EL ORDEN ECONÓMICO NATURAL

EL ORDEN ECONÓMICO NATURAL

Silvio Gesell

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El comercio internacional

El Mecanismo del intercambio

Constantemente se me pregunta, qué sería de nuestro comercio exterior, si adoptásemos el papelmoneda. Sorprende la profunda ignorancia del pueblo en este sentido, tratándose de hechos sencillos y claros.

¿Ve Vd. ahí en la verdulería esos limones? Proceden de Málaga. Y los cajones que se cargan ahí en la estación del ferrocarril, vienen de la fábrica de sombrillas de Hamburgo (S. A.) y van a Sevilla. Ahora bien ¿pueden estos dos negocios efectuarse con papelmoneda alemán o español prescindiéndose del oro?

Si el comerciante, que importa los limones de España, fuera al mismo tiempo el que exporta sombrillas para España, todo el mundo comprendería que el desarrollo de esas transacciones no estaría trabado por el papelmoneda. El comerciante en cuestión vendería las sombrillas en Sevilla a cambio de papelmoneda español y con la misma moneda compraría en Málaga limones para remitirlos luego a Hamburgo. Allí los vendería por papelmoneda alemán y con el producto pagaría las sombrillas. Por lo tanto paga los limones con sombrillas. Y esta operación la puede repetir muchas veces, sin que la circunstancia de que el papelmoneda español no rija en Alemania, sea el más mínimo obstáculo para sus negocios. El papelmoneda español, que obtiene por las sombrillas, lo invierte en la compra de limones en España, y el papelmoneda alemán que recibe por los limones lo utiliza para la compra de sombrillas en Alemania. Su capital cambia constantemente: hoy consiste en limones, mañana en Reichsmark, luego en sombrillas y otras veces en pesetas. Al comerciante le interesa únicamente la ganancia, o sea el excedente que arroja el contínuo movimiento del capital. Y no es el sistema monetario que vela para que haya una ganancia, sino las leyes de la competencia.

Pero sólo por excepción se encuentran la importación y la exportación reunidas en una sola mano. Generalmente rige también aquí la división del trabajo, y esta exige un procedimiento especial para la liquidación del pago. Pero tampoco en este caso el papelmoneda pone trabas a los comerciantes. Los negocios se desenvuelven entonces en la siguiente forma: los importadores y exportadores residentes en la misma plaza se encuentran en la Bolsa. Allí vende el exportador de sombrillas al importador de limones el crédito que posee en forma de una letra de cambio sobre Sevilla por moneda alemana. Veremos en seguida, a qué precio (cotización de divisas, fluctuaciones del cambio) esto se realiza. El importador de limones remite aquella letra, librada en pesetas españolas a Málaga en pago de los limones recibidos.

Esta letra reza:

A los 30 días vista pagará Vd. a la orden de la Central Hamburguesa de Limones, la suma de 1.000 pesetas en pago de nuestra factura de sombrillas, fecha 1° de agosto.

            Al señor                                 Fábrica de Sombrillas
                Manuel Sánchez                                  de Hamburgo
                        Sevilla                                                S. A.

La venta de la letra por la casa importadora de sombrillas a la Central de Limones ya está certificada en el mismo texto por el giro a la orden de la Central de limones. La venta ulterior de la letra a la casa exportadora de limones de Málaga se anota en el dorso de la misma. Dice: Por nosotros a la orden de los señores Cervantes y Saavedra en Málaga. Central Hamburguesa de limones.

De Málaga la letra es remitida por un Banco a Sevilla, donde el importador de sombrillas, Manuel Sánchez, la paga.

Con esto la operación de sombrillas y limones está liquidada en todas sus fases. La casa exportadora de sombrillas en Hamburgo y la Central de Limones en Málaga han recibido su dinero; la casa importadora de limones de Hamburgo y la importadora de sombrillas en Sevilla han pagado sus cuentas. Y sin embargo, sólo ha intervenido papelmoneda español y alemán. Por más que hayan participado cuatro personas en este intercambio, se ha pagado mercancía con mercancía ‑ la alemana con la española.

Cosa análoga sucede, cuando las letras, en lugar de estar en relación directa con las casas importadoras, se entregan a los Bancos, como acontece generalmente, con importadores y exportadores residentes en distintos lugares. Pero nos llevaría demasiado lejos explicar aquí ese proceso. Diferencias esenciales no existen.

Sin embargo, queda por resolver otra cuestión muy importante, a saber ¿cómo se hace en Hamburgo la cotización de las divisas –pesetas? ¿o qué precio pagó en moneda alemana, la casa importadora de limones por la letra librada en moneda extranjera? También contestaremos a esta pregunta. El precio de la letra se determina, al igual que el de los limones y de las papas, por la oferta y la demanda. Abundancia de papas o de letras significa precios bajos de unos y otros. Ahora bien, en Alemania se ofrecen muchas letras en pesetas si se exportan muchas mercaderías a España; mientras que la demanda de pesetas es exígua, cuando se importan pocas mercaderías españolas. Entonces baja el precio (la cotización) de la peseta, para subir cuando sucede lo contrario.

Mientras la importación y exportación no varían, la oferta y la demanda de las divisas se mantienen en equilibrio. Pero el cambio se produce tan pronto como los precios en España o Alemania, para seguir con nuestro ejemplo, por cualquier motivo se desvían de su tendencia normal. Si los precios de mercaderías suben, por ejemplo en España, porque se haya emitido allí relativamente más papel que en Alemania, entonces los altos precios atraerán mercancías extranjeras en proporción mayor que la habitual, mientras que la exportación de productos españoles, por la misma razón, es poco remuneradora. Es así que la importación de España crece y su exportación decrece, y por lo tanto la oferta de pesetas en Hamburgo es grande y la demanda de ellas pequeña. Y dado que oferta y demanda determinan el precio o sea la cotización de la peseta, se pagará por ella en Hamburgo solamente 0,75 ó 0,70 en vez de 0,80. La casa exportadora de sombrillas obtendrá entonces por la letra librada sobre Sevilla no ya la misma cantidad que antes, sino menos; y lo que creía haber ganado más de lo usual, por los precios elevados a que vendió las sombrillas en Sevilla, lo perderá nuevamente en la venta de la letra por su baja cotización. A la inversa, la Central de limones recuperará ahora, en la compra de pesetas en Hamburgo, lo que en Málaga había pagado de más por los altos precios de los limones.

Este juego continúa hasta que los precios de las mercancías elevadas por la política financiera española se compensen con la correspondiente baja de la peseta, perdiéndose así el estímulo por aumentar la importación y disminuír la exportación. El equilibrio entre la importación y exportación se establece, pues, automáticamente por las fluctuaciones del cambio, lo que significa que no se precisan reservas monetarias especiales para la compensación de un balance desfavorable entre países con papel moneda, porque semejantes balances no pueden producirse.

Está demás decir, que si los precios subiesen en Alemania, permaneciendo al mismo nivel en España, las cosas sucederían exactamente a la inversa. En tal caso la exportación de sombrillas no convendría; pero tanto más la importación a Alemania por parte de todos aquellos paises, con los cuales aquella en otros momentos compite en el mercado mundial. Entonces en Alemania se ofrecerían pocas divisas extranjeras, necesitándose muchas, y se pagarían por ellas precios elevados (en marcos de papelmoneda). Esta alza de divisas restablecería nuevamente, y en forma automática, el equilibrio en las importaciones y exportaciones.

No hay duda de que, si en ambos países circula papelmoneda, las fluctuaciones posibles del cambio pueden alcanzar cualquier altura y afectar de una manera muy desigual a los comerciantes, favoreciendo a los unos y perjudicando a los otros, aumentando así el peligro de pérdidas en el comercio. Pero la posibilidad de producir, mediante la política financiera, grandes fluctuaciones de cambio en forma ilimitada y arbitraria ‑¿no entraña acaso el reconocimiento de que con idéntica política y en forma igualmente arbitraria podrían mantenerse firmes las cotizaciones? Dado que el equilibrio entre importación y exportación es susceptible de ser perturbado por la política financiera, ha de ser igualmente posible nivelar por medio de ésta las fluctuaciones comerciales, aun cuando sean originadas por causas naturales (p. e. buenas o malas cosechas). Para eso basta que los distintos países prosigan una distinta política monetaria de papelmoneda, concordante en todos los aspectos. Si en Alemania, lo mismo que en España, el equilibrio de los precios de mercancías se conservara, mediante una política monetaria adecuada, quedaría también intacta la relación entre la importación y exportación, así como entre la oferta y la demanda de letras, quedando la cotización firme. Para resolver por lo tanto este problema, bastaría un acuerdo entre los países interesados y una acción inspirada en este sentido.

Lo que esperamos de la aquí mencionada Administración del papel-moneda solía ocurrir hasta cierto punto automáticamente cuando teníamos todavía el patrón oro internacional. Porque si en un país cualquiera la circulación monetaria (de oro y de billetes) era grande, haciendo subir en consecuencia los precios de mercaderías sobre el nivel internacional y natural, sucedía exactamente lo que pasa ahora en un país con papel‑moneda, cuando se aumenta la circulación monetaria. Las letras, libradas sobre el país con los precios en alza, experimentaban una baja en la cotización. Si lo fué, por ejemplo, España, entonces la cotización de la peseta en Hamburgo bajaba de 80 a 79 o 78, y descendía finalmente a tal extremo que el vendedor de semejantes letras en peseta‑oro (en nuestro caso el exportador de sombrillas) se veía obligado a escribir a su cliente de Sevilla: „Tropiezo con dificultades para la venta de la letra librada sobre Vd. por las sombrillas remitidas. Se me ofrece en lugar de 80 sólo 78 Pfennigs por peseta. Retiro, pues, la letra, rogándole quiera remitir el importe de mi factura en monedas de oro“. El importador de sombrillas tuvo, pues, que hacerse cargo de los gastos de envío del oro. De ahí que optará por esta solución cuando la pérdida de cambio en la venta de la letra supere los gastos de flete del oro. Las monedas españolas las lleva la casa exportadora de sombrillas al Reichsbank, donde gratuitamente serán transformadas en monedas alemanas, o se las cambia por billetes al precio fijo de 2.790 Marcos el kilo de oro fino.

¿Qué es lo que ocurrirá en ambos países como consecuencia de esta practica comercial? En España la circulación monetaria ha disminuido por el importe de la remesa de oro a Hamburgo. Si el oro ha sido retirado de la Administración Central Monetaria, ésta deberá sacar de la circulación, de acuerdo a la garantía del tercio, billetes por una suma tres veces mayor que la remesa de oro. En Alemania, en cambio, la circulación monetaria ha aumentado por el triple de la remesa española. El efecto es que los precios en España bajan y en Alemania suben. Esto continuaba hasta que el equilibrio nuevamente se había restablecido. (1)

Dado que tales remesas de oro se sucedían con frecuencia, creyóse necesario mantener para este fin ciertas reservas de oro. Era una opinión equivocada. El equilibrio se habría restablecido automáticamente aún sin las remesas de oro, como consecuencia de la restricción (o del aumento) que la importación (o la exportación) experimentó con las fluctuaciones del cambio. La importación de las remesas de oro y de las reservas que las alimentaban no radicaba en la remesa en sí, sino en la influencia que ejercían sobre los precios. Estos, y no las remesas de oro, restablecían el equilibrio. Si en todas partes, donde la cotización de letras extranjeras subía (o sea cuando debíase pagar elevados precios en marcos por letras en pesetas), hubiérase procedido a presionar los precios, retirando billetes de la circulación, el equilibrio habríáse restablecido inmediatamente, tanto en las importaciones como en las exportaciones, y la cotización de las divisas hubiera vuelto a la par. Una maniobra sumamente sencilla: la restricción del descuento de letras por parte del Instituto Emisor habría hecho completamente superfluas las remesas de oro y las reservas destinadas a ello.

Una acción se imponía y no lingotes inactivos de oro; el sistema monetario ya no puede concebirse como una cualidad de una materia, sino únicamente como una acción, como efecto de medidas administrativas.

Pero esto nunca fué comprendido, (2) y tal vez no lo sea aun hoy.

Bajo el patrón oro las fluctuaciones del cambio jamás podían superar los gastos de la remesa de oro. Para un grado de cultura, en el cual era vano esperar del Estado algo bueno, alguna obra constructiva, la regulación automática de las fluctuaciones monetarias tenía sus ventajas; pero en nuestros Estados actuales habría que considerar como un agravio a los funcionarios públicos motivar el mantenimiento del patrón oro en aquellas razones.

Tratándose de máquinas se prefiere, por cierto, un regulador automático al brazo humano. Mas las cuestiones monetarias no han de compararse con un sistema mecánico. Además, la regulación monetaria bajo el patrón oro sólo se realiza automáticamente, en cierto sentido, ya que las remesas de oro imponen que el oro sea contado, empaquetado, asegurado, remitido y acuñado de nuevo. En cambio el retiro de una suma adecuada de dinero, como medida administrativa del Banco Emisor, tendría el mismo efecto, originando mucho menos trabajo y ningún gasto.

También hay que tener en cuenta que las fluctuaciones de cambio entre países muy distantes, donde rige la tasa regular de interés, pueden alcanzar hasta el 4% y más (3).

Finalmente, el patrón oro automático no previene las fluctuaciones; sino entra en función recién cuando ellas han alcanzado su nivel máximo, el así llamado punto de oro (representado por los gastos arriba mencionados) que se produce en el momento de iniciarse la exportación o importación de oro. Luego el remedio entra en acción, recién cuando ya se ha hecho todo el daño que las fluctuaciones del cambio pueden producir. En cambio, en los países con papel‑moneda, siempre que todos los funcionarios de la Administración Monetaria cumplan conscientemente con sus deberes, las medidas preventivas ya actúan apenas se insinúa un desequilibrio, de manera que las fluctuaciones del cambio quedan reducidas allí. Por cierto que se podrían prevenir también bajo el patrón oro, y el Reichsbank hasta afirma de sí, que no es ningún autómata; pero ¿dónde queda la eficacia automática del patrón oro, si hay que acudir con hechos en su ayuda?

Lo dicho hasta aquí se refiere al papel‑moneda tradicional y común. Para la libremoneda, que reacciona inmediatamente a todas las medidas de la Administración Monetaria, debido a la circulación forzosa, vale en forma absoluta mi aserción de que no se precisan reservas de ninguna clase para la conservación de una cotización estable de cambios.

 

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(1) Si el alza general de precios, provocado por esas alteraciones, hubiese procedido de Alemania en lugar de España, entonces el importador de limones de Hamburgo (en lugar del importador de sombrillas) habría escrito en forma análoga a Málaga, que la elevada cotización de la peseta en Hamburgo le obliga a remitir en pago de los limones recibidos oro amonedado alemán para que se lo haga reacuñar en moneda española.

(2) Véase: „Política monetaria activa“ en la Bibliografía al final del libro, (por traducirse al castellano).

(3) Los gastos de una remesa de oro, por ejemplo de Europa a Australia, importa por lo menos el 2 %, formado por la pérdida del interés durante el viaje, del flete, del seguro contra los riesgos de mar y robo, del embalaje y comisiones. En estos 2 %, pues, la cotización de las letras en Europa puede subir arriba de la par y en Australia caer debajo de la par, o viceversa; provocando una diferencia de 4%. ¡Y a todo esto se le llama: patrón oro!