Eslabones

 

A.O. Hirschman

Ver también: Jairo Hernando Pulecio Franco, Un atisbo en la vida y obra de Albert Otto Hirschman (1915 -)

Versión del profesor Guillermo Ramírez Hernández.
Reeditada por M. Coll

Se definió originariamente un eslabón (o efecto de eslabón) como una secuencia característica de decisiones de inversión, más o menos compulsivas, que se producen en el curso de la industrialización y, más generalmente, del desarrollo económico. Al proponer el concepto en la Estrategia del Desarrollo Económico (1958, cap. 6), A.O. Hirschman criticaba el modelo de crecimiento de Harrod-Domar, dominante por aquel entonces, en el que el crecimiento dependía solamente del cociente capital-producto y de la disponibilidad de capital. De forma más general, el concepto surgió a partir de una perspectiva que ponía en tela de juicio la representación convencional de una economía partiendo de que los recursos naturales, factores de producción y empresariado, estaban todos disponibles en cantidades dadas y sólo necesitaban ser asignados de modo eficiente a las diversas actividades para obtener los mejores resultados.  En contraposición, Hirschman sostenía que “el desarrollo depende no tanto de encontrar las combinaciones óptimas para los recursos y factores de producción, como de provocar e incorporar para el desarrollo, recursos y capacidades que están ocultos, diseminados o mal utilizados” (1985, p. 5). Esta posición condujo a la búsqueda de diferentes mecanismos inductores y movilizadores. La estrategia de crecimiento desequilibrado resultante valora las decisiones de invertir no sólo por su contribución inmediata al producto, sino también por los mayores o menores estímulos, que probable que dichas decisiones transmitan al aumento de la inversión, es decir, por sus eslabones. La estrategia tiene importantes consecuencias para la planificación de la inversión: propone que las consideraciones dinámicas, basadas en los eslabones, puedan complementar el criterio de eficientes estática.

Enlaces hacia atrás y hacia adelante

En relación con el proceso de industrialización en los países que la han iniciado en la segunda mitad del siglo XX, se pueden identificar dos secuencias prometedoras para generar presiones especiales favorecedoras de la inversión. Primero, una empresa industrial ya existente que confía inicialmente en importaciones, no sólo para su equipamiento y maquinaria, sino también para muchos de sus medios de producción, generará presiones para la producción interna de dichos inputs y, finalmente, para una industria de bienes de capital nacional. Esta dinámica se denominó eslabón hacia atrás, ya que la dirección del estímulo que promueve la ampliación de la inversión discurre hacia atrás, desde el producto terminado hacia las materias primas o semiprocesadas que se utilizan en la fabricación del producto, o hacia las máquinas que ayudan a producirlo. 

Otro estímulo que promueve inversión adicional señala la dirección opuesta, y por tanto se denomina eslabón hacia adelante: la existencia de una línea de producción dada A, que es un bien de demanda final o que se usa como input en la línea B, actúa como estímulo para el establecimiento de otra línea C, que también puede usar A como input.

Los estímulos que provocan el aumento de la inversión son bastante diferentes para los eslabones hacia atrás y hacia adelante. Las presiones para la inversión que provocan los eslabones hacia atrás proceden en parte de un comportamiento empresarial normal ante los nuevos mercados disponibles de bienes intermedios. Sin embargo, también puede existir una resistencia por parte de los empresarios industriales ya establecidos que prefieren continuar confiando en inputs importados por razones de precio y calidad. Al mismo tiempo, las políticas estatales favorecen frecuentemente las inversiones de eslabones hacia atrás (que ofrecen la expectativa de ahorros en divisas y una estructura industrial más integrada) por medio de la promesa de protección arancelaria y asignaciones preferenciales de divisas. Las presiones en los enlaces hacia adelante proceden fundamentalmente de los esfuerzos por parte de los productores ya existentes para incrementar y diversificar el mercado para sus productos. En contraste con los eslabones hacia atrás, para los eslabones hacia adelante sólo los productores ya existentes ofrecerán un apoyo total. Por otro lado, no es probable que las políticas oficiales de desarrollo estén particularmente interesadas en la promoción de inversiones de eslabón hacia adelante.

La dinámica del eslabón permitió visualizar el proceso de industrialización mediante una matriz de input-output, al comienzo con la mayoría de las casillas vacías, pero rellenándose progresivamente debido, en buena parte, a los efectos de eslabón hacia adelante y hacia atrás. Esta estrecha relación con el modelo de insumo-producto de Leontief, que por entonces comenzaba a recibir sus primeras aplicaciones prácticas con el cálculo de tablas de insumo-producto para varias economías, contribuyó a la recepción favorable del concepto de eslabón, y probablemente le proporcionó una cierta ventaja sobre intentos afines que trataban de describir la dinámica de la industrialización, como por ejemplo el “sector líder” (Rostow, 1960), la “industria propulsora” (Perroux, 1958, vol. II) o el “bloque de desarrollo” (Dahmén, 1950). Por otro lado, esta relación contribuyó a que algunas veces se le atribuyera un significado demasiado mecánico a la dinámica de eslabones que, como ya señalamos, está fuertemente influida por las políticas estatales y otros factores institucionales (Raj, 1975).

La relación con el modelo de insumo-producto hizo que la cuantificación de los eslabones hacia atrás y hacia adelante pareciera una tarea fácil, pero esto fue en gran medida una ilusión. El análisis de insumo-producto es, por su propia naturaleza, sincrónico, mientras que los efectos de eslabón necesitan tiempo para desarrollarse. En un país que empieza la industrialización, las tablas input-output existentes no pueden revelar que es probable que se creen ramas industriales adicionales como consecuencia de una inversión industrial en una determinada línea de producción. El marco de insumo-producto es todavía menos apropiado para identificar los efectos de eslabón hacia atrás para la maquinaria e industrias de bienes de equipo. Sin embargo, una vez que un país en desarrollo dispone de una base industrial relativamente amplia, de tal forma que una inversión industrial determinada promueve fundamentalmente la expansión más que la creación de otras industrias, la medida de los efectos de eslabón por medio de instrumentos estadísticos, basados en las tablas de insumo-producto, adquiere un mayor significado.

Los problemas técnicos para medir los eslabones hacia atrás y hacia adelante han sido ampliamente debatidos (véase en particular Quaterly Journal of Economics, 1976). El intento de cuantificación más elaborado ha sido llevado a cabo por economistas del Programa de Empleo para América Latina, de la Organización Internacional del Trabajo (PREALC), cuyo interés principal era evaluar los efectos directos e indirectos de las inversiones en una industria determinada sobre el empleo, más que en la expansión industrial en función del producto (García y Marfán, 1982).

Dadas las dificultades de medición, el concepto de eslabón ha sido más influyente como marco general para analizar la estrategia del desarrollo que como herramienta práctica y precisa para los análisis de proyectos y la planificación, habiendo contribuido, además, a la comprensión del proceso de crecimiento. Asimismo, ha permitido clarificar la economía política de la industrialización tardía, y también alumbró la fase más temprana en la que los países de la periferia estaban integrados en la economía mundial como exportadores de productos primarios. Estas dos áreas de aplicación se examinarán a continuación.

Industrialización y eslabones

Eslabones hacia atrás e industrialización a través de la sustitución de importaciones. La dinámica de los eslabones hacia atrás es particularmente importante para los países de nueva industrialización del siglo XX, porque ésta comenzó a menudo dando los “toques finales” a un sinnúmero de inputs importados, para posteriormente continuar con la industrialización hacia atrás. Este proceso contrasta con la industrialización de los países industriales más antiguos, que tuvieron que proceder necesariamente de una forma más “equilibrada”; es decir, implantando todas las fases de industrialización —productores terminados, semiterminados y maquinaria— más a menos simultáneamente (Hirschman, 1958). Por consiguiente, para los países de industrialización tardía del siglo XX, el seguimiento vigoroso de la dinámica de los eslabones hacia atrás fue esencial para poder establecer una estructura industrial de alguna densidad. La industrialización que siguió este sendero secuencial en fases terminó siendo ampliamente conocida como la industrialización substitutiva de importaciones.

La importancia de los eslabones hacia atrás en este proceso tuvo consecuencias sociales y políticas algo contradictorias. Por un lado, los empresarios originadores del proceso eran frecuentemente antiguos importadores, que descubrieron que en períodos de escasez de divisas era rentable producir con inputs importados los productos finales que ya no podían comprar en el extranjero. De ahí la importancia de los comerciantes, a menudo inmigrantes recientes, y de las empresas extranjeras tanto en el proceso en sí, como entre los grupos empresariales. Por esta razón, la debilidad comparativa, tantas veces señalada, de la burguesía nacional en los países de industrialización tardía, puede estar relacionada con el modelo de industrialización.

El despliegue secuencial de este modelo puede ser también responsable de una característica bastante diferente: la alta probabilidad de que una parte importante de los nuevos establecimientos industriales estén bajo el estrecho dominio de unas pocas empresas o grupos familiares verticalmente integrados y de gran envergadura (Leff, 1978). En la medida en que las industrias se habían establecido inicialmente para dedicarse a la última fase de la producción importando los inputs principales, les interesaba mucho, aunque sólo fuese por cuestiones de control de calidad, ser los propietarios de las empresas establecidas posteriormente para suministrar dichos inputs; y tendrían los medios para hacerlo precisamente porque entre el establecimiento de una fase y la siguiente transcurriría un tiempo considerable que permitiría la acumulación de fondos para la inversión.

A la concentración resultante de parte de la producción industrial en unos pocos “grupos” verticalmente integrados se le añade, algunas veces, el papel predominante que tienen las minorías inmigrantes o los extranjeros. Estas dos características han contribuido a una tercera: en la mayoría de los países, el Estado asumió un papel importante en el proceso, a través de empresas públicas, con el fin de contrarrestar o reducir el excesivo dominio sobre el sector industrial por parte de extranjeros e inmigrantes, o por unos pocos y poderosos grupos monopolistas privados (Jones, 1982, cap. 2). Otra razón para la intervención directa del Estado, fue que los empresarios privados preferían continuar confiando en fuentes externas para el suministro de input intermedios y bienes de capital; esta resistencia contra los eslabones hacia atrás es otra característica más de la industrialización mediante la sustitución de importaciones.

Este patrón de industrialización fue criticado desde dos frentes opuestos: por perder fuerza antes de conseguir algo significativo y por haber sido llevado hasta extremos antieconómicos. Ambas críticas, que, por supuesto, proceden de campos diferentes, surgieron en los años sesenta y algunas veces han sido realizadas simultáneamente y con diferentes justificaciones. Un grupo de críticos sostenía la existencia de una fase temprana, que se consideraba fácil en comparación con una fase ulterior cuando la fase fácil se “agotaba” y el progreso posterior en la continuación de los eslabones hacia atrás —hacia los bienes intermedios más básicos o industrias de bienes de capital— se encontraba con diversos obstáculos: el tamaño del mercado es demasiado pequeño, el capital necesario es excesivo para las fuentes de financiación locales, y la tecnología es controlada por empresas transnacionales. Si estos obstáculos detenían efectivamente la continuación del progreso, se acusaba a la industrialización de “atrofiada” y de falta de integración; por otra parte, si el proceso continuaba con el capital extranjero ocupado posiciones clave, la industrialización, originariamente aclamada como la anunciadora de la emancipación nacional, era considerada portadora de una nueva dependencia, más insidiosa y debilitadora que las formas anteriores de dependencia. También se sugirió (O’Donnell, 1975) que la caída de la democracia y el surgimiento de regímenes autoritarios en diversos países de América Latina estaban relacionados con los problemas de la transición de la fase fácil a la difícil. Sin embargo, pocos elementos de esta tesis han sobrevivido al vigoroso debate que la propia tesis suscitó (Hirschman, 1979; Kaufman, 1979; Serra, 1979).

Una crítica muy diferente del proceso de industrialización, cuyo motor principal son los eslabones hacia atrás, pone más énfasis en el peligro de hacer demasiado que en el de hacer demasiado poco debido a la mala asignación de recursos que se creía que el proceso generaba. Esta crítica neoclásica señalaba, por ejemplo, que, dada la naturaleza del proceso, la tasa de protección efectiva concedida a productos terminados elaborados localmente era mucho mayor que la protección derivadas de la tasas nominales, debido a la alta proporción del valor total de dichos productos que era importada como inputs intermedios a tasas generalmente mucho menores o nulas (Johnson, 1967). Sin embargo, es probable que estos altos niveles de protección efectiva disminuyan cuando los inputs intermedios comiencen a ser producidos en el país y, por tanto, a ser susceptibles de recibir el nivel de protección general aplicado a los productos elaborados localmente (Corden, 1966). Por tanto, cuanto mayor éxito tenía el proceso de eslabones hacia atrás, mayor era la probabilidad de una reducción en los niveles de protección efectiva.

Los aranceles no eran el único elemento proteccionista que fomentaba el establecimiento de nuevas industrias substitutivas de importaciones. Hubo un mecanismo protector importante que fue involuntario. En el período de la posguerra un conjunto de países en desarrollo sufrieron procesos inflacionarios. Las presiones inflacionarias en combinación con tasas de cambio fijas dieron lugar a largos períodos de sobreevaluación de la moneda nacional que hicieron necesario el establecimiento de controles cuantitativos a la importación. Estos controles favorecían generalmente a las nuevas industrias con grandes necesidades de importaciones de inputs y maquinaria, con lo que el entramado resultante sirvió para subsidiar la inversión y la expansión industrial. El subsidio fue pagado, por vía de la tasa de cambio sobrevalorada, por los exportadores de los productos primarios tradicionales; los recursos transferidos de esta manera indirecta por parte de los sectores agrícolas o mineros tradicionales al nuevo establecimiento industrial no podían haberse canalizado (movilizado) de modo directo. Por ejemplo, en las sociedades de América Latina en proceso de industrialización, los intereses ligados a los sectores exportadores tradicionales ocupaban todavía una posición muy influyente y, por tanto, estaba fuera de toda cuestión gravarlas con impuestos directamente (Kafka, 1961; Furtado, 1967).

Aunque ingenioso a corto plazo, la utilidad de las disposiciones anteriores estaba destinada a disminuir con el tiempo. La discriminación contra las exportaciones, producto de una tasa de cambio sobrevalorada, no fue particularmente seria (importante) durante las primeras etapas del desarrollo industrial, en las que la mayoría de los nuevos empresarios industriales se enriquecían asegurando (conquistando) posiciones en sus propios mercados internos en rápida expansión. Por otra parte, a corto plazo, el volumen de exportación de algunos productos tradicionales —productos agrícolas tropicales y minerales de instalaciones ya existentes— no reaccionó adversamente a la sobreevaluación. Sin embargo, después de una década o dos de iniciado el impulso industrializador de la posguerra las condiciones cambiaron. La rápida expansión del comercio mundial que caracterizó a éste durante los años sesenta y principios de los setenta, favoreció las exportaciones de productos industriales. Debido a las economías de escala, algunas industrias relacionadas entre sí sólo podían justificarse económicamente si disponían desde su comienzo de mercado para exportar parte de su producción. Por último, mientras las materias primas y la maquinaria podían ser importadas a precios de saldo, la sobreevaluación interfería la búsqueda vigorosa de la dinámica de los eslabones hacia atrás. Era deseable, por tanto, establecer tasas de cambio realistas, reducir el grado de proteccionismo, y adoptar un nuevo conjunto de políticas para continuar la industrialización y para la promoción de exportaciones.

Semejante corrección de la trayectoria de la política económica no era fácil de llevar a cabo. Por un lado, encontró la resistencia de los grupos que habían prosperado bajo el antiguo conjunto de políticas. Por otro, en algunos países como Chile se impuso una nueva línea que implicaba un giro total respecto de las políticas anteriores, como si éstas hubieran sido totalmente erróneas; en el proceso se causó un daño considerable a la estructura industrial que se había construido y el desempleo aumentó hasta niveles muy elevados.

Enlaces en el consumo

El concepto de eslabón representó un intento dirigido a identificar específicas y poderosas presiones que surgen en una economía en crecimiento y promueven las decisiones de inversión. Una vez producido, el concepto mostró su versatilidad; Se identificaron nuevos tipos de eslabones que se consideraron útiles para el análisis de un amplio espectro de experiencias. Los mecanismos de los nuevos eslabones eran más indirectos que los de eslabón hacia atrás y hacia adelante. Así, el eslabón de consumo se define como el estímulo para la producción local de bienes de consumo que se emprenderá a medida que los nuevos ingresos creados se destinen a dichos bienes. En una economía abierta los citados bienes son, al principio, frecuentemente importados, pero posteriormente la producción local se convertirá en una producción atractiva (Watkins, 1963; Hirschman, 1977)

El eslabón de consumo es realmente el paso inicial en el proceso de industrialización a través de la sustitución de importaciones. La dinámica en los eslabones hacia adelante y hacia atrás puede explicar la difusión de la actividad industrial a partir del núcleo industrial establecido, pero ¿cómo explicar la primera generación de plantas industriales en un país? Generalmente, en los países periféricos muchas de estas industrias nacen cuando el aumento en los ingresos internos, originado por la agricultura y la minería de exportación, lleva a que las exportaciones de diferentes bienes de consumo alcancen un volumen tal que haga que la producción local de dichos bienes sea económicamente atractiva. Finalmente, algunos de estos bienes podrán ser exportados, de tal forma que los países en cuestión tenderán a desarrollar una ventaja comparativa en los productos que importan (Hirschman, 1958, pág. 122; para un estudio empírico ver Teitel y Thoumi, 1986).

Frecuentemente, se ha culpado al aumento de las importaciones de bienes de consumo, tales como los textiles de la decadencia de las producciones artesanales locales. Sin embargo, parece que también hay que atribuirles un mérito por echar los cimientos para la industria local, por medio de los eslabones de consumo.

La fuerza de estos eslabones y su efectividad para inducir el desarrollo industrial depende no sólo de la corriente de ingreso agregado, generado por las exportaciones, sino también de otros factores, incluyendo la distribución de dicho ingreso. Cuanto más igualitaria sea la distribución de un ingreso dado, mayor será la demanda de muchos productos típicos de la industria moderna, y mayor será la probabilidad de que el mercado interno alcance un tamaño que justifique la producción local. El temprano desarrollo de las manufacturas en el norte de los EE.UU. se ha explicado sobre esta base, desarrollo que contrasta con la industrialización tardía del sur de los EE.UU. y América Latina, con desigualdades mucho mayores en la distribución del ingreso (Baldwin, 1956). El argumento que sostiene que una distribución igualitaria del ingreso favorece el crecimiento está en contradicción, por supuesto, con el punto de vista más tradicional que subraya la necesidad de capital y, por tanto, del ahorro que los ricos acumulan más fácilmente.

Cuando en los países de bajos ingresos los ingresos locales aumentan debido a un boom de las exportaciones de productos primarios, una parte considerable del aumento se gastará en alimentos. El concepto de eslabón en el consumo debe extenderse, por tanto, al aumento de la producción local de alimentos inducido por el incremento de las exportaciones. En Chile, por ejemplo, el aumento de las exportaciones de nitrato durante las décadas anteriores a la Primera Guerra Mundial contribuyó a la expansión de la producción de trigo en el valle Central (Cariola y Sunkel, 1985). En Ecuador, el aumento de las exportaciones de cacao en las primeras décadas del siglo provocó igualmente la expansión de la producción de arroz, que, una vez introducido, resultó especialmente apropiado para algunos climas y suelos del país. Así, cuando las plantaciones de cacao fueron arrasadas por plagas durante los años treinta, el arroz se convirtió en un generador de divisas importante. Por tanto, cuando un producto primario sustituye rápidamente a otro como componente principal de las exportaciones de un país, puede que no sea solamente una cuestión de suerte: en ocasiones los enlaces en el consumo explicarán una buena parte de la historia.

El reconocimiento de la importancia de los enlaces en el consumo tiene consecuencias substanciales para la política de desarrollo. Si sólo se tienen en cuenta los eslabones hacia adelante y hacia atrás, es probable que una estrategia de desarrollo que preste atención al concepto de eslabón tenga un sesgo a favor de la industria. Sin embargo, el sesgo desaparece si se tienen en cuenta los eslabones en el consumo. Por esta razón, algunas evaluaciones recientes de las estrategias de desarrollo usan el argumento del eslabón para favorecer un cambio en las prioridades de inversión hacia la mejora de la agricultura (Adelman, 1984; Mellor y Johnston, 1984). Por supuesto, es irónico que un instrumento de análisis, que originalmente sirvió como justificación para reforzar el establecimiento de la industria, se use posteriormente para proponer una estrategia de desarrollo completamente diferente. Pero el cambio mismo atestigua la aceptación que ha ganado el concepto de eslabón: cualquiera que sea la estrategia propuesta, ahora se considera necesario que su defensa debe apoyarse en los fuertes efectos de eslabón que se generarán.

Eslabón fiscal

Los eslabones en el consumo describen un proceso familiar y espontáneo: los ingresos obtenidos en una nueva actividad se gastan en bienes que al principio generalmente son importados, pero que posteriormente serán producidos localmente. Una actividad induce a otra a través del mercado. Sin embargo, las nuevas actividades (empresas) también pueden ser establecidas por el Estado obstaculizando las fuerzas del mercado. El Estado puede gravar los ingresos que obtienen los exportadores por medio de diferentes formas de impuestos a la exportación, o puede imponer aranceles a los productos importados en los que se gastará una buena parte de los nuevos ingresos generados por las exportaciones. Los ingresos fiscales resultantes pueden usarse para financiar proyectos de inversión pública o para ayudas a la inversión privada. Estas secuencias conforman una nueva clase de eslabones, los fiscales (Pearson, 1970). Una vez más, estos mecanismos son, en comparación con los eslabones hacia adelante y hacia atrás, más indirectos y quizá más inciertos o menos fiables. Sin embargo, dentro de esta categoría, la extracción (y gasto subsiguiente) de ingreso a través de los impuestos a las exportaciones tienen un carácter relativamente directo y por ello pueden denominarse eslabones fiscales directos. La obtención (y uso) de los ingresos fiscales a través de los aranceles a la importación implica más secuencias y se denomina eslabón fiscal indirecto.

La elección por parte del Estado de los eslabones fiscales directos e indirectos ha dependido en gran medida de la clase de mercancía exportada. Los impuestos a la exportación (eslabón fiscal directo) han predominado en el caso de bienes primarios producidos en condiciones de enclave, es decir, en plantaciones, minas y campos petrolíferos, aislados geográficamente y generalmente de propiedad extranjera. La propia concentración en un área remota, el que la propiedad sea de una o pocas empresas extranjeras y la facilidad para establecer el control fiscal sobre la producción y la exportación, es lo que en estos casos incita al uso de la imposición en origen. Cuando, por el contrario, la mercancía exportada era producida en un área extensa, localizada centralmente y por pequeños productores locales políticamente influyentes, caso del café, cacao y otros productos tropicales, la imposición directa era administrativamente difícil y políticamente desaconsejable. En este caso, el Estado escogía preferentemente la extracción indirecta de ingreso imponiendo aranceles a las importaciones que entraban en el país como consecuencia de las exportaciones de bienes primarios.

La idea de que el Estado deberá aprovechar alguna fuente ya existente de crecimiento económico para estimular el crecimiento en otro lugar surgió con una fuerza especial en aquellos países donde el producto de exportación era un recurso natural claramente agotable, como el guano o el petróleo. Se supuso que el Estado tenía una especial responsabilidad en usar parte de la riqueza resultante de la bonanza temporal para desarrollar otros polos de crecimiento (Perroux, 1958, vol. II), los cuales estarían listos para entrar en acción cuando la fuente original de ingreso derivado de las exportaciones se agotara. Este es el significado de la frase “arar el petróleo”, acuñada en Venezuela para justificar diversos proyectos de desarrollo industrial y regional financiados por el Estado. El eslabón fiscal directo tenía frecuentemente este objetivo de saltar, por así decirlo, de una actividad en funcionamiento a otra totalmente diferente, creada ex nihilo, a diferencia de los eslabones hacia adelante y hacia atrás que aparentemente son más lentos y difíciles. Por desgracia, estos saltos hacia territorio desconocido entrañan mucho riesgo, razón por la que el eslabón fiscal directo algunas veces ha tenido como resultado proyectos faraónicos.

Pero el Estado no siempre actúa de esta forma creativa: es más frecuente que sus actividades económicas haya consistido en la ampliación de la infraestructura para las actividades ya existentes, a través de inversiones en transporte, comunicación, y, posteriormente, en energía, salud y educación. Estos tipos de inversiones públicas han sido generalmente característicos del eslabón fiscal indirecto, con el ingreso estatal obtenido sobre todo de los aranceles a la importación. En estos casos, los productos de exportación que generan las importaciones susceptibles de ser gravadas con impuestos son probablemente productos agrícolas cuyo cultivo puede ampliarse, y el Estado lleva a cabo la tarea de bajo riesgo —relativamente— de facilitar dichas ampliaciones. Al mismo tiempo, estas inversiones públicas pueden tener como resultado la acentuación de los rasgos característicos de la estructura económica del país, y de consolidar más firmemente su papel como abastecedor de productos primarios; a lo largo del desarrollo colonial, el eslabón fiscal indirecto ha sido, de hecho, un mecanismo importante que ha actuado de esta forma (Birnberg y Resnick, 1975).

Constelaciones de eslabones y la tesis de los bienes básicos

La exposición anterior sugiere que diferentes productos primarios pueden tener semejanzas en cuanto a diversos tipos o constelaciones de eslabones. Como ya indicamos, las condiciones de enclave bajo las que se producen algunos productos favorecen los efectos fiscales directos, pero excluyen, por definición, cualquier eslabón sustancial hacia atrás y hacia adelante. De forma sucesiva, las características de las producciones que no son de enclave, y que favorecen más el eslabón fiscal indirecto que el directo, deben oportunamente promover tanto la industrialización a través de la sustitución de importaciones (por vía de los eslabones en el consumo) como los eslabones hacia atrás una vez que la tecnología agrícola se haya modernizado. De esta manera la aproximación del eslabón tiene mucho en común con la tesis de los bienes básicos que ha sido desarrollado por un grupo de historiadores económicos canadienses. El miembro más sobresaliente de este grupo fue Harold Innis, que, en una serie de estudios meticulosos y sutiles, mostró cómo el desarrollo canadiense —facilidades de transporte, patrones de asentamiento y nuevas actividades económicas— fue conformado por las características y las necesidades de determinados productos primarios —desde pieles a bacalao, madera, minerales y trigo— que el país exportó sucesivamente a los mercados mundiales. La ventaja de la aproximación del eslabón sobre la tesis de los bienes básicos y su detallado análisis del impacto de cada producto es que suministra unas pocas categorías principales que permiten estructurar la investigación. Un principio o pilar básico de las tesis de los bienes básicos es que el desarrollo de la periferia comienza con el descubrimiento de algún bien básico que el centro demanda. En contraposición, la tesis del desarrollo del subdesarrollo (Frank, 1966) intenta mostrar que fue precisamente el éxito del desarrollo de las materias primas el responsable del empobrecimiento de la periferia: se dice que el boom de las materias primas no dejó nada más que una zona deprimida con minas agotadas, suelos esquilmados, y una agricultura de subsistencia empobrecida. La crónica histórica contiene un número de casos que parecen confirmar este tipo de análisis: las minas de plata del Potosí, en Bolivia; la “minería” del guano, en Perú, y las plantaciones de azúcar del Caribe y del noroeste del Brasil. El enfoque del eslabón puede resolver las claras contradicciones entre la tesis de los bienes básicos y la del desarrollo del subdesarrollo. Aunque la teoría de los eslabones fue inicialmente elaborada para analizar diferentes patrones de crecimiento, puede explicar fácilmente el estancamiento y el empobrecimiento. Si algunos o todos los eslabones fracasan, la investigación de estos fracasos permite una clasificación e identificación preliminar de las principales razones posibles de un desarrollo negativo. Por ejemplo, en el caso de los bienes básicos producidos en condiciones de enclave, el eslabón fiscal directo puede, obviamente, no existir o aparecer demasiado tarde y muy débilmente. En cambio, aunque el eslabón haya funcionado, los ingresos
generados pueden haber sido mal invertidos: éste fue precisamente el caso del Perú, donde los ingresos obtenidos a mediados del siglo XIX en el boom del guano se dedicaron a inversiones no productivas en ferrocarriles (Hunt, 1985). En el caso de los bienes básicos agrícolas, como el azúcar, producidos en plantaciones con esclavos, tanto el eslabón fiscal indirecto como el eslabón del consumo pueden no funcionar porque una buena parte del ingreso se canaliza hacia propietarios absentistas, y el ingreso que recibe la fuerza de trabajo es escasamente suficiente para subsistir y, por tanto, proporciona un estímulo muy débil, incapaz de generar una producción adicional de alimentos a escala comercial o a la importación de bienes de consumo susceptibles de ser gravados con impuestos. Los diferentes eslabones, sus posibles fracasos y sus cambiantes constelaciones contribuyen a la existencia de un patrón de posibilidades cada vez más complejo. Además, en algunas circunstancias un enlace puede ser un obstáculo más que un beneficio para el desarrollo. Este es el caso del eslabón hacia adelante que se origina cuando una materia prima voluminosa necesita para su transformación en producto final un proceso de producción complicado basado en métodos intensivos en capital y tecnológicamente complejos; aunque este proceso de producción constituye, por supuesto, un eslabón hacia adelante, en el caso de los bienes básicos agrícolas, como el azúcar, en el que es frecuente que los cultivadores no estén capacitados para entrar en la fase procesadora, ésta, por lo tanto, será ocupada por empresarios externos; de esta forma, los productores del bien básico continuarán bloqueados en su actividad agrícola. La situación opuesta se produce cuando el bien básico necesita poca elaboración y es compacto, con un valor relativamente alto por unidad de peso. En este caso, los propios productores son capaces de hacerse cargo de las funciones de transporte y comercialización. El resultado es que los productores adquieren nuevas capacidades empresariales y urbanas. Realmente lo que aparece en este caso, es la ausencia de un tipo de eslabón hacia adelante —proceso de producción complicado, intensivo en capital— que contribuye a la disponibilidad de otro eslabón hacia adelante, la función comercializadora, que puede ser aprovechada directamente por los productores del bien básico. En los trópicos, los ejemplos de esta transición fácil desde la producción agrícola a las actividades de transporte, comercio y finalmente la banca y la industria, los proporciona la historia de la expansión del café en Colombia y Brasil. La producción de aceite de oliva, nueces y uvas pasas ha contribuido a una transición igualmente fácil de actividades rurales o urbanas en partes de Grecia y algunos otros países mediterráneos (McNeil, 1978).

Los eslabones y la sociedad

Las constelaciones de eslabones características de un bien básico determinado conforman no sólo ciertos patrones de desarrollo o estancamiento probables, sino que además ejercen, a través de estos patrones, una influencia sobre el orden social y el sistema político de aquellos países en los que los bienes básicos ocupan un papel económico importante.

El esfuerzo dirigido a identificar dichas influencias ha sido dominado “micro-marxismo” (Hirschman, 1977); la propuesta de este enfoque es la de que para identificar los efectos de las fuerzas productivas sobre las relaciones de producción, puede ser útil ir mucho más allá de los macromodos de producción —feudal, capitalista, etc.— especificados y subrayados por Marx. Esto es especialmente importante para los países de la periferia durante el período de crecimiento basado en las exportaciones, cuando cada uno de estos países está especializado en uno o muy pocos productos primarios, con características y enlaces diferentes. Pero incluso para los países en una fase de desarrollo diferente, un conocimiento sobre el grado de afinidad entre las actividades económicas clave y las formas de organización social y política puede ser útil. Por ejemplo, un estudioso de las economías de planificación central (Wiles, 1977, pág. 102) ha establecido una distinción entre “cultivos de izquierda” y “cultivos de derecha” para señalar que los productos como la vid y algunos frutos vegetales son particularmente inapropiados para la agricultura colectivizada, en contraposición con los granos que son más de izquierda ya que los procedimientos de cultivo están más estandarizados. En cuanto a los países industrializados de Occidente, se ha dicho que cada uno de los sectores específicos (textil, acero, química, automóvil), que han jugado papeles clave en diferentes períodos de la expansión industrial, han fomentado diferentes formas o tendencias políticas (Kurth, 1979). Aunque estas investigaciones micromarxistas pueden aportar nuevas luces, es necesario hacer dos observaciones. Primero, no existe necesariamente una relación unívoca entre una actividad económica específica y un sistema político “resultante”. El hecho de que existiera una relación mutua de apoyo y refuerzo entre el cultivo de azúcar y la esclavitud no quiere decir que el azúcar no “encaje” también en otro u otros sistemas sociales y políticos muy diferentes. Sin embargo, es bastante probable que sólo exista un número limitado de tales “encajes” y que algunas configuraciones sociopolíticas puedan ser claramente inadecuadas para el desarrollo de ciertas actividades productivas o tecnológicas. Segundo, la conexión causal entre la actividad productiva, sea un bien básico o un complejo industrial, y un sistema sociopolítico no fluye solamente en una dirección. En este trabajo el análisis se ha desarrollado esencialmente tomando como punto de partida las características del bien básico o industria para luego buscar sus huellas en la sociedad y en la política. Pero en muchos casos es posible y sugerente invertir la dirección de la investigación: se puede preguntar si es probable que cierta clase de régimen político muestre una fuerte preferencia por un tipo determinado de desarrollo industrial, como por ejemplo, los complejos petroquímicos (Evans, 1986). Resumiendo, el concepto de eslabón invita al investigador a prestar una atención cuidadosa a los rasgos tecnológicos y situaciones diferenciales de las actividades económicas como medio para detectar cómo una cosa conduce (o no) a otra. Pero este enfoque no prejuzga ni la naturaleza ni la dirección principal de los eslabones causales involucrados en la compleja interacción entre tecnología, ideología, instituciones y desarrollo. Lo único que se sostiene es que el enfoque del eslabón aporta un conjunto de observaciones interesantes en este campo. Por tanto, supone un desafío para que otros enfoques propongan interpretaciones alternativas o adicionales.

 

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