Lo que hasta ahora hemos deducido de la libremoneda puede resumirse así:
1. Que la demanda se convierte en una cosa mensurable, por sobre la voluntad, el capricho, la codicia y la especulación de los poseedores de dinero; ella ya no es más una manifestación volitiva de los mismos.
2. Que la circulación monetaria, bajo todas las circunstancias, tratará siempre de superar el grado máximo de rapidez que las instituciones comerciales permiten al dinero, de modo que la demanda responderá en todo momento:
a) A la cantidad de moneda regida y puesta en circulación por el Estado.
b) A la rapidez de circulación admitida por las instituciones comerciales.
3. Que la totalidad de las reservas monetarias privadas, que deben considerarse como otros tantos institutos emisores privados y perturbadores, se disuelven automáticamente, con lo cual el Estado recien puede dar una base sólida al sistema monetario.
De estos primeros efectos resulta lo siguiente:
1. Regularidad en la colocación de mercancías, con la eliminación de todo estancamiento.
2. Se ofrecerán siempre tantas mercancías cuantas son producidas corrientemente.
3. Todas las fluctuaciones de precios, originadas por salidas estancadas, desaparecen.
4. A consecuencia de la regularidad con que aparecerán en lo sucesivo en el mercado la oferta y la demanda no se producirán más las oscilaciones grandes y generales de precios que provenían de una perturbación en la relación del dinero con las mercancías.
5. El Estado tendrá que emitir o retirar sólo pequeñas cantidades de moneda para poder ajustar exactamente la demanda a la oferta y lograr así una estabilidad absoluta en el nivel general de los precios.
6. Esto último resultará especialmente porque, debido a la circulación rápida, el poder de cambio del dinero se duplica, se multiplica, y también porque el retiro o la emisión de una cantidad de moneda ha de tener como consecuencia una repercusión múltiple. En lugar de mantener en circulación 10 mil millones de marcos, el comercio en Alemania estará asegurado suficientemente con 5 o quizás con 3 mil millones.
Por la compulsión de la circulación monetaria, como lo condiciona la libremonada, tendrá que producirse, además, lo siguiente:
1. Una separación lisa y llana entre medios de cambio y medios de ahorro;
2. El poseedor del dinero deberá hacer circularlo incondicionalmente, sin tomar en consideración el interés o el beneficio;
3. El dinero circulará aún cuando el interés descienda y desaparezca;
4. El dinero circulará aún sin beneficio para su poseedor.
Como consecuencia de estas circunstancias y conjuntamente con lo mencionado, la circulación monetaria compulsiva hará imposible los estancamientos económicos generales, con todas sus secuelas.
Con la pérdida directa y personal ligada a la posesión del dinero se logra lo siguiente:
1. Mercancía, trabajo, dinero, serán para todos, tanto para los que ahorran como para los que consumen, objetos indiferentes, es decir, cosas que sin beneficio, interés o tributo pueden canjearse recíprocamente.
2. El dinero se convierte en factor de trabajo y en seguro automático contra la desocupación.
3. Todos los privilegios del dinero serán allanados.
La completa equiparación económica privada del dinero con las mercancías condiciona:
1. Que las reservas indispensables se harán preferentemente en provisiones, en lugar de dinero;
2. Que los productos no se comprarán más, como hasta ahora, en cantidades mínimas, sino en barriles y en cajones enteros, es decir, en sus embalajes originarios;
3. Que por consiguiente los negocios se aligerarán, y los intermediarios, en gran parte, estarán de más.
Al mismo tiempo:
4. Se suprimen las ventas a crédito, y se generalizan los pagos al contado;
5. La especulación se hace imposible porque las existencias de mercaderías, distribuidas entre millones de despensas, se substraen a la voluntad del individuo.
Por la acción conjunta de estos cinco factores el intercambio de mercancías estará extraordinariamente asegurado, acelerado y abaratado, ya porque el comercio, también por la eliminación de estancamientos y por la estabilidad de precios, se convierte en una actividad bien sencilla, para la cual cualquier persona en lo sucesivo estará suficientemente capacitada.
Pero el mérito más grande, verdaderamente revolucionario de la libremoneda será aquél que, por suprimir la desocupación, por crear el capital real independizado del interés, ahogue este último en un mar de capitales, con lo que la actual mezcolanza indigna de príncipes, rentistas y desposeídos se disuelve, para dar lugar a una humanidad orgullosa, de ciudadanos libres e independientes, de hombres a quienes se pueda presentar en cualquiera parte del mundo entero como compatriotas, sin tener que avergonzarse de ellos.
La libremoneda no suprimirá el dinero, mil veces maldecido, sino que lo ajustará a las necesidades bien entendidas de la economía nacional. La libremoneda conserva la misma ley fundamental de nuestra economía que, como hemos comprobado al principio, es el egoísmo, pero ha de demostrar que la usura habrá de actuar como „aquella fuerza que siempre quiere el mal, pero que siempre crea el bien“ en cuanto quitamos a la demanda la voluntad y la enfrentamos a la oferta con armas idénticas.