Cándido Román Cervantes
Universidad de La Laguna
croman@ull.es
Resumen
Pretendo estudiar el comportamiento de la economía agrícola mendocina tomando
como punto de partida los años de la crisis finisecular europea, y de llegada el
colapso de la economía mundial de los años treinta. Mostraré cómo las
estructuras productivas de esta región se orientó a dar satisfacción a la
demanda procedente de unos mercados urbanos que necesitaban productos agrícolas
más diversificados y de más calidad. El método consistirá en contrastar
indicadores agrícolas, como el uso de la superficie cultivada, la estructura de
las unidades de explotación, así como los modos de gestión de las fincas.
Aspectos que sirven para contrastar los procesos de renovación, diversificación
y modernización del modo de producción agrícola.
Palabras clave: especialización, agricultura, modernización, explotaciones,
cultivos, producción.
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I.- EL ESCENARIO
La superficie territorial de Mendoza es de 150.893 km2, es decir 16.956.145 has.
En 1915 sólo el 4 % de las mismas estaban ocupadas en el cultivo de la alfalfa,
la viña, el maíz y el trigo. El 33 % del total, es decir 50.280 km2, estaban
ocupadas por la montaña, dedicándose al aprovechamiento agropecuario 3.167 km2,
lo que suponía tan sólo el 2,10 %. Junto con California, Sur y Suroeste de
Australia, Provincia de El Cabo en Sudáfrica, Valle Central de Chile y áreas del
mar interior de Japón, Mendoza forma parte de ese grupo de espacios que poseen
geografías muy similares a las de los países mediterráneos. Desde finales del
siglo XIX se desarrollaron en estas regiones especialidades agropecuarias que
entraron en competencia con las agriculturas del continente europeo.
Mendoza, enclavada en la diagonal árida sudamericana en el interior de
Argentina, tiene en su cercanía con la cordillera de los Andes el determinante
de sus tipos climáticos. Precipitaciones entre 400 y 200 mm anuales, dominantes
en verano y tormentosas, obligaron a que la optimización en el aprovechamiento
de los ríos Mendoza y Tunuyán, en el Norte, y Diamante y Atuel, en el Sur,
configurasen los dos oasis donde gravitaba el potencial agrícola mendocino. Hay
algunos testimonios que ya desde mediados del siglo XIX, encuadraban a la región
mendocina con las agriculturas mediterráneas, orientando de este modo su
especialización agraria. En 1860, Tristany, en su trabajo Guía estadística de la
provincia de Mendoza, exponía, “ La temperatura de Mendoza es de verano isolera
con la de Málaga en España, Marsella, Lisboa y Nápoles, la cual es de 211 a 22 1
y es isoquimera en invierno con Granada, San Sebastián, Bayona, Turín y Oporto,
es decir de 101 a 111 a mediodía y de 171 a 181 en todo el año” .
También, los responsables del Ministerio de Industria y Obras Públicas de la
Honorable Legislatura de la Provincia de Mendoza, diseñaban entre 1907 y 1909
las estrategias que debían seguirse en cuanto a los tipos de cultivo si se
quería competir en los mercados europeos con los productos californianos que
iban ampliando su cuota de penetración. En cuanto al clima se exponía, “es sin
duda alguna muy favorable al cultivo del frutal. Sólo tiene su igual en
California, sobre las riberas del Mediterráneo y sobre el lado chileno de los
Andes, le corresponde el clima tipo del olivo, caracterizado por el desarrollo
perfecto de tres arboles: olivo, almendro y durazno,”.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, experimentó importantes modificaciones
en su estructura productiva que le han hecho pasar de un modelo agrario basado
en el cultivo de cereales de secano y alfalfa, cuya producción estaba orientada
para el engorde y posterior comercialización hacia Chile del ganado procedente
del sur de Córdoba y Santa Fe6 a un sistema que, sin eliminar el anterior se
basaba, en la medida que el ferrocarril unía a Mendoza con los mercados de
consumidores de Buenos Aires, en el desarrollo del modelo agroindustrial
vitivinícola. A partir de este momento, las técnicas de producción capitalista
se incorporaron a las tierras regadas y más fértiles. A ello se debe añadir una
segunda fase, que comprendió el primer tercio del siglo XX, caracterizada por la
diversificación de la estructura productiva agrícola y el desarrollo de otros
cultivos de regadío, como los frutales, las hortalizas y el olivo, destinados
preferentemente al consumo urbano nacional y en conexión con una incipiente
industria conservera7.
Éstos cambios tuvieron mucho que ver el aumento de la demanda de alimentos en la
medida que se incrementaba la incorporación de emigrantes, principalmente del
Mediterráneo, con unas costumbres y dietas que los convertían en consumidores de
productos similares a los de sus países de origen8 . Esta expansión debe
encuadrarse entre las nuevas condiciones que a nivel internacional se le exigió
a la Argentina agroexportadora, y que fue posible por la existencia de una
infraestructura viaria, capitalización agroindustrial y, sobre todo, por la
incorporación de activos laborales. Para que todo ello fuera posible era
necesario, en un entorno climático semidesértico, la canalización y la
optimización de los recursos hídricos 9.
La consecuencia fue que durante los últimos años del siglo XIX y primer tercio
del XX, se modificaran los modelos de crecimiento agrario hacia una
reorientación de los cultivos basada en la diversificación de la oferta. Era la
única opción de dar respuesta a una crisis internacional donde las cotizaciones
unitarias de los productos agrarios descendían provocando la pérdida de renta de
los productores, todo ello motivado por la internacionalización de la economía
mundial a consecuencia del acortamiento de las distancias entre continentes por
la revolución de los transportes.
II.- DEL PREDOMINIO DEL SISTEMA CEREAL A LA ESPECIALIZACIÓN VITIVINÍCOLA.
Es preciso mostrar una instantánea sobre la organización del suelo agrícola a
mediados del siglo XIX, donde las condiciones agroclimáticas con ausencia de
precipitaciones, determinaban la elección de cultivos que fueran resistentes a
largos períodos de sequía. En este sentido, los cereales de secano se
convirtieron en los cultivos que mejor se desarrollaron y en los que, como más
adelante mostraré, ocuparon las mayores extensiones de superficie agrícola.
A mediados del siglo XIX, Mendoza mantenía una estructura productiva basada en
el comercio de ganado a Chile. El cultivo de la alfalfa en todas las tierras
aptas para el desarrollo de esta planta, los cereales, -principalmente trigo-, y
los viñedos, constituyeron la trilogía hasta las décadas 1870 y 1880, donde la
burguesía agroindustrial cuyana insertó la región en los mercados nacionales de
productos agrícolas. Cereales y cultivos para la ganadería estaban asociados, y
constituyeron la base de la economía agraria hasta que la llegada del
ferrocarril provocó una mayor especialización basada en la vitivinicultura. La
alfalfa era la base de un comercio lucrativo, el trigo sostenía una incipiente
industria harinera y también de exportación, y el vino se convirtió en la
principal base económica de la provincia. No obstante, también se alcanzó un
mayor grado de diversificación con otros productos como nueces, frutas,
verduras, aceitunas, maíz y cebada.
En 1852 debe añadirse un nuevo flujo comercial a través del Pacífico, propiciada
por el crecimiento que estaba experimentando Estados Unidos, al convertirse en
importador neto de productos vitícolas (vinos, uvas de mesa y pasas) y en
general de frutas secas. En las décadas anteriores a 1870, el país
norteamericano llegó a consumir el 11 % de la producción mundial de pasas13 y
California se convertía en el estado donde el desarrollo de una potente
agricultura y de su principal ciudad, San Francisco, demandaba toda clase de
productos mediterráneos y muy especialmente aquellos de rápida aclimatación. En
este contexto, la burguesía propietaria mendocina respondió a las demandas de
estos nuevos mercados, con los que realizó operaciones comerciales de frutas
secas (pasas de uva y de higos, orejones, manzanas y peras) y de otros productos
de primera necesidad14. En estos años de relativo dinamismo comercial se produjo
un incremento de la tierra cultivada, pasando de 60.000 has a 92.000 has entre
1852 y 1864 15, aumento que se llevó a cabo gracias al mantenimiento del modelo
tradicional basado en el cultivo asociado alfalfa-cereales en los terrenos
incultos y la vid.
Los cereales junto con las plantas forrajeras ocuparon casi la totalidad de la
superficie agraria útil desde mediados del siglo XIX. En 1864, concentraban el
94, 28 % de las tierras dedicadas a la producción agrícola, valor que desciende
en casi 13 puntos porcentuales, al 81,70 % en 1895. Estos estan ocasionados en
la medida en que el cultivo de la vid se consolidaba como alternativa más
rentable. A partir de este momento, las vides dejaron de ser un cultivo
asociado, produciéndose la especialización y la búsqueda de variedades de
calidad. El cultivo del trigo se hacía con procedimientos rudimentarios donde la
mecanización era muy escasa, tan sólo se incorporaban algunas máquinas a la
trilla. Era obvio que la productividad unitaria, el grado de comercialización,
el acceso a los mercados de consumo más importantes y la fertilidad de las
tierras de La Pampa húmeda, eran suficientes elementos disuasorios como para que
los cereales mendocinos fueran desplazados. La búsqueda de especializaciones se
imponía como una estrategia que debía ser canalizada y desarrollada
conjuntamente por la clase propietaria, y las autoridades provinciales y
estatales. Parece ser que fueron ellos los que crearon el marco propicio para el
desarrollo de la especialización vitivinícola y, en consecuencia, para la
modernización del sector agrario16.
El aumento de la superficie dedicada a la vid fue la respuesta de los
agricultores a las nuevas condiciones que crearon el cambio de modelo de
desarrollo en Mendoza. Entre ellas, se debe mencionar la incorporación de un
espacio hasta el momento marginal al capitalismo internacional encabezado por
Gran Bretaña. Por la revolución técnica en los transportes marítimos y
terrestres, el territorio se convirtió en proveedor de materias primas
agropecuarias. El incremento de la producción y el avance de las líneas
ferroviarias hacia el oeste, hacen perder competitividad a las tradicionales
actividades mendocinas: la ganadería y el cultivo de cereales. Es el momento en
que el viñedo aparece como una alternativa económica para los intereses de la
oligarquía agraria, como lo demuestra en términos absolutos el incremento de la
superficie que pasa de 3.479 has en 1864 a 11.753 has para 1895. La demanda
expansiva de vinos mendocinos tuvo como consecuencia inmediata el fuerte
crecimiento de la superficie ocupada, como lo indica el que en 1936 se
alcanzasen las 100.000 has y una producción de 7.070.411 hls19.
En cuanto al resto de los cultivos, en los frutales deben incluirse todo tipo de
árboles tanto de secano como de regadío: durazneros, damascos, higueras,
manzanos, ciruelos, membrillos, perales, limoneros, naranjos, almendros,
pomelos, cerezos y olivos. Respecto a este último, y a pesar de estar
introducido desde el periodo colonial20, no se convirtió en un cultivo de
importancia, sino que estuvo habitualmente asociado a la vid y a otros árboles
frutales. Lo prueba el dato de 1908, en el que tan sólo estaban plantadas un
total de 20 has21. No obstante, a partir de la década de los años treinta se
promueve su cultivo como alternativa a la crisis que se estaba produciendo en el
subsector vitivinícola en este período. En opinión de algunos historiadores
mendocinos, la crisis mundial de la década de los treinta, la Guerra Civil
española, e inclusive la II Guerra Mundial, provocaron un efecto de sustitución
de importaciones que repercutió en un incremento de la superficie cultivada,
dejando de ser asociado y plantándose por primera vez en las lomas de los
montes22.
Cuadro 1
Uso del suelo agrícola destinado a cereales y plantas forrajeras en Mendoza,
1872-1934
(has)
Años
Trigo
Cebada
Avena
Maíz
Viña
Alfalfa
1872 1.520 79 --- 668 3.500 11.112
1888 6.976 --- --- 3.391 5.772 69.496
1895 5.358 377 --- 5.688 13.489 82.081
1908 2.324 897 429 9.464 31.722 75.930
1910 2.400 670 --- 11.500 44.722 92.000
1913 3.000 2.000 1.000 11.500 54.063 150.000
1914 3.400 2.000 3.000 18.000 55.344 152.000
1915 2.400 1.900 3.500 18.500 56.913 155.000
1934 450 1.764 553 19.768 97.708 124.445
Fuente: 1872, 1888 y 1895: Anuario oficial de la República Argentina de 1912;
1908: Censo Agropecuario, excepto los datos de la alfalfa, tomados de Martín, J
(1992); 1913, 1914 y 1915: Extracto Estadístico de la República de Argentina;
1934: Anuario de la Dirección General de Estadística. Las cifras de la vid,
proceden de las Series Estadísticas del Gobierno de Mendoza, 1940-1968.
No hay, exceptuando los datos relativos a la vid, publicaciones de series
estadísticas históricas que indiquen las tendencias en el uso del suelo de los
principales cultivos desde mediados del siglo XIX hasta el primer tercio del
siglo XX. Ante esta situación, los autores consultados valoran las cifras
dependiendo del documento que cae en sus manos. La mayoría están dispersas y
fragmentadas, hay años en los que se producen importantes lagunas, y cuando hay
datos son de dudosa fiabilidad. Las cifras que se muestran en el Cuadro 1
representan la única información que he podido recomponer con un mínimo de
rigor. A pesar de ello, se producen importantes distorsiones en la mayoría de
los cultivos para los años 1913-1915, donde el recurso al redondeo es la fórmula
más empleada. Se confirman algunas hipótesis que se han expuesto a lo largo del
trabajo, como es el incremento del suelo destinado a la vid, que pasa del 6,74 %
en el conjunto de los cultivos analizados en 1888 al 39,93 % en 1934. No hay
duda que el gran salto adelante de la vitivinicultura mendocina, tanto en lo que
respecta a la producción y superficie cultivada, como al desarrollo de la
industrias derivadas como destilerías y bodegas, se consolidó en la década de
los años veinte. No obstante fue un proceso que arrancó con fuerza en 1887, como
lo indica el que en 1910 el número de establecimientos ya había crecido a un
ritmo del 183,09 %, pasando de 420 a 1.189 establecimientos24.
Sin embargo, las cifras del cuadro indican también que, si bien es cierto que se
produce una disminución de la superficie dedicada al sistema cereal, - con la
excepción del maíz-, no ocurre lo mismo en las tierras dedicadas a la alfalfa.
Esta planta forrajera sigue siendo la que concentra las mayores extensiones
sobre todo en los años 1910-1915, aunque en términos relativos comienza a caer
su participación desde 1888. Es aquí donde se ponen en duda algunas
argumentaciones que tratan de explicar el proceso de sustitución de los
cultivos, dando la impresión que la expansión del viñedo a finales del siglo XIX
implicó inevitablemente la paulatina desaparición de los pastos25. Todo
demuestra que fue un cultivo rentable por su bajo coste de producción y, en
consecuencia, permaneció en las estrategias productivas de los propietarios, de
las 155.000 has que había plantadas en 1915, sólo 20.000 has eran para cortar26.
Cuadro 2
Superficie cultivada y producción de vino en Mendoza ,1898-1935 (medias
quinquenales).
Quinquenios
Mendoza
Has
Hls
Has/Hls
1898-02 19.725 -----
1903-07 23.989 -----
1908-12 44.496 3.845.381 86,42
1913-17 53.816 3.905.065 72,56
1918-22 63.826 3.724.136 58,34
1923-27 70.350 3.896.702 55,39
1928-32 84.352 5.539.864 65,67
1933-35 95.193 6.092.380 64,00
Fuente: Mendoza, 1898-1913: Series Estadísticas del Gobierno de Mendoza, 1970;
1914-1935: “La industria vitivinícola a través de cuatro años de regulación”,
Revista de Economía Argentina, 1939. Elaboración propia.
Gráfico 1
Evolución de la productividad unitaria del viñedo en Mendoza, 1898-1936.
Es necesario comentar los datos relativos a la superficie puesta en cultivo, así
como la producción unitaria. El avance del cultivo en Mendoza fue imparable,
hecho que se mantendrá para el resto de los años. Desde principios del siglo XX
se iniciaron políticas de colonización agraria que llevaban unidas la puesta en
riego de importantes extensiones de riego a través de canales procedentes de sus
principales ríos, sobre todo del Atuel27 . Aunque bien es verdad que el caudal
es irregular por su dependencia del deshielo en la cordillera de los Andes,
garantizaron los riegos necesarios para que los viñedos fueran aumentando sus
producciones, unido a un proceso de selección de variedades más productivas y de
fácil aclimatación28. En cuanto al comportamiento de la productividad por
hectárea, un estudio publicado en 1917, con datos de 1911, confirma las cifras
que estamos comentado, así como la elevada fertilidad de las tierras mendocinas.
Éstas se situaban en primera posición con 56,5 hls/has muy por delante de lo que
se obtenía en Francia, 32,7 ; resto de Argentina, 32,6, y, sobre todo, en España
13,629.
Gráfico 2
Exportación de vinos fuera de Mendoza, 1914-1934 (en porcentajes)
Es preciso hacer un breve comentario sobre el comportamiento de las
exportaciones de vinos mendocinos durante el primer tercio del siglo XX. Como
puede observarse en los datos del Gráfico 2, en todo el período la demanda de
los mercados externos concentraba más del 95 % de la producción de la provincia.
El consumo interno, la cifra más alta, un 4,40 % en 1917 no fue nunca suficiente
para absorver la capacidad de producción de las tierras dedicada a la
vitivinicultura. Consumo, procedente fundamentalmente del resto del país, como
se ha demostrado a lo largo del trabajo. El crecimiento urbano de las
principales ciudades, Buenos Aires, Rosario, Córdoba, y el fuerte componente de
emigrantes procedentes de la Europa mediterránea, con hábitos culinarios en
donde el vino formaba parte de su dieta alimenticia, produjo un fuerte
incremento de la demanda con sus efectos inmediatos en la exportación de caldos
mendocinos fuera de la provincia.
En cuanto a la evolución, la caída del volumen de vino exportado fuera de la
provincia, de los años veinte, coincide con lo datos del gráfico 1, en donde se
produce también un descenso de la productividad unitaria por hectárea. En
efecto, a partir del quinquenio 1918 – 1922, y a pesar de incremento de la
superficie dedicada a la vid, que pasa de 53.816 has en 1913-1917 a 63.826 has
en 1918-1922, se da una caída significativa de la producción, pasando de
3.905.065 hls a 3.724.136 hls, entre los dos quinquenios citados. No sería hasta
finales de los veinte, 1928-1932, cuando volverían a recuperarse y superarse con
creces los niveles de producción de principios del siglo XX. Por tanto, a pesar
del incremento del área agrícola dedicada a la vid, el descenso en las
exportaciones se debe vincular como se ha dicho más adelante, por un decenso en
la producción. Estamos pues ante un problema de oferta, y no de demanda.
III.- PROPIEDAD Y TAMAÑO DE LAS EXPLOTACIONES AGRÍCOLAS
Se sabe muy poco sobre la estructura de la propiedad de la tierra en Mendoza
para estas fechas. Algunos autores apuntan la existencia de un elevado grado de
concentración territorial, como lo demuestra el que en 1872 tan sólo un 1 % de
los dueños de las tierras regadas y, por tanto, las más productivas,
concentraban el 26 % del total del territorio puesto en cultivo33. Otras
informaciones señalan la distinción de dos estructuras territoriales dependiendo
del grado de irrigación. Allí donde se recibían los aportes de los ríos,
predominó al igual que en la región española, la pequeña explotación dedicada a
la vid y los productos de huerta y los frutales, oscilando en tramos de
superficie entre 1 y 10 has, siendo muy pocas las fincas que superaban las 200
has. Por el contrario, en las zonas norte y sur de la provincia había
propiedades que llegaron a superar las 100.000 has34.
Hubiera sido de gran utilidad disponer, de trabajos que se ocupasen del estudio
en los indices de concentración y de dispersión de la propiedad de la tierra en
Mendoza para los siglos XIX y XX. Para ello, es necesario tener documentación de
tipo fiscal e impositiva (contribuciones, padrones, catastros, amillaramientos,
hojas estadísticas, etc) que informen sobre el volumen de superficie rústica,
tipo de cultivo, renta, calidad de las tierras y número de parcelas por
contribuyente. Éste es el único método que los historiadores de la agricultura
hemos usado para reconstruir las tendencias en la acumulación territorial.
Cuadro 3
Tamaño de las unidades de explotación en el oasis de Mendoza (1900)
Mendoza
Frecuencias (Has) Número %
< = 1 758 26,13
1,01 - 2,5 664 22,89
2,51 - 5 531 18,31
5,01 - 10 462 15,93
> = 10,01 485 16,72
Totales 2.900 100,00
Fuente: Mendoza: Richard Jorba, R.A (1992), p. 152
Al no obtener suficientes datos sobre la distribución de la propiedad de la
tierra, opté por contrastar la información disponible sobre el tamaño de las
explotaciones. Las fincas más pequeñas de menos de 1 has suponían el 26,13 %.
Los porcentajes más elevados se concentran en un tamaño intermedio entre 1 y 5
has con el 41,20 %. Es también en las fincas de grandes dimensiones donde se
dieron los contrastes mas significativos. La estructura parcelaria se distingue
por una mayor dispersión. Los motivos podrían ser múltiples, desde la existencia
de un mercado de tierras de demanda inelástica, donde las ampliaciones de nuevas
tierras estaba vinculado a la expansión de la vid y que propiciaba la compra de
explotaciones más extensas por parte de la burguesía agrícola, hasta el
predominio del régimen de tenencia basado en la gestión directa más proclive
hacia la concentración de las explotaciones. Pero, como es sabido, las
dimensiones no deben ser un criterio exclusivo, la calidad de los suelos, la
cantidad de agua o el nivel de intensificación de los cultivos constituyen otros
factores que determinan la rentabilidad de las explotaciones.
Cuadro 4
Estructura de las explotaciones agrícolas en Mendoza, 1901-1914
Frecuencias (Has)
1901
%
1914
%
1 a 4 2.964 44,31 6.722 37,62
5 a 9 849 12,69 3.229 18,07
10 a 25 831 12,42 3.339 18,68
26 a 50 468 6,99 1.409 7,88
51 a 100 333 4,97 1.061 5,93
101 a 200 266 3,97 680 3,80
201 a 300 112 1,67 279 1,56
301 a 650 221 3,30 363 2,03
651 a 1.250 160 2,39 202 1,13
1.251 a 2.500 128 1,91 154 0,86
2.501 a 5.000 121 1,80 113 0,63
5.001 a 10.000 69 1,03 80 0,44
Más de 10.001 167 2,49 238 1,33
Total 6.689 100,00 17.867 100,00
Fuente: 1901: Anuario Oficial de la República Argentina de 1912; 1914: Problemas
económicos, agrarios e industriales de la provincia de Mendoza, 1917.
Elaboración propia.
El tamaño de las fincas mendocinas, en relación a los volúmenes territoriales
que se citaban al principio del trabajo, debían tener para el conjunto de la
provincia unos valores elevados. Sin embargo, el análisis de las dos muestras
que reproduce el cuadro 4 se producen algunos cambios que deben mencionarse. En
primer lugar, las grandes fincas de más de 651 has, disminuyeron su
participación pasando de un 9,69 % en 1901 a 4,39 % en 1914. Lo que significa
una mayor dispersión en los tramos de las grandes explotaciones. Hay incluso un
intervalo de 2.501 a 5.000 has, que en términos relativos. Sin embargo, en las
categorías que se podrían denominar medianas, entre 51 y 650 has, se mantienen
los mismos valores, siendo las más pequeñas entre 1 y 50 has las que aumentan un
5,84 %. Incremento que debe relacionarse con la superficie destinada a la viña
que pasa de 31.792 has en 1908, a 72.000 has en 1915. Así pues, entre 1901 y
1914 las explotaciones agrícolas de menores dimensiones son las que más crecen.
Es de destacar que sean las pequeñas entre 1 y 4 has las que sigan teniendo los
valores porcentuales más elevados, el 44,31 % y el 37, 62 % en 1901 y en 1914,
respectivamente37.
En cuanto a las modalidades de gestión que predominaron hasta el primer tercio
del siglo XX, el Censo de 1895 indica que el 76 % de las fincas estaban
gestionadas por sus dueños, el 20 % en régimen de arrendamiento y tan sólo el 4
% en aparcería o medianería. Según estas cifras, la gestión directa de las
explotaciones fue el rasgo que más contrasta con la región española. No
obstante, hay que tener en cuenta que están incluidas las tierras dedicadas a la
vitivinicultura, donde predominó la gestión indirecta. Lo prueba el dato que
ofrece el Primer Censo Nacional de Viñedo de 1936, en donde el 68 % de las
tierras cultivadas de viña se trabajaban con el sistema de contratista38. Esta
modalidad de tenencia, que podría considerarse intermedia entre una aparcería o
medianería y el trabajo asalariado, permitía a los propietarios solucionar la
escasez de oferta de trabajo que la expansión de la industria vitivinícola
necesitaba. Por otra parte, para los trabajadores suponía a corto plazo tener
acceso a los derechos de propiedad, objetivo prioritario de la mayoría de los
emigrantes que se desplazaban a Mendoza. El rápido crecimiento del subsector
vitivinícola transformó la economía mendocina necesitando urgentemente de un
incremento de la producción de caldos que cubriera una demanda interna
insatisfecha. Fue la burguesía agroindustrial la que aprovechó la expansión del
mercado nacional, canalizó las relaciones en el mercado de trabajo, fomentó la
inmigración, e impulsó desde el Estado las medidas necesarias que llevasen a la
transformación de la estructura económica de Mendoza40.
IV.- A MODO DE CONCLUSIÓN.
Las exportaciones mendocinas, tenían garantizadas un mercado nacional que
consumía la totalidad de sus productos. Éste fue quizás un elemento que
probablemente desincentivó mayores inversiones que desarrollaran cultivos
alternativos a la vitivinicultura, lo que hubiera producido un mayor desarrollo
de la agroindustria en el primer tercio del siglo XX. No obstante, a pesar de la
cautividad interna, la existencia de un creciente mercado urbano, a la vez
receptor de grandes contingentes de emigrantes concentrado en Buenos Aires,
favorecía que llegaran productos agrícolas en fresco y, también en conserva
procedentes del Mediterráneo que sí competían con los mendocinos. Es, en este
contexto donde deben ubicarse los esfuerzos de renovación y de diversificación
que tuvo que hacer la agricultura de Mendoza en precios y, también, en
calidad42.
A lo largo de las líneas precedentes he mostrado la evolución de algunas
variables que son básicas para entender el desarrollo del sector agrario, el uso
del suelo, las estructuras territoriales y parcelarias, así como modos de
gestión de las tierras, en un período crucial de grandes cambios para el
comercio mundial. Su economía, se orientó hacia la especialización agraria. La
diversificación y modernización de la estructuras productivas sería el elemento
clave en un contexto donde la demanda de productos tradicionales basados en el
sistema cereal, daba paso a otros que incorporaban un mayor valor añadido: la
vid, la arboricultura de regadío, los productos hortícolas, los frutos secos y,
sobre todo, los productos en conserva, que experimentaron durante el primer
tercio del siglo XX un importante desarrollo.
Quedan en el tintero referencias más precisas a las políticas agrarias
nacionales que nos hubieran ayudado a justificar algunas de las fluctuaciones
que experimentaron los productos analizados. Los planes de irrigación, los
trasvases hidráulicos, son cuestiones centrales para entender el papel jugado
por las instituciones en la evolución de la economía regional. El volumen de
crédito, el grado de financiación agrícola, el papel de las asociaciones de
productores, la configuración del mercado de trabajo, la modernización de los
modos de producción, son todas ellas varaibles que requieren un estudio más
sosegado, completando de este modod un diagnóstico más preciso de la economía
agrícola de Mendoza.
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