Fin natural del trabajo.
Pedro, es relojero; su trabajo tiene por término, por resultado inmediato, relojes, esto es, instrumentos destinados a marcar la hora y que poseen cierto valor económico. El reloj es, pues, el fin inmediato del trabajo del relojero. No es en esta acepción de resultado o de término donde buscamos el fin natural del trabajo. Volvamos a nuestro ejemplo. Pedro puede fabricar relojes para ganar su vida, para distraer-se, para practicar la virtud, para solventar una deuda y, así, dar diferentes fines a su trabajo. ¿Qué es, en efecto, el fin del trabajo sino un bien que el trabajador quiere obtener por medio de su trabajo? (1). Fin facultativa cuando se abandona a la libre acción del agente: trabajar para distraerse; fin natural cuando es impuesto por la naturaleza: trabajar para vivir. El trabajo, en efecto, es una ley de la naturaleza tan antigua como la humanidad.
Fin del trabajo antes de la caída original (2).-Antes de la caída original, la gran ley del trabajo existía en la economía social del paraíso terrenal. Luego de haber acabado sus otras obras, Dios creó al hombre y le erigió en rey de la creación: Repleta terram et subjicite causa. Esta tierra, que es obra de Dios por la creación, llega a ser, al mismo tiempo, obra del hombre por el trabajo. Cooperador de Dios, el hombre embellecerá, perfeccionará y dominará la tierra, de la que es el dueño y el rey; posuit eum in paradiso voluptatis ut operaretur et custodiret eum. Por otra parte, la tierra, de una fecundidad maravillosa, daba lo bastante para satisfacer con largueza las necesidades del hombre. El trabajo, agradable y fácil, no exigía del hombre ningún esfuerzo penoso para encontrar en las fuerzas de la naturaleza auxiliares útiles y poderosos para el ejercicio de su poder.
Fin del trabajo después del pecado.—Después del pecado original, el hombre, arrojado del delicioso paraíso terrenal, tuvo que oir estas palabras de la maldición divina: «La tierra será maldita bajo tu trabajo; sólo a fuerza de fatiga sacarás de ella tu alimento, producirá abrojos y espinas y comerás el pan con el sudor de tu frente (3).»
Desde entonces el trabajo del hombre no ha dejado de ser el cooperador de la acción divina; es siempre el adorno y la gloria de la naturaleza humana, a la cual da actividad y fecundidad y sigue siendo una ley de armonía y de progreso; pero se ha convertido en una pena y un castigo del pecado. En castigo del pecado original, Dios ha querido unir las satisfacciones de todas nuestras necesidades con la pena y la fatiga, y ha dicho: «no tendréis más que lo que produzcáis.» Así el hombre está condenado a trabajar para vivir. La subsistencia de cada día, el pan cotidiano, tal es el fin próximo del trabajo (4). «Trabajar, dice el gran Pontífice León XIII, es ejercitar su actividad con el fin de procurarse lo que se requiere para las diversas necesidades de la vida; pero sobre todo para el sostenimiento de la misma vida. Comerás tu pan con el sudor de tu frente (5).
(1) Devas, Political Economy, p. 9.—Burri, Il Lavoro, p. 19 y sig.
(2) Sabatier, l'Eglise et le Travail manuel.
(3) Génesis, III, 17.
(4) Nicotra, le Socialisme, p. 93.
(5) Encycl. Rerumn nozarum, § Rem hoc loco.