Este concepto se define como el valor de las compras realizadas por las empresas, las familias y el gobierno de los bienes y servicios producidos por la economía, más los exportados en un período determinado.
El Sistema de Cuentas Nacionales desglosa la demanda total en dos grandes rubros, de acuerdo a la función económica que realicen los compradores. Dichos rubros son la demanda intermedia y la demanda final.
La demanda intermedia está constituida por las compras de materias primas, productos intermedios, materiales de oficina y servicios que se emplean directamente en los procesos productivos. La demanda intermedia es ejercida en su mayor parte por las empresas industriales, comerciales y de servicios al desarrollar las actividades propias de su giro.
La demanda final está integrada por las compras que realizan los consumidores finales de los bienes y servicios producidos por las unidades productivas. El Sistema de Cuentas Nacionales considera como demandantes finales las compras de las familias y del Gobierno, así como las exportaciones. También se incluye en este rubro la variación de existencias y la formación bruta de capital fijo.
La característica fundamental de los demandantes finales es que compran los bienes y servicios para satisfacer sus propias necesidades, mientras que los demandantes intermedios adquieren los bienes para transformarlos o enajenarlos en algunas de las etapas del proceso de producción o distribución.
La característica de los bienes y servicios producidos determinan la proporción de las ventas que se destinan a la demanda intermedia y a la demanda final. Entre los sectores que dirigen casi la totalidad de su producción a la demanda intermedia, cabe señalar la petroquímica básica, la elaboración de resinas sintéticas y la elaboración de fertilizantes. En cambio la industria ligera y el sector de servicios educativos destinan la totalidad de su producción a la demanda final.