
Hume, Smith and McCulloch on Wages and Work Motivation”. Scottish Journal of
Political Economy, vol. 45:3, pp. 309-28.
MARTÍN MARTÍN, Victoriano (1992), “Jornada, incentivos y pendiente de la curva
de oferta de trabajo”, Revista de Economía y Sociología del Trabajo, número
15-16, pp. 164-74.
McCULLOCH, John R. ([1854] 1967), An Essay on the Circumstances which Determine
the Rate of Wages and the Condition of the Working Classes, Londres: F. Cass (ed).
McCULLOCH, John R. ([1864] 1965), The Principles of Political Economy. Nueva
York: A. M. Kelley.
MILL, John S. ([1844] 1997), Ensayos sobre Algunas Cuestiones Disputadas en
Economía Política, Madrid: Alianza Editorial.
MILL, John S.(1869), “Thornton on Labour and its Claims”. Edición digital en la
página web del Departamento de Economía de la Universidad de Bristol, Reino
Unido: http://www.ecn.bris.ac.uk/het.
MILL, John S. ([1909] 1985), Principios de Economía Política, México: Fondo de
Cultura Económica.
O´BRIEN, Denis P. (1970), J. R. McCulloch: A Study in Classical Economics.
Londres: George Allen and Unwin Ltd.
O´BRIEN, Denis P. ([1975] 1989), Los Economistas Clásicos. Madrid: Alianza
Editorial.
PASINETTI, Luigi L. ([1974] 1978), “Una Formulación Matemática del Sistema
Ricardiano”, en Crecimiento y Distribución de la Renta, Madrid: Alianza
Editorial, pp. 13-42.
RICARDO, David ([1821] 1985), Principios de Economía política y Tributación.
Barcelona: Orbis.
STIRATI, Antonella ([1991] 1994), The Theory of Wages in Classical Economics: A
Study of Adam Smith, David Ricardo and their Contemporaries, Aldershot,
Hampshire: Edward Elgar Publishing Limited.
TAUSSIG, Frank W. ([1896] 1968), Wages and Capital, an Examination of the Wages
Fund Doctrine. Nueva York: A. M. Kelley.
THORNTON, William T. ([1869] 1971), On Labour. Its Wrongful Claims and Rightful
Dues. Its Actual Present and Possible Future, Shannon: Irish University Press.
TURGOT, Anne-Robert-Jacques, ([1766] 1998), Cuadro Filosófico de los Progresos
Sucesivos del Espíritu Humano seguido del Plan de Dos Discursos Acerca de la
Historia Universal y de las Reflexiones sobre la Formación y Distribución de las
Riquezas, México: Fondo de Cultura Económica.
WALKER, Francis A. (1875), “The Wage Fund Theory”, North American Review, vol.
120, pp. 84-119. Edición digital en la Biblioteca de Colecciones Digitales de la
Universidad de Cornell, Ithaca, Nueva York: http://cdl.library.cornell.edu/cgi-bin/moa.
Pulsando aquí puede solicitar que
le enviemos el
Informe Completo en CD-ROM |
Los EVEntos están organizados por el grupo eumed●net de la Universidad de Málaga con el fin de fomentar la crítica de la ciencia económica y la participación creativa más abierta de académicos de España y Latinoamérica.
La organización de estos EVEntos no tiene fines de lucro. Los beneficios (si los hubiere) se destinarán al mantenimiento y desarrollo del sitio web EMVI.
Ver también Cómo colaborar con este sitio web