Principios de Econom�a Pol�tica

Por el Doctor
D. Manuel Colmeiro
Catedr�tico de la Universidad de Madrid


Alojado en "Textos selectos de Econom�a"
http://www.eumed.net/cursecon/textos/

 

PARTE TERCERA. - De la distribuci�n de la riqueza.

CAP�TULO V. - Continuacion del anterior.

La cuestion de la baja de los salarios ha preocupado y todav�a preocupa � los economistas, los fil�ntropos y los gobiernos interesados en mejorar la condicion de la clase numerosa de los obreros.

Si la cuota de los salarios se determina por la relacion entre la oferta y la demanda, y si la poblacion tiende � crecer con m�s rapidez que el capital, no hay esperanza para el obrero � quien una ley fatal condena � perp�tua miseria, fruto amargo de la libertad de concurrencia.

Ante un peligro tan grave, y que parece aumentarse cada dia en proporcion que se aumenta la prosperidad de los pueblos, dijeron unos: es preciso asegurar al obrero un salario m�nimo determinado por via de autoridad. Otros, recusan la intervencion oficial, y proponen que las discordias sobre el precio de los salarios se diriman � juicio de �rbitros, y se concierten los opuestos intereses segun las reglas de la equidad.

Aparte de las dificultades que ambos medios de conservar altos los salarios suscitarian en la pr�ctica, algunas de ellas invencibles, pecan contra los principios fundamentales de la ciencia econ�mica en cuanto de uno y de otro modo se restablece la tasa, la cual � nadie seria m�s funesta que � los mismos obreros en cuyo favor se aboga.

Supongamos que en cierto pueblo y en cierto per�odo de tal manera se hallen distribuidos los elementos de la produccion que la suma de valores destinada � pagar salarios sea igual � 1,000 y el n�mero de obreros igual � 100. Claro est� que cada uno percibir� 10 en remuneracion de su trabajo. Mas si por disposicion de la ley � en virtud del arbitraje se fijase la cuota del salario en 15, las dos terceras partes de los obreros vivir�n mejor que �ntes; pero el resto ser� despedido de las f�bricas y perecer� de hambre. Y si fuesen obligados los fabricantes � ocupar el mismo n�mero de obreros (abuso intolerable), menguaria el capital � la demanda de trabajo en perjuicio de todos, y la miseria seria general y permanente.

Otros imaginaron, respetando la libertad de los contratos, aumentar la cuota insuficiente del salario un suplemento deducido de los fondos que cada nacion aplica al socorro de los pobres; medio ineficaz como los anteriores. En primer lugar esta adicion permite al obrero necesitado resignarse � un salario menor y aviva la competencia que origina la baja. En segundo lugar, si el mal adquiere las proporciones de una calamidad p�blica, � el remedio alcanzar� � poco y � pocos, � la contribucion ser� muy crecida, y ent�nces, disminuido el capital, aflojar� la demanda de trabajo, y por socorrer � los pobres se habr� aumentado la pobreza.

No ha faltado quien so�ase en el restablecimiento de los antiguos gremios, como si fuese posible retroceder en el camino de la libertad y volver al r�gimen y disciplina de la industria bajo los auspicios de la autoridad que organizando el trabajo, evitaria los excesos y abusos de una desenfrenada concurrencia.

Algo puede hacerse en favor de los obreros mediante las asociaciones voluntarias de produccion y de consumo. El objeto de �stas es procurar � los asociados las cosas que satisfacen las necesidades comunes de la vida � precios m�s ventajosos, ya porque la administracion de la sociedad compra por mayor, y ya porque todo se paga al contado.

Las sociedades de consumo, bien administradas, fomentan el esp�ritu de econom�a, inspiran h�bitos de templanza y en general contribuyen � mejorar las costumbres de los obreros; mas no encierran el germen de un nuevo �rden econ�mico, y mucho m�nos de alguna reforma social.

Las de produccion � cooperativas consisten en reunirse varios obreros para fundar y dirigir por su cuenta y riesgo una empresa industrial � la que contribuyen con su trabajo. Ellos son quienes conservan y administran los capitales, compran las primeras materias, distribuyen el trabajo, venden los artefactos y hacen suyas las utilidades. Como son ellos mismos los empresarios, est�n � las p�rdidas y � las ganancias, y su remuneracion de fija se trueca en variable.

Las sociedades cooperativas se recomiendan sobre todo porque ofrecen un porvenir halag�e�o � los obreros, elev�ndolos � la condicion de empresarios de industria, y d�ndoles participacion directa en los negocios. En esta esfera superior adquieren un grado de educacion industrial, fruto de la experiencia, que jam�s llegarian � poseer de otro modo.

El buen �xito de las sociedades cooperativas depende principalmente de la acertada direccion � impulso que dieren � la empresa los obreros, si por fortuna administran los intereses de la comunidad los m�s h�biles y competentes para ello y para triunfar de los obst�culos que ofrece � cada paso toda accion colectiva.

Sin embargo, no hay que formarse ilusiones sobre esta nueva organizacion del trabajo. Para que las sociedades cooperativas emancipasen por completo al obrero, seria necesario prescindir del capitalista, y pocos aportar�n � la comunidad un capital propio.

La distribucion de las ganancias suscita en la pr�ctica mil dificultades or�gen de graves discordias, porque ni el trabajo ni la inteligencia de los socios son iguales, y no es f�cil componer el orgullo de la naturaleza humana con el sentimiento de la justicia. Tampoco carece de inconvenientes sustituir � una remuneracion fija y segura, tal vez anticipada, otra incierta y eventual, aunque pueda ser mayor. Por �ltimo, no se logra por este camino templar el ardor de la competencia, pues la sociedad har� la guerra � la sociedad, como �ntes el individuo la hacia al individuo.

La sociedad cooperativa que al principio goz� poco favor en Francia, y casi fu� desechada como una utopia, pas� � Alemania y de all� volvi� con el falso prestigio de una fecunda novedad � Paris, Leon y otras ciudades industriosas de la nacion vecina. Acogida la segunda vez por la opinion con entusiasmo y protegida por el gobierno con una f� viva, parecia llamada � regenerar el mundo; pero l�jos de eso muchas han desaparecido, otras se han transformado en empresas ordinarias, ninguna ha venido � reemplazarlas, y las pocas que aun subsisten deben su conservaci�n m�s bien � las dotes personales de los gerentes, que � la bondad intr�nseca de esta institucion pasajera.

As� se frustraron las esperanzas de los utopistas que imaginaban moderar la competencia, suprimir el salario y acaso resolver el eterno problema de la miseria con el nuevo sistema de produccion y distribucion de la riqueza.

La asociacion es fecunda; mas no obra prodigios. El derecho de asociarse para un fin industrial se deriva de la libertad y la propiedad, condiciones esenciales del trabajo productivo. S�guese de aqu� que toda asociacion debe ser voluntaria, y por lo mismo no puede ser universal. Un tipo uniforme de asociacion, sobre todo con tendencia � la perpetuidad, repugna � la naturaleza humana.

El salario es la renta fija del trabajo, casi siempre preferible � una renta mayor eventual. La sustitucion del salario por una parte al�cuota de las ganancias es una utopia con la cual halaga las pasiones de los obreros la propaganda socialista.

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