Sociedad heril.
Se llama sociedad heril la unión moral del criado con el amo, en vista de los intereses de éste y de su familia. ¿Nos hallamos en presencia de una asociación abandonada por completo al derecho positivo y al libre arbitrio de los contratantes por el contrato de arrendamiento de servicios? No, porque la sociedad heril está fundada en el derecho natural. ¿La razón? Hela aquí: la sociedad heril no es más que la prolongación, con frecuencia necesaria, de la familia. Considerada en el sentido estricto de la palabra, la familia no comprende más que los padres y los hijos. En más amplio sentido, pero que todavía no traspasa los límites de la significación literal, la familia comprende también los sirvientes de la casa. La paternidad pretende la autoridad del padre de familia y del amo de la casa sobre todos los miembros de la familia y de la casa, sobre los hijos y los domésticos. He aquí cómo, en la sociedad heril, el sirviente es miembro de la sociedad familiar a cuyo bien común concurre con sus servicios.
De estas consideraciones se deducen las condiciones necesarias para la sociedad heril. Es preciso: 1.º, que los sirvientes no se hallen obligados a la ejecución de una tarea particular exclusiva, sino que, bajo la dirección y la autoridad del amo, trabajen de una manera estable en el interés común de la familia; 2.°, que el amo no se contente con dar al criado la soldada, convenida y subvenir a su sostenimiento, sino que debe cuidarle como si fuera miembro de la familia.
Tales son las bases naturales le la sociedad heril. Alcanza su pleno desarrollo y su perfección por el espíritu cristiano y se halla sujeta en el cristianismo a la ley del cuarto mandamiento de la ley de Dios; pero ¡ay! ¡cuántas veces los falsos principios de igualdad, de independencia y de libertad de conciencia han alterado el orden natural de las relaciones entre amos y criados! Arrojad una mirada en vuestro derredor. ¿Qué es lo que sucede en la mayor parte de las familias? El criado pretende ser igual al amo, le niega la, obediencia, a no ser en lo que concierne estrictamente a su empleo, y considera como completamente extraños los intereses del amo y de su familia. Por su parte, el amo no reconoce otras obligaciones que las que se hallan inscritas en el contrato, siendo indiferente a los intereses morales y religiosos de sus sirvientes.
Desde tal momento, la sociedad heril, desviada de su fin natural, no es ya una escuela práctica de moralidad y de sumisión, un hogar de verdadera y sana cultura para las clases inferiores. En el orden natural y en el plan divino debía ser una gran institución de paz social;: habiéndose convertido en un fermento de discordia y en un principio de antagonismo de las clases.