EL ORDEN ECONÓMICO NATURAL

EL ORDEN ECONÓMICO NATURAL

Silvio Gesell

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8. El interés puro (básico) del capital, una magnitud constante

Acabamos de demostrar que, mientras exista una perspectiva de un alza general de precios (en tiempos de negocios prósperos, de alta coyuntura) la tasa del interés encierra, además del interés del capital y de la prima por el riesgo, un tercer elemento: la „prima al alza“ (o sea la participación del prestamista en el alza esperado). De ahí que, si quisiéramos determinar las oscilaciones del interés del capital, sus tasas en los diferentes períodos, no bastaría para una simple comparación entre ellas. Proceder así nos llevaría a conclusiones tan erróneas, como si quisiéramos comparar entre si los salarios nominales de las diferentes épocas o de los diferentes países, sin tomar en consideración los precios de los productos.

Pero como la prima al alza, según hemos observado ya, surge solamente con la tendencia general alcista de los precios de productos, para desaparecer nuevamente con ella, podemos dar por seguro, que durante las épocas de depresiones, en los llamados períodos de baja, de los cuales la historia ha registrado varios, la tasa del interés se compone únicamente del interés del capital y, eventualmente, de la prima por el riesgo. La tasa de estos períodos se presta, pues, maravillosamente para estudiar los movimientos del interés del capital.

Un período semejante de baja contínua y general de precios fué el comprendido entre el primer siglo anterior a la Era Cristiana y el año 1400.(1) Durante tan largo período, la circulación monetaria se limitaba al oro y a la plata (papel-moneda y moneda bastardos no existían aún); con ello los yacimientos de esos metales, en particular las minas de plata de España, estaban ya agotadas; y el oro, que provenía de la antigüedad, se perdía gradualmente; también fué entorpecida su circulación por las prohibiciones del interés, aun a menudo ineficaces. El retroceso general de los precios está, pues, sobradamente fundado por hechos generalmente reconocidos, que nadie discute.

En la obra de Gustavo Billeter: „La historia de la tasa del interés en el mundo Greco‑Romano hasta Justiniano“ encuentránse las siguientes indicaciones:

Página 163: „En Roma encontramos desde Sulla (82 a 79 a. J.C.) la tasa del interés fijada entre el 4 y el 6%“.

Página 164: „Cicerón escribe a fines del año 62: „Personas sólidas y solventes consiguen dinero en grandes cantidades al 6 %“. Billeter agrega al respecto: „Se ve que ello involucra ya una tendencia hacia la baja; en efecto, poco después encontramos ya un tipo inferior aún“.

Página 167: „La tasa del interés alcanzó en los tiempos de guerra (alrededor del año 29) el 12%, quiere decir que hasta las personas solventes debían pagarlo. Desde 4 al 6 % habíase subido al 12 %; pero pronto bajó de nuevo a su nivel anterior del 4 %“.

(Nota: El tipo pasajero del 12 % en tiempos de guerra se explica, quizás, por la notablemente elevada prima al riesgo. Débese tomar en cuenta también la posibilidad de que, a pesar de la escasez de dinero, por causas transitorias o locales provocaban un alza de precios, creciendo paralelamente la tasa de interés. Explicarían estos fenómenos una alteración en la rapidez de la circulación monetaria, provocada, quizás, por una nueva aplicación de la prohibición por ley del interés).

Página 180: Imperio Romano antes del reinado de Justiniano: „Para inversiones seguras hallamos el 3al 15 %; pero el 3 % es muy raro, evidentemente aparece este tipo como el más bajo, hasta para inversiones de renta. El 15% se obtiene muy rara vez y el 12 % es más frecuente, pero no típico; el 10 % en casos aislados. El tipo común está entre el 4 y 6 %, siendo imposible comprobar entre esas tasas diferencias de lugar o de tiempo, sino tan solo una diferenciación según la naturaleza de la inversión. Así representa el 4 % el tipo más bajo; el 6 % el normal y el 5 % el intermedio para muy buenas inversiones, así el corriente para las de seguridad común, también encontramos el 4 al 6% como promezio común de la tasa (pero nunca el 12%). Las tasas de capitalización son el 4 % y el 3 %.“

Página 314: El tiempo de Justiniano (527 a 565 D. C.) „Saquemos las conclusiones finales: Hemos visto que en circunstancias especiales las tasas de capitalización suben hasta el 8%, y bajan hasta el 3 ó 2%. En lo que se refiere a los tipos medios, hemos encontrado el 5% como tasa quizás normal, aunque a veces algo elevado; el 6 al 7 % es, asimismo tasa media, pero en todo caso algo elevado, de modo que ya no puede considerarse como medio enteramente moral. Será por lo tanto lo más exacto considerar el promedio verdadero de la tasa desde algo menos del 5 hasta el 6%“.

Las investigaciones de Billeter terminan aquí, con el tiempo de Justiniano. Hagamos un breve resumen de las indicaciones dadas:

En la época de Sulla (82 a 79 a J. C.) se pagaba el 4 al 6 %. Hacia el período de Cicerón (62 a J. C.) se conseguía dinero en abundancia al 6 %. Después de una breve interrupción, causada por la guerra (29 a J. C.), reapareció la tasa anterior del 4 %. Durante el Imperio Romano y antes de Justiniano se cobraba normalmente del 4 al 6 %. Durante el reinado de este (527 a 565 de J. C.) la tasa media del interés acusaba el 5 al 6 %.

Ahora bien, ¿qué significado tienen estos guarismos? Evidencian que durante un período de 600 años la tasa del interés se ha mantenido casi al mismo nivel actual o sea: 1500 años después. La tasa era, quizás, algo más elevada que hoy; pero esta diferencia puede atribuírse a la prima por riesgo, que en la antigüedad y en el medioevo debía fijarse más alta que hoy, en que la Iglesia, la moral y la ley han tomado el interés bajo su amparo.

Estas cifras demuestran, que el interés no depende de las condiciones económicas, políticas y sociales; ellas desautorizan rotundamente las diversas teorías sobre el interés y especialmente las teorías de la productividad, (que son las únicas, que tienen, por lo menos, la apariencia en su favor). El hecho de que por los modernos medios de producción, como ser: trilladoras, espigadoras, atadoras automáticas, ametralladoras, dinamita, etc. se pague el mismo interés que hace 2.000 años por los instrumentos primitivos, a saber: la hoz, el rastrillo, el arcabuz o la cuña, nos demuestra claramente, que no son la utilidad o la eficiencia de los medios de producción los que determinan el interés.

Estas cifras significan además, que el interés debe su existencia a circunstancias que ya hace 2.000 años, y por un período de 600 años actuaban casi con la misma intensidad que hoy. ¿Cuáles son esas circunstancias, fuerzas y factores? Ninguna de las teorías hasta ahora conocidas nos ha insinuado siquiera una respuesta.

Desgraciadamente, las investigaciones de Billeter terminan con la época de Justiniano y, si no me equivoco, carecemos de estudios serios, respecto a los períodos posteriores hasta Colón. Habría sido, además, difícil reunir pruebas fidedignas de tal período, por lo menos en cuanto a los países cristianos, porque la prohibición del interés se aplicaba con creciente rigurosidad, a medida que aumentaba la escasez de los metales monetarios, restringiendo la circulación del dinero y el comercio. Desde el año 1.400 las depreciaciones del signo monetario cobraron amplitud, y ya no permiten reconocer el interés básico del capital en la tasa del interés. Para este período debía haber combinado Billeter sus investigaciones con estudios estadísticos de precios y lograr, entonces, separar una posible „prima al alza“ de la tasa del interés.

(El hecho de que el Papa Clemente V haya podido amenazar en el Concilio de Viena ‑1311‑ con la excomunión a todas las autoridades civiles, que dictaren leyes favorables al interés, nos demuestra la debilidad del comercio de entonces y la escasez de operaciones a crédito. Frente a pecadores aislados el Papa pudo proceder con severidad; en cambio, si el comercio hubiera sido más activo, y la violación de leyes contra el interés hechos corrientes, el Papa no habría lanzado semejantes amenazas. Prueba de ello es que, en cuanto el comercio empezó animarse, decreció inmediatamente la oposición de la Iglesia contra el interés).

Como prueba de la tesis arriba sustentada de que el interés puro (básico) es una magnitud prácticamente invariable, casi constante, podrán servir los dos gráficos siguientes, de los cuales se desprende, que las fluctuaciones de la tasa del interés han de derivarse de las oscilaciones de los precios de los productos (prima al alza). Si hubiéramos tenido un sistema monetario inalterable, la tasa del interés se habría mantenido, desde hace 2.000 años, invariablemente entre 3 y 4%.

La economía monetaria se hace posible en muchas partes recién en el siglo XV, debido a la invención de las monedas bastardas, los que para los precios tuvieron tanta importancia como el invento del papel-moneda, y la habilitación de las minas de plata en el Harz (Alemania), en Bohemia y Hungría. Y con el descubrimiento de América se inició la gran evolución de precios de los siglos XVI y XVII. Ellos subían constantemente y la tasa del interés se recargaba con una fuerte prima al alza. No es, pues, de extrañarse, que durante todo ese tiempo la tasa fuera muy elevada.

De la obra de Adam Smith „Wealth of Nations“ (Inquisición en la naturaleza de la riqueza de las naciones) tomo los siguientes datos: En 1546 se declaró el 10% como límite legal de la tasa del interés; en 1566 fué prorrogada esta ley por Isabel, y permaneció como tasa legal hasta 1624.

Por esta época estaba concluida, en lo principal, la revolución de los precios, y el alza general había llegado a un estado de reposo. Simultáneamente retrocedía también la tasa del interés; en 1624 había bajado al 8 %, luego, después de la restauración de los Estuardos (en 1660), al 6 %, y en 1715 al 5 %.

„Estas diversas regulaciones legales parecen todas haber seguido, y no precedido, la marcha de la tasa en el mercado libre“, dice Adam Smith.

Desde el reinado de Ana (1703 a 1714) el 5 % parece haber estado más bien por arriba que por debajo de la tasa del mercado. Esto era natural, pues en aquella época la revolución de precios había terminado, y la tasa del interés se componía solamente del interés del capital y la prima por el riesgo, es decir: del puro interés monetario y del aporte por el riesgo.

„Antes de la última guerra, dice Smith, el gobierno conseguía préstamos al 3 %, y los particulares de solvencia reconocida, tanto en la capital como en muchos otros puntos del país, al 3½, 4 y 4½ %“.

Son, pues, las mismas condiciones que rigen hoy (1911).

¿He de aportar, acaso, más pruebas para demostrar, que el interés puro del capital es una magnitud constante, que no desciende debajo del 3 %, ni sube arriba del 4 al 5 %, y que ninguna de las fluctuaciones de la tasa del descuenta se debe a oscilaciones del interés básico? ¿Cuándo se ha elevado en la edad contemporánea la tasa del interés? Pues sólo conjuntamente con la suba general de precios de los productos. Después de los hallazgos auríferos de California, la tasa del interés subió tan alto, que los terratenientes endeudados, a pesar del alza de los cereales, se quejaban de su crítica situación. El repunte de los granos fué absorbido por el aumento de los salarios. Exhaustas las minas bajaron los precios conjuntamente con la tasa del interés. Luego vinieron los miles de millones en concepto de la contribución a la guerra de Francia, (1870) altos precios - tasa elevada. Y cuando la gran crisis de 1874 declinaron los precios; también bajó la tasa. Durante los últimos períodos de prosperidad económica de 1897 a 1900, y de 1904 a 1907, había subido también la tasa del interés. Luego cuando posteriormente bajaron de nuevo los precios, hizo otro tanto la tasa. Actualmente vuelven a subir los precios lentamente, y así también la tasa. En una palabra: si se deduce de la tasa del interés la prima al alza, que corresponde siempre al alza general de los precios, queda una magnitud constante, el interés puro (básico).

¿Por qué no baja el interés nunca más allá del 3%; por qué no retrocede a cero, aunque sea tan sólo temporariamente, p.e. por un día cada año, un año cada siglo, un siglo en 2.000 años?

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(1) Esas ciudades de Francia, Italia y España, donde el contenido fino de las monedas fué rebajado, cometiéndose la llamada falsificación de la moneda, forman aquí una excepción.