Dra. Dña. Raquel Martín Rivero
Universidad de La Laguna
Tenerife
Email: rmartinr@ull.es
Resumen:
En los últimos años la Economía de la Educación está dirigiendo su atención de
forma creciente a la evaluación de la eficiencia interna de los centros
educativos, principalmente públicos. En este trabajo se realiza una reflexión
sobre las razones que justifican este hecho, centrándonos en la educación
universitaria. Asimismo, se expone el concepto de eficiencia y sus diferentes
acepciones y dimensiones, aspectos que nos permitirán profundizar y tener un
mayor conocimiento de la eficiencia en el ámbito educativo.
Palabras Clave: eficiencia, gestión, educación superior, universidad.
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0. Introducción
La realidad ante la que se encuentran las instituciones de educación superior de
nuestro entorno económico ha cambiado en las últimas décadas. Durante los años
sesenta y setenta, en Europa se produjo una transición desde un sistema
universitario de élite a uno de masas. Las políticas gubernamentales se
centraron en ese momento, entre otros, en el objetivo de equidad, apoyadas en el
argumento de los economistas del Capital Humano. Durante los años setenta, la
recesión económica en la que se sumergieron la mayoría de los países
desarrollados, junto al incremento del gasto público en las universidades, como
consecuencia de la expansión producida, dirigieron un período de austeridad para
la educación superior, empezando a extenderse una corriente de opinión
generalizada que, cuestionando las ventajas de la educación superior, propugnaba
la reducción del gasto público en ella. En los años ochenta y noventa las nuevas
demandas de las economías industrializadas avanzadas alteraron las asunciones
previas, centrándose en aspectos concernientes a la eficiencia, a la calidad y a
los servicios públicos relevantes, con énfasis particular en la contribución de
la Universidad al desarrollo tecnológico y económico. Desde los poderes públicos
se comienza a dar mayor autonomía a la Universidad, a través de la desregulación
de los sistemas universitarios, a la vez que se les exigió la búsqueda de
objetivos tales como la eficiencia y la calidad.
Las presiones financieras sobre el Sector Público han producido un creciente
interés por la medida de la eficiencia con la que desarrollan sus actividades
las distintas organizaciones que lo forman. A su vez, otros aspectos han
generado un incremento de los estudios referentes a la eficiencia y a su
evaluación en el ámbito del Sector Público, como son el aumento de las
exigencias por parte de los usuarios para obtener mayores niveles de eficiencia
y efectividad de los servicios públicos consumidos o la gran inquietud social
por dotar a los centros de decisión de las entidades públicas de modernas
técnicas de gestión que contribuyan eficazmente al proceso de toma de
decisiones.
En el ámbito de la educación, y más concretamente en la educación superior
universitaria, estas razones también se manifiestan y en los últimos veinte años
la Economía de la Educación está dirigiendo su atención de forma creciente a la
evaluación de la eficiencia interna de los centros educativos, principalmente
públicos.
Además, nos encontramos en el proceso de creación del “Espacio Europeo de
Educación Superior”(Declaración de Bolonia, 1999), que supone un fuerte
incremento de la competencia entre instituciones universitarias y la búsqueda de
situaciones caracterizadas por la eficiencia y la calidad de los servicios
ofrecidos, derivado del entorno competitivo. Paralelamente, estamos ante un
escenario de cambio de la legislación universitaria española, que introduce un
órgano de evaluación de los resultados universitarios, la Agencia Nacional de
Evaluación y Acreditación (ANECA), que ha supuesto que los procesos de
evaluación estén de plena actualidad, aunque de forma controvertida.
En este trabajo se pretende poner de manifiesto la importancia que tiene en la
actualidad la búsqueda de la eficiencia, centrándonos en el caso en la educación
superior universitaria, llevando a cabo un análisis desde el punto de vista
económico. Tras esta introducción, la ponencia consta de cuatro apartados. En el
primero de ellos se recoge el concepto de eficiencia y sus diferentes
acepciones, con la finalidad de elegir finalmente aquélla mayormente utilizada
en la valoración de la actividad pública. En el segundo apartado se muestran las
consideraciones a tener en cuenta a la hora de analizar la eficiencia en el
ámbito de la educación superior. En tercer lugar, se exponen brevemente las
diferentes técnicas existentes para cuantificar la eficiencia. Por último, el
trabajo finaliza con el tradicional apartado de conclusiones.
1. La eficiencia en el ámbito educativo superior.
La eficiencia constituye uno de los objetivos teóricos y de contrastación
empírica de los Sectores Públicos modernos. En el caso del Sector Público
español, la Constitución de 1978 señala en su art. 31.2 que:
"El gasto público realizará una asignación equitativa de los recursos públicos y
su programación y ejecución responderán a los criterios de eficiencia y
economía".
Por tanto, este mandato constitucional respalda, desde la máxima altura
jurídica, todo lo positivo que puede proporcionar el fomento de la eficiencia
económica.
Asimismo, en el ámbito educativo, y por tanto en la educación superior, los
objetivos perseguidos por el Sector Público pueden reducirse a dos:
a. Producir con eficiencia (objetivo de eficiencia) y,
b. con un resultado equitativo (objetivo de equidad ).
Por su parte, la LOU (2001) hace referencia, en su exposición de motivos, a la
necesidad de ser eficientes, estableciendo que: “las universidades necesitan
incrementar de manera urgente su eficacia, eficiencia y responsabilidad,
principios todos ellos centrales de la propia autonomía universitaria”; a lo que
añade: “(la Ley) diseña un mayor autogobierno de las Universidades […] lo que
implica una mayor eficiencia en el uso de los recursos públicos”.
A la hora de analizar el término eficiencia en la economía, nos encontramos con
distintas acepciones , según nos refiramos al contexto macroeconómico o
microeconómico.
Desde el punto de vista macroeconómico la acepción de eficiencia utilizada es la
de eficiencia económica o eficiencia en el sentido de Pareto, considerando que
un sistema económico es eficiente cuando se ha alcanzado una situación, esto es,
una combinación de bienes producidos o consumidos o una combinación de factores
utilizados, en la que ningún individuo podría mejorar su bienestar sin empeorar
el bienestar de algún otro . Dicho de otro modo, si podemos encontrar una manera
de mejorar el bienestar de algún individuo sin empeorar el de cualquier otro,
estaremos ante una asignación ineficiente en el sentido de Pareto .
Desde el punto de vista microeconómico, el concepto de eficiencia utilizado
relaciona los recursos (inputs) empleados por una unidad productiva con los
resultados obtenidos (outputs). En este contexto, se dice que una unidad
productiva es eficiente cuando se obtiene la máxima productividad de acuerdo con
los recursos empleados o, alternativamente, cuando la cantidad utilizada de
recursos para obtener un determinado nivel de producción sea mínima. Por tanto,
el concepto de eficiencia, desde el punto de vista microeconómico, suele
vincularse al de función de producción .
Dentro de la relación economía y educación, al hablar de eficiencia nos podemos
referir a dos campos distintos (Pinto y Cuadras (1992) y Mora, Palafox y Pérez
(1993b)):
1. Eficiencia externa, que trata de maximizar el beneficio que la educación
reporta a la sociedad (Effectiveness).
2. Eficiencia interna, que trata de producir el output al menor coste posible (Efficiency).
La eficiencia externa, en el ámbito educativo, se suele medir a través de los
objetivos que persigue la sociedad y puede valorarse por la relación entre
costes y beneficios sociales. Dicho de forma muy general, el objetivo de
eficiencia, en este caso, se traducirá en la aportación de una cantidad de
educación que maximice el beneficio social neto. Para ello debemos identificar
tanto los costes como los beneficios de la educación. Blaug y Moreno Becerra
(1984) y Moreno Becerra (1998: 98) diferencian entre partidas individuales y
partidas sociales, considerando sociales “aquellos costes y beneficios que
trascienden de la esfera individual y afectan a un amplio conjunto de personas,
produciéndoles externalidades positivas o negativas, según sea el caso”. Los
costes sociales de la educación postobligatoria serían aquellos en los que
incurre el conjunto de la sociedad para brindar educación a sus miembros (en
general, los costes de producción directa de las actividades educativas, los
costes de mantenimiento de los estudiantes y los costes de oportunidad de los
alumnos). Los beneficios sociales de la educación postobligatoria (aumento de la
participación social en los asuntos públicos, cambios en las actitudes y
valoraciones de la sociedad y mejora de la eficiencia y del crecimiento de la
economía, entre otros) implican algo más que la simple suma de los beneficios
individuales que aporta la educación, pues, como apunta Quintás (1983: 35), “hay
rendimientos sociales si, más allá de los beneficios del propio sujeto educado,
se manifiestan ventajas de cualquier clase o naturaleza en otros miembros de la
sociedad, o en toda ésta de forma indiscriminada”.
En ambos casos, beneficios y costes sociales, no resulta fácil la cuantificación
e incluso, en muchas ocasiones, su enumeración. Pero no cabe duda de que la
educación postobligatoria supone no sólo beneficios y costes individuales, sino
también sociales (Moreno Becerra, 1998).
La eficiencia interna en el ámbito educativo hace referencia a la relación entre
inputs y outputs dentro del sistema educativo o dentro de determinadas
instituciones. Por tanto, el output se mide, en este caso, en función del
resultado, en la consecución de los objetivos del sistema educativo o de la
institución y no por la forma en que han sido conseguidos los objetivos de la
sociedad.
A la hora de analizar la eficiencia interna en el sector de la educación, hay
que tener en cuenta tanto los inputs como los outputs para evitar la existencia
de errores. Así señala Bowen (1980: 230): “en muchas de las discusiones sobre
eficiencia de la educación se han cometido dos frecuentes errores. El primero,
común entre quienes critican la educación superior, es juzgar la eficiencia sólo
en relación a los costes [...]. Evidentemente, la cuestión de qué es más
eficiente sólo puede ser respondida si sabemos algo acerca de los resultados. El
segundo error, común entre los defensores de la educación superior, es juzgar la
eficiencia sólo en relación con los resultados. Se supone que la mejora de los
resultados es lo deseable al margen de lo que ocurra con los costes. Ambos
enfoques fallan al no reconocer que la eficiencia es una relación entre dos
variables, costes y resultados”.
Una vez realizada una aproximación general al concepto de eficiencia y sus
diferentes acepciones, nos hemos de centrar en el enfoque microeconómico de
eficiencia, referido a la educación, en el ámbito interno, realizando a
continuación una descripción detallada de dicho concepto y de sus diferentes
dimensiones.
El concepto de eficiencia que se utiliza en los trabajos implicados en la
valoración de la actividad pública es el de eficiencia productiva, es decir, el
análisis de la eficiencia se centra en determinar si el Sector Público está
siendo eficiente desde el punto de vista productivo. Así, una unidad será
catalogada como eficiente si opera de acuerdo a la función de producción, o lo
que es lo mismo, si obtiene el máximo rendimiento de los factores productivos
que utiliza, sin derrochar recursos. Por tanto, la idea general contenida en el
concepto de eficiencia es que no existe desaprovechamiento, obteniéndose la
máxima productividad en relación con los recursos empleados o, alternativamente,
que la cantidad utilizada de recursos para obtener un determinado nivel de
producción sea mínima.
En general, podemos afirmar que, la búsqueda de la eficiencia es la búsqueda de
la combinación mas apropiada de costes y beneficios, de sacrificios y
utilidades, en el sentido de que hay que descubrir la combinación que: “1)
genere la mayor cantidad posible de beneficios de entre las que tienen idéntico
coste, o 2) haga incurrir en menos costes de entre las que producen idénticos
beneficios, o 3) presente la mejor relación proporcional entre los costes en los
que se incurren y los beneficios que se obtienen” (Moreno Becerra, 1998: 105).
Dentro de la eficiencia interna debemos distinguir diferentes dimensiones (Farrell,
1957): eficiencia técnica, eficiencia asignativa y eficiencia económica .
Figura 1: La eficiencia en el ámbito educativo: campos de análisis y
dimensiones.
CAMPOS DE ANÁLISIS DIMENSIONES
EFICIENCIA EN EL ÁMBITO EDUCATIVO 1. EXTERNA
- Eficiencia técnica
2. INTERNA - Eficiencia asignativa
- Eficiencia económica
Fuente: elaboración propia.
La eficiencia técnica (o física) es el concepto de eficiencia más utilizado
habitualmente en el ámbito público (Ganley y Cubbin, 1992; Fried, Lovell y
Schmidt, 1993; Pedraja, Salinas y Suárez, 2001). Ésta intenta analizar los
procesos productivos y la organización de tareas centrándose en las cantidades
de inputs utilizadas y en las cantidades de outputs producidas. La eficiencia
técnica se logra si se alcanza el máximo producto o servicio posible con una
combinación concreta de factores de producción (orientación al output); o
alternativamente, si se alcanza un nivel de producto o servicio determinado con
la mínima cantidad de factores o de recursos combinados en una proporción dada
(orientación al input). Dicho de otra manera, debe ser imposible reducir el
volumen de un input cualquiera sin reducir el volumen del output. Existe por
tanto, ineficiencia técnica si se puede reducir al menos el consumo de un factor
sin que se incremente el uso de otros factores (que se combinen en una
proporción determinada) y sin que varíen las cantidades producidas.
Por tanto, la eficiencia técnica se basa en la utilización de unidades físicas,
lo que implica que queda al margen el análisis del coste o precio de los
factores y la valoración de los ingresos obtenidos en la producción.
Koopmans (1951), quien nos proporciona la primera definición formal de
eficiencia, la define como sigue: “un productor es técnicamente eficiente si un
incremento de cualquier output requiere una reducción en al menos otro output o
un incremento de al menos un input, y si una reducción en al menos un input
requiere un incremento en al menos otro input o una reducción en al menos un
output”.
Por otra parte, la eficiencia asignativa (o de precios) (Farrell, 1957) hace
referencia a la habilidad para combinar los inputs (función de costes) y los
outputs (función de beneficios) en proporciones óptimas en función de los
precios. Esto implica alcanzar el coste mínimo al producir un nivel dado de
output cuando se modifican las proporciones de los factores productivos
utilizados de acuerdo con sus precios y productividades marginales.
Alternativamente, se puede definir como la obtención de una cantidad máxima de
producto manteniendo el coste a través del reajuste de los factores de
producción según sus costes de uso.
Por último, Farell (1957) definió la eficiencia económica (o global), la cual
implica que la unidad productiva es técnica y asignativamente eficiente, es
decir, la obtención de una determinada producción supone la minimización de la
cantidad de factores empleados y además de su coste. La eficiencia económica se
define como el producto de la eficiencia técnica y la eficiencia asignativa.
2. Consideraciones sobre la eficiencia en el ámbito educativo superior.
La eficiencia como objetivo perseguido por el Sector Público en el ámbito de la
Educación Superior, así como las preocupaciones surgidas recientemente en torno
a la evaluación y mejora de la eficiencia, como instrumento para mejorar la
gestión de los centros universitarios, han dado lugar a que la Economía de la
Educación esté dirigiendo su atención de forma creciente hacia el estudio de un
área escasamente explorada anteriormente: la evaluación microeconómica de la
eficiencia interna de los centros educativos superiores, principalmente los de
carácter público. Hasta fechas muy recientes, se observa la práctica
inexistencia de investigaciones que hayan tratado de evaluar ex-post la
eficiencia interna de los centros provisores de los servicios educativos a nivel
superior. Sin embargo, dicha situación ha cambiado, produciéndose un incremento
en los trabajos referidos a este tema (Tomkins y Green, 1988; Beasley, 1990;
Johnes y Johnes, 1993, 1995; y Athanassopoulos y Shale, 1997, entre otros).
En la evaluación de las instituciones universitarias, de entre todas las
dimensiones de la eficiencia descritas en el epígrafe anterior, el estudio de la
eficiencia técnica es lo más adecuado, ya que, tanto la eficiencia asignativa
como la eficiencia global, precisan de información sobre los precios de los
factores, algo habitualmente no disponible en el ámbito educativo público. Como
destacan Pedraja, Salinas y Suárez (2001: 245), “las características de la
oferta de bienes suministrados públicamente se derivan fundamentalmente de la
ausencia o escasa presencia del mercado: el output público no se vende en el
mercado, por lo que es difícil de definir en teoría y de medir en la práctica”.
Es por ello que el concepto de eficiencia más apropiado para aplicar a la
evaluación de las instituciones universitarias es el de eficiencia técnica, que
indica el grado de aprovechamiento técnico de los recursos puestos al servicio
de la producción educativa, quedando, por tanto, descartadas la eficiencia
asignativa y global, que precisan de información sobre los precios.
Pero a la hora de evaluar la eficiencia en la educación superior, además de la
ausencia de precios, nos encontramos con otros problemas y limitaciones que no
están presentes en el ámbito privado. Dentro de los obstáculos existentes en la
realización de trabajos cuyo propósito sea evaluar la eficiencia interna de los
centros encargados de impartir educación superior, el más importante es el de la
conceptualización y posterior medición de los productos educativos: la
existencia de múltiples objetivos, a menudo ambiguos, y la multidimensionalidad
del output educativo y su carácter intangible dificultan la especificación de
una magnitud que se podría identificar con la idea de producto educativo. Como
señalan Prior, Verges y Vilardell (1993), la mayor parte de los objetivos de las
instituciones públicas son de carácter no financiero, lo que implica que los
outputs sean de difícil cuantificación.
Aunque con una intensidad menor, la delimitación y medida de los inputs
constituye otro problema en los trabajos de este tipo. En este caso, la
dificultad se encuentra en el aislamiento de los inputs controlables por el
centro educativo del resto de influencias, de magnitud no despreciable, que
inciden de forma muy importante sobre los productos del centro (los aspectos
incorporados por el propio alumno, el ambiente familiar y las interacciones con
el resto de alumnos, principalmente). Además de lo anterior, la diferenciación
entre los que son realmente inputs y outputs del proceso educativo tampoco
constituye una cuestión de fácil resolución.
En resumen, se debe afirmar que el ámbito de la Educación Superior presenta una
serie de particularidades que dan lugar a que la delimitación y medición de
inputs y outputs sea diferente a otros campos de estudio.
Otro aspecto, señalado por Pedraja, Salinas y Suárez (2001) y referido al Sector
Público en general es que, con respecto al output, no existe un mecanismo de
liquidación automática que expulse a los productores ineficientes, como ocurre
en el ámbito privado.
Por otra parte, a la hora de llevar a cabo una evaluación de las actividades del
Sector Público, debe tenerse en cuenta los requerimientos que comporta ofrecer
unos servicios en los que muchas veces existe una contradicción entre los
objetivos de racionalidad económica y los objetivos sociales o políticos (por
ejemplo, el mantenimiento de una determinada línea de transporte público
deficitaria, pero necesaria socialmente) (Prior, Verges y Vilardell, 1993).
A las consideraciones anteriores, hemos de añadir uno de los principales
problemas al que se enfrentan las investigaciones empíricas: la carencia de un
flujo de información estadística sobre la actividad de las instituciones
universitarias y, con carácter general, sobre la actividad de todos los centros
productivos públicos.
En resumen, los problemas específicos que plantea la evaluación de la eficiencia
en el ámbito de la educación superior se concretan en los siguientes (Pedraja y
Salinas, 1996):
1. El desconocimiento absoluto de la función de producción, es decir, de la
relación entre los inputs y el producto universitario.
2. La inexistencia de precios que permitan evaluar adecuadamente el grado de
cumplimiento de los objetivos por parte de los centros, proporciona a los
outputs un carácter multidimensional que añade nuevos problemas a la evaluación
de la eficiencia.
3. La existencia de factores no controlables, al margen de la actuación de las
unidades productivas, puede repercutir de forma considerable en el rendimiento
de los alumnos y contribuye a que los intentos de estimación de las funciones de
producción ofrezcan habitualmente resultados contradictorios y poco
significativos.
Estas peculiaridades, existentes en el ámbito educativo en general, y en el de
la Educación Superior en particular, dan lugar a que la técnica de medición de
la eficiencia a utilizar deba recoger esas limitaciones que presenta nuestro
objeto de análisis.
Los estudios de eficiencia realizados en el campo de la Educación (Primaria,
Secundaria y Superior) son muy reducidos hasta la fecha. La mayoría han sido
llevados a cabo en los EEUU (Charnes, Cooper y Rhodes, 1978), en el Reino Unido
(Beasley (1990); Athanassopoulos y Shale (1997); Johnes y Johnes (1993, 1995);
Tomkins y Green (1988)) y recientemente en Australia (Madden y Savage (1997),
Abbott y Doucouliagos (2003)), a partir de la segunda mitad de la década de los
sesenta. En España el grado de atención que se le ha prestado al estudio de la
eficiencia de los servicios educativos es relativamente escaso y reciente (Pina
y Torres (1995a y 1995b), García Valderrama (1995, 1996), Caballero y otros
(1997, 2000, 2004), González, Lafuente y Mato (1998, 1999), Trillo (1998, 2000),
García y Gómez (1999), Castrodeza y Peña (2000), Martínez (2000, 2003), Martín
Rivero (2005) para el caso de la educación universitaria; y Mancebón (1992,
1996) y Muñiz (1997, 1998) en Educación Secundaria), desarrollándose los
primeros trabajos en la década de los noventa.
A pesar de las dificultades, en los últimos años el tema de la evaluación de la
eficiencia en todos los servicios públicos en general, y en la Educación
Superior en particular, está despertando gran interés. Según Mancebón (1996),
tres razones constituyen una explicación de este hecho:
1. El creciente interés por la mejora de la gestión de los recursos públicos
ante las fuertes presiones financieras sufridas por los gobiernos de todos los
países desarrollados.
2. El propósito, dentro de la comunidad académica, de emprender el estudio de un
tema hasta la fecha abandonado.
3. El desarrollo reciente de un conjunto de técnicas analíticas y matemáticas
con las que medir la eficiencia.
En el epígrafe siguiente, se presta especial atención a este último aspecto,
exponiendo brevemente las diferentes metodologías que se han desarrollado para
llevar a cabo la evaluación de la eficiencia de los centros provisores de
servicios públicos (en nuestro caso las universidades) como instrumentos de
detección de ineficiencias productivas y, por tanto, como medios de mejora de la
gestión de los centros provisores de educación postobligatoria.
3. Métodos de medición de la eficiencia en el ámbito educativo superior.
Una vez expuesto el interés por la eficiencia, se plantea la necesidad de medir
y evaluar el grado de eficiencia con que actúa cualquier organización de
naturaleza pública o privada y, en nuestro caso, organizaciones tales como las
instituciones universitarias.
Así señala Navarro (1999: 199): "si coincidimos en la importancia de alcanzar un
mayor nivel de eficiencia, debemos coincidir en la necesidad de desarrollar
técnicas de gestión que la potencien e instrumentos de medida que nos permitan
constatar nuestros logros".
En la literatura económica se han desarrollado distintas metodologías que
permiten evaluar y cuantificar la eficiencia interna de las unidades que
gestionan recursos. Las diferencias entre esas metodologías se encuentran en la
técnica de estimación utilizada (estimación econométrica o análisis de
programación matemática), el carácter paramétrico o no del método
(establecimiento de una forma funcional particular o no) y el carácter
determinista o estocástico del mismo (según identifiquen toda la desviación como
ineficiencia o no). En general, los métodos paramétricos tienden a utilizar
técnicas de estimación econométrica mientras que los no paramétricos suelen
aplicar análisis de programación matemática.
Dichas metodologías se suelen agrupar básicamente en dos categorías: las
“aproximaciones frontera” y las “aproximaciones no frontera”.
Las aproximaciones no frontera: se caracterizan porque no se requiere una
formulación explícita de un concepto de frontera que delimite el espacio de
situaciones posibles. Dentro de éstas podemos distinguir dos metodologías que se
diferencian por la técnica utilizada. Estas son: aproximaciones de carácter
paramétrico y aproximaciones de carácter no paramétrico. Las limitaciones que
presentan las aproximaciones no frontera (Martín Rivero, 2005), junto las
características propias del campo ámbito educativo superior, hacen más apropiado
utilizar otras técnicas.
Las aproximaciones frontera estudian la eficiencia de una unidad respecto del
mejor comportamiento mostrado por algunas de las unidades de la muestra que
formarán parte de la frontera. Las unidades eficientes se sitúan en la frontera
de producción, mientras que las unidades ineficientes se encuentran por debajo
de dicha frontera. Dentro de las aproximaciones frontera se distinguen dos
metodologías, que se diferencian por la técnica que utilizan para definir la
frontera. Estas son: las de carácter paramétrico y las de carácter no
paramétrico.
Las aproximaciones frontera de carácter paramétrico especifican a priori una
forma funcional con parámetros constantes. Dicha especificación constituye su
ventaja fundamental pues cualquier hipótesis puede ser contrastada con rigor
estadístico; pero, a su vez, representa una debilidad, pues exige el
conocimiento previo de la función de producción que, en la mayoría de los casos
es desconocida (Lassibille y Navarro, 2004).
Las aproximaciones frontera de carácter no paramétrico se caracterizan porque no
se especifica a priori una forma funcional, sino unas propiedades formales que
satisfacen los puntos del conjunto de producción. Los datos en este caso son
envueltos, determinando si cada punto observado puede considerarse que
pertenezca a la frontera o no bajo los supuestos establecidos. Dentro de las
aproximaciones frontera de carácter no paramétrico nos encontramos con el
Análisis Envolvente de Datos conocido por sus siglas inglesas como DEA. Sus
características y las peculiaridades del ámbito de la educación universitaria,
la han convertido en una técnica apropiada para llevar a cabo una evaluación de
la eficiencia técnica, tal y como han afirmado recientemente Lovell y Muñiz
(2003).
4. Conclusiones
Las universidades públicas de los países desarrollados han experimentado
transformaciones importantes derivadas, principalmente, de los cambios
producidos en su contexto. Dentro de estos cambios, las presiones financieras
sobre el Sector Público, concretadas, por ejemplo, en la búsqueda de la
reducción del déficit, han producido una creciente preocupación por la medida de
la eficiencia con la que desarrollan sus actividades las distintas
organizaciones que forman dicho sector.
En consecuencia, el interés por la medida y la mejora de la eficiencia con la
que actúan las instituciones encargadas de impartir educación superior
universitaria ha ido cobrando una importancia bastante significativa. Así, la
eficiencia constituye uno de los objetivos teóricos y de contrastación empírica
de los sectores públicos modernos, apareciendo en nuestro país recogido en la
Constitución actual (art. 31.2). En el caso de las universidades públicas, dado
que se trata de organizaciones que gestionan sus recursos con considerable
autonomía, la producción universitaria ha sido objeto de especial atención por
parte de la literatura económica.
En este trabajo se ha querido dejar patente la importancia que tiene en la
actualidad la medición y cuantificación de la eficiencia con la que desarrollan
sus actividades las instituciones encargadas de impartir educación superior.
Tras una breve introducción y la exposición del concepto de eficiencia utilizado
en el ámbito de la economía de la educación, se han mostrado las
particularidades que presentan, en la educación superior, la medida y
cuantificación de la eficiencia, así como las dificultades existentes en dicho
ámbito. Finalmente se han recogido brevemente las diferentes técnicas que
permiten llevar a cabo una medición y cuantificación de la eficiencia, que
aunque están siendo utilizadas cada vez con más frecuencia, también presentan
limitaciones que deben ser tenidas en cuenta a la hora de su aplicación.
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