Por el Doctor
D. Manuel Colmeiro
Catedrático de la Universidad de Madrid
Alojado en "Textos selectos de Economía"
http://www.eumed.net/cursecon/textos/
PARTE SEGUNDA. - De la circulación de la riqueza.
CAPÍTULO XII. - Del papel moneda.
Circulan los títulos ó documentos de crédito como si fuesen moneda, porque contienen una promesa cierta de pago; mas si el cumplimiento de la promesa parece dudoso, ó si ha llegado á perderse toda esperanza de convertir el papel en dinero, el valor de aquellos títulos ó documentos declina, y al cabo nadie los toma y se miran con desprecio.
Cuando emite billetes promesas en dias de grande penuria, si hay confianza en su buena fé y en sus recursos para lo venidero, como el papel goza de crédito y pasa en la opinion de las gentes por reembolsable en especies de oro y plata, entra en circulacion y se acepta como un billete de banco. Pero acontece que los gobiernos, una vez colocados en esta pendiente, se precipitan hasta el fondo, y á una emision sigue otra emision, y las necesidades aumentan al paso que disminuyen los medios de satisfacerlas. Entónces el público rehusa admitir el papel del gobierno, y éste, apremiado por las circunstancias, sin dinero y sin crédito con que hacer rostro á las más urgentes obligaciones del estado, decreta el curso forzoso y hace el papel moneda.
Es sabido que en la edad media estuvo muy en boga el arbitrio de alterar la moneda, y en su lugar queda tachado el expediente de ineficaz para el tesoro, ruinoso para los pueblos, perturbador del comercio, ofensivo á la propiedad y semillero de discordias intestinas. Pues emitir papel moneda equivale á corromperla hasta el último grado, porque no se trata ya de disminuir el peso y ley del oro y plata mezclándoles metales viles y bajos, sino de labrar moneda con papel y sustituir esta materia de tan poca estimacion á los metales preciosos: de modo que el papel moneda es la moneda más falsa que puede inventarse, ó la fórmula extrema de la falsa idea que la moneda es un signo.
Es grande la tentacion de acuñar moneda con una materia de tan corto valor intrínseco, y mayor todavía si el gobierno halla lícito y provechoso dispensarse de la obligacion de cambiar el signo por la cosa significada, porque entónces ¿quién le vá á la mano?
Todavía fuera disculpable el uso del papel moneda, si corriese como moneda convencional, dándola y tomándola todo el mundo de buena voluntad; pero desde el punto que el gobierno declara su curso obligatorio, falta aquella condicion.
El valor del papel moneda no radica en la materia de que se compone, sino en el precepto de la autoridad; y así con justa razon lo apellidan arbitran. Cuando aun está viva la esperanza de convertir el papel moneda en especies de oro y plata, corre sin mucha dificultad, porque el signo tiene un fiador en la cosa significada; mas una vez perdida la última ilusion, la circulacion se entorpece y el comercio se interrumpe hasta donde lo consiente la necesidad, porque nadie acepta sin apremio valores nominales en pago de valores reales, ó sea moneda falsa por verdaderas mercaderías.
Acontece sin embargo que el papel moneda conserva una parte mayor ó menor de su valor arbitrario, porque siempre se necesita un instrumento bueno ó malo de los cambios, y además porque la providencia del curso obligatorio nunca es definitiva, sino más bien una suspension temporal y tal vez momentánea del reembolso. Así pues, la necesidad por un lado, y por otro un resto de confianza, conspiran á mantener el valor del papel moneda que baja, pero no llega á la nada.
Si el papel moneda devenga intereses, ó si ya que no fuere reembolsable en dinero efectivo, aprovecha para comprar bienes raices, como los asignados de la revolucion francesa, conserva mayor parte de su valor, porque al fin en el primer caso promete una renta, y en el segundo es convertible, sino en oro ó plata, en tierras.
Cuando el gobierno emite una cantidad considerable de papel moneda, baja la estimacion del numerario circulante, ó lo que es lo mismo, sube el precio de todas las mercaderías. De aquí resultará que sea inferior el valor de la moneda corriente al valor de los metales preciosos, y el interés particular se aplicará á fundirla y transformarla en barras de oro y plata, ó será llevada por el comercio á los mercados extranjeros. De esta suerte el papel moneda ahuyenta los metales preciosos, y á falta de una moneda dotada con un valor propio y natural, queda la circulacion de la riqueza encomendada á un mero signo en extremo variable y capaz de multiplicarse hasta lo infinito: en suma, de esta suerte todos los valores andan por el aire.
Los daños y peligros que se siguen de la alteracion de la moneda, son cosas leves y de poco momento comparadas con el fruto amargo del papel moneda. Su historia es la historia de las grandes catástrofes de los pueblos. Testigo Francia en los tiempos de Law y en los dias más borrascosos de la Convencion nacional. La penuria del tesoro obligó al gobierno á recurrir á los asignados: su multitud trajo el descrédito, el de descrédito la tasa, y la tasa la miseria pública, el despojo, la anarquía, ruinas espantosas, lágrimas y sangre. Testigos tambien los Estados Unidos durante la guerra de la independencia, Austria en 1809, Rusia, Dinamarca, Suecia, y en fin nuestra España en 1799, cuyos vales reales llegaron á perder en el cambio hasta un 60 por 100.
Pretenden algunos economistas descubrir un fondo de utilidad en el uso y aun en el abuso del papel moneda en cuanto, por lo mismo que se estima en poco, existe en los pueblos cierta fiebre de especulación que conduce al aumento de la riqueza. No fiamos mucho en verdad de una doctrina tan peregrina. El papel moneda es una calamidad y no puede engendrar sino calamidades. Supongamos que en efecto irrita la sed de los negocios: siempre serán fuegos de artificio, que brillan un instante, se disipan en humo, y nos dejan sepultados en más profundas tinieblas.
Quisieran algunos economistas que todo el numerario circulante fuese reemplazado con papel convertible en oro ó plata á voluntad del portador y tanto por tanto, como billetes de un banco de circulacion. Así (dicen) se economizarian los gastos que ocasiona el empleo de los metales preciosos, porque el papel no se presentaria al reembolso gozando de crédito, y para que lo gozase se harian con mucha sobriedad las emisiones. La moneda (prosiguen) llega á su estado de perfeccion, cuando se compone de papel cuyo valor equivale á la suma de oro que representa.
Por de pronto observamos que admitiendo tal supuesto, no habria papel moneda en lugar de moneda verdadera, sino una circulacion fiduciaria sustituida á una circulacion metálica. Un papel no convertible en moneda corriente, sino en barras de oro ó plata, es como una cédula hipotecaria. Hay prenda segura de su valor, pero no valor de presente y á la mano: seria una moneda de pura convencion que no podria cambiarse á voluntad por un valor aceptado y reconocido por todo el mundo.
No faltan arbitristas que pretendan corregir todos los males económicos que suelen fatigar á los pueblos con una emision ilimitada de papel moneda, como otros en otro tiempo se proponian remediarlos con la piedra filosofal. Algunos más cáutos ó ménos ilusos querrian que cada emision representase una riqueza positiva y cierta ó una verdadera propiedad.
Las emisiones ilimitadas matan el crédito con el exceso de papel moneda que no puede conservarse á la par de la metálica miéntras no sea convertible en especies de oro ó plata. Si la promesa de reembolso no se hace efectiva, el gobierno se declara insolvente y en plena bancarota. Ahora bien: la bancarota no es la curacion de los males económicos, sino el último grado de la enfermedad.
Las emisiones limitadas al valor de una masa de bienes raices que sirven de hipoteca al papel moneda son ménos peligrosas, pero no están exentas de peligro. Puede haber error grave en la estimacion de los bienes afectos la extincion del papel moneda: puede disminuir considerablemente el valor de la propiedad: pueden sobrevenir obstáculos invencibles á la venta y retardarse; y en fin, pueden crecer los apuros y pasar el gobierno de la prudencia á la temeridad.
Como quiera, aunque en tales casos será más fácil sostener el valor del papel moneda, no será posible impedir su descenso, ya porque no es inmediatamente convertible este papel de crédito en especies, y ya porque si no hay aumento de numerario, lo hay del medio circulante.