Por el Doctor
D. Manuel Colmeiro
Catedrático de la Universidad de Madrid
Alojado en "Textos selectos de Economía"
http://www.eumed.net/cursecon/textos/
PARTE PRIMERA. - De la producción de la riqueza.
CAPITULO VII. Del trabajo.
Trabajo es la aplicación de las fuerzas del hombre á la materia para modificarla y acomodarla á los diferentes usos de la vida: es una fuerza productiva que el hombre busca y halla en sí mismo.
Es el trabajo la manifestación voluntaria de la actividad humana, y participa de nuestra doble naturaleza espiritual y corporal. El producto más grosero y el movimiento más mecánico suponen siempre el ejercicio simultáneo de nuestras facultades físicas y morales. Aun en aquellos casos en que parece el hombre una máquina de sangre, la inteligencia acompaña al esfuerzo muscular. La voluntad lo determina, la razón lo dirige y el brazo lo ejecuta, de suerte que es hijo del pensamiento.
El trabajo gana en nobleza y se hace digno de mayor recompensa en proporción que la obra del ingenio excede á la obra de la mano; pero ni aquél produce sin el auxilio de los órganos, ni ésta se mueve sin la cooperación del entendimiento.
El trabajo es una necesidad, porque sin él no se conserva la vida: la ley de la propia conservación nos impone el deber de trabajar, y donde existe un deber, hay un derecho correlativo. El hábito de trabajar es una virtud de las familias y de los pueblos, premiada en la tierra con las buenas costumbres, la energía del carácter y la abundancia de todos los bienes. El ocio conduce á la miseria, causa poderosa de la flaqueza del espíritu y del cuerpo y manantial impuro de infinitos males públicos y privados.
Cuanto más adelanta la civilización, más honrado es el trabajo por la opinión y las leyes. En la antigüedad cayó en menosprecio como signo de esclavitud. En Inglaterra goza de mucha estimación según lo acredita el proverbio el tiempo es dinero. En España, durante el siglo XVII, prevaleció el error común que las artes y oficios mecánicos envilecían á las personas que los ejercitaban, y nadie era tenido por noble ni principal sino el que pasaba la vida en una estéril y frecuentemente viciosa ociosidad. Los tratos y comercios y la agricultura misma no alcanzaban el favor que merecían, ayudando á extraviar las ideas del vulgo ciertas leyes absurdas, como las constituciones de las órdenes militares que prohibían se diese hábito á mercader ó negociante, y algunas ordenanzas municipales que excluían á los fabricantes de los oficios de república. Los extranjeros motejaban á los españoles de perezosos, ignorantes y poco ingeniosos para los ministerios industriales.
El castigo de tanta vanidad fue tremendo, porque no sólo perdió España los bienes logrados desde la restauración de la monarquía por los Reyes Católicos, pero también quedó exhausta de gente y riquezas, con lo cual decayó de su grandeza pasada.
La mayor ó menor afición de los hombres al trabajo procede de varias causas, como el clima, los hábitos de un pueblo, la educación de las familias, la necesidad de los tiempos, etc., y principalmente influye la poca ó mucha seguridad de poseer y gozar los frutos de nuestra laboriosidad y economía. El trabajo es pena y dolor que no se arrostra sin esperanza de recompensa. Cuanto más cerca estuviere la esperanza de la posesión tranquila, tanto más poderoso será el atractivo y mayor la fuerza productiva del trabajo.
Por esta razón el trabajo del esclavo no es comparable con el de una persona libre: el de un obrero que gana jornal, se distingue del que cobra por pieza: el de un arrendatario por tiempo breve se diferencia del de un colono perpetuo, y más todavía del cultivo de la tierra por la mano amiga del propietario. Por regla general el trabajo es más fecundo, cuando el interés individual se halla más estimulado con la participación en la ganancia.
El trabajo de los pueblos se desarrolla progresivamente conforme es más análogo al carácter, usos y costumbres de la nación, y según que el orden legal promete un grado mayor de estabilidad y firmeza. El espíritu de libertad fomenta el trabajo, porque la actividad del hombre crece en proporción que la seguridad real y personal se consolida y respeta.
En todo interviene el trabajo, pues aun para gozar el fruto de un árbol silvestre, nos vemos obligados á cogerlo haciendo un esfuerzo, y acaso arrostrando un peligro. Unas veces se manifiesta en la mera ocupación de los dones gratuitos de la naturaleza, como la caza, pesca ó minería: otras en invenciones y descubrimientos: en la producción de sustancias, como la agricultura: en la modificación de la materia, convirtiendo, por ejemplo, lana en paño, algodón en tejidos de varias suertes y colores: en la distribución de los bienes, transportándolos, acopiándolos ó dividiéndolos para acomodarlos á las necesidades de los consumidores, y en servicios personales ó sociales.
Todo trabajo se resuelve en movimiento, porque el hombre estudia las propiedades de los cuerpos, y conocidas las fuerzas de la naturaleza, acerca una sustancia á otra sustancia en disposición de que produzcan el efecto apetecido. Al encender fuego, mueve la chispa hacia la leña seca, y resulta la combustión: al sembrar el trigo, mueve el grano hacia la tierra y el sol, y empieza la vegetación.
Las utilidades que resultan del trabajo, son de tres clases, a saber:
Las que se fijan ó incorporan á los objetos exteriores, cuando adquieren las propiedades convenientes á la satisfacción de nuestras necesidades;
Las que se fijan ó incorporan en el hombre, comunicándole las cualidades que le conservan y perfeccionan;
Y las que se desvanecen al instante y se resisten á toda incorporación, ó los servicios que no se clasifican en la categoría de las riquezas.
Aunque el trabajo se endereza siempre á la producción, no siempre es productivo, porque si el hombre no se deja guiar de la inteligencia y de la economía en todos sus actos, ó no consulta las necesidades del mercado, consumirá sus fuerzas en balde, destruirá las primeras materias sin compensación, y en fin, disminuirá la riqueza existente en vez de aumentarla con nuevos valores.
También será improductivo el trabajo que directa ó indirectamente no conduce á la creación de alguna cantidad grande ó pequeña de riqueza material, según queda explicado en el capítulo anterior.
La potencia del trabajo crece con el arte ó la industria, caudal de conocimientos reunidos después de largas observaciones y costosas experiencias propias y ajenas, transmitidas de generación en generación por medio de la enseñanza profesional, práctica ó especulativa.
Por último, el trabajo tiene, como todas las mercaderías, precio variable según la ley de la oferta y la demanda; pero de esta materia se tratará en lugar oportuno.