El abandono casi completo de la plata como moneda, ha engendrado dos grandes males que por sí mismos son la fuente de otros muchos: el alza de la moneda y la desigualdad monetaria entre los diversos países. Esto es lo que constituye la cuestión monetaria.
1.° Alza de la moneda.
En otro tiempo, el oro y la pata, ligados por una relación fija de 1 a 15 ½, no formaban, por decirlo así, más que un solo metal monetario. Ahora bien, el abandono de la plata, en otros términos, la supresión de la plata como verdadero metal monetario, suprime por lo menos la mitad del stock de metal monetario. Por consiguiente, la oferta de este metal, esto es, de la moneda, disminuía, y su precio alzaba. Como se ve, el razonamiento es de los del buen sentido ordinario. Suprímase la mitad del hierro existente en el mundo: ¿no aumentará el valor de la mitad restante?
La disminución de la oferta
siguiendo la misma la demanda—hubiera bastado para explicar el alza de la moneda, porque entonces una demanda igual pesaría sobre un stock de la mitad menos de moneda. Pero la demanda ha variado, ha aumentado. Y, en efecto, aumentando sin cesar la población, así como la riqueza y el volumen de las transacciones comerciales, se necesita un aumento de la circulación monetaria. «Así—dice el economista Goschen—, la demanda de la moneda ha crecido 20 millones desde 1870 a 1880. Disminución de la oferta, incremento de la demanda, ¿cómo habrían dejado de provocar estos dos hechos reunidos un alza de la moneda?»
El mismo Goschen aporta al asunto cifras verdaderamente elocuentes. En diez años, de 1873 a 1883, Alemania ha creado una circulación de oro de 80 millones (sterling). Los Estados Unidos han necesitado 100 millones, e Italia 20 millones. Así, se han pedido 200 millones, cuando la producción total del oro nuevo no excedía de 130 millones. En condiciones tales, el alza era inevitable. Desde este tiempo, Austria, las Indias inglesas y el Japón andan buscando metal amarillo para efectuar los pagos en oro. Una buena prueba y un efecto de este alza del oro o de la moneda (2) es la baja de las mercancías; en un estudio estadístico de gran valor presentado en 1890 a la Sociedad Real de estadística de Londres, un monometalista famoso, M. R. Giffen, proclamaba que el poder de compra del oro había aumentado de una manera notable, y que este aumento era la verdadera explicación de la baja de las mercancías. Y añadía: «Medido por algunas mercancías, el oro aparece, sin que quede duda de ello, con un poder de compra superior al que tenía hace veinte años.» M. Giffen presentaba a continuación un cuadro estadístico que, completado por M. Sauerbek, ha llegado a ser célebre con el nombre de Table des index munbers de Sauerbek. Este cuadro da año por año, el precio medio de 45 objetos diversos. Este precio medio, era en 1874, 102; en 1880, 88; en 1890, 12, y en 1892, 68. Como se ve, en diez y ocho años hubo una baja del 30 por 100 (3).
Quizá se diga «bueno», pero ¿por qué llamar a esto un mal? ¿No tendrá que bajar todo, en la misma proporción? ¿No concluirá por establecerse el equilibrio de todos los precios? ¡Y entonces no seríamos ni más ricos ni más pobres que antes! A esta opinión responde muy bien M. Allard: «Lo que se olvida son las desigualdades y los sufrimientos que preceden a este estado de calma final (4).» Lo que sobre todo se olvida es que todas las deudas y cargas fijas siguen la misma progresión ascendente que la moneda. Los colonos irlandeses sufren hoy una dura experiencia de esto. Para arreglar las diferencias entre los landlords y los colonos, el Estado ha fijado por quince años la renta de éstos; además, les ha hecho, para que puedan adquirir sus dominios, préstamos reembolsables por anualidades en cincuenta años. Pero esta renta y esta anualidad, fijadas en libras esterlinas, son cada año más pesadas a consecuencia del alza de la moneda. Para pagar les hace falta vender cada año más productos, y, de este modo, los colonos se arruinan poco a poco. Lo que pudiera llamarse alza de las deudas no arruina solamente a los colonos irlandeses. Todos los propietarios de un inmueble hipotecado, todos los industriales y comerciantes que han tomado cantidades a préstamo por cierto número de años, sufren por este hecho pérdidas enormes.
2.° La desigualdad monetaria entre los diversos países.
La mayor parte de los países de Europa no tienen para la moneda otro patrón que el oro; pero todos los países de Asia (a no ser la India desde Julio de 1893) y la América del Sur son todavía monometalistas plata, no teniendo otro patrón que el de este metal. Pero la plata, desde que ha dejado de ser moneda patrón, queda respecto del oro en la misma situación que las demás mercancías. Y, por lo tanto, ha participado con ésta en la baja general con relación al oro. Por consiguiente, la moneda de plata asiática ha bajado de precio en relación con la moneda europea. A esto es a lo que llamamos desigualdad monetaria.
En lo sucesivo, el europeo que compre en Asia o en América, para pagar una deuda evaluada en moneda de estos países, tiene que desembolsar menos. El asiático o americano que compre o tome prestado en Europa, tiene que desembolsar más. Esta es una causa de ruina para el país plata, porque para pagar sus compras y saldar los intereses de sus pesados empréstitos, tienen que entregar una mayor suma de su moneda (5).
Para los países oro, es la pérdida de ciertas salidas de su industria y de su comercio. Inglaterra está sufriendo la experiencia. «No sólo, dice M. J.-A. Reith, ha disminuido nuestro comercio con el Oriente, sino que nuestra resistencia a ser pagados en moneda del Oriente, a no ser con una pérdida enorme, ha cambiado el curso del comercio y las comarcas de moneda de plata, como la China, han comenzado a abandonar a Manchester y a comerciar con los países plata. Así, si nos fijamos en la industria de la filatura de algodón, se ve que hoy la India vende dentro de sus fronteras y en China seis veces más que el Reino Unido. Pero los peligros más graves son para nuestros productores agrícolas. Los importadores, con la misma cantidad de oro que en otros tiempos, compran más moneda de plata; por otra parte, en general la plata, en los países monometalistas plata, ha perdido muy poco de su poder de compra; luego, con la misma cantidad de oro que en otro tiempo, los importadores compran más mercancías: vino en España, trigo en la India, seda en el Japón, ganado en América, etc., y las revenden con una baratura desastrosa para los productores franceses.
Un. importador de vino, por ejemplo, va a España, país monometalista plata, y lleva consigo 1.000 francos oro francés. Ahora bien, los 1.000 francos oro francés, valen en España 1.300 francos plata. Como en España no hay más que plata, aunque en ella tenga curso el oro, los productos se estiman por su valor en plata. Así, pues, los importadores comprarán con sus mil francos, vino por valor de 1.300. El beneficio de 300 francos no lo absorben, ni mucho menos, los derechos y gastos de transporte.
Lo mismo puede decirse del trigo y de los importadores que le compran en Odesa. Lo pagan en oro, pero ese país donde no hay apenas más que plata, 11 francos en moneda de este metal valen seis francos en oro. El importador recibe los 11 francos de trigo por seis francos en oro. Para llevarlo a París tiene que pagar el flete o transporte y los derechos de aduana. Pero el flete ha quedado reducido a nada, gracias a la ruina de nuestra marina mercante, que pone toda la importación en manos de los ingleses. El flete apenas si llega 0,50 francos. Luego una compra de seis francos, 0,50 de flete, siete francos, constituye el trigo que se vende en París a 13,50 francos, vendiéndose también a 17 o 18 francos (la equivalencia de 14 francos en Odesa). A este precio el aldeano francés se arruina produciendo y vendiendo trigo (6).
(1) Paul Sée, La Question monetaire. --Resume de la question monetaire, por E. Boutan.—Ch. M. Limousin, Le Probleme monetaire et la question sociale. ---F. Théry, Le Bimetallisme international.
(2) Los ingleses llaman a este fenómeno la estimación del oro por oposición a la depreciación de la plata.
(3) Sobre la baja de los precios, consúltese Stanley-Jevons, lnvestigations in currency and Finance.—Mulhall, Hystori of prices, since the year, 1870.--M. Denis, la Depresion economique et sociale et l'Histoire des prix. A. Allard, la Crise, la Baisse des prix, la Monnaie. - R. Giffen, On the fall on prices of commoditiés in, recent years, y Recent changes, in prices of exports and imports. Thorold Rogers, A History of agriculture and prices in England.—De Foville, Nouveau Dictionnaire d'economie politique. — V. Prix, Nasse, Das Sinken der Waarenpreise während der letzen funfzehn Jahre.—A. Lieden, Die Theorie des Preises. -- Wasserhab, Preise und Volkswirthschaftliche krisen aus unseren Tagen.
(4) La crise sociale, p. 2.
(5) Edmundo Théry, Objections formulées contre le bimetallisme international, Refutations presentées au nom du Conseil général de la Ligue bimétalliste.
(6) Tres grupos, que en materia de agricultura tienen indudable competencia, han reconocido los inconvenientes, así como la necesidad, de recurrir al bimetalismo internacional. Dichas agrupaciones son: la Sociedad de agricultores de Francia, la Asociación de la industria y de la agricultura francesas y la Sociedad nacional de fomento de la agricultura.