INTRODUCCIÓN AL PAPEL DEL ECONOMISTA COMO ASESOR OFICIAL
Hans W. Singer (1910-2006) con W. A. Johr
Este texto es la introducción al libro "The role of the economics official adviser" (George Allen & Unwin, 1955) publicado en español por el Fondo de Cultura Económica en 1957.
LA TAREA principal de la Economía consiste en preparar las resoluciones que han de adoptarse en el campo de la política económica. Aunque esto se admite, en términos generales, el problema respecto de cómo debemos proceder para juzgar los problemas económicos prácticos aún no ha sido objeto de un tratamiento adecuado. Ésta es, sin duda, una de las principales razones que explican los errores que se cometen al formular juicios en el campo de la política económica. La tarea de este libro consiste en indicar los problemas particulares que surgen al tratar de contestar las interrogantes de orden práctico en el campo de la política económica, y señalar los medios para solucionarlos. Aspira no sólo a facilitar la tarea del economista, sino a informar, además, a quienes dependen de sus consejos sobre lo que pueden esperar de ellos. En esta forma, los autores esperan que se fortalecerán también las relaciones entre la economía y la política económica, que aún no son lo suficientemente estrechas.
En su forma original esta investigación se presentó ante el Grupo Suizo de Estudios de Teoría Económica. Las objeciones formuladas y el problema adicional planteado por los miembros del Grupo Suizo han sido tomados en consideración siempre que ha sido posible. Afortunadamente, los autores resistieron la tentación de desarrollar este estudio hasta convertirlo en un tratado metodo16gicamente exhaustivo. Se piensa que es preferible poder cumplir la tarea en forma concisa, aunque al hacerlo así se tratan sólo brevemente cuestiones importantes y otras no se estudian en absoluto.
Pero no ocultemos el hecho de que no todos los estudiosos están mentalmente dotados para las investigaciones metodológicas del tipo de las contenidas en este libro. Muchos autores se disponen instintivamente a abordar estos problemas en forma correcta, pero después de estudiar la metodología se dan cuenta de las numerosas trampas y peligros que les acechan. Así resulta que pierden la seguridad que tenían y se extravían siguiendo direcciones equivocadas. A los intelectuales de este tipo aconsejamos que prescindan de la metodología y de modo muy especial les sugerimos que no lean el tratado que ahora presentamos.
a) La investigación básica y la orientación de la ciencia
La ciencia occidental no nació como resultado de las necesidades prácticas, tiene más bien su origen en la percepción mitológica y religiosa; aunque armada de nuevas técnicas, su aspiración primaria ftIe la satisfacción del anhelo de los hombres por lograr el conocimiento de las cosas, descubrir los misterios del mundo externo e interno, e investigar el origen de todas las cosas. Pero no tardó en darse cuenta de que los procedimientos utilizados en las diferentes ramas de la ciencia podían ser también de extraordinario valor en los asuntos prácticos de los hombres. Esto resultó especialmente cierto cuando fue 'posible utilizar las fuerzas de la naturaleza al servicio de las aspiraciones humanas. Así, el desarrollo de las ciencias naturales creó nuevas posibilidades de desarrollo técnico, mientras que las exigencias de la técnica, ya innatas, o como reflejo de las necesidades de los consumidores, aceleraron el progreso de las ciencias naturales. Una relación similar de mutuo estímulo se manifestó -aunque no tan marcadamente- entre las ciencias sociales de una parte, y la estructura económica y social de la otra. En la actualidad la mayor parte de las ramas de la cultura tienen una orientación fundamentalmente práctica, en tanto que sólo unas cuantas -la astronomía, la prehistoria y el estudio de las bellas artes, por ejemplo- tratan de elucidar los misterios del mundo, del hombre o de ciertas realizaciones humanas, más o menos independientemente de consideraciones de orden práctico.
Esta orientación práctica que delimita la mayor parte de nuestros modernos sectores de estudio es considerada, no pocas veces, como un sacrilegio deplorable frente al cual tiene que sostenerse la ética de la investigación pura y desinteresada. Esta objeción se justifica en la medida en que las ciencias deben conservar su independencia frente a las preocupaciones de orden práctico, y no debe estar supeditada a objetivos que el intelectual tiene que rechazar porque chocan con los valores que él reconoce como válidos. Además, nada obstruye tanto el progreso de las ciencias como el hecho de que se les dirija solamente con vistas a la inmediata utilidad práctica de su resultado. Pero esta objeción a la orientación practica de las ciencias no está justificada si supone que el punto de vista pragmático debe considerarse, en principio, como de importancia secundaria. Sólo puede admitirse su solidez si la persecución del conocimiento como tal fuera siempre y en todo caso algo más noble que la tarea de aplicado en la práctica. Sin embargo, la objeción se aplica a determinadas ciencias. La astronomía, por ejemplo, sería una disciplina de escaso valor si su tarea fundamental consistiese en prestar servicios tales como el cómputo exacto del tiempo o el cálculo anticipado del flujo y reflujo de las mareas.
Pero en el campo de la economía sucede exactamente lo contrario. Es cierto que en esta materia encontramos también fenómenos -por ejemplo, la circulación de mercancías y de dinero, la capacidad de una economía libre para regirse por sí misma en cierta medida, las altas y bajas del ciclo económico- que al principio parecen misteriosos, de lo que resulta que la investigación e interpretación de estos fenómenos es deseable, prescindiendo de las consideraciones de orden práctico. Pero en comparación con esta tarea, la de organizar nuestros asuntos económicos parece de mayor importancia, especialmente hoy, porque comprende un problema decisivo para nuestra civilización occidental, el problema de cómo un orden económico que los hombres consideran justo debe ser modelado de tal manera, que garantice al individuo, en las actuales condiciones, caracterizadas por una marcada división del trabajo, la libertad y la protección contra el desempleo. El sistema económico actual es tan complicado, que las medidas de orden práctico se perderán a menos que la ciencia económica ponga en claro de antemano sus problemas específicos. En vista de la gran importancia que reviste el problema de la organización económica, y a consecuencia de todas las demás cuestiones de política económica -importancia que, puesto que están en juego los más elevados valores humanos, tales como la libertad, es mucho mayor que la del conocimiento puro-, debemos establecer la conclusión de que la principal tarea de la economía consiste en preparar directa e indirectamente la solución de los problemas prácticas.
Este énfasis sobre la práctica es importante también para la investigación económica de cierto tipo, que no aspira directamente a la clarificación de un caso concreto; porque garantiza que la atención de los estudiosos se dirigirá a las cuestiones importantes, y porque les previene contra el peligro de extraviarse en campos de acción que son de importancia secundaria. Pero esta orientación práctica no siempre ha sido reconocida por los economistas. Fue notoriamente clara para los mercantilistas. Siguió siendo objetivo de los fisiócratas y de los primeros autores clásicos, modelar la economía de acuerdo con el "orden natural" que ellos creyeron haber descubierto, a pesar de sus esfuerzos para explicar científicamente los misterios del ciclo económico y el automatismo de la competencia. Pero partiendo de este punto de vista práctico, los economistas se replegaron cada vez más en el siglo XIX, Marx, por ejemplo, se concentró en la investigación del mecanismo del desarrollo capitalista y prescindióabsolutamente de los problemas prácticos que surgen una vez establecido el estado socialista ideal en cuya aparición fundó sus esperanzas. La escuela histórica se ocupó de problemas de seguridad social, pero consagró su atención, fundamentalmente, a las condiciones económicas que prevalecieron en los siglos anteriores. Además, la nueva escuela teórica que se desarrolló en los setentas estuvo durante muchas décadas de tal modo absorbida en la tarea de construir una nueva estructura teórica que contribuyó muy poco a las cuestiones de la política económica.
Aunque hay un retorno evidente hacia una orientación práctica, un buen número de intelectuales que trabajan en el campo de la economía permanecen aún al margen de los problemas económicos más importantes. Esto puede deberse a que todavía aquellos investigadores están bajo la influencia de la escuela histórica, o porque consideran que su principal tarea consiste en refinar el aparato teórico; pero puede deberse también a que no se deciden a emprender la necesaria síntesis de las distintas disciplinas parciales de la economía. Hasta qué punto es importante esta síntesis para la solución de los problemas prácticos, se pone de manifiesto, por ejemplo, en el caso de la política cíclica. Ésta exige no sólo una combinación de la teoría de los precios y de los ciclos, sino también la consideración de la teoría de la intervención estatal y el conocimiento de la forma en que operan los grupos de presión y los intereses creados. Además, la solución del problema de la política cíclica debe ser correcta desde el punto de vista de la teoría del orden económico, la que, a su vez, se funda en la teoría de las aspiraciones que persigue la política económica.
b) La investigación básica y los problemas de política económica
Para determinar el aspecto característico de las investigaciones económicas que se ocupan de los problemas prácticos de la política económica, será conveniente que en nuestro campo establezcamos una distinción usual en el dominio de las ciencias naturales y de las diversas técnicas, entre "investigación pura o básica" e "investigación aplicada". Como quiera que la finalidad práctica a que tiene que servir la economía pertenece a la política eco nómica, la expresión "investigación aplicada" puede reemplazarse por la frase "juicio (1) de problemas prácticos de política económica".
Pero, ¿cómo puede definirse la investigación básica en el campo de la economía? Trataremos de hacerlo, en primer término, en sentido negativo. La investigación básica en el campo de la eco nomía es un tipo de investigación que no se interesa directamente por la solución de problemas prácticos de la política económica. La esfera de la investigación básica es, por lo tanto, un campo extraordinariamente amplio. Comprende el estudio de la economía de los mercados -como por ejemplo, el modelo de competencia perfecta- y el estudio del orden económico; los tipos de una economía de administración centralizada, de Eucken. Comprende la investigación de la estructura de nuestra economía actual, así como la de una época ya pasada, por ejemplo, la economía medieval de las guildas o gremios. Comprende el estudio de los problemas generales, tales como el problema global de la formación de precios, así como el estudio de problemas especiales, tales como la adaptación inversa de la demanda de negocios agrícolas de tipo familiar.
Aunque la investigación pura no se relaciona directamente con los problemas prácticos de la economía política, su aspecto positivo -y al mismo tiempo su justificación- se manifiesta en el hecho de que proporciona el "instrumento" básico para el tratamiento de cualquier problema de una política económica. Por lo tanto, la investigación pura no debe perder de vista jamás los problemas de la política económica como si carecieran de importancia para ella. Por el contrario, debe estar preparada para hacer frente a cualquier problema que, desde el punto de vista de una política económica, puede preverse que exigirá una solución, ya, sea en el presente o en el futuro.
Los economistas consagrados a la investigación básica han sido comparados con los fabricantes de herramientas, y los interesados en el problema de la política económica lo han sido con los usuarios de herramientas. La metáfora pone de manifiesto que los dedicados a la investigación básica no deben perder de vista los problemas de la política económica; como los manufactureros de herramientas mecánicas no deben perder de vista el uso de sus herramientas en la ingeniería de la producción. Pero no debemos pasar por alto e! hecho de que, como en todas y cada una de las divisiones de una materia, existen casos de línea fronteriza que pueden incluirse en ambas esferas. Por ejemplo, e! problema de la política de los ciclos económicos de un estado pequeño que tiene vínculos econóllÚcos estrechos con otros países, pertenece al campo de la investigación básica en cuanto no representa un caso concreto, aunque e! problema es por su naturaleza un problema de política económica. Pero la misma investigación puede pertenecer también a la esfera de los "juicios de problemas prácticos de política económica", cuando tratamos de dilucidar los de un país en particular (por ejemplo, Suiza).
Algunas veces puede ser útil, para evitar la confusión inherente a las líneas fronterizas, distinguir tres campos separados en lo que se refiere al economista: el fabricante de herramientas, la aplicación general de las herramientas a varios casos, y la aplicación específica de herramientas a un caso particular. El segundo y tercer tipo de trabajo pueden exigir planteamientos distintos y estados mentales también diferentes.
En la esfera de acción de las ciencias naturales y de las técnicas, la investigación pura y aplicada no es solamente estimada de modo igual, sino también estrechamente conectada, como lo demuestra el rápido desarrollo de la física nuclear. Esta relación es menos estrecha en el campo de la economía política. Es cierto que la investigación básica no se discute, aunque no siempre encuentra la comprensión necesaria por parte del público. Pero aquella parte de! tema que se refiere a los problemas prácticos de una política económica, es débil desde dos puntos de vista. En primer lugar, las decisiones adoptadas en el campo de una política económica se toman, no pocas veces, sin consultar a los economistas sobre ellas. Además, muchos economistas opinan que el hombre de ciencia debe limitarse a la investigación pura, dejando la aplicación de sus resultados a quienes interesan especialmente las cuestiones de orden práctico. Una de las razones que explican esta realidad -y no la menos importante- es que consideran e! juicio sobre problemas prácticos de una política económica simplemente como tarea de importancia secundaria, o creen que los problemas de una política económica se interrelacionan con problemas de orden social y político en demasiadas formas para que puedan ser resueltos por el economista teórico.
Las dificultades analizadas en este estudio demuestran que cuan do formulamos un juicio sobre problemas prácticos de una po lítica. económica, no dejan de surgir problemas; demuestran tambIén que los políticos y funcionarios públicos carentes de formación específica en el campo de la economía política pocas veces se encontrarán en situación de poder emitir, con independencia, un juicio bien fundado, puesto que éste exige no sólo una gran familiaridad con los resultados de la investigación pura en el campo de la economía, que proporciona los medios de emitir juicios, sino también una consideración cuidadosa de diversos puntos de vista; y no pocas veces también exige la elaboración de nuevos instrumentos teóricos. La política económica, para serIo, requiere que sus problemas sean tratados por economistas. Por otra parte, la economía en sí está sustancialmente interesada en esta tarea, puesto que su principal objetivo es preparar las resoluciones en el campo de una política económica. Aparte de esto, la utilidad de los instrumentos del conocimiento que la investigación básica ha modelado sólo puede valorarse cuando tales instrumentos se aplican a los problemas de orden práctico. Por lo tanto, sería un error que los economistas que se consagran a la investigación pura considerasen el juicio de problemas prácticos referentes al campo de la política económica, como de importancia secundaria. La investigación básica se parece a la siembra, en tanto que la formulación de juicios sobre problemas prácticos puede compararse con la cosecha. Y nadie puede negar que es la cosecha la que justifica la siembra. Los capítulos siguientes pondrán de manifiesto que están también equivocados los investigadores que separan los problemas de una política económica del dominio de lo intelectual, basados en el supuesto de que tales problemas son susceptibles de una solución inmediata.
La investigación básica se ha desarrollado considerablemente durante los últimos veinte años. Pero ¿se ha desarrollado de la misma manera el conocimiento de los problemas relativos al campo de la política económica? Plantear esta cuestión es contestada en forma negativa. Ello se debe en parte a que muchos representantes de la investigación pura, de gran reputación --especialmente en e! mundo de habla inglesa-, dirigen su trabajo por canales que sirven poco o nada para la formulación de juicios sobre problemas reales de una política económica. Por ejemplo, de momento no se ve claro en qué forma el ulterior refinamiento de la teoría de los precios, tal como lo inició Hicks en su obra Value and Capital, puede orientarse en forma que contribuya a la solución de importantes problemas prácticos. Además, la influencia cada vez mayor de la política en e! campo de la economía, influencia que puede observarse en todos los países del mundo, ha limitado ya la importancia práctica de la teoría pura. Pero sería un error, sin duda, tratar de disuadir a un intelectual de que siguiera determinadas líneas de investigación, porque en la actualidad no se ve con claridad en qué forma ) pueden los resultados ser útiles para enjuiciar problemas de política económica. Los frutos pueden fácilmente ponerse de manifiesto sólo más adelante. La Teoría General de Keynes, es un ejemplo notable de cómo los resultados de la investigación básica, de los cuales de momento no se hizo uso, pueden aplicarse con ventaja a la política económica. Pero a pesar de esto sería mejor, en beneficio de la tarea verdadera de la economía, que se prestase más atención, por parte de los economistas, al esclarecimiento de problemas relativos al campo de la política económica, Y es necesario, además, que la investigación básica consagre más tiempo a estudiar las influencias ideológicas y políticas sobre la economía, así como las que ejercen las organizaciones privadas y grupos fuertes, consagrándose, en cambio y principalmente, al ulterior afinamiento de la teoría pura, puesto que los problemas prácticos no pueden resolverse sin tomar en consideración estas influencias. c) Divergencia y convergencia de los métodos de investigación
Del mismo modo que el hombre en el curso de su vida está modelado en gran parte por sus propios actos, así los actos del estado resultan en gran parte decisivos para el futuro destino de su economía y, en determinadas circunstancias, para la economía de otros países. Si las autoridades a quienes incumbe actuar en el campo de la política económica se ven frente a problemas planteados a los que hay que dar solución antes de actuar, el camino por el que debe avanzar la política económica queda bloqueado, en la medida en que intenta modelar el futuro de sus propios supuestos. Deben concentrarse todos los esfuerzos en la solución de los problemas, tendiendo así un puente sobre la laguna que hace imposible el progreso ulterior. Esto se aplica también al intelectual que se dispone a esclarecer este problema. Todos sus pensamientos deben concentrarse en la realización de este objetivo, deben converger en la solución de este problema. Lo que dijo Emil Staiger, profesor de Literatura de la Universidad de Zurich, respecto al "estilo problemático" del arte dramático, se aplica igualmente al enjuiciamiento de los problemas en la esfera de !a política económica. En el estilo problemático, el poeta decide acerca de lo que su obra dramática ha de desarrollar, y después medita sobre la forma en que ha de combinarse y organizarse el conjunto de elementos que entran en juego para lograr
este fin. Solamente así es posible asegurar la coordinación de todas las partes integrantes y garantizar que la obra en su conjunto no se convierta en un caos, o para citar a Schiller, que no se meterá en callejones sin salida. Podemos tomar como ejemplo aquí la misión de un juez que solamente toma en consideración los hechos y las opiniones sobre los hechos, que son importantes para dictar su veredicto, y que al ordenar tales hechos y opiniones sólo piensa en el juicio que ha de formular.
En contraposición al enjuiciamiento de los problemas prácticos de una política económica, la investigación pura se desarrolla por sendas divergentes. Esto debe ser así, ya que su tarea genuina consiste en proporcionar la base para juzgar los más diversos problemas de política económica que aún no han sido precisados. En la esfera de la teoría del mercado, por ejemplo, la investigación básica parte del modelo de la competencia perfecta, aproxima ésta a la realidad en diversas formas -más próxima a la situación real de la agricultura, del comercio y del transporte, por ejemplo- y así crea los supuestos necesarios para enjuiciar toda suerte de problemas relativos al campo de la política económica. La investigación básica se caracteriza, por lo tanto, por la forma en que el camino que sigue irradia, por así decir, de una sola fuente. Esto no quiere decir, sin embargo, que las combinaciones transversales de toda clase no produzcan buenos resultados.
Pero no pocas veces, al juzgar los problemas de la política económica, el principio de la investigación convergente deja de tomarse en consideración. Esto puede deberse a diversas circunstancias. En primer lugar, el intelectual que plantea un problema de política económica no se encuentra en la ventajosa posición del dramaturgo. Este último conoce desde el primer momento la solución del problema y, por lo tanto, puede ordénar todas las combinaciones y t09as las situaciones con vistas a esta solución. El intelectual se enfrenta a una tarea análoga, solamente cuando ha encontrado la solución y debe decidir en qué forma hará conocer al público la orientación que sus investigaciones han tomado y la solución a que han conducido. Hasta que llega este momento, está en la situación de un magistrado examinador que todavía no sabe quién es la persona culpable, pero que sospecha de varias. El intelectual puede ahora cometer el error de tratar exclusivamente el problema desde el punto de vista de una solución basada en conjeturas, para verificar a fondo esta hipótesis. Un economista, por ejemplo, que aborda la tarea de encontrar los medios para frenar un período de auge, puede, en primer término, preguntarse si no podría lograrse esto mediante la elevación de la tasa de interés. Si es consciente se verá sin duda embrollado en los problemas de la tasa de interés, y tardará algún tiempo en liberarse de este embrollo. Entonces llegará con toda probabilidad a la conclusión corriente -en contra de la concepción, que ha vuelto a ser actual, respecto a la eficiencia de una política monetaria y de la tasa de interés- de que el efecto cíclico de un cambio en la tasa de interés no sólo es reducido, sino además inseguro. Pero, entretanto, el receso cíclico se ha producido ya y la cuestión ha dejado de ser apremiante.
Ningún magistrado examinador procederá en tal forma. Puede seguir simultáneamente y en forma sumaria todos los caminos que puedan presentarse para excluir la hipótesis que resulta in sostenible, a causa de una coartada o por cualquiera otra razón de peso. Las posibilidades restantes se investigarán entonces a un mismo tiempo, para que la persona culpable no pueda escapar a un país extranjero mientras el magistrado en cuestión se concentra en una sola sospecha que puede resultar sin fundamento. En forma análoga, también el intelectual que investiga debe seguir simultáneamente la orientación de sus diversas conjeturas en cuanto a la solución del problema, si quiere evitar el riesgo de ver que su solución se convierta en una solución puramente académica, en el momento mismo en que se logra. Por otra parte, debe evitar simplemente el desconocimiento de las líneas de investigación que supone no son más que callejones sin salida. Para formular su veredicto sobre fundamentos lo más firmes que sea posible, debe establecer de manera explícita las razones por las que determinada línea de investigación no produce resultados positivos. En tal forma la relaciona con el objetivo final y establece, por así decido, una convergencia negativa.
Cuando se espera que un economista dé un juicio sobre un problema concreto de economía política en un corto plazo, como ocurrió con frecuencia durante la guerra y en los años inmediatos de la posguerra, debe considerarse la renuncia a una ofensiva con céntrica como el mal menor. Pues si el economista quisiera investigar todos los indicios importantes en un caso tal, su solución llegaría demasiado tarde. Por ello se ve obligado a limitarse al estudio de aquellas posibilidades acerca de las que dispone de suficientes conocimientos, a fin de dar, a tiempo, un juicio justo.
Una razón que explica con frecuencia la falta de concordancia, es la llamada parte histórica de una investigación. No sola mente en el campo de la investigación básica, sino también al enjuiciar cuestiones prácticas de política económica, existen, por supuesto, numerosos puntos de partida para un planteamiento histórico: puede ponerse de manifiesto cómo han surgido los objetivos que persigue una política económica, y a la luz de éstos un hecho particular se convierte en problema; este hecho puede explicarse en forma genérica; puede presentarse una historia de la solución del problema. El tratamiento histórico puede dar frutos extraordinariamente fecundos; más aún, un tratamiento de este tipo es indispensable para juzgar los problemas más importantes de la economía. Pero sólo puede realizar su función si converge sobre el problema. El investigador no debe incurrir, por lo tanto, en el error de tomar simplemente la parte histórica o su idea básica de alguna otra persona; más bien debe derivada del problema mismo. Sólo cuando los lineamientos del problema se han puesto en claro en cierta medida para él, puede el investigador abordar el tratamiento del problema histórico. Todavía existe un gran peligro de que las partes históricas de una investigación económica no se ajusten, tal vez, al dominio estratégico de la convergencia, de Moltke, "marchar separados, golpear todos juntos", especialmente cuando el economista está inspirado por aquel planteamiento histórico que no pocas veces se refiere a la dilucidación de conexiones históricas como la meta final del conocimiento. Este peligro quedó explícitamente descartado por Alexander Rüstow, cuyo estudio, en tres volúmenes, de la civilización de todos los países y de todas las épocas, lleva el título de Ortsbestimmung der Gegenwart, reflejando el objetivo básico.
La falta de convergencia puede producirse también en el campo de las comparaciones internacionales. El trabajo que se desarrolla por cuenta de organizaciones internacionales en particular consiste, generalmente, en obtener orientaciones sobre problemas prácticos partiendo de la comparación de la experiencia internacional acumulada en problemas similares. En este aspecto existe también el mismo peligro que en el caso del enfoque histórico. Las comparaciones internacionales pueden dar como resultado pequeños cuadros o viñeta s para cada país, sin convergencia alguna en el problema específico sometido a revisión.
Pero la convergencia insuficiente puede resultar también como consecuencia de otras causas. La forma en que se plantea el problema puede experimentar alguna modificación durante la elaboración del trabajo, tal vez, incluso, sin que el autor se dé cuenta de ello. Como resultado, determinados pensamientos pierden su conexión recíproca y se convierten en callejones sin salida. Puede suceder también que el investigador no resista a la tentación de meterse en problemas teóricos no resueltos aún, aunque su esclarecimiento no es indispensable para el problema de la política económica que él tiene que estudiar. Otro gran peligro para los economistas es el de entrar en controversias con otros colegas, extraviándose, así, en cuestiones no convergentes.
El riesgo de entrar en controversias intrascendentes es particularmente grande en los casos en que un informe ha de ser obra de un grupo de economistas más bien que de un economista en particular. En este caso el informe puede; conservar las huellas de las discusiones internas que se produjeron dentro del grupo. Los diferentes miembros del grupo pueden tener también diferentes ideas respecto al problema preciso sobre el cual se requiere un informe, y en los casos en que existen puntos de referencia, éstos pueden ser interpretados en forma distinta. Todo esto aumenta el peligro que representan las divergencias en los informes de grupo.
Por otra parte sería pedante recelar de toda perspectiva transversal y de cualquier golpe oblicuo que no contribuya a la solución del problema. Con frecuencia son precisamente estas salidas a derecha e izquierda las que determinan que la lectura de un documento científico resulte estimulante y deleitosa.
Y cuando la finalidad que persigue un informe consiste en estimular la discusión en una reunión o asamblea de carácter nacional, y especialmente de carácter internacional, tales salidas pueden ser útiles para empezar una discusión en los casos en que un informe seco deja a la asamblea asombrada y silenciosa. Si se requiere una decisión dentro del plazo más corto posible, como sucedió con frecuencia durante la segunda Guerra Mundial y durante el período inestable que sucedió a la guerra, la falta de convergencia puede perfectamente resultar el mal menor. Porque si el economista persigue su objetivo siguiendo los lineamientos más importantes de la investigación, su opinión llegaría demasiado tarde. Por lo tanto, se ve obligado a concentrarse en el terreno de las posibilidades, en relación con las cuales posee ya suficientes conocimientos preliminares para poder emitir, sin dilación, una opinión bien meditada.
También es importante no pasar por alto el hecho de que a veces el planteamiento que resulta equivocado para la tarea que se tiene a mano, puede resultar especialmente fructífero desde otro punto de vista acaso más importante. Lo que sucedió a Colón puede suceder también al economista. Sin embargo, la existencia de esta posibilidad no garantiza suficientemente nuestro extravío, al menos intencionalmente o por descuido.
1 La palabra "judgment" (juicio) se usa aquí y en contextos similares como traducción de la palabra alemana Beurteilung. Beurteilung, tal como está empleado aquí, es un vocablo que significa no sólo el examen de un problema, sino, también, la formulación de una opinión experta sobre el mismo. N o existe en nuestra lengua una palabra que por sí sola exprese satisfactoriamente esta idea compleja.