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La Economía Política de la Construcción del Socialismo
Figueroa Albelo y otros
LOS CAMPESINOS EN EL PROYECTO SOCIAL CUBANO
[1]Víctor M. Figueroa Albelo
La reestructuración de las relaciones agrarias en Cuba desde finales de 1993 abre nuevas perspectivas para lanzar la recuperación del sector agropecuario y agroindustrial nacional, enfrentar con éxito los graves problemas medioambientales, especialmente la erosión de los suelos, y aspirar definitivamente a un nivel aceptable y racional de suficiencia alimentaria que solidifique la soberanía nacional y el desarrollo económico independiente y sustentable. La seguridad alimentaria hay que entenderla como un problema de seguridad nacional.
La ampliación y diversificación de los actores agrarios, especialmente los de tipo cooperativo proletario y privado usufructuario en tierras de propiedad estatal modifican la anterior estructura de las relaciones agrarias por otra heterogénea. Especial atención merece la ampliación del sector campesino-parcelero, pues la asunción de la vía campesina constituye a nuestro modo de ver una revalorización de esta figura en la estrategia de desarrollo rural sustentable. El estudio de la economía y cultura campesina en su más amplio diapasón sigue siendo una asignatura pendiente de las ciencias sociales y técnicas cubanas. Ahora a la altura del siglo XXI, las nuevas realidades obligan a retomar la cuestión agrocampesina de modo más profundo y amplio desde el ángulo de sus relaciones económicas específicas, su filosofía y prácticas técnico-productivas en articulación con la naturaleza, sus potencialidades productivas, sociales y culturales en los grandes marcos de la construcción de una sociedad más justa y equitativa. Hay que prestarle suma atención a los procesos de diferenciación y estratificación económico-social que tienen lugar en el campo y el lugar y papel del campesinado en ese movimiento contradictorio de la economía agraria heterogénea para avanzar en el perfeccionamiento del proyecto socialista cubano.
Cuba no era un país agrario en el sentido estricto de la palabra, tampoco campesino. Las relaciones capitalistas dominaron la lógica del movimiento económico y social del país; este rasgo tuvo igual predominio en la agricultura. El complejo agroindustrial nacional exportador constituyó el eje fundamental de la acumulación capitalista y de la inserción de Cuba a la división internacional del trabajo. Las relaciones capitalistas de producción predominaban en extensión y profundidad en el medio rural, en consecuencia, el proletariado urbano y rural aparece como clase mayoritaria y decisiva en el curso del desarrollo y de la lucha de clases. El campesinado sería la segunda fuerza numérica en el agro. La alianza del proletariado agrícola y el campesinado y de estos con el proletariado urbano se gestaría desde el medio rural entre los campos de caña (cafetales y vegas de tabaco) y las chimeneas de los ingenios azucareros (las despulpadoras de café, los despalillos y tabaquerías).[2]
El atraso de las fuerzas productivas en el agro recreó el desarrollo del subdesarrollo capitalista, excluyente de la tecnificación a causa de los salarios de miseria derivados del enorme ejército de reserva compuesto por los desempleados del campo y centros urbanos.
El régimen de tenencia de la tierra antes de 1959 se configuró definitivamente en estrecha interacción con el modelo neocolonial capitalista en el que influyeron decisivamente las demandas estructurales impuestas por el predominio de la agroindustria azucarera en la dinámica del crecimiento económico y a las distorsiones inducidas por la ley de la acumulación capitalista en un pequeño país subdesarrollado subordinado al gran capital financiero norteamericano.
La burguesía agraria y su capa élite la gran burguesía terrateniente monopolizaban con el 9,4% de los propietarios en 1958 el 73,4% de las tierras del país. Un total de 13 corporaciones azucareras norteamericanas y 40 grandes ganaderos dominaban sobre alrededor de 2,2 millones de Ha.; mientras, alrededor de cien mil campesinos estaban arrinconados en pequeñas parcelas, sin ser sus legítimos propietarios y generalmente insuficientes para garantizar la reproducción de la familia. El desarrollo humano había sufrido un detente en el campo. Los datos son abrumadores y bien conocidos así como la necesidad de una revolución agraria profunda para aspirar al desarrollo económico y social.
La reforma agraria de 1959 fue el cambio estructural más profundo y de más largo alcance realizado al principio de la Revolución. Por su intermedio se abatió el régimen burgués-terrateniente y al capital extranjero sobre la tierra; el campesinado fue liberado de la explotación capitalista y semifeudal al tiempo que recibió en propiedad la tierra que trabajaba; de otro lado, se limitó el papel del capital agrario sin negar su existencia y papel en el proyecto de desarrollo nacional liberador. Fue una pieza esencial del modelo económico en la etapa de liberación nacional entre 1959 y finales de 1960.[3]
Los campesinos y conuqueros no propietarios pasaron a ser dueños de la tierra que trabajaban hasta un límite de 26,8 Ha. y con posibilidades de llegar hasta un máximo de 67,1. Más de 100 mil familias del campo fueron beneficiadas por la ley. Este paso se tradujo en un aumento inmediato de los ingresos de las familias que antes pagaban rentas onerosas, el flujo de ayuda financiera los liberó de los garroteros, las compras estatales a precios estables y remunerativos sustituyeron progresivamente a la plaga de intermediarios esquilmadores; adicionalmente el desarrollo humano se desplegó en el medio rural: la educación y la salud para todos fue otra gran conquista de la gente de tierra adentro. El campesinado resultó ser el gran beneficiario de la Revolución.
El campesinado se erigió en un componente esencial de la lucha guerrillera, del modelo de liberación nacional y sus miembros acompañaron consciente y enérgicamente a la clase obrera en todos estos años de construcción socialista desde finales del 1960.
El modelo estatal y el campesino se convirtieron a partir de 1963, luego de la transición de las cooperativas de la primera reforma agraria en granjas estatales (1962) y de la nacionalización de la burguesía rural remanente (1963), en paradigmas de la agricultura nacional y de la alianza entre la clase obrera y el campesinado.
A partir de finales de los años 60 comienza a declinar en número y área el sector campesino por la aplicación de diversas políticas como la agro-campesina de 1967 a 1974 que dio un giro hacia la socialización estatal de la finca campesina. Se pretendió insertar la tierra y demás medios de producción y al propio productor en grandes planes estatales. En ese entonces floreció la tesis idealista que negó al mismo tiempo al modelo cooperativo y al campesino en la construcción socialista. Muy pronto aquella política debió ser rectificada en la primera mitad de la década del setenta.[4]
En los 70, la vía cooperativa de transformación socialista de la pequeña producción agrícola sustituyó a la política agrocampesina precedente, comenzando la promoción del cooperativismo campesino en la esfera de la producción; miles de pequeños y medianos productores se integraron voluntariamente con sus medios y tierras a las cooperativas de producción agropecuaria (CPA) con la consiguiente reducción del sector agrícola privado.
En los años 80 aparecerá la primera fórmula usufructuaria de parcelación en el tabaco que incrementó las huestes campesinas. Ese movimiento se fortalecerá en los noventa bajo el peso de la crisis económica y agroalimentaria cuando emergió la reforma estructural y funcional de la economía. Así se multiplicaron los tenedores individuales y familiares en el campo. En fin la nueva política renovó el modelo colectivo-cooperativista y campesino y parcelero de tipo usufructuario gratuito y por tiempo indefinido.
Pretendemos identificar al menos los rasgos principales que tipifican a la economía y cultura campesina (y también en parte a los parceleros) como un modo específico de producción en los contextos de la heterogeneidad estructural de la transición al socialismo. Tal vez el interés mayor de estas páginas radique en la exposición, no exenta de polémica, de algunos momentos y circunstancias que explican la capacidad de permanencia y vitalidad de la economía campesina en tanto que sólido y fiel acompañante de esta “gran aventura” que es la construcción socialista en un pequeño país periférico y subdesarrollado.
Dos figuras emblemáticas en el agro: campesinos y parceleros (conuqueros)
1) Campesinado: diverso y diferenciado con múltiples capas y formas de tenencia y asociatividad;
2) Parceleros (patieros, conuqueros): diversos y diferenciados por la tenencia y explotación del suelo y asociatividad;
3) Cooperativista de origen campesino en las CPA; Cooperativista de origen granjero o asalariado en las UBPC;
4) Granjeros agrícolas en Empresas estatales agropecuarias más o menos reformadas;
5) Jornaleros agrícolas permanentes y eventuales, contratados por los diversos tipos de sujetos agrarios;
6) Trabajadores asalariados en la agroindustria y en otros negocios de la producción y los servicios estatales;
7) Trabajadores asalariados en negocios privados;
8) Trabajadores por cuenta propia en múltiples ocupaciones; 9) Jubilados, pensionados y otros con alguna actividad económica y
10) Amas de casa: mujeres ocupadas en tareas del hogar y en la economía de patio. El campesinado se involucra como un eslabón clave en esta compleja cadena, cuyos cambios, dinámicas y mecanismos de acción no le son indiferentes objetiva y subjetivamente.
La sociedad rural la entiendo como una totalidad integrada por actores sociales heterogéneos dada sus diversas formas sociales de producción e intercambio que se encuentran en una permanente sinergia incluyendo a las superestructuras correspondientes. La dialéctica resultante explica el carácter y las tendencias de la totalidad. Esta visión puede ser útil para pensar y operacionalizar las variables que intervienen en el desarrollo local sustentable y equitativo desde los productores, los colectivos y la comunidad en su sentido más amplio y extendido.
En la historia republicana y durante los cuarenta y cinco años de vida del proyecto social cubano se distinguen dos figuras emblemáticas en la agrícola individual: los campesinos y los parceleros o conuqueros.[5] Entre ambas existen semejanzas y también diferencias.
La “forma campesina de explotación socioeconómica de los recursos agrarios” es una entidad mercantil y de autosubsistencia que basa su régimen de producción en la propiedad privada sobre la tierra y otras formas de tenencia del “capital natural”, la posesión de medios de producción -“capital obra del hombre”- y el “trabajo familiar y el conocimiento campesino”,[6] aunque puede utilizar excepcionalmente asalariados. En puridad de conceptos así se define al campesino pobre o pequeño.
El campesinado es una entidad económico-social heterogénea y diferenciada, aunque en la heterogeneidad se destacan rasgos comunes como identidad particular. Entre los estratos más o menos homogéneos del campesinado encontramos a los llamados campesinos parcelarios (semiproletarios u “obreros con tierra”), los campesinos pobres, los campesinos medios y los campesinos ricos. Salvo este último grupo, el resto tiene una cualidad común: ser tenedores de medios de producción propios, incluyendo la tenencia de la tierra bajo diversas modalidades, y el ser trabajadores que producen riquezas con su trabajo y el de la familia. El campesino rico responde a la lógica de la relación capital /trabajo. El ingreso y la reproducción familiar del campesino tienen como fuente fundamental el producto de su trabajo y de la familia.
La economía conuquera o parcelaria[7] en el agro es practicada por un numeroso sector de la población rural y urbana que explota pequeñas parcelas, jardines y patios, sin ser ni poder calificárseles de campesinos en su más justo sentido. El conuco se basa en la propiedad privada u otra forma de tenencia sobre la tierra, la posesión de medios de producción simples y el trabajo del tenedor y su familia. Es una forma de ocupación útil del tiempo libre con la finalidad de producir subsistencias para la familia, aunque en ocasiones genere excedentes comercializables e ingresos suplementarios. No constituye, en tiempos normales, la ocupación ni la fuente del ingreso fundamental del tenedor.
El conuco está vinculado en su origen a los jornaleros agrícolas cañeros en tierras de los terratenientes. Fue una victoria tras una larga lucha para tener un tuco de tierra para paliar el hambre en el “tiempo muerto”. Así se convierte en un obrero con tierra con una tradición y cultura que dura hasta nuestros días. A mitad de los años 60ta “El 54,8 % de los trabajadores agrícolas tenían tales -conucos-, con una extensión promedio de 0,44 Ha. (...) no se advirtió ninguna tendencia en estos trabajadores a convertirse en campesinos abandonando su condición de granjeros de la economía socialista (...) se percibió una fuerte tendencia (92,8 % de los consultados) (...) a complementar su situación económica segura y estable con la posesión de una pequeña parcela (...)”. [8] Posteriormente se agregarían otros congéneres del seno del campesinado y de otros trabajadores, jubilados, pensionados y usufructuarios ilegales y legales.
Los rasgos económico-sociales y culturales del campesinado y el parcelero en Cuba revelan al mismo tiempo que su esencia común universal, las mutaciones reproductivas inducidas por un entorno social signado por la construcción socialista desde el subdesarrollo.
La propiedad privada campesina sobre la tierra es el rasgo más general y dominante del campesinado en Cuba de 1959 hasta finales de 1993. Esta se afincó en sus sueños y motivos de lucha por muchos años. Con la revolución agraria en 1959 de unos 48 mil tenedores privados en 1958 se pasó a más de 150 mil entre 1959 y 1961. Arrendamiento, aparcería y precarismo y mercado de tierra se colocaron en el museo junto a la renta del suelo. La Revolución satisfizo el sentimiento de propietario del campesinado, un rasgo inherente a su patrimonio cultural.
La posibilidad de ampliar la finca hasta 67,1 Ha. mediante compra como postulara la I Ley Agraria no se satisfizo, al contrario quedó excluida.
A partir de 1967 el sector campesino comienza a decrecer sucesivamente en número y área hasta el final del primer tercio de la década del 90. Los factores de corte estructural que explican esta tendencia fueron: Primero, la introducción de la vía estatal de socialización del campesinado con la ruptura de su conciencia de propietario y su modo de vida tradicional. El salto social y cultural a que se aspiraba resultó en dolor callado y acumulado para muchos, no obstante el avance civilizatorio y humano que significaba el tránsito del bohío al apartamento en un edificio de varios pisos totalmente gratuito. Esta acumulación originaria socialista no dejó de ser traumática, aunque humana contrapuesta al lodo y la sangre que supuso la acumulación originaria capitalista.
Segundo, el movimiento cooperativo tipo CPA se formó a partir de la voluntariedad del campesino y de muchos parceleros que integraron sus medios de producción al colectivo; esta vía demostró ser más asequible que la estatización. No obstante el salto de propietario privado a cooperativista no produce al otro día el milagro de una conciencia colectivista; hay toda una larga etapa de transición que recorrer. Definitivamente, el movimiento cooperativo incorporó a decenas de miles de campesinos, alrededor de 1/3 del total. El modelo CPA no dejó espacios a una fórmula de parcela individual de autoconsumo dentro de la cooperativa sino que introdujo el autoconsumo colectivo.
La recuperación numérica de los campesinos se inicia con la entrega individual de tierra estatal en usufructo para la producción tabacalera en los 80ta. Nace el campesinado usufructuario. Este paso fue una clara señal acerca de que la fórmula estatal de producción en gran escala y altamente tecnificada no era viable en todos los casos.
El Censo de 1987 registró 155354 fincas campesino-parceleras en el país, de ellas la inmensa mayoría el 85% eran privadas y disponían del 95,4% del fondo total de tierra. El mismo censo identificó a más de 23 mil finqueros no propietarios de la tierra, o sea el 15% del total con 33 mil Ha. (4,6%).[9] Entre los no propietarios destacan: 12,3 miles fincas en usufructo en tierras del Estado, 14,6 miles en precario por ocupación individual de tierras estatales y otras 15,8 miles en aparcería en tierras de campesinos y parceleros. La aparcería y el precarismo fueron señales inequívocas de desajustes en el agro y de la necesidad de tierra entre grupos rurales. Nunca esta demanda se expresó en un movimiento reivindicativo. Ambas formas se fortalecerían posteriormente a medida que la crisis económica y agroalimentaria se fue profundizando.
Múltiples factores interactuaron en esta demanda de tierra: la agricultura estatal se concentró en la producción de materias primas para las industrias de agro exportables con la consiguiente reducción de áreas agrícolas para otros fines, así no se podía satisfacer la demanda creciente de alimentos; la escasez no se había agotado en esos años; la ampliación de la minifundización limitaba las posibilidades productivas; en ciertos grupos aparece un excedente relativo de fuerza de trabajo familiar y simultáneamente en otros tierras ociosas, especialmente graves en las empresas agropecuarias estatales y el envejecimiento de la población rural. Finalmente, destaquemos el papel de la apertura del mercado libre campesino que exacerbó lógicamente los incentivos a la iniciativa privada.
La crisis económica y agroalimentaria en los noventa reforzó la tendencia a la apropiación de tierras de las empresas estatales y la aparcería u otras formas, incluso en el seno de las CPA, para producir subsistencias con el trabajo por cuenta propia y el apoyo familiar.
El reparto individual en usufructo a partir de 1993 pretendió abrir un cauce institucional a fin de regular y frenar los crecientes desajustes en la tenencia del suelo. Si bien se avanzó en esta dirección, la toma de tucos de tierra en precario o aparcería siguió siendo un fenómeno recurrente en muchas zonas del país.
La explotación de la tierra en propiedad privada y usufructuaria coexisten actualmente, lo que hay que investigar es hasta que punto esta última es comprensible, reconocida y compatible con la herencia cultural campesina y con la rerulaización y recampesinización. Se sabe que los chinos y vietnamitas la introdujeron a través de la contrata familiar tras el reparto de las tierras cooperativas en la primera etapa de la reforma económica de 1978 y 1987, respectivamente. Los logros indiscutibles de estos dos países no nos liberan de un enjuiciamiento desde nuestras particularidades culturales e históricas.
El minifundio era uno de los rasgos genéricos de la estructura agraria cubana antes de 1959. En 1945 las fincas con menos de 26,8 Ha. constituían el 78,5% del total y las de 26,8 hasta 67,1 Ha. el 10,5 %. Ambos grupos disponían del 24,5 % de la tierra para un tamaño promedio de 1,11 Ha.[10] El 57,9 % de la fincas con menos de 67,1 Ha se explotaban por los no propietarios. La ampliación de la propiedad hasta 26,8 -67,1 Ha. mediante la venta de parte de las tierras expropiadas a los latifundistas no se materializó en la práctica. Las tierras nacionalizadas se organizaron preferentemente en grandes explotaciones de tipo cooperativo y estatal.
Cuadro 1. Estructura de las fincas según su tamaño 1987 (en %)
Tipos de finca |
< 5 Ha |
< 1 Ha |
1 a < 2 |
2 a < 3 |
Campesina |
42.9 |
6.3 |
10,3 |
10.6 |
Parcelera: |
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|
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Obreros y empleados |
87.1 |
40.0 |
22.3 |
14.3 |
Otros privados |
84.5 |
32.5 |
23.3 |
16.1 |
Total |
58,2 |
17,0 |
14,7 |
12,2 |
Elaborado a partir de datos del Censo Nacional de Uso y Tenencia de la Tierra en el Sector Privado, 1987. C.E.E., set. 1988.
Los que no eran propietarios de la tierra en 1987 concentraban la masa fundamental de lo que podríamos llamar microfundios con fincas de 0.2 a menos de 1 Ha con el 53% de las fincas no propietarias, un 14,8% de la tierra y una dimensión promedio de 0,5 Ha. A estos se agregan ahora unas 148 mil personas con jardines y patios entre 100 y 2 mil M2.[11]
La multiplicación del minifundio y microfundio estuvo influida también entre otras razones por la política de socialización estatal y cooperativa y por las sucesivas particiones hereditarias formalizadas e informales. En la práctica histórica del cooperativismo, las capas medias del campesinado fueron muy proclives al cooperativismo; a los muy pequeños los bloqueó en parte su herencia semiproletaria.
El minifundio exacerba la intensificación de la explotación del suelo. Los factores influyentes en este proceso han variado con el tiempo. En una primera etapa tuvo un papel destacado la liberación del pago de la renta, el flujo sostenido de recursos materiales, tecnologías y financiamiento blando más el conocimiento campesino y la racionalidad ecológica de los campesinos. El mercado asegurado, precios estables, baja tasa de interés y otros intervinieron a su modo. A todo lo anterior cabe añadir los beneficios extraordinarios del mercado subterráneo y liberado al que accedían no pocos campesinos de tal forma que no pocas pequeñas fincas se convirtieron en grandes por su volumen de ingresos.
La entrega de parcelas para autoconsumo de 6 cordeles de tierra [12] (1/4 de Ha) desde 1993 se destinó a jubilados, pensionados y otros trabajadores. Se prohíbe la construcción de viviendas y otras instalaciones tampoco hay ventas comprometidas con el Estado. La finca de autoconsumo amplifica el microfundio. Muchos conuqueros furtivos han sido reconocidos legalmente por esta vía. Los nuevos conuqueros sumaban en 1997 unas 44 mil con más de 11 mil Ha. En el 2005, si se incluyen los que recibieron tucos para sembrar arroz, suman 73420 Ha.[13] El conuquismo legal no puede enfrentarse mecánicamente o con una simple mentalidad liquidacionista, pues en esta esfera como en otras, el derecho no puede adelantarse a la racionalidad económica objetiva.
El tamaño de la parcela es elástico, abarcando áreas con destino al cultivo contratado, un fondo para el autoconsumo, pastos y forrajes, vivienda y otras instalaciones; por último, el monto de la fuerza de trabajo familiar disponible. En esencia se proyecta un tipo de finca familiar que excluya el trabajo asalariado.
La forma campesina es la forma social más idónea y eficiente para producir tabaco. En 1995 había 6000 familias con 14700 Ha en usufructo; en 1997, 10981 familias, 17271 incorporados y un área de casi 37 mil Ha. La parcelación para tabaco seguirá ascendiendo, impulsada por los incentivos en divisas que proveen los esquemas de financiamiento entre otras. En el 2005 se reportaron 59893 Ha bajo esta fórmula.[15]
La explotación cafetalera y cacaotera en usufructo se orienta a la repoblación humana de las montañas y a la reanimación de estas dos ramas de la agroindustria de exportación y del consumo interno. La repoblación forestal es otro gran objetivo vinculado a la defensa. En marzo del 1996, había 8655 usufructuarios con 43145 Ha; a finales de 1997, 12 mil productores con 78 mil Ha. En julio del 2005 disminuye el área para un total de 75440 Ha.[16]
La ampliación de la pequeña finca campesina constituye una de las vías magistrales para resolver las limitaciones del minifundio, pasando a la finca familiar pequeña y media. El límite superior de la finca ampliada se fijó en 13,42 Ha.[17] la que al nivel de la técnica actual es factible su explotación sin el empleo asalariado salvo excepcionalmente. En la ganadería se experimentan fórmulas diversas con esquemas de incentivos a la producción individual-familiar de ganado mayor y sobre todo en la producción porcina, ovino-caprina y avícola.
La ampliación de finca no ha sido extendida como amerita. A mitad del 2005 solo se habían entregado 11600 Ha... Si el minifundio es dañino, entonces no se comprende tan bajo nivel. Se sabe que las tierras disponibles no están siempre a la vuelta de la esquina, cerca de los cordones campesinos; pero tampoco hay que seguir viendo como ahora que la finca (individual, cooperativa o estatal) tenga que ser una unidad espacialmente compacta. Duele conocer que existe más de un millón de Ha. infectadas de marabú, especialmente en las áreas cañeras. La reestructuración azucarera puede ser una buena justificación para dar un impulso en la recampesinización y reruralización que demanda el país.
La finca típica campesina se especializa en la producción de uno o dos rubros comerciales a la par que mantiene un alto nivel de diversificación como corresponde a su naturaleza y filosofía de productor mercantil y de subsistencia. La finca media nacional producía al menos 3,5 bienes en promedio, pero el 65 hasta más del 74% de las fincas reportaban la producción de productos de la ganadería, viandas y cereales y legumbres, de los cuales solo una ínfima parte era comercializada, o sea estaban destinados a la mesa familiar. Solo un 28,2 % de las fincas se dedicaban a la caña de azúcar, al tabaco el 22,8%. El nivel de especialización superaba el 51% en café, el 66,1% en tabaco y el 68,6% en la caña de azúcar.[18] Esta herencia anterior continúa vigente con algunos cambios, claro está.
La reazucarización del país dio lugar a una profundización del perfil de especialización de todos los actores agrarios. El 91,9 % de las fincas campesinas reportaban la producción de: caña de azúcar (35,2%), tabaco (32,2%) y café (23,9%), que les generaba en los dos primeros bienes más del 80% del ingreso total por ventas al Estado, y el café el 69% en 1982.[19] El ingreso real de la finca hay que agregar los valores del autoconsumo, la inversión en simientes y venta libre en otros mercados.
Esta lógica productiva tiene su origen en la estructura agroindustrial de la economía nacional que especializó a la agricultura en caña de azúcar, tabaco, café y ganadería. La producción comercial de bienes de consumo no era muy frecuente, salvo en algunas zonas. La diversificación con fines de subsistencia combinaba la producción de viandas y vegetales con la de proteína animal en una dimensión determinada según el tamaño de la finca y otras condiciones específicas. Esta herencia se ha conservado en general hasta el presente, aunque con ciertas modificaciones tendentes a la especialización en la producción de alimentos para la mesa del consumidor.
En la continuidad del esquema productivo mercantil-autoconsumo del campesino han accionado factores diversos. La agroindustria y el mercado de acopio estatal articularon la economía campesina y la social de tal modo que conservaron altos niveles de especialización con la más amplia diversificación.
La eficiencia de la economía campesina, su intensificación, se puede deducir de su participación relativa en la oferta mercantil nacional la que superaba con creces su bajo peso relativo en el fondo agrícola del país: 1978 apenas un 16,7 % (19,1% incluyendo los parceleros) y en 1987 un 9,2 % (10,7% con los parceleros). Las ventas campesinas al acopio estatal en 1989 alcanzaron el 12% de los tubérculos y raíces, el 45,5% de las hortalizas, el 43,5% de las frutas, el 31,8 % de las leguminosas, más del 50% del tabaco y el 45,1% del café.[20] Como ya se dijo la producción campesina es mucho mayor.Paulatinamente la producción campesina se reorientó hacia los cultivos varios (alimentos) en la misma medida en que el sector estatal se especializaba en la producción de materias primas para la agroindustria de exportación, a la creciente distorsión de los precios relativos en perjuicio de los rubros especializados, la crisis agroalimentaria y la apertura de mercado. En fin, que la mesa del consumidor citadino aumentó su dependencia de la iniciativa campesina.
En 1987, apenas un 12% del fondo agrícola campesino se dedicó a la caña de azúcar, al café-cacao el 16%, mientras que a viandas, frijoles y hortalizas dedicaban el 72%. En 1997, el 74,9% de la tierra de los conuqueros se dedicaba a cultivos temporales, el 78,2% entre los campesinos no asociados a CCS, para un media total del sector privado del 69%.[21]
La finca campesina es una economía esencialmente de subsistencia (autoconsumo) en función de garantizar la reproducción familiar. Su producción siempre ha cubierto gran parte de las necesidades alimenticias de la familia nuclear y extendida, así como la acumulación productiva. La inmensa mayoría de los campesinos dispone de su conuco diversificado para el autoconsumo.[22] Los campesinos son los más preparados para soportar los rigores de la crisis agroalimentaria y esta última reforzó esta tendencia a extremos tales que comenzaron a proliferar los conucos furtivos principalmente en las áreas ociosas (cubierta de marabú) de las empresas agropecuarias estatales. En muchas CPA se dan casos de parcelación encubierta entre sus miembros bajo una modalidad semejante a la aparcería entre el cooperativista y la entidad colectiva en la producción de subsistencias a favor de la familia y el consumo colectivo.
La propensión y capacidad campesina para producir subsistencias dieron razones suficientes para la entrega de tierra en usufructo que llevaría a cabo en los noventa.
Productor Mercantil sin Sicología de Comerciante: Continuidad y Rupturas
El campesino cubano es un productor mercantil como es común en todo el mundo, sin embargo carecía de la psicología comercial del intermediario. Esta dualidad la encontramos entre las familias campesinas de muchos países. La venta a "pie de finca", bien a la agroindustria y/o a las redes de intermediarios lo hereda desde la neocolonia. La agroindustria y el acopio estatales conservaron esta tradición, mientras que las políticas públicas respecto al mercado claman por recrearla.
Los parceleros han reforzado su orientación al mercado entre los productores de hortalizas, especialmente cebolla, ajo, ají y tomate; también están los productores porcinos. Ello es así en particular entre los residentes en el entorno e interior de ciudades y pueblos.
La crítica a los campesinos por las diabluras del mercado libre campesino (1980-1986) olvidó este rasgo. Fueron los intermediarios quienes coparon y se beneficiaron del mercado, al mismo tiempo que contribuían a distorsiones e ilegalidades. La supresión del mercado libre acrecentó el papel del mercado subterráneo y de los intermediaros. En los 90ta se multiplicaron los impactos negativos a causa de la crisis alimentaria cuando grandes flujos humanos y de dinero fluyeron al campo en busca de alimentos. La apertura del mercado agropecuario, la monetización y dolarización de la economía, las presiones inflacionarias y el alocamiento de los precios relativos, agravado por la inmovilidad casi total de los precios de acopio, también impactaron en la misma dirección de modo tal que la mentalidad y prácticas comerciales se fueron entronizando entre muchos campesinos y parceleros. Hay que contar además con la irrupción de capas de intermediarios bien dotados de medios de transportación y habilidades comerciales y dinero en mano. El hambre de dinero, especialmente divisas se exacerbó con el flujo de remesas y la apertura de redes comerciales paralelas en divisas.
La política de ampliar las funciones de las CCS al ámbito de la compra (acopio) y venta de suministros se orienta a suavizar el rol de los intermediarios y a fortalecer la condición de productor. Las unidades de acopio en los territorios, no importa ahora sus diabluras, tienen esa misma significación; semejante cometido comercial tienen las antiguas empresas agropecuarias, transformadas en entidades de servicio: compran bienes a todos los actores agrarios y venden bienes y servicios. En suma, hay una tupida cadena de intermediarios formalizados en dura competencia entre sí y con los intermediarios privados. Las tijeras de precios hacen su labor de transferencia de una parte importante del excedente económico a favor de los intermediarios, mientras que los campesinos, más cultos que antes, observan críticamente la situación.
La regulación estatal de la economía campesina permitió integrar, no sin fuertes tropiezos, casi por completo la función de producción campesina a la reproducción nacional en línea con los intereses generales del país y de la alianza política, económica y social con el campesinado desde los 60ta.
La regulación estatal se orienta a la reducción de la acción espontánea de la ley de los precios sobre la reproducción campesina. El grado de penetración y subordinación de la finca campesina la transformó en una especie de “propiedad privada especial o de transición”:[23] negación-absorción de lo privado sin eliminarlo. Los input-output de la finca son regulados por entidades estatales agroindustriales, de suministros, acopio, banca, seguro y otros. Esta situación hace que el esquema de producción de la finca no esté determinado directamente por el mercado, sino por la combinación planificación-mercado. Los intereses mercantiles de los tenedores quedan reducidos a un segmento marginal.
La acumulación campesina está fuertemente restringida desde 1959-60. La tierra no es objeto de compraventa, también ha sido poco frecuente la venta de maquinarias y equipos (autos, camiones, tractores y equipos de riego y otros) a los productores privados. Esta circunstancia limita la expansión de la economía campesina, el mejoramiento de los suelos y de las condiciones de trabajo con sus encadenamientos multiplicativos sobre la economía nacional. En consecuencia, el ahorro campesino se transforma en liquidez; ello explica a su modo la construcción de viviendas lujosas en el campo. El ahorro bancario del campesino sirve desde luego a la acumulación nacional para el desarrollo.
Durante muchos años la planificación-mercado mantuvo una conciliación más o menos armoniosa y beneficiosa para todas las partes. Los campesinos tenían asegurado: suministros varios, financiamiento a bajo interés, mercado y precios remunerativos para sus productos, tratamiento tributario especial, ayuda en caso de desastres naturales y beneficios sociales comunes al resto del pueblo: obras de infraestructura productiva y social, acceso gratuito a la salud, educación y superación profesional de la familia, El campesino contribuía a su vez con la oferta física de bienes para cubrir la norma de consumo racionada a precios subvencionados vía diferenciales de precios ciudad-campo.
Pero en los años 80ta y 90ta se produjeron fisuras en la conciliación descrita a causa de la crisis agroalimentaria, la liberación de los mercados, la inflación y deterioro de los precios relativos en la relación de intercambio ciudad-campo. Las tendencias examinadas en cuanto a la especialización y diversificación productiva en el sector privado corroboran las contradicciones indicadas.
Desde la segunda mitad de la década de los 90ta hasta la fecha se adicionaron otros factores disolventes no fácilmente conciliables. La multiplicación de los agentes económicos en la agricultura dio paso a nuevas diferencias y contradicciones, incluso en el seno mismo del campesinado. Algunas ramas clave de la agricultura como la cañera y la ganadera continúan en la fase crítico-depresiva. El sector cooperativo UBPC no han logrado relanzar la recuperación eficiente; las CPA se fueron debilitando, perdiendo eficiencia y unidad interna. La reestructuración azucarera en marcha plantea un agudo problema: la reconversión productiva para todos los tipos de productores cañeros según los esquemas de las nuevas empresas agropecuarias de carácter territorial. Las empresas estatales intermediarias del MINAG, las financieras vinculadas al turismo y los esquemas de financiamiento crean necesariamente desproporciones en la asignación de los recursos escasos y en las lógicas de precios y en las transferencias de excedente económico. Los pequeños productores tienen acceso directo muy limitado al turismo. Por último, las relaciones de mercado están más adelantadas que las de planificación lo que complica la conciliación entre ambos reguladores.
Cooperación Simple y Liderazgo Campesino
La cooperación simple en la agricultura desde los años 60 hunde sus raíces en las asociaciones campesinas que se organizaron para enfrentar los desalojos y la colaboración mutua en múltiples esferas. Las zonas realengas se destacaron por la intensidad de la lucha. El período insurrecional catapultó su protagonismo en las montañas del país y después del triunfo fueron claves en las transformaciones agrarias y en la alianza obrero-campesina. Las cooperativas de crédito y servicios (CCS) son la forma orgánica para colaboración y cooperación simple en el medio rural y un instrumento de integración efectiva de los campesinos a la vida económica, política y social, en su articulación política con la clase obrera y tribuna apropiada para promover sus demandas.
La mayoría de los productores agrícolas (incluyen a los cooperativistas de las CPA) se encuentran asociados a las CCS. A nivel del país existían en el 2005, 327380 afiliados (tenedores y familiares) en 4355 organizaciones de base de la ANAP. La política de asociatividad de la ANAP se extiende luego de los 90ta a los nuevos productores usufructuarios en el campo.
En la vida de las CCS encontramos etapas de florecimiento, estancamiento y reactivación bajo la influencia de las políticas agrocampesinas, el estado cambiante de la economía y los enfoques y prácticas de la (ANAP).
Cuadro 3. Campesinos y parceleros en CCS, Villa Clara 1987
Productores |
Fincas ( %) |
Áreas ( %) |
Asociados por grupos (%) |
|||
Total |
En CCS |
Total |
En CCS |
Fincas |
Tierra |
|
Campesinos |
70 |
88 |
88 |
93 |
81,8 |
92,4 |
Obreros y Empleados |
19 |
8 |
7 |
4 |
25,2 |
51,8 |
Otros privados |
11 |
4 |
5 |
3 |
27,9 |
49,0 |
Total |
100 |
100 |
100 |
100 |
64,9 |
87,5 |
Fuente: “Contradicciones en el sector agrícola no estatal de V. Clara y expectativas de la expansión del cooperativismo”. Víctor Figueroa, et al. Ed. UCLV, 1990.
La propensión a la cooperación simple difiere según se trate de campesinos o parceleros. En Villa Clara el 65% de los tenedores individuales con el 88% de la tierra estaban integrados a las CCS, pero entre los primeros, el 82% de tenedores y el 92% de la tierra en CCS, mientras que entre los parceleros solo un 27% de las fincas y el 49-52 % de sus tierras. Ello confirma las diferencias entre ambos grupos sociales.
Otros elementos de diferenciación no dejan de ser importantes sociológicamente. La mayor propensión a asociarse se manifestaba entre los: propietarios legítimos, los finqueros con predios más grandes en tamaño, los varones, los de mayor edad y, por último, los residentes directos en los predios de la finca con un 83% frente a solo un 32% entre los residentes fuera de la finca.
El contenido de la cooperación simple se limitó hasta los 90ta a los suministros productivos y al crédito bancario, faltaron otras modalidades viables y eficientes de ayuda mutua en el campo. Ya entrado en la década de los noventa, las circunstancias obligaron a una ampliación de la cooperación en esferas como la comercialización, la propiedad y explotación colectiva de medios de producción incluyendo un fondo de tierra colectiva.
La tendencia a la profesionalización de cuadros dirigentes de las organizaciones de la ANAP a distintos niveles ha llevado a que muchos no sean de origen campesino con lo que se crea la posibilidad de entronizar elementos ajenos a las tradiciones, cultura y liderazgo propios al medio rural y que se limite la capacidad autónoma de dirección y el liderazgo y representatividad real de estos actores sociales.
El liderazgo campesino es parte de esa cultura que brota desde las entrañas del campo. El campesino es un hombre práctico, observador atento de las buenas prácticas, un utilitarista: imita, reproduce lo comprobado en su propia experiencia. Admira, reconoce y respeta al coterráneo exitoso por sus buenas prácticas y resultados agrícolas. Ese es su líder. No olvidemos que es un artesano, recrea su espiritualidad en interacción íntima con la naturaleza que le trasmite sus códigos, lógicas y exigencias, incluido el tiempo. Su filosofía y sicología reposada, tranquila, rechaza el ajetreo, el papeleo y la verbosidad. El líder, su guía, está allí en su entorno, no fuera.
Homogeneización Social en el Campo y Rupturas
La tendencia a la homogeneización económico-social forma parte de la filosofía y ética del proyecto social cubano. El medio rural y campesino se incluye dentro de esta tendencia general por encima de las limitaciones y desigualdades derivadas de las particularidades estructurales de las relaciones agrarias y otras. Algunas políticas intentaron en su momento acelerar esta tendencia con resultados no siempre congruentes con una eficiencia productiva que sirviera de base al avance social.
A partir de los ochenta aparecen elementos que comienzan a torpedear la homogeneidad alcanzada en el medio rural, aunque en dimensiones económicas y sociales bien alejadas a las de la época capitalista y mucho más de aquellas existentes en el Sur que reportan la FAO, el PNUD y otras instituciones.
La estratificación en el campo tiene un origen estructural aun en la construcción socialista, porque hay factores diferenciadores universales como son: el tamaño de la finca, la calidad del suelo, la localización y distancia de la finca hasta el mercado. El tamaño de la familia no deja de ser importante en múltiples direcciones. Hay razones para preocuparse por la diferencias en cuanto al tamaño de las fincas como se vio más arriba.[24]
Otros factores institucionales operan en el modelo de reproducción agrícola. Aquí influyen las particularidades del modelo económico general y agrícola. La estructura de propiedad y explotación del suelo, el perfil de especialización, el grado de tecnificación, el papel del extensionismo rural, la cultura del productor y su capacidad de gestión. Claro que la intervención social y otros mecanismos amortiguadores pueden suavizar las diferencias a que dan origen y/o potencian.
La lógica mercantil tiende objetivamente a la estratificación de los pequeños productores mercantiles en capas diferenciadas y a la capitalización. No somos ajenos a tales procesos sobre todo a partir de los años 80 y 90. Empíricamente es visible la presencia de capas entre el campesinado: semiproletarios, campesinos pobres (pequeños), medios y también segmentos de ricos. La apertura de mercado en los años ochenta y en 1994, siempre acompañados del mercado informal, promueve procesos objetivos de concentración-centralización y de diferenciación del ingreso y de asignación y reasignación de los factores productivos en la sociedad rural.
Las diferencias de ingresos y nivel de vida de la población rural vienen a ser la expresión más concentrada de todas las diferencias indicadas más arriba. La distribución del ingreso por rangos en el medio rural es ante todo resultado de la distribución funcional, en otras palabras, de la propiedad y explotación de la tierra.
En Cuba, las diferencias de ingresos y de nivel de vida no eran ostensibles en el campo aunque sí en determinadas zonas con perfiles productivo-mercantiles preferenciales. Desgraciadamente faltan estudios sobre la distribución del ingreso entre las clases y grupos sociales en el campo. [25]
La creciente asalarización de miembros de la familia campesina, incluido su tenedor principal es un hecho empíricamente demostrable. En las CPA, y ahora las UBPC, se practica hace buen tiempo la contratación asalariada bajo el concepto de prueba para la selección de nuevos miembros, también es cierto que una parte de los jubilados son asalariados de la propia CPA de la que procedían.
La pregunta más importante consiste en ¿quiénes venden su fuerza de trabajo por un salario y por qué lo hacen? La lógica indica la existencia una capa de semiproletarios rurales y de estratos de campesinos pobres obligados a recurrir al salario para cubrir o complementar la reproducción familiar. Existe un mercado de trabajo en el campo.
El envejecimiento progresivo del hombre de campo es una muestra elocuente del desarrollo rural y especialmente de los servicios de salud, educación y mejoramiento de la alimentación. La emigración de las nuevas generaciones ha influido a su modo en esta tendencia. El 56,8% de los productores campesinos tenían más de 60 años y poseían más del 55,4% del fondo de tierra privada en 1987, mientras que los de menos de 49 años representan el 18,1% de los productores y el 18,2 % de la tierra.[26] Hay casi una perfecta simetría en la distribución de las fincas y el área según los grupos etáreos.
El envejecimiento de los productores plantea múltiples desafíos en el presente y en el mediano plazo al menos en cuanto a: 1ro. La renovación y reposición de este grupo social de productores; 2do el enfrentamiento a la ociosidad inducida de una parte del fondo de tierra actual y las vías para impulsar su explotación eficiente económica y socialmente, 3) las limitaciones a la expansión de la cooperativismo y, por último, la atención a la vejez en el medio rural. La jubilación del campesinado es sin duda alguna un logro social indiscutible de valor regional al menos.
En los últimos años viene creciendo el flujo de gente más joven hacia el campo por diversas vías. El retorno de hijos ya profesionales que retoman la agricultura familiar como ocupación aceptable, luego que por razones diversas dejaran la agricultura estatal u otras ocupaciones en las ciudades. La continua apropiación informal de parcelas más el reparto de tierra en usufructo desde 1993 son indicativos de un cambio en la composición etárea de la población e incluso de su nivel medio cultural, aunque se carece de estadísticas apropiadas para dimensionar este fenómeno.
La modernidad urbana forma en la actualidad parte del modo de vida campesino aun si vive en la finca y de los niveles de cultura técnica y general. Difícilmente en el mundo pueda encontrarse un campesino más saludable y culto que el cubano.
Finca-Vivienda: Aislamiento Espacial y Sicología Campesina
El aislamiento espacial de la finca y las familias en comarcas más o menos extensas es consustancial al campo cubano. En Cuba no se desarrolló la aldea campesina común en otros países del mundo. La fórmula rural cubana se basó en la unidad finca-vivienda como instalación aislada y distante del resto de sus congéneres. La razón de ello obedeció a las formas históricas de acceso a la tierra, al predominio de la agricultura de plantaciones, primero basada en el trabajo esclavo y después al asalariado, y a las favorables condiciones naturales del país. El aislamiento espacial tiene mucho que ver con los rasgos sociológicos y culturales del campesino cubano.
El bohío u otro tipo de construcción estaba, como regla, rodeada de una arboleda de frutales, cocoteros, maderables, pequeño almacén rústico y un patio para la crianza de animales domésticos, afectivos y otros: cerdos, aves de corral, etc. La vivienda contiene una economía de patio. Los árboles son un símbolo recurrente del sentido de pertenencia y de permanencia; una proyección hacia el futuro y las nuevas generaciones. Donde no haya árboles no hay campesino ni sentido de pertenencia.
La emigración de los pobladores rurales no se ha visto siempre en su multiplicidad y causales diferenciadas. La población rural de Cuba ha ido disminuyendo sistemáticamente; en 1953 representaba el 48,6% de los habitantes del país; en 1970 pasó al 39,5%, en 1981 al 31,0% y en 2000 se afirma que apenas llegaba a alrededor del 26%. En general este movimiento migratorio coincide con las pautas mundiales.
El triunfo revolucionario y las nuevas oportunidades de estudio y empleo trajeron consigo una fuerte emigración del campo a las ciudades. A ello se añadiría el éxodo de la población de las montañas durante la lucha frente a la contrarrevolución. El desarrollo agropecuario se concibió siempre articulado al fomento de comunidades de corte urbano en los planes agropecuarios; en esta misma dirección contribuyó la política agrocampesina de finales de los sesenta con la creación de comunidades rurales modernas en el entorno de los planes integrales y especializados de origen campesino. En los 70 el movimiento cooperativo campesino emergió también como un movimiento de urbanización rural que conquistó especialmente a las mujeres a favor del cooperativismo.
Véase que esta migración tiene otro origen y otro sentido. ¿Qué sucede con las estadísticas? Estas clasifican de urbano a la inmensa mayoría de las comunidades existentes, incluso aquellas con 200 pobladores que cumplan una serie de requisitos establecidos. La estadística y la economía no concuerdan. ¿Una comunidad calificada como urbana puede ser esencialmente rural? La respuesta la da el polo determinante en la relación de interdependencia entre lo urbano y lo rural. Si la agricultura o agroindustria es la fuente fundamental de la reproducción de la población existente, entonces se trata de una comunidad rural de tipo urbano.[27]
Lo cierto es que paulatinamente se ha ido rompiendo aquella unidad tradicional finca−vivienda, equivalente a la socialización existencial de la gente de campo. En 1987, el 26,4% de los campesinos residían en viviendas ubicadas fuera de la finca. En la provincia de Villa Clara equivalía al 35%.[28]
El modelo de comunidad rural moderna se basó en estándares urbanos: mirando hacia arriba para ganar espacio con edificios de varios pisos. Da tristeza ver conglomerado de edificios sin arboledas donde los viejos recreen su pasado y los niños aprendan a querer a los árboles. Se rompió la tradición campesina con un alto costo de identidad y espiritualidad. Rectificar es de sabio. Podemos y debemos ajustar el modelo actual para darle continuidad a esta tradición.
Por supuesto que este progreso social eleva el costo material y financiero para el fomento futuro de cooperativas, incluso la recampesinización. La aldeanización en Cuba reclama la creación de comunidades modernas en sustitución del bohío (vivienda) aislado rodeado de palmas y cocoteros.
Visión Global del Sector Campesino-Parcelero: Desafíos y Estrategias
Al final de 1997, encontramos casi 60 mil nuevas fincas con más de 73 mil usufructuarios y casi 126 mil Ha. En julio de este año sumaban 98 mil productores usufructuarios de todos los tipos con 263149 Ha (casi 20 mil Cab.). Se ha avanzado un tramo importante y meritorio a pesar de trabas, incomprensiones y limitaciones.
El sector campesino-parcelero podría estimarse en más de 380 mil explotaciones agrícolas de todos los tipos y formas (incluidos los “patieros” registrados en 1987) con más de 1647,0 miles Ha., lo que podría estar en torno 16-17% del fondo de tierra nacional,[29] y un estimado de 1/4 de la superficie agrícola nacional.
El incremento sucesivo de la participación del sector privado campesino es una necesidad evidente; la Constitución de la República y demás leyes establecen el principio y el modo. La combinación adecuada de la entrega de tierra pasa por la política de redimensionamiento de la finca campesina según las particularidades de cada zona y territorio. La batalla hay que echarla contra el minifundio como línea central en el diseño de las políticas agrocampesinas. Hay suficiente reserva de tierra y hombres para solventar esta política.
El reparto de tierra a campesinos y parceleros tiene carácter estratégico largoplacista. La forma campesina de explotación socioeconómica de los recursos agrarios exige estudios teóricos especiales, desde un marxismo renovado. Una doble negación es necesaria, primero, del enfoque liberal que la rechaza y condena a perecer como símbolo de la barbarie en la modernidad. Segundo, distanciarnos críticamente de aquel socialismo real que asumió en definitiva las concepciones de Trotsky quien lo declaraba una clase reaccionaria y que finalmente desembocó en fuente de la acumulación originaria socialista que propusiera Preobrazhensky.
Hay que retomar al Lenin del proyecto inconcluso de la NEP, ajustándolo a la herencia campesina nacional, a los principios de equidad y justicia social de nuestro proyecto social. La forma campesina es compatible, posible y viable en la construcción socialista desde el subdesarrollo. Un aliado insustituible de los demás trabajadores. Su obstinada permanencia confirma el error de los que pronosticaron su muerte anticipada.
La expansión de este sector privado en la sociedad rural no deja de ser contradictorio. La ley del valor y la capitalización son amenazas latentes pero hay que enfrentar estas contradicciones con inteligencia, astucia, realismo y profundizando la democracia participativa. No son pocos los desafíos presentes y futuros que enfrenta la sociedad rural y global en su conjunto. Apuntemos solo algunos.
Primero, la ampliación reciente de la minifundización nos obliga a una revalorización del modelo agrario, de la política de tierra, tecnológica, productiva, económica y social, que provea los antídotos necesarios ante posibles impactos negativos medioambientales y otros. El tamaño mínimo de la finca rural es un problema a enfocar desde los principios de la sustentabilidad.
Segundo, la demanda campesina de ampliación territorial de la pequeña finca tiende a universalizarse en lo que coinciden los intereses cardinales de los productores y la sociedad; ambos no tienen que entrar en conflicto.
Tercero, un fenómeno que acumula cierta potencialidad conflictiva es la posible reclamación de sus tierras por parte de las decena de miles de personas que arrendaron sus fincas al Estado y hoy son conuqueros en finca propia.
Cuarto, la ampliación de los pequeños productores campesinos es y será fuente de inestabilidad competitiva entre los actores agrarios por la mano de obra rural y demás factores de la producción, el mercado de realización y las condiciones de vida lo que obliga a nuevos instrumentos de análisis, regulación y control.
Quinto, la asociación de los productores usufructuarios a las CCS es vital hoy en la política agraria.
Sexto, el incremento de la asalarización en el campo destaca a un primer plano la necesidad de revalorizar las políticas existentes de empleo, salario y fiscal.
Séptimo, la estratificación social en el campo y la formación, en consecuencia, de capas de campesinos ricos, medios, pobres o pequeños, semiproletarios y simples proletarios, impulsa la necesidad de una fuerte renovación de la política y del sistema institucional con un enfoque clasista diferenciado.
Octavo, la apertura comercial y sus efectos multiplicativos tienden a modificar el sistema distributivo de los recursos y las relaciones intereconómicas con la agroindustria, los servicios, el comercio exterior y la superestructura a todos los niveles. La municipalización del desarrollo agrícola y su regulación como totalidad integrada es una necesidad indispensable que supone la formación y/o fortalecimiento de los órganos competentes de dirección a esos niveles.
Noveno, la multiplicación y peso creciente del campesinado y del sector cooperativo modifica necesariamente el carácter, los métodos y formas del extensionismo rural y la articulación con los centros de investigación científica con su entorno bien diferenciado.
Décimo, el fomento de la ayuda mutua y otras formas de cooperación entre los agricultores y sus familias; la cooperación laboral en las comunidades, la inversión colectiva en medios de producción escasos para su explotación conjunta, la industria doméstico-rural, el comercio agrícola, el ahorro, la construcción de viviendas y otras actividades son formas necesarias y viables de organización de la cooperación en el medio rural. Las “CCS fortalecidas” trabajan en esta dirección con esquemas todavía limitados.
Decimoprimero, las desigualdades a causa de la estratificación social en el campo son realidades objetivas del desarrollo en las nuevas condiciones con sus impactos y manifestaciones en la esfera de la ideología y la política. En una dirección congruente se necesita el perfeccionamiento de los métodos de dirección y de la democracia participativa con un enfoque clasista renovado y renovador a todos los niveles de la sociedad rural. Son prioridades para el momento actual y futuro.
En resumen, la economía campesina y conuquera posee una inagotable flexibilidad, resistencia y adaptabilidad económica, social y ecológica. Nuestra experiencia lo demuestra como también la china y vietnamita. Su papel en la producción de alimentos y materias primas para la agroindustria es insustituible así como para impulsar la reanimación global de la economía nacional.
[1] Publicado en la Revista TMEAS, No. 44, 2005.
[2] La presencia de la industria azucarera en el medio rural creó las condiciones para una original alianza estratégica entre los jornaleros agrícolas y la gran masa de campesinos pequeños y medios: las dos clases explotadas por los mismos agentes del capital.
[3] Ver a Carlos Rafael Rodríguez, "El tránsito del capitalismo al socialismo en Cuba (1959-63)", Letra con Filo, T. II. Ciencias Sociales, La Habana, 1983, p.
[4] Ver Víctor Figueroa Albelo, De la Revolución Agraria al Cooperativismo en la Construcción del Socialismo, Intranet. Facultad de Ciencias Empresariales, Villa Clara, 2003, pp.245-1.
[5] Carlos R. Rodríguez En el libro "Cuba en el tránsito al socialismo (1959-1963)", (pp. 124-125). Figueroa Albelo, V. & Luís García de la Torre, Apuntes para la comercialización en el sector no estatal agrícola, Economía y Desarrollo No. 83, pp. 41-44.
[6] E. Sevilla Guzmán, Hacia un marco conceptual del desarrollo rural sostenible desde el campesinado, Instituto de Sociología y Estudios Campesinos, X Conferencia de la Asociación Latinoamericana de Educación Agrícola Superior, 23-28 de mayo, 1993. Fac. de Ciencias Agrarias de la Plata, Argentina, pp. 66-77.
[7] "La economía parcelaria puede definirse como una variedad de la propiedad personal, un tipo especial de ésta. (…), la propiedad parcelaria -como propiedad especial personal- no puede considerarse ajena al socialismo, sino que se integra al mismo". Víctor Figueroa Albelo, Revista Economía y Desarrollo no. 83. Op. Cit., p. 41.
[8] Carlos R. Rodríguez, "Cuba: en el tránsito al socialismo (1959-1963), Ciencias Sociales, La Habana, 1979, pp.124-125.
[9] Ver: Víctor Figueroa Albelo et al, "Contradicciones en el sector agrícola no estatal de Villa Clara y expectativas de la expansión del cooperativismo", UCLV, 1989, p. 24.
[10] Oscar Pino Santos, "El imperialismo norteamericano en la economía de Cuba", Ciencias Sociales, La Habana, 1973, pp. 92-93.
[11] Censo de Uso y Tenencia 1987, CEE, La Habana, 1988, p.8.
[12] Decreto-Ley No. 142 /1993 estableció hasta 12 cordeles y Res. 356/93 del MINAG, 6 cordeles.
[13] Periódico Granma, La Habana, julio 19 del 2005.
[14] Las Resoluciones No. 357/1993 y 419/1994 establecen las relaciones de derecho en cada caso.
[15] Periódico Granma, julio 19 del 2005.
[16] Periódico Granma, julio 19 del 2005
[17] Res. 223/95 del MINAG, junio de 1995
[18] Víctor Figueroa Albelo, “De la Revolución Agraria al cooperativismo”, Op. Cit., p. 9.
[19] Cálculos del autor de los materiales del VI Congreso de la ANAP y de “Ingresos estimados del Sector campesino y cooperativo”, BNC, Enero de 1982.
[20] C.E.E. Marzo, 1990.
[21] Víctor Figueroa Albelo, “De la Revolución Agrarias al Cooperativismo”, Op. Cit., p. 62.
[22] Ver Víctor Figueroa Albelo, "Apuntes sobre la comercialización agrícola no estatal", Op. Cit., p. 40.
[23] La conversión de la propiedad campesina en una modalidad de economía privada "especial y de transición" indica la necesidad de integrarla y regularla en y por el todo nacional socialista. Ello es posible y viable sin violentar o negar de plano el carácter mercantil de la economía campesina y parcelera.
[24] Víctor Figueroa Albelo, "Contradicciones en el sector agrícola no estatal de V. Clara y (...)", Op. cit., p. 28.
[25] Ver de Carmen Diana Deere, Household Income in Cuban Agriculture: an Comparison of the state, cooperative and Peasante Sectors”, Revista Development and Change, USA, Vol. 26, No.2, Abril 1995. El estudio del ingreso de los trabajadores agrícolas estatales y campesinos en tres municipios de tres provincias del país arrojó que entre 1991 y 1994: 1) el ingreso de estos últimos difería notablemente entre La Habana, Las Tunas y Villa Clara; 2) los campesinos tenían ingresos muy superiores al de los trabajadores agrícolas estatales.
[26] Calculado del Censo Uso y Tenencia. 1987. En la provincia de Villa Clara es mucho más agudo el envejecimiento. Los productores con 50 y más años poseían el 84% de las fincas y el 82,4% del fondo de tierra campesina.
[27] Esta distinción tiene enorme importancia práctica pues se escucha que el campesino está para trabajar la tierra.
[28] Los beneficios recibidos por los campesinos durante el proceso revolucionario pueden ser vistos en los trabajos "La erradicación de la pobreza en Cuba" de José Luís Rodríguez y Jorge Carriazo, también de Víctor Figueroa Albelo y Alberto Averhoff, "Desarrollo de la producción agropecuaria y el mejoramiento del nivel de vida de los trabajadores del campo cubano a 25 años de Revolución”, Economía y Desarrollo, No 90, La Habana 1986
[29] Por supuesto que es superior ya que no están registrados todos los productores furtivos. La referencia al porcentaje sobre el área agrícola nacional se queda corto ya que no toma en cuenta la existente real que es muchísimo menor dado los niveles de erosión del suelo, la infestación de marabú, etc.
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