Principios de Economía Política

Por el Doctor
D. Manuel Colmeiro
Catedrático de la Universidad de Madrid


Alojado en "Textos selectos de Economía"
http://www.eumed.net/cursecon/textos/

 

PARTE SEGUNDA. - De la circulación de la riqueza.

CAPÍTULO II. - De la moneda.

En la infancia de los pueblos se comerciaba por permutas, segun hoy mismo se acostumbra en las tribus salvajes. Dábanse mercaderías á trueque de mercaderías, y de este modo tan sencillo se procuraba satisfacer las pocas necesidades de la vida.

El cambio directo ó de unas cosas por otras era molesto y embarazoso, porque no sólo habia que fijar el valor del trigo, por ejemplo, con respecto al vino, pero tambien con relacion á otros cien objetos distintos, faltando una medida comun y un lenguaje universal del comercio. Ocurria tambien la dificultad de concertar los intereses recíprocos de los contratantes en cuanto á las cosas que debian permutarse, á la cantidad, si eran por su naturaleza divisibles, y á la calidad, si ambos términos de la comparacion eran muy variables.

Quien tuviese pan de sobra y necesitase un vestido, correria el mundo hasta encontrar un hombre cuyos deseos y medios de adquirir se ajustasen á los suyos. Quien apeteciese carne, se veria forzado á tomar una res entera. Quien ofreciese té por café habria de considerar la clase de los dos artículos que mediaban en el cambio.

Tantos y tan poderosos obstáculos á la permutacion de las cosas entorpecian el comercio y cerraban la puerta á la division del trabajo fecundo en riquezas. Entónces la necesidad trajo la invencion de la moneda, producto agradable á todos, de utilidad conocida, fácil de dividir, cómodo de transportar, de calidad uniforme, de mucha solidez y firmeza, ni tan abundante que se envilezca, ni tan escaso que falte la cantidad conveniente.

Dicen algunos escritores que la moneda fué recibida por acuerdo público y en virtud de comun consentimiento para hacer el oficio de medianero en los cambios, como si hubiese existido un pacto ó convención universal relativa á su introduccion. No, la moneda, el lenguaje, la escritura y todos los descubrimientos é instituciones primitivas sin las cuales no se concibe la vida civil, no nacen á voluntad de los hombres, ni se imponen como ley á los pueblos. La necesidad las sugiere, el uso las acredita y las arraiga la costumbre. Con el tiempo se perfeccionan y el ejemplo cunde por toda la tierra.

Pero no bastaba á los usos del comercio que existiese la moneda, si además no se formaba de una materia cuyas propiedades se prestasen á ser el instrumento general de los cambios, y le diesen un valor tal que fuese reconocido por todas las gentes y naciones. Los pueblos rústicos emplearon los ganados como moneda, de donde proceden los nombres latinos pecunia y peculium, á pecore, y los salvajes suelen valerse de ciertos productos naturales, por ejemplo, sal, pieles, conchas ó granos de cacao, y algunas veces se sirven de cierta unidad convencional, como la macuta que es una moneda imaginaria.

Entre todas las materias útiles para labrar moneda, ninguna hay comparable á los metales en general, y en particular á los llamados nobles ó preciosos. Al principio hízose de cobre (œs, œrarium), luégo de plata y por último de oro. Los metales se recomiendan por su dureza, hermosura, utilidad y facilidad de dividirlos, aunque no todos poséen estas cualidades en igual grado.

El cobre adolece del inconveniente de alterarse al contacto de la atmósfera, no es uniforme, puesto que lo hay mejor y peor, y así no goza de la misma estimacion, sino que vale más caro ó más barato en unas partes que en otras, Añádese que abunda demasiado, y su propia abundancia lo envilece; de modo que para dar grande valor á la moneda es preciso aumentar mucho su volúmen ó multiplicar las piezas, haciendo la circulacion muy embarazosa. El hierro, estaño, zinc y demás metales bajos ó humildes tienen iguales ó mayores defectos.

Al contrario, el oro y la plata son sólidos por su naturaleza, se gastan poco al roce contínuo á que se hallan expuestas todas las cosas que pasan de mano en mano, no se alteran con la humedad y resisten bastante al fuego, se dividen y subdividen al extremo, son homogéneos, es decir, que sus propiedades físicas son las mismas en todo tiempo y lugar, y no se prestan con facilidad á la adulteracion. No son los metales preciosos ni tan escasos que no satisfagan las necesidades del comercio, ni tan vulgares que caigan en menosprecio: no padecen grandes alteraciones de valor á causa de variar el coste de la produccion ó por descubrirse nuevas minas: de suerte que si su valor no es fijo, se aproxima á la fijeza: encierran mucho valor en poco volúmen, lo cual aumenta la comodidad del transporte: son fáciles de dividir, conservar, acumular y esconder y en fin, reunen en alto grado todos los caracteres esenciales de la moneda.

Si ésta es, como dicen algunos escritores, un equivalente universal ó el lenguaje universal del comercio, ó según otros la medida comun ó el comun denominador de los valores, ó una tercera mercadería que se usa como término de comparacion de todos los productos y servicios, la preferencia otorgada á los metales preciosos para convertirlos en un agente ó instrumento de los cambios, no procede de la voluntad del gobierno, ni la convencion de los hombres, sino de sus calidades intrínsecas que los hacen aptos para aquel ministerio.

Admitido el uso de los metales preciosos como moneda, empezaron los pueblos incultos á usarlos en sus contrataciones con cierta sencillez que rayaba en grosería. Cortaban pedazos informes de plata ú oro, ofrecíanlo en barras ó en polvo, ó bien labrado y conertido en alhajas, y calculaban el valor segun la cantidad y la cantidad segun el peso, como refiere Estrabon que solian hacer los habitantes de nuestra antigua Bastetania. Así , pues, en todos los tratos y negocios mediaba la balanza, de donde dimana la afinidad de diversos nombres usuales en los sistemas monetario y ponderal, por ejemplo, onza, peso, libra.

La operacion de examinar cuidadosamente los metales para cerciorarse de su peso y ley pareció y con razon, aventurada y prolija; por lo cual se imaginó reservar á la autoridad el derecho de fabricar la moneda, estampando en el metal ciertas señales que acreditasen á la simple vista lo que ántes se procuraba averiguar por medio de la balanza. Así se excusa el trabajo de pesarla y ensayarla, pues todos la toman bajo la palabra del príncipe, depositario de la fé pública. La division y subdivision en piezas de igual forma, peso y ley facilita los cambios, y el sello impreso en el anverso y reverso atestigua la verdad y pureza de la moneda, precave la acuñacion fraudulenta y hace que sea recibida con plena y justa confianza.

Llámase peso de la moneda su gravedad específica determinada con relacion á la unidad que se adopta por tipo ó término de comparacion, que es el marco de ocho onzas ó la libra romana: talla el número de piezas iguales que se cortan ó sacan de cada marco, y ley ó título la proporcion del metal fino y la liga ó metal bajo con que se mezcla para dar á la moneda mayor dureza y consistencia, cuya ley, en cuanto al oro, se estima en quilates y granos, y respecto á la plata en dineros y granos.

La moneda es una mercadería ó producto de la industria cuya utilidad se cifra en hacer el oficio de agente ó instrumento general de los cambios. Cosas hay que satisfacen de un modo directo é inmediato las necesidades del hombre, como el pan que le sustenta, el vino que le conforta, el vestido y el calzado que le abrigan y defienden. La moneda no sirve para nada de esto; pero por su cualidad de riqueza equivalente á todas las riquezas de la tierra, es prenda que nos asegura la posesion de todas las cosas necesarias, útiles ó agradables á la vida, supuesto que cada dia y cada hora podemos adquirirlas en virtud del cambio, ó sea de la compra y venta.

Valor de la moneda significa su potencia ó virtud de adquisicion como agente ó medianero de los cambios. Si los precios están bajos, con poco dinero se pueden comprar muchas cosas, y entónces diremos que es grande el valor de la moneda; y al contrario, si los precios están altos, se compran pocas, y el valor de la moneda será mediano ó escaso.

El valor de la moneda se funda en su esencia metálica y depende, como el de todas las mercaderías, del coste de la produccion y del número y riqueza de las minas, ó sea de la relacion de la oferta á la demanda. Hay, pues, un valor intrínseco ó sustancial en la moneda que se deriva de las cualidades propias y nativas de los metales preciosos que suponen cierto trabajo y dispendio para extraerlos de las entrañas de la tierra, purificarlos y labrarlos de una manera conveniente á los usos mercantiles, y otro valor extrínseco ó coriente determinado por la cantidad de oro y plata ciculante comparada con las necesidades del comercio. Por manera que la moneda no es un signo, ni una medida ideal de los valores, sino un equivalente de todos los valores. El metro mide la extension, el litro la capacidad, etc.; pero sólo el valor mide el valor.

Así, pues, la moneda vale algo más que el metal de que se compone. Decimos algo y no mucho más porque supuesta la libertad de fabricacion, y aun no supuesta por el influjo del interés individual que no repara en el fráude cuando lo solicita una buena ganancia, si el metal en pasta llegase á valer más que el metal convertido en moneda, los particulares, procediendo lícita ó ilícitamente, la fundirian hasta rediucirla á tal cantidad que su valor representase el coste de la primera materia y los gastos posteriores de acuñación.

Síguese de aquí que el descubrimiento de nuevas minas abundantes y de fácil laboreo, los adelantamientos en el arte de beneficiarlas de purificar los metales, afinarlos y labrarlos y en fin cualesquiera invenciones ó mejoras aplicables á la industria minera y á la fabricacion de la moneda, disminuyendo la costa ó los gastos de la produccion, y haciendo abstracción de las demás circunstancias del mercado, contribuyen á bajar su valor.

Síguese asimismo que cuando el gobierno se arroga el monopolio de fabricar la moneda y presta gratuitamente este servicio á los particulares, el valor de la moneda y el de la pasta serán iguales; de modo que una libra de oro ó plata acuñada se trocará por otro tanto peso de oro ó plata en barras. Mas si el gobierno cobra su trabajo descontando de la cantidad del metal la parte equivalente á los gastos de acuñacion, ó disminuyendo el peso ó ley del metal al transformar la pasta en moneda, ó imponiendo una contribucion á título de señoriaje, ó tardando en devolver la suma recibida, cuya tardanza ocasiona pérdida de intereses á su dueño, entónces la moneda tendrá más valor que igual peso de oro ó plata en barras.

Lo mejor seria la conversion inmediata y gratuita de la pasta en moneda, para que en ningun caso pareciesen ambas cosas dos objetos distintos, sino una sola mercadería. Pero ya que el gobierno no se proponga rescatar los gastos de la acuñacion ó exigir un derecho de señoriaje como en reconocimiento de su prerogativa, importa que sea muy moderado, sopena de provocar la acuñacion fraudulenta y destruir la confianza del público en la moneda circulante.

El valor corriente de la moneda se regula por oferta y la demanda. Entiéndese de ordinario por oferta la cantidad de cierta mercadería que se pone en venta; y aunque parezca que la moneda no se compra ni se vende, sin embargo, es la verdad. La oferta de la moneda representada por la suma de especies monetarias que poséen todos los individuos ó particulares y se disponen á dar en cambio de los géneros y frutos que necesitan para su consumo; es decir, la suma total del dinero existente ménos la cantidad que se atesora ó reserva, ó en fin el numerario que resta en circulacion.

La demanda está significada por la totalidad de mercaderias puestas en venta, porque los vendedores de ellas son compradores de moneda; de modo que la totalidad de mercaderías constituye la demanda de la moneda, como la totalidad de la moneda la demanda de las mercaderías. De donde resulta que el aumento de numerario circulante, suponiendo la misma la cantidad de mercaderías, disminuye el valor de la moneda, y que su disminucion, en igual supuesto lo aumenta. El aumento ó disminucion de mercaderías permaneciendo inalterable la cantidad de numerario circulante, equivale á una disminucion ó aumento proporcionado de moneda, y así coinciden sus efectos.

Esta doctrina seria en rigor verdadera, si supusiéramos que en un momento dado todas las mercaderías de tal nacion se trocaban por todo su numerario circulante; mas no siendo así en realidad, es precioso modificarla contando con otro elemento nuevo, a saber, la rapidez de la circulacion.

En efecto, puede una mercadería venderse varias veces al dia, y entónces es como si se multiplicase otras tantas; y todavía con más facilidad puede una pieza de moneda pasar de mano en mano, por ejemplo, diez veces en una hora, y entónces equivaldría á diez piezas cada una de las cuales sirviese para una sola transaccion en aquel tiempo. Así pues, la rapidez de la circulacion se calcula comparando el número de compras hechas por una cantidad de moneda á la de mercaderías vendidas en cierto plazo. El tiempo se toma en cuenta á fin de ajustar los términos de la comparación; pero no entra como circunstancia esencial, pues lo que se trata de averiguar y determinar es el empleo efectivo ó el uso actual de la moneda. La rapidez de la circulacion equivale á un aumento proporcionado de la oferta de moneda, así como la actividad del comercio de todas las cosas, salvo la moneda, equivale á un aumento de su demanda.

¿La moneda ó el dinero es riqueza? Bien pudiéramos excusarnos de responder á esta pregunta, remitiendo al lector á lo dicho en el discurso de este libro; pero añadiremos por via de confirmacion que no es toda la riqueza, ni la única riqueza, ni aun la riqueza por excelencia. La moneda es riqueza, porque es producto del trabajo del hombre, tiene utilidad como instrumento de los cambios, y valor como unidad comun, ó termino de comparacion de las demás mercaderías. La asociacion durante mucho tiempo de estas dos ideas, moneda y riqueza, engendró el error de su identidad. Y sin embargo, la intervencion de la moneda en los cambios no modifica el carácter de la riqueza, ni altera la esencia de las transacciones. El propietario cuya renta consiste en mil fanegas de trigo, no es rico por el dinero que valen en el mercado, sino por el número y diversidad de objetos necesarios, útiles y agradables que representan, y su dueño puede adquirir vendiendo y luego comprando.

Puesto que la moneda no encierra ninguna utilidad directa y sólo sirve de instrumento para las compras y ventas, resulta que la abundancia de dinero no alza ni baja la riqueza de un estado. Tanto efecto hace el poco como el mucho, y aun es mejor, porque habiendo ménos vale más y llega á ser su oficio más fáciI y Iigero. Lo mismo importan diez reales de ayer que ciento de hoy, si ántes eran todas las cosas diez veces más baratas que ahora.

Júntase á lo dicho que la nacion donde más abundase el dinero tendria más caras las primeras materias y la obra de mano; y encareciendo los mantenimientos, las labores, los portes, fletes y demás cosas y servicios que constituyen los gastos de la produccion, por necesidad se aumentaria el precio de las mercaderías lo cual pararia perjuicio en el terreno de la competencia. Por otra parte, si tanto vale un real como dos, cuando en vez de circular 1,000 millones circulan 2,000, los 1,000 representados por la diferencia significan pura pérdida, porque suponen una masa de capitales arrebatados á la produccion.

¿La moneda es signo de riqueza? Si la moneda es riqueza, no podemos llamarla con propiedad signo ó representacion de ella. La moneda tiene su utilidad y su valor como todos los productos de la industria, ni más ni ménos. Cuando se compra ó vende, en realidad se permutan dos mercaderías, á saber, la mercadería trigo por la mercadería dinero. Si el trigo no es signo de moneda, la moneda tampoco es signo de trigo. Si queremos decir que la moneda es equivalente á todas las mercaderías, porque todas se logran con facilidad por medio de la compra, entónces estamos en la buena doctrina.

¿La moneda es medida de los valores? En rigor la moneda no es medida de los valores, porque la medida debe ser cierta, fija é invariable. El metro mide una superficie, porque el metro no se alarga ni se encoge, sino que permanece inalterable. La moneda al contrario varía de valor segun los tiempos y lugares. Así pues, la moneda es tan medida del valor de las mercaderías, como éstas son medida del valor de las mercaderías, como éstas son medida del valor de la moneda.

Sin embargo, puede reconocerse en la moneda el tipo comun de los valores en el sentido que todas las cosas se comparan con ella, y expresa el precio coriente, y determina la relacion de unos objetos con otros; por lo cual decimos con razon que si una, perla vale 500 reales y un diamante 1,000, dos perlas equivalen á un diamante, ó el diamante vale dos veces la perla. Por eso llaman á la moneda lenguaje universal del comercio y denominador comun de los valores.

Aunque la moneda no es medida exacta y verdadera de los valores, suple la falta de otra más perfecta, y habitualmente hace este oficio. En la imposibilidad de encontrar un objeto cuyo valor sea fijo é invariable para determinar el precio de todas las cosas que están en el comercio de los hombres, se dió la preferencia á los metales preciosos, porque vartían ménos. En todo caso debemos precavernos contra el error de atribuir las frecuentes alteracionres de los precios sicmpre á las mercaderías y nunca á la moneda, cuando es sabido que el valor de ésta sube ó baja segun el coste de la produccion y la ley de la oferta y la demanda.

¿La moneda es capital? No es la naturaleza, sino el empleo de los valores lo que constituye la esencia de los capitales. Si la moneda se aplica á la produccion será capital, y si permanece ociosa en las arcas del avaro, ó se destina á comprar cosas que se consumen improductivamente, no será capital. La moneda facilita el movimiento y acumulacion de la riqueza, es una forma accidental de los valores, la manera mejor, si se quiere, de significar el capital circulante; pero guardémonos de considerarla como capital único, ni aun parte integrante del capital de la nación, porque en rigor puede haber produccion sin el auxilio de la moneda. Decimos más: la moneda no es capital verdadero, porque no constituye un elemento de la producción, supuesto que para hacer el oficio de todo capital es preciso cambiarla por otros valores que se consumen y renacen, cuando se verifica un aumento de riqueza. Miéntras España dominó la mayor parte del Nuevo Mundo, poseia gran cantidad de moneda, y sin embargo carecia de capitales; por cuya razon cuanto oro y plata venian de las Indias pasaban á reinos extraños. A las minas sacrificamos nuestras riquezas naturales, sucediéndonos lo que al perro de la fábula que perdió la presa por coger la sombra.

Siendo la moneda ó el numerario el agente principal de la circulacion, resulta que sólo sirve para facilitar los cambios, pues si a alguna vez se funde y se aplica á ciertos usos industriales, como si se transforma en vajilla, joyas ó vasos sagrados, deja de ser moneda luégo que cae en el crisol y se convierte en pasta.

Muchos son los beneficios que la sociedad reporta de la invencion de la moneda, pues no sólo imprime mayor movimiento á la circulacion de la riqueza, pero tambien favorece su produccion y consumo. No hay máquina que economice más trabajo, ni abrevie y perfeccione más las diversas operaciones de la industria; y por decirlo de una vez, la moneda ejerce en la economía de los pueblos las mismas funciones, que en la economía animal la circulacion de la sangre. A donde llega la moneda, llegan ó pueden llegar los elementos de vida y prosperidad del estado: en donde no penetra la moneda, no penetra el más débil rayo de la civilizacion.

Acaso acreciente la sed del oro y fomente con la facilidad de la posesion la codicia de los hombres; pero tales abusos no nacen de la institucion misma, sino de nuestra propia flaqueza. Hasta la dignidad y la independencia personal crecieron por la virtud de la moneda, pues cada uno puede aplicarse al trabajo más análogo á sus facultades, dividir y subdividir las artes y oficios, hacer ahorros, acumular y conservar capitales, remediar sus necesidades y mejorar de condicion, si recibe la debida recompensa en dinero, y no tanto si la obtiene en especie á título de obrero mercenario. En moneda se pagan las contribuciones, con lo cual el repartimiento es más equitativo, la cobranza más suave, la administracion más sencilla, la economía más severa y la carga más liviana. Con razon debemos comparar la moneda á la escritura por la dichosa fecundidad de sus resultados.

La proporcion que debe existir entre la riqueza ó fortuna del estado y la cantidad de su moneda circulante, no se puede establecer ni determinar por regla general. Quién dice que la provision necesaria de moneda representa la quinta parte de todos los valores, quién la décima, la vigésima ó trigésima; pro la verdad es que depende de multitud de circunstancias, tales como la suma total de valores que existen en el comercio, el número y extension de las operaciones mercantiles, la relacion entre los metales preciosos y los demás productos, el grado de actividad de la circulacion monetaria y la falta ó sobra de otros agentes auxiliares ó supletorios de la moneda. La abundancia excesiva disminuye el valor de la moneda, y entonces la circulacion se retarda y entorpece; así como la escasez demasiada lo aumenta, y tambien se dificulta la circulacion, porque se busca el instrumento de los cambios y no se encuentra á la mano.

Las propiedades que recomiendan los metales preciosos para materia de la moneda son comunes al oro y plata, y esta es la razón por qué la moneda legal y corriente en diversas naciones se compone de ambas especies. Túvose en consideracion la comodidad del comercio, pues siendo mayor el valor del oro que el de la plata, aquél parecia preferible al satisfacer gruesas sumas, y ésta más manejable en tratándose de partidas menores.

La simultaneidad de dos metales amonedados adolece, segun la mayoría de los economistas, de graves incovenientes. Cuando en vez de uno solo (dicen) hay dos que hacen el oficio de moneda, la probabilidad de que varíe el instrumento de los cambios se aumenta, y la moneda se aleja del grado de estabilidad y firmeza que pide toda medida siquiera aproximada de los valores. Si, por ejemplo, hay abundancia de oro y escasez de plata, la antigua relacion de los dos metales se altera, valiendo el oro ménos y la plata más que ántes. Entonces el deudor paga con la moneda ménos estimada, y defrauda al acreedor en una parte de su derecho.

Si la ley fija la relacion del oro y plata, esta relacion podrá ser verdad miéntras duran las circunstancias que el legislador tomó en cuenta al establecerla; pero no despues que han variado. Y en efecto varían con frecuencia, por lo cual ó la autoridad ha de reformar á cada paso el decreto primitivo, ó cierra los ojos y deja á los particulares que arreglen como mejor les parezca sus intereses. Forzarlos á ceñirse al curso legal del oro y plata, es violar la libertad de las transacciones y el derecho de propiedad: abandonarlos á su propio albedrío es quebrantar el precepto superior; de suerte que por todas partes hay escollos.

En la práctica se hace poco caso de la relacion oficial entre el oro y la plata que corren en el mercado según su valor en el dia, ya con beneficio, ya con quebranto.

Bien que la relacion del oro y plata no se note en un período corto, se pone en claro comparando los hechos recogidos á largas distancias. En los tiempos de Julio César la relacion de ambos metales fué 1:12, y en los de Constantino 1: 14. En la edad media fluctuó entre 1: 10 y 1:12 segun los tiempos y lugares. En el siglo XVI fué 1: 11 y generalmente 1: 12. A principios del XVII subió á 1: 13; hácia la mitad á 1 :14, y al fin 1: 15 y aun 1: 16 á consecuencia del descubrimiento de la América y del laboreo de sus ricas minas mucho más abundantes en plata que en oro. En nuestros dias los placeres de California y Australia que inundaron de oro los mercados de la Europa y la extraccion de la plata para la China contribuyeron á restablecer la antigua relacion de 1: 12, si hemos de dar entera fé á cálculos recientes.

Todas estas consideraciones han decidido á varios economistas á optar por el sistema del tipo único de moneda, sea el oro, sea la plata. Algunos se inclinan al primero por la mayor constancia de su valor. Alegan que es la moneda más leal, porque mantiene en su fiel la balanza que pesa los derechos del acreedor y las obligaciones del deudor; la más favorable al comercio, porque le desembaraza de sus trabas; la más apropiada á conservar y extender las relaciones internacionales, porque es la base del sistema monetario de las mayores potencias mercantiles del mundo, y en fin, la más práctica, porque ofrece una comodidad superior á la plata. Otros sostienen que la ciencia y la historia están de acuerdo en conservar á la plata su antigua prerogativa de moneda legal siguiendo en curso la de oro como necesaria á su complemento.

La plata (dicen) no se encuentra de ordinario pura en la superficie del globo, sino á mayor ó menor profundidad y combinada con otras sustancias de que es preciso separarla; pero á pesar de las alteraciones que puede experimentar el coste de la produccion, ni son muchas las minas, ni todas abundantes, ni su laboreo promete siempre grandes riquezas. La demanda de la plata apénas experimenta cambios de importancia, y así parece ser el valor de este metal más constate que el del oro.

Sin embargo no es tan llana esta doctrina, ni tan óbvia esta reforma. Si la moneda fuese medida cierta de los valores, no habria dos distintos metales en uso, como no hay dos metros diferentes. Y supuesto que el valor del oro y de la plata son variables, resta saber si las variaciones de un metal corrigen ó atenúan las del otro, á ejemplo de lo que sucede en un péndulo de compensación.

Así lo afirman otros economistas cuya opinion es favorable al empleo simultáneo de ambos metales, para que mútuamente corrijan sus oscilaciones y las encierren en límites más estrechos. Si el oro hubiese sido la única moneda legal de algun tiempo acá, no sólo habrian bajado mucho más los precios de todos los productos y servicios con el laboreo de las minas de Oural y el descubrimiento de los placeres de California y Australia, pero tambien se hallarian más perjudicados los acreedores por antiguos contratos.

El libre comercio de los metales preciosos restablece pronto el equilibrio entre el oro y la plata segun la ley de la oferta y la demanda. La única moneda legal sube ó baja sin ajustarse á nivel alguno.

El mercado del mundo tiene necesidad del oro y la plata amonedados, y sería temeridad sacrificar á un principio absoluto el sistema monetario mixto, arrastrando el peligro de más graves y frecuentes crisis comerciales.

Miéntras subsistan ambos metales como moneda, debe el gobierno abstenerse de declarar fija una relacion esencialmente variable, y dejar que el valor respectivo del oro y la plata se arregle por el curso natural de los cambios. Señale enhorabuena la equivalencia de ambos metales para el caso de no hallarse estipulada dicha condicion por los particulares; pero aun entonces convendria publicar á menudo la cotización oficial conforme á las vicisitudes del mercado. En la práctica comercial alguno de los dos metales es el dominante y éste hace las veces de única moneda, mientras que el otro desciende á la condicion de mercadería. Domina el que más abunda, esto es, el oro en las naciones más ricos, y en las más pobres la plata: regla general que padece excepcion en aquellas que son poseedoras de minas ó productoras de metales preciosos.

Si al establecer la relacion legal del oro y plata resultare alguno de los metales agraviado, es decir, estimado en ménos de lo que realmente vale con respecto al otro, la consecuencia será que desaparezca del mercado y salga del reino, porque los particulares, movidos del deseo de lograr ganancia, lo llevan á donde corre con más valor. Lo mismo sucederá cuando en la relacion de la moneda nacional y extranjera quedase aquélla agraviada, pues se exportará para venderla como pasta ó fundirla y acuñarla de nuevo, perdiendo la nacion la diferencia entre el peso y ley de su moneda propia y el peso y ley de la extraña.

Labrar moneda es un monopolio del estado que algunos aborrecen sólo por su nombre. Si tan sólo se tratase de fabricar un objeto de arte nada seria mejor que sustituir á la accion del gobierno la accion del individuo, y entregar este ramo de la industria á la libre concurrencia. Mas como se pretende poner bajo la fé y salvaguardia de la autoridad pública el instrumento de los cambios, en el instante en que fuese permitido á los particulares acuñar moneda, faltaria la confianza en su peso y ley, y volveríamos á entorpecer la circulacion de los valores poco más ó ménos como lo estaban en la infancia de los pueblos. Nada más fácil que relajar el monopolio de la fabricacion y mantener la intervencion oficial dentro de los límites necesarios para asegurarse de la bondad del producto, encomendando los trabajos á un empresario ó compañía que compre las pastas y las acuñe de su cuenta y riesgo, pero cuidando la autoridad pública de que no entre en circulacion una sola pieza de moneda sin ser ántes pesada y ensayada con todo rigor.

El metal escogido para amonedar debe ser homogéneo ó igual á si mismo en todas sus partes, y su peso y ley invariables. Las piezas no tan grandes que hagan pesada la circulacion, ni tan pequeñas que la entorpezcan con su multitud y corto valor. La forma tal que dificulte la acuñacion fraudulenta y disminuya todo lo posible el ludimiento que proviene del roce contínuo, y por eso se adopta la cilíndrica con bordes realzados.

Si los derechos de braceaje y señoriaje fuesen crecidos, como la fabricacion de la moneda convidaria con el lucro, desde luego se fomentaria la acuñacion clandestina de moneda de peso y ley competente, de donde pudiera resultar la falta de confianza en el instrumento de los cambios, y lo que es peor, se aumentaria el peligro de adulterarla por la facilidad de pasar del abuso leve, al abuso grave.

Suele tambien usarse moneda de cobre ó de mezcla como auxiliar de la de oro y plata. Para desterrar todo metal bajo, seria menester labrar los nobles y preciosos en piezas de cortísimo volúmen, á fin de emplearlas en las compras más menudas y en los ajustes de cuentas, y el ser tan pequeñas causaria no poco embarazo en las operaciones del comercio y ocasionaria la pérdida de muchas de ellas. Por eso acudieron los gobiernos al vellon, signo representativo de una fraccion de unidad monetaria demasiado exigua para expresarla en plata.

El vellon no es moneda verdadera sino convencional, porque tiene mucho más valor el cobre acuñado que en pasta, ni de consiguiente equivale á la cantidad de metales preciosos que se dan en cambio. La materia de que se compone no es uniformo, la demanda y la oferta varían en extremo, y sólo se acepta en pagos menores y con la confianza que inspira de suplir á los metales preciosos en los usos más ténues del comercio.

La grande diferencia que existe entre el valor intrínseco ó real y el valor nominal ó corriente del vellon, alimenta el contrabando. La abundancia del vellon acabaria por desterrar el oro y plata de los mercados, subiendo el precio de todas las cosas hasta igualarse con el valor efectivo del cobre acuñado, como cualquiera moneda falta ó falsa, á no ser que el gobierno viniese en su auxilio decretando su curso obligatorio.

Fue muy comun en los diversos estados de Europa, que en vez de una sola moneda nacional coexistiesen varias monedas provinciales. En España, por ejemplo, eran muy distintas en peso, ley y forma, las monedas usuales en Castilla, Aragon, Cataluña, Valencia y Mallorca. Lo que tamaña confusion perturbaba el comercio interior se puede conjeturar considerando que unas veces estaban en curso las de una provincia en la vecina, otras se rechazaban como si fuesen extranjeras, ya se ajustaba su valor respectivo, ya se alteraba esta relacion, y todo era dudas y zozobras, cálculos y descuentos sin tino.

Por fortuna desapareció el desórden, y los beneficios que los pueblos reportaron del establecimiento de la moneda nacional, despertaron el deseo de ver algun dia introducido y generalmente adoptado un sistema monetario universal. No es nueva la idea, pues no faltan escritores políticos del siglo XVII que la hayan entrevisto, y apuntado; mas no pasó por entónces ni durante mucho tiempo de los limites de un proyecto impracticable. Hoy la idea ha tomado cuerpo, y ha tenido un principio de ejecucion en el convenio de 1865 celebrado entre Francia, Italia, Bélgica y Suiza para establecer un sistema monetario uniforme internacional fundado en el uso simultáneo del oro y la plata, y adoptando el franco por unidad de circulacion con sus múltiplos y divisores en tal manera que se aproxime al sistema métrico y ponderal.

España, sin haberse adherido al convenio, entró de lleno en la reforma, puesto que acuña y refunde su moneda ajustándola al peso y ley admitidos por las cuatro naciones ligadas con el compromiso de Paris. Si llega el dia en que todas ó las primeras entre todas las que caminan por la senda de la civilizacion opten por un sistema monetario uniforme, se excusarán las molestias y embarazos que causa la necesidad de averiguar el valor y correspondencia de la moneda nacional extranjera, se regularizarán los cambios, el comercio ganará en facilidad y economía, el viajero ahorrará muchas pérdidas y vencerá muchos obstáculos que ahora le salen al encuentro, y los pueblos contraerán un nuevo vínculo de amistad y parentesco, porque la moneda particular, emblema de nacionalidad y soberanía, separa tanto como junta un símbolo único que va diciendo: «No hay fronteras para la moneda, la moneda es un lenguaje universal».

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