Principios de Economía Política

Por el Doctor
D. Manuel Colmeiro
Catedrático de la Universidad de Madrid


Alojado en "Textos selectos de Economía"
http://www.eumed.net/cursecon/textos/

 

PARTE PRIMERA. - De la producción de la riqueza.

CAPÍTULO XII. - Del capital.

Dos maneras hay de aplicar el trabajo á la produccion de la riqueza: la una cuando el empleo de nuestras fuerzas es actual ó de presente, y la otra cuando se utilizan esfuerzos anteriores ó valores acumulados que constituyen el capital.

Llámase pues, capital todo producto destinado á una produccion ulterior. En el órden económico el trabajo engendra el capital, y despues se asocia con él para dar impulso á la produccion de la riqueza, de la que es efecto y causa al mismo tiempo.

Capital es el ahorro transformado de cosa producida en medio de producjr: es el efecto ó producto convertido en causa y fuerza de la producción.

Miéntras el trabajo es el único factor de la produccion, ésta camina con paso lento y dificultoso; mas desde que se fortifica con el socorro de un utensilio, un animal domesticado ó una tierra puesta en cultivo, la produccion se desarrolla con vigor por la doble accion del trabajo presente y pasado. Por eso dicen algunos economistas que el capital significa el derecho de mandar en el trabajo, pues allí á donde vá, acuden los hombres ofreciendo sus brazos.

El Capital proporciona las primeras materias de la fabricacion, los útiles ó herramientas del arte los alimentos y vestidos de los obreros y todos los elementos de la produccion futura. Es preciso que alguno anticipe estos valores que han de consumirse para presentarse despues en otra forma, porque ni puede haber artefactos sin materias laborables, ni trabajo sin instrumentos que ayuden la obra de mano, ni oficiales sin medios de existencia para sí y sus familias. Todo tendrá la debida recompensa en la nueva produccion; pero en tanto que la riqueza esperada no llega, suple su falta el duefio de los valores acumulados, ó sea el capitalista.

Así pues, entran á componer el capital las tierras con todas las mejoras introducidas, como desmontes, riegos, plantaciones, cercas y edificios; los utensilios necesarios á cada ramo de industria, como los aperos de labranza, los telares y las máquinas; los animales que auxilian al hombre; los talleres y oficinas, los graneros y almacenes; los materiales crudos, como cueros al pelo, lana en vellon, seda en capullo, si se trata de una tenería ó fábrica de tejidos; las provisiones destinadas al consumo diario de los trabajadores ó el dinero con que comprarlas, y en fin cualesquiera otros valores que se siembran para coger fruto de ellos, y la misma inteligencia que todo lo dirige y en-camina á un resultado.

Aunque en el lenguaje vulgar el numerario circulante no sólo es verdadero capital, sino el capital por excelencia, los economistas lo excluyen de esta categoría, porque no contribuye á la produccion de la riqueza. Enhorabuena quien tiene dinero tenga todo lo que necesita para establecer una fábrica; mas si no convierte la moneda en telares, máquinas, primeras materias, etc., no le será de provecho. Para que moneda haga el oficio de capital, se requiere que medio del cambio se transforme en objetos cuyas propiedades económicas respondan al fin de la produccion. De aquí se sigue que la abundancia de dineno arguye abundancia de capitales, ni su cantidad termina la fuerza productiva de un estado.

Toda suma de valores orígen de renta para su dueño, equivale á un capital individual, pero no siempre forma parte del capital de la nacion. El hombre acaudalado que presta dinero á crecido interés á un hijo de familia disipador y vicioso con la esperanza de cobrar en heredando á su padre económico ó avarien emplea su capital de un modo lucrativo; mas no añade nada á la riqueza nacional. Por el contrario, si presta á un mercader que especula y hace buenos negocios con el dinero ajeno, el capital del individuo aumenta el capital del país.

Resu1ta, pues, que capital nacional es la suma de los capitales privados ó de los valores que los particulares consagran á la produccion de la riqueza en forma que hemos dicho.

Pretenden algunos escritores dividir el capital productivo en improductivo, distincion que la ciencia repugna y desecha por incompatible con sus principios. Los tesoros escondidos debajo de la tierra, ó el dinero que el avaro guarda en un rincon donde no penetra luz del dia, tienen la potencia virtual de producir, y producirán tan pronto como entren en la circulacion general; pero miéntras no salgan de aquel estado de inercia, son á los ojos de la Economía política como si no existiesen en el mundo.

No diremos lo mismo de la division en fijo y circulante comunmente recibida. Llámase fijo la parte de capital que consiste en instrumentos de la produccion más ó ménos duraderos; y así son sus caractéres consumirse con lentitud, realizarse con dificultad y aprovechar para varias producciones sucesivas, como los edificios, las máquinas y los ganados de labor. Circulante es la otra parte absorbida por la produccion é incorporada al producto de tal suerte que ya no vuelve á existir en su forma primitiva y por tanto pide una renovacion continua, como las primeras materias que desaparecen en un solo acto.

Ni el capital fijo ni el circulante merecen una preferencia absoluta, porque si aquél radica en la nacion y á duras penas se pierde, éste lleva en cambio la ventaja de la flexibilidad que permite retirarlo de su empleo actual y hacer de él un uso más lucrativo.

Lo mejor es guardar la proporcion conveniente entre ambas clases segun la naturaleza de la produccion, considerando que el acrecentamiento del primero á expensas del segundo disminuye, á lo ménos temporalmente, los beneficios ó utilidades de los trabajadores. De aquí se sigue que hay verdadera pérdida en edificar con lujo ó con demasiada solidez, porque lo uno arrebata á la circulacion valores considerables, y lo otro suele perjudicar el dia en que nuevas máquinas ó procedimientos industriales exigen dar diferente disposicion á los edificios.

Tambien se divide el capital en material é inmaterial. Este, que otros denominan moral, representa suma de conocimientos adquiridos, la habilidad probada, la experiencia en los negocios, el crédito ó reputacion de buena fé y todo lo que contribuye á la produccion de la riqueza, fuera de los elementos constitutivos del capital material.

Los capitales se forman en virtud de la economía que sustrae al consumo inmediato una parte de los valores producidos, prefiriendo el dueño la esperanza aumentar su fortuna á multiplicar los goces del momento, á costa en verdad de alguna privacion y algun sacrificio. De esta suerte se hacen ahorros, se acumulan y capitalizan por el imperio que el hombre ejerce en sí mismo, por el amor de la patria y la familia, por el espíritu de órden y el influjo de las buenas costumbres. El salvaje carece de reflexion, vive sin cuidarse de cómo podrá vivir mañana, y porque carece de prevision, muere de hambre cuando la tierra le niega frutos ó los rinde escasos. La abstinencia, sin embar- go, tiene sus justos límites, pues nunca el afan ahorrar debe imponer dolorosas privaciones. La formacion dei capital no sólo es compatible con la satisfaccion de nuestras legitimas necesidades, pero tambien con el ensanche del consumo.

Puesto que todo capital procede del ahorro, la 1ey de su acrecentamiento depende de dos circunstancias á saber: la suma de valores que se prestan á la economía, y la fuerza de los motivos que nos determinan á renunciar el bien presente por un bien futuro.

El producto neto de la nacion, ó sea el exceso de la produccion comparada con el consumo que reclaman las necesidades ordinarias de la vida, regula el aumento sucesivo del capital. Cuanto mayor fuere aquella cantidad, tanto más fácil y rápida será la acumulacion de los ahorros sin menoscabo ni padecimiento alguno.

Las causas que favorecen la prevision ó la perjudican, son el carácter de cada pueblo segun que fuere inclinado á la disipacion ó la economía, sus hábitos de holganza ó de trabajo, el clima que dispensa de ciertas necesidades ó al contrario las impone con sumo rigor, y sobre todo la seguridad de poseer y gozar de nuestros bienes.

La industria está limitada por el capital, de modo que aplicar un nuevo capital á la tierra significa aumentar los productos de la agricultura, y viceversa, retirarlo en todo ó en parte equivale á disminuirlos. Así, pues, la abundancia de capitales y el módico interés que por su empleo reproductivo se exige, son síntomas ciertos de la riqueza creciente de un estado. No por eso hemos de inferir que la industria llega siempre á tocar este límite, porque puede muy bien suceder que falten los brazos, como en las colonias modernas donde la escasez de obreros libres sugirió la idea de introducir esclavos africanos.

Todo capital se consume tarde ó temprano; pero se conserva y perpetúa por medio de la reproduccion. Esto explica por qué se borran tan pronto las huellas de una guerra civil ó extranjera. Los campos talados por el enemigo, los edificios devorados por las llamas y todos los estragos imaginables en breve tiempo reparan; pues como los habitantes no han perdidos inteligencia y actividad, ni su fertilidad las tierras, ni su potencia las máquinas, continúan siendo copiosos los manantiales de la riqueza.

Nada favorece tanto el acrecentamiento del capital como la paz y el órden interior de los pueblos. Cuando la posesion es tranquila y hay confianza en lo venidero, los hombres se inclinan á la economía, porque saben que sus privaciones de hoy hallarán ámplia compensacion en los goces de mañana.

Si reina la incertidumbre, los capitales se retiran de la produccion, se realizan con pérdida y se ocultan. El capitalista, no pudiendo vivir de su renta, vive de capital mismo; y la nacion, no solamente no se enriquece con nuevos ahorros, pero se empobrece con la estéril disipacion de lo ahorrado.

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