Por el Doctor
D. Manuel Colmeiro
Catedrático de la Universidad de Madrid
Alojado en "Textos selectos de Economía"
http://www.eumed.net/cursecon/textos/
PARTE PRIMERA. - De la producción de la riqueza.
CAPITULO I. De la riqueza.
Puesto que la Economía política es la ciencia de la riqueza, conviene definirla, porque son las definiciones instrumentos de una sensibilidad exquisita para aquilatar las ideas. Mas antes de dogmatizar sobre el objeto de la Economía política, hagamos algunas reflexiones preliminares que nos guíen por buen camino.
El hombre vive en perpetua lucha con la materia, y emplea todas sus fuerzas físicas é intelectuales en someterla, transformarla y acomodarla á la satisfacción de sus muchas y diversas necesidades. Cuando ha logrado establecer una relación entre las propiedades de la materia y el uso á que la destina, nace una cosa útil por la virtud del trabajo.
Útil quiere decir en este caso, provechoso para el hombre; de modo que comprende lo necesario á la vida, y también lo que sirve á la comodidad y al regalo.
Hay una multitud de cosas útiles y agradables que existen en cantidad ilimitada, y la naturaleza reparte gratuitamente á la humanidad, como el aire, la luz, el calor. Estas cosas de tal suerte son necesarias, que sin ellas no so puede vivir; pero no deben confundirse con las que el hombre produce ó se apropia, y se transmiten de mano en mano.
Solamente constituyen riqueza “las cosas útiles ó agradables que tienen valor en cambio”; es decir, todas, menos las que abundan de tal manera que no cuesta trabajo ni sacrificio alguno obtenerlas á la medida de nuestro deseo. Así, pues, llámase rico en lenguaje económico el hombre que posee una cantidad considerable de objetos útiles, ya los aplique á su uso particular, ya los destine á permutarlos por otros, considerándolos como un medio de adquisición.
Según el uso vulgar, llámase rico el hombre que dispone de mucho dinero, y lo es en efecto según el criterio de la Economía política; porque si bien la moneda no satisface directa é inmediatamente ninguna necesidad de la vida, proporciona á su dueño el medio de adquirir todas las cosas que apetece y se hallan en poder ajeno.
A primera vista repugna á la razón no conceder que un pueblo sea rico, cuando aventaja á los otros en la templanza del clima, la fertilidad de la tierra, la comodidad de los puertos, la buena disposición de los ríos, y en los demás beneficios que otorga la naturaleza, porque sin duda este pueblo cuenta mayor suma de cosas útiles y agradables. Sin embargo, es lo cierto que nada puede decir la Economía política acerca de los dones espontáneos y gratuitos del cielo, porque el hombre no los produce, ni los cambia, ni distribuye: los goza con entera libertad como bienes comunes. Cuando se los apropia, v. gr., cuando deriva el agua de un río, la encauza y la conduce á su heredad ó molino, entonces, interviniendo el trabajo, hay verdadera riqueza.
Por otra parte, suele acontecer que no sean más ricos los pueblos más favorecidos de la naturaleza, sino al contrario; lo cual denota que la benignidad de los climas, la feracidad de los campos, la distribución de las aguas y las demás condiciones de una vegetación lozana y vigorosa, son elementos de riqueza, si el hombre los fecunda con su trabajo, pero no la riqueza misma, como lo prueba la miseria en que viven muchas tribus salvajes.
El oro y la plata son riqueza, pero no la riqueza por excelencia, y menos todavía la única riqueza como se lo persuadieron el vulgo, los gobiernos y hasta los sabios por espacio de muchos siglos. Consiste la utilidad de los metales nobles en ser materias primeras de varias artes y oficios, artículos de comercio, y convertidos en moneda, instrumentos de los cambios. Su valor se determina por las mismas causas que el de todas las mercaderías.
Por ignorar esta verdad, España decayó en el siglo XVII de, su antigua, prosperidad y grandeza. Las flotas y galeones que cargados de oro y plata venían de las Indias, dieron ocasión á que los españoles perdieran su industria y aplicación al trabajo. Esta codicia inconsiderada destruyó la agricultura, arruinó las fábricas y trocó en esterilidad la natural abundancia de nuestro suelo.
Apenas desembarcan aquellos tesoros en Sevilla, cuando desaparecían el oro y la plata del reino; mientras que Francia, Inglaterra, Holanda, Italia, y en general todas las naciones aficionadas a la industria, sin poseer cerros como el Potosí, sangraban á España con sus telares, imán de los metales preciosos.
Desesperábanse los españoles viendo su riqueza trocada en miseria, murmuraban del gobierno que no reprimía el contrabando, dábanse leyes sobre leyes, agravábanse las penas y se imaginaban nuevos arbitrios para estancar los metales preciosos, y España cada vez se ponía más cerca de su ruina.
Ciertamente, el oro y la plata son riqueza; pero tan lejos de constituir la parte principal de la fortuna de, los pueblos, entran por muy poco en el circulo de sus valores. ¿Qué significan todo el oro y toda la plata de Inglaterra en comparación de la inmensa riqueza representada por sus campos, ganados, fábricas, caminos, canales, puertos, edificios, monumentos, naves, máquinas, minas, primeras materias, productos del arte y otras mil y mil cosas que posee la nación? Como tengan los pueblos mercaderías que ofrecer en cambio, no les faltarán oro y plata en abundancia.
La general costumbre de valuar en dinero la fortuna de los particulares, preocupó mucho tiempo los ánimos, é indujo en error á los gobiernos que practicaron con fe viva el sistema mercantil. La moneda ó el numerario es una forma accidental de la riqueza preferible á otras por la mayor facilidad de convertirlo en objetos de utilidad inmediata. Con el dinero se compra todo, es decir, se adquieren todas las cosas que satisfacen nuestras necesidades el día, la hora y en la cantidad que deseamos mediante un solo cambio. Sin el dinero es preciso acudir á una serie de permutas para obtener con lo que nos sobra aquello que nos hace falta.
La utilidad el dinero consiste en facilitarnos la posesión de la riqueza deseada.
Tampoco es la tierra madre de toda riqueza, como pretendieron los fisiócratas. Las fabricas y el comercio producen riqueza como la agricultura, y aun se prestan con más facilidad á su multiplicación. La historia nos da noticia de pueblos que sin agricultura, porque la estrechez y esterilidad de su territorio no la consentían, llegaron á ser los primeros del mundo en riqueza por la virtud reproductiva de la industria, del comercio y la navegación. Si la tierra no sólo mantiene al labrador, sino que le deja un sobrante cubiertos los gastos del cultivo, las artes mecánicas, las liberales, la mercancía y todas las ocupaciones útiles añaden también á la riqueza existente algo que es el fruto del trabajo.
En efecto, toda riqueza procede de esta fuente; y como el hombre cuenta con las propiedades de la materia en que se ejercita, resulta que el trabajo la produce con el auxilio de la naturaleza.
Riqueza nacional es la suma de las riquezas individuales, menos aquella porción que siendo deuda de una persona, representa el crédito de otra. Quien presta 1000 duros al 5 por ciento sobre hipoteca, percibe una renta anual de 1000 reales, y con esto aumenta su riqueza particular, pero no la de la nación, porque se disminuye en otro tanto la riqueza del propietario que tomó el dinero y paga los intereses. Que la obligación subsista ó se extinga, la fortuna nacional no crece ni mengua, pues como son iguales la pérdida y la ganancia por ambas partes, todo so resuelve en una mera traslación de riqueza. Por eso los poseedores de títulos de la deuda pública, por más ricos que fueren, no aumentan la riqueza de la nación, en cuanto sus créditos descansan en la hipoteca de todos los bienes y rentas del Estado.
El progreso de la riqueza nacional es uno de los caracteres propios de la civilización moderna. Hoy los pueblos trabajan más y emplean mejor sus economías, con lo cual no tan sólo se acrecienta y difunde el bienestar en lo interior, pero también se hacen en lo exterior más poderosos, respetados y temidos.