Principios de Econom�a Pol�tica

Por el Doctor
D. Manuel Colmeiro
Catedr�tico de la Universidad de Madrid


Alojado en "Textos selectos de Econom�a"
http://www.eumed.net/cursecon/textos/

 

PARTE TERCERA. - De la distribuci�n de la riqueza.

CAP�TULO VII. - Del inter�s.

La persona que en virtud del trabajo y la econom�a llega � juntar cierta suma de valores, puede elegir entre dos medios muy distintos de utilizarla, porque � la aplica al consumo inmediato y satisface no tan s�lo sus necesidades, pero tambien sus gustos y caprichos, � la convierte en capital sacrificando el goce presente � otro goce futuro de mayor importancia. Lo primero constituye la vida disipada: lo segundo es la vida laboriosa donde resplandecen los h�bitos de prevision y templanza.

Mas para renunciar al deseo de consumir por el deseo de capitalizar, es preciso tener seguridad de que ni el gobierno ni los particulares vendr�n � despojarnos de los bienes logrados con nuestra industria y acumulados en fuerza de privaciones, y convidar al capitalista con la perspectiva de una recompensa.

Puede el capitalista emplear por s� mismo el capital, � prestarlo � una tercera persona que aproveche su fuerza productiva. En el primer caso dirige una operacion industrial que le rinde cierta ganancia � producto bruto en cuya partida se comprende la remuneracion del servicio que presta el capital: en el segundo concurre de l�jos � la produccion de la riqueza, y en rigor de justicia quien se lucra de un capital ajeno debe pagar � su due�o el precio del uso productivo de aquella fuerza.

De aqu� procede la renta de los capitales, la cual, si son fijos como edificios, m�quinas, etc., que deben restituirse salva rerum substantia, se llama comunmente alquiler; y si circulantes como semillas, materiales crudos, dinero � otras cosas que los jurisconsultos apellidan fungibles, porque con el uso se consumen y cuyo valor no consiste en la forma sino en la cantidad y calidad de la especie, recibe el nombre de inter�s. Tal es el lenguaje vulgar: el cient�fico no admite semejante distincion arbitraria, y para el economista inter�s significa toda renta que tiene su raiz en el capital.

S�guese de lo dicho que el inter�s existe con absoluta independencia del contrato de cr�dito � pr�stamo del capital y por el mero hecho de aplicarlo � la produccion. Es verdad que cuando no existe se confunde con las dem�s ganancias � utilidades en el producto bruto de una empresa industrial; pero si lo analizamos y descomponemos, hallaremos la parte del capitalista, del obrero, y en fin, de cada productor. Sea el mismo empresario de la industria quien perciba el inter�s como capitalista, sea una tercera persona, siempre hay renta del capital distinta de las otras rentas en remuneracion de un servicio tambien distinto de otros servicios.

El inter�s del capital representa la diferencia que resulta � favor del capitalista, comparando la suma de valores que anticipa con la suma de valores de que se reembolsa en un t�rmino se�alado. La unidad de tiempo que se adopta para determinar la cuota del inter�s es comunmente un a�o, porque un a�o es el per�odo regular en que se realizan y liquidan las ganancias de la agricultura, cuyas labores deben plegarse al curso natural de las estaciones; un a�o es el plazo ordinario de recobrar los capitales empleados en la mayor parte de las especulaciones de la industria y del comercio, y al cabo del a�o se ajustan las cuentas y se forma el balance de las entradas y salidas, y se calculan los gastos y las rentas para graduar el estado verdadero de nuestra fortuna. Aunque suele acontecer que se estipulen intereses mensuales, siempre los consideramos como los factores del inter�s anual; y aunque tambien sucede que un capital tarde diez � veinte a�os en producir inter�s, por ejemplo, si se invierte en el plant�o de olivos, al fin la cuota se estima con relacion � este ciclo econ�mico.

El fundamento del inter�s es el derecho � una remuneracion del ahorro � de la abstinencia que se impone el poseedor de cierta suma de valores que pudiera consumir y no consume; es una leg�tima compensacion de las privaciones que experimenta, cuando guarda su riqueza con �nimo de hacerla productiva. Si no retirase de cualquiera empresa m�s que la cantidad anticipada, no habria beneficio ni estimulo para el pr�stamo; pero si quien usa del capital, se lo restituye con creces, obtiene su due�o el premio merecido por la econom�a, queda pagado de la moderacion y templanza y halla ventaja en conservarlo intacto y destinarlo de nuevo � la produccion.

As� pues, el primer elemento del inter�s es la indemnizacion de la abstinencia � privacion que se impone el capitalista al desapoderarse del capital y ceder su empleo � una tercera persona. Si en vez de disiparlo en la satisfaccion de sus necesidades y placeres, opta por el medio de aplicarlo � la producci�n � prestarlo � quien lo aplique, es preciso que el inter�s subsane la abstinencia del goce inmediato. La equidad aconseja la compensacion del mal presente con el bien futuro y la justicia exige aceptar las consecuencias del derecho de propiedad. Todos ganan en ello, pues pagar inter�s redunda en beneficio de quien d� y toma el capital, porque realiza la cooperacion necesaria � la produccion de la riqueza, y reparte los valores producidos entre los que concurren � esta obra. Cuanto mayor fuere la privacion del capitalista, m�s alta ser� la cuota del inter�s; por lo cual si necesita imponerse sacrificios dolorosos � renunciar � ganancias considerables, el inter�s crecer�, y menguar�, si s�lo se abstiene de consumos fr�volos y excusados, � abandona una leve esperanza de aplicar su capital � un uso m�nos lucrativo.

El segundo elemento del inter�s es el riesgo � que se expone el capitalista empleando el capital por s� mismo en un negocio ocasionado � perdidas y ganancias, � prest�ndolo � quien puede restituirlo � no restituirlo, cuyas razones serian bastantes � rehusar el uso directo � indirecto de aquel instrumento de la produccion, si no hallase una compensacion del peligro en la prima que se paga por esta causa. Mil circunstancias pueden influir en el aumento � disminucion del inter�s en cuanto representa la prima del seguro, como el cr�dito de la persona � quien se confia el capital, la naturaleza de la especulacion m�s � m�nos aventurada, el temor � las perturbaciones comerciales, y sobre todo la falta de un �rden legal s�lidamente cimentado. Y no tan s�lo entran en la cuenta los siniestros de la empresa, sino tambien los que proceden del derecho positivo, como son los vicios de las leyes que ordenan los contratos y los procedimientos civiles, y establecen las formas tutelares de la propiedad, y facilitan la pronta y recta administracion de la justicia.

Cuando el capital prestado consiste en cosas que se deterioran lentamente con el uso, el inter�s debe comprender una parte necesaria para cubrir los gastos de conservacion y reparacion cont�nua, como si se trata de un edificio que � pesar de todos los cuidados del propietario, se destruye y arruina al cabo de cierto tiempo. Esta parte significa la amortizacion del capital y se destina � mantenerlo intacto y reemplazarlo mediante una renovacion sucesiva.

Si el capital se compone de cosas que deben consumirse con la obligacion de restituir una cantidad equivalente, el inter�s var�a segun el tiempo, el lugar y el modo de satisfacerlo, la facilidad � dificultad de hallar nuevo empleo, de percibir la renta y obtener el reembolso. Por eso el recelo de experimentar p�rdidas por la mudanza en el valor de la moneda, la lentitud y division de los pagos, la breve duracion del contrato, la distancia que separa al acreedor del deudor y todos los dem�s accidentes que obligan � redoblar el trabajo y la solicitud del due�o del capital, influyen en la subida del inter�s, as� como las circunstancias contrarias contribuyen � moderarlo.

Cuota corriente del inter�s significa la ganancia ordinaria del capitalista, � el tanto que comunmente se paga por el uso de los capitales empleados en iguales condiciones de tiempo, lugar, riesgo y dem�s que determinan la cuota natural; y cuota media expresa esta misma ganancia, pero no con relacion � tal � cual empleo particular, sino comparando todas sus aplicaciones � la industria en general.

Siendo el dinero el comun denominador de los valores, debe ser y es igualmente el t�rmino de comparacion de los intereses. As� se dice que el inter�s sube al cinco � baja al cuatro por ciento, tomando por tipo la moneda circulante.

La cuota corriente del inter�s es, como la cuota del salario, movible dentro de un maximum y un minimum que ponen l�mite � sus oscilaciones. El minimum del inter�s se determina por la indemnizacion que debe pagarse al capitalista, considerando el premio de la abstinencia, la probabilidad del riesgo y la dispensacion de trabajo, puesto que no es �l quien emplea el capital y lo aplica � la produccion. As� las ganancias de una empresa son superiores al inter�s. Prestando uno su capital con buenas garant�as, se descarga del cuidado de dirigir los negocios y declina su responsabilidad en otro que los conduce por su cuenta y riesgo. Queda, pues, el capitalista, en su calidad de auxiliar pasivo de la produccion, con derecho � pedir por entero la remuneracion de su abstinencia y la indemnizacion de un riesgo poco � nada probable mediando aquellas garant�as. Si el capitalista no obtiene la debida recompensa, prefiere guardar el capital � consumirlo � favorecer una empresa ajena y correr el menor peligro de perderlo; y si el empresario de industria calcula que los intereses absorben las utilidades de la especulacion (en cuyo caso llegarian al maximum), renuncia � todo empleo est�ril � ruinoso. En ambos supuestos deja de ser posible la produccion, y de consiguiente no hay t�rminos h�biles para proceder � la distribucion de la riqueza.

La movilidad de la cuota del inter�s lleva consigo la condicion de subir � bajar dentro de este maximum y minimum; y as� importa examinar las leyes econ�micas que regulan su movimiento.

El inter�s significa el precio del uso � del servicio productivo de un capital; y conforme el precio de todos los g�neros y frutos se regula por la m�tua voluntad de los interesados all� donde prevalece el r�gimen de la libre coucurrencia, el inter�s se discute con entera libertad sin m�s ley que las condiciones favorables � adversas del mercado, � sea la relacion entre la oferta y la demanda.

La oferta de capitales est� representada por la suma de valores destinados � la produccion, y as� aumenta � disminuye con el capital nacional, aunque siempre le sea inferior. No forman parte de la oferta todos los capitales existentes, sino tan s�lo aquellos que buscan empleo. Los capitalistas que ejerciendo su profesion aplican por si mismos el capital � la produccion de la riqueza, no aumentan la oferta, porque no lo llevan al mercado.

La oferta ser� tanto m�s viva, cuanto m�s exceda al capital fijo el circulante, porque el uno no puede acudir con prontitud al empleo lucrativo, y el otro, se presenta ligero en donde la necesidad lo llama; por cuya razon los capitales que consisten en dinero � especies f�cilmente realizables pesan mucho en la balanza.

Las leyes protectoras de la transmision de la riqueza comunican un grado mayor de actividad � la oferta de capitales, pues no basta que existan ni que el capitalista abrigue el deseo de consagrarse � la produccion, si obst�culos superiores � su voluntad le cierran las puertas del mercado. La prosperidad creciente de los pueblos multiplica tambien la oferta, porque creciendo la riqueza general crece la producci�n, hay m�s �nsia y comodidad de economizar, y de la comun abundancia de valores resulta la abundancia de capitales.

La demanda est� significada por el n�mero de ocasiones que convidan al capitalista y le estimulan � dar un empleo lucrativo � su capital. La mayor demanda depende de la extension del cr�dito, de la fertilidad de las tierras ociosas � vacantes, del mayor � menor desarrollo de la industria y el comercio, de los h�bitos de laboriosidad y econom�a de la nacion, del celo � inteligencia de los empresarios, y en general del aumento progresivo de la poblacion y riqueza de un estado. La libertad del trabajo y de los cambios, las vias de comunicacion y transporte, el respeto � las personas y propiedades y todos los beneficios de un gobierno prudente � ilustrado, avivan cada vez m�s la demanda de capitales.

La relacion de la oferta � la demanda � viceversa, puede variar y var�a con frecuencia creciendo � menguando alguno de los t�rminos de la comparacion, y permaneciendo el otro inalterable; pero la oferta var�a m�nos que la demanda. Si se except�an los per�odos de cr�sis en que el p�nico se apodera de las gentes, y todo el mundo se apresura � retirarse de los negocios y se niega � prestar porque desconf�a de la solvencia del deudor, la suma de los capitales disponibles ap�nas experimenta otra alteracion que la consiguiente � la acumulacion sucesiva de los ahorros. La demanda, por el contrario, se resiente de las guerras, de los empr�stitos que contrae el gobierno y de la absorcion de capitales que reclaman la construccion de los caminos de hierro y dem�s empresas de magnitud semejante.

Importa mucho no confundir la escasez � abundancia de dinero con la escasez � abundancia de capitales. Si capital y dinero fuesen sin�nimos, la cuota del inter�s se regularia por la cantidad de numerario circulante; mas como capital significa cualquiera suma de valores muebles, raices, dinero � especies varias que se aplica � la produccion, atribuir al aumento � disminucion del oro � de la plata convertida en moneda las oscilaciones del inter�s, seria un discurso vicioso fundado en un error grave que consiste en tomar la parte por el todo, y mediante un rodeo, vendr�amos � profesar y sostener las doctrinas de la escuela mercantil.

El dinero nada puede por s� mismo en el acto de la produccion. El principio de su fecundidad como capital circulante es la mayor facilidad de cambiarlo por materias primas, utensilios m�quinas, trabajo, etc. Cuando el dinero abunda � escasea, no quiere decir que abunden � escas�en los capitales, y �nicamente suceder� que las primeras materias, los utensilios, las m�quinas, el trabajo y dem�s cosas necesarias � la produccion, sean m�s caras � m�s baratas. As�, pues, el aumento � la disminucion del numerario circulante no aumenta ni disminuye la oferta de capitales, porque la suma de valores existente en poder de los capitalistas es igual, � pesar de las mudanzas de valor que padezca el instrumento de los cambios. De donde resulta que todo el oro y toda la plata de la Am�rica junto con el oro y plata de Australia y California, no serian parte para subir � bajar la cuota del inter�s, por s�lo inducir un acrecentamiento de moneda.

Haciendo abstraccion de las causas de desigualdad, como la diferencia del riesgo, un empleo m�s � m�nos agradable, los monopolios naturales � artificiales y otras semejantes, el inter�s de los capitales invertidos en las diferentes especulaciones de la industria propende al equilibrio; es decir, que los intereses tienen un centro de gravedad, como los salarios, en cierta cuota uniforme. El inter�s es la remuneracion de la abstinencia que es igual para todos; y as� supuestas garant�as tambien iguales, la cuota del inter�s no var�a en razon del empleo, aunque var�a segun las circunstancias del mercado. En ninguna ocasion es m�s f�cil y activa la concurrencia que cuando se trata de prestar dinero; de modo que todo conspira � establecer un nivel comun.

Explican los economistas este fen�meno diciendo, que si un capitalista observa que aplicando su capital � la agricultura le rinde, un 3 por 100 y destin�ndolo al comercio un 6, lo retira del cultivo, con lo cual turba la proporcion de la oferta y la demanda en sentido favorable � la subida del inter�s, y lo pone al servicio del tr�fico, y turba esta misma proporcion de un modo favorable � la baja, y poco � poco ambos intereses se aproximan hasta que por �ltimo se confunden.

No hay necesidad de acudir � la traslacion de los capitales, operacion lenta, ruinosa y muchas veces impracticable, para demostrar la ley del equilibrio que hemos indicado. Cuando el capital de la nacion crece con rapidez, los ahorros que cada a�o se acumulan, se dirigen con preferencia � los empleos m�s lucrativos; y aunque la traslacion efectiva de una empresa � otra sea necesaria, no se verifica, porque el cr�dito levantado sobre los capitales propios empleados en una parte, corre con abundancia � donde lo llama una mayor ganancia. De esta manera se cambia la distribucion del capital flotante, la produccion se proporciona � la demanda y la cuota del inter�s se iguala.

Sin embargo, no se entienda que toda desigualdad desaparece, �ntes quedan muchas todav�a, bien que sean m�s aparentes que reales. Puede el inter�s bajar durante algun tiempo por efecto de perturbaciones pasajeras, y el capitalista se conforma con la baja esperando la compensacion del restablecimiento de las cosas � su estado normal. Puede hacer especulaciones muy favorecidas de la opinion en las que se persevera por esto mismo, aunque sean poco lucrativas. Puede haber otras que prometan ganancias considerables, pero que atemorizan con la perspectiva de p�rdidas grandes y comunes.

En general las murallas de la nacionalidad, las mudanzas de domicilio, la pr�ctica adquirida en el manejo de ciertos negocios, la vocacion particular de las personas, el temor de perder lo cierto por lo dudoso, el deseo de gozar de las consideraciones propias de un estado pol�tico � civil y otras razones por el estilo, moderan la corriente de los capitales, y la ley del equilibrio universal de los intereses queda reducida � una propension � tendencia con cierto grado de eficacia.

Tampoco debemos caer en el yerro de exagerar las desigualdades aparentes de que hemos hablado. La seguridad del empleo de un capital aplicado � la tierra, el amor instintivo � la casa que edificamos y al campo que regamos con nuestro sudor, la leg�tima esperanza de convertir estos bienes en patrimonio de nuestra familia y hasta el favor que las leyes dispensan al propietario, son la natural compensacion del modesto inter�s que ofrece la agricultura. As� pues, no ser� la igualdad aritm�tica, sino la geom�trica, la regla � el criterio de la igualdad � desigualdad de la remuneracion debida � los capitalistas, buscando el nivel en la justa proporcion de los intereses, pesadas todas las circunstancias que pueden influir en el ascenso � descenso de su cuota respectiva.

La mayor parte de los valores que forman el capital se disipa en salarios; de suerte que la cuota del inter�s depende en gran manera de la cuota del salario. Si el salario sube, el inter�s baja y viceversa. Si prescindiendo de los dem�s productores, en gracia de la claridad, suponemos igual � 10 la suma de los valores producidos, pueden repartirse estos 10 entre los obreros y capitalistas en muy distinta proporcion desde la perfecta igualdad significada por 5 � los intereses y 5 � los salarios, hasta la mayor desigualdad representada por 1 � los intereses y 9 � los salarios, � 9 � los intereses y 1 � los salarios.

De esta teor�a parece deducirse que el inter�s y el salario, � el capital y el trabajo son enemigos irreconciliables y est�n en guerra abierta; mas debe considerarse que ambos obedecen � la ley suprema de la oferta y la demanda que los enfrena. El progreso de la sociedad influye en la subida del inter�s y del salario ya con respecto � la moneda, ya con relacion � los objetos de consumo, sobre todo si este progreso es m�s r�pido que el del ahorro y de la poblacion. Ent�nces cada cual consiente en ahorrar con la esperanza de un inter�s m�s moderado y exige para vivir un salario m�s crecido.

En efecto, el desarrollo de la civilizacion contribuye � moderar la cuota del inter�s, porque el concierto en las cosas del gobierno, la consolidacion de la paz y el �rden p�blico y la libertad y firmeza de las transacciones mercantiles disminuyen notoriamente la prima del seguro. Por otro lado los adelantamientos y mejoras en todos los ramos de la industria facilitan de dia en dia la acumulacion de capitales, y aumentada la oferta, baja el inter�s. Cuando los pueblos disfrutan de los beneficios de una abundante produccion y equitativa distribucion de la riqueza, declina siempre el inter�s de los capitales, porque siempre hay empleo lucrativo para ellos; y aumentada la demanda de trabajo, logran los mismos obreros economizar una parte del salario, dividiendo sus ganancias entre el ahorro y el consumo

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