Para resolver la cuestión social, la escuela liberal espera la salud de la libertad económica y política, plenamente emancipada; la escuela socialista quiere reemplazar la propiedad privada con la propiedad colectiva y nacional de los medios de producción; la escuela católica, en fin, pide el remedio supremo a la moral y a la religión, a la influencia de la Iglesia católica. Esta gran escuela es la que nos falta estudiar.
Después de haber hecho constar la existencia de dos grupos distintos, que componen la escuela católica, expondremos sucesivamente las doctrinas que los caracterizan. Terminaremos con algunas consideraciones sobre ciertos procedimientos de discusión, que se encuentran a las veces en estas materias ardientes y delicadas.
ARTÍCULO PRIMERO: LA ESCUELA Y LOS GRUPOS
La escuela.—Una escuela supone necesariamente cierto conjunto de principios y de conclusiones, de verdades o de preceptos comunes a los miembros de esta escuela. No hay escuela sin unidad de doctrinas. ¿Cuáles son, pues, en la escuela católica los puntos sobre los cuales hay acuerdo completo, unión perfecta de las inteligencias y de las voluntades? He aquí los principales:
1.° Todos los católicos están unidos en una misma sumisión afectuosa a la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Todos aceptan con solicitud filial sus decisiones y su dirección, lo mismo en el orden especulativo que en el dominio de la práctica. Todos, en fin, beben en las fuentes de la teología católica y en las obras de los grandes doctores de la Escuela las nociones de derecho natural y de moral sobre las cuales debe descansar toda teoría de economía social.
2.° ¿Se trata de determinar los remedios que conviene aplicar al mal social, a la crisis obrera o agraria? Los católicos, sea la que fuere la bandera científica bajo la cual militen, se hallan unánimes en conceder el primer lugar, el papel preponderante a la Iglesia y a la caridad cristiana.
3.° Frente al socialismo y al liberalismo económico avanzado, unen sus fuerzas contra el enemigo común, combatiendo la vez el monstruoso error del colectivismo y el peligroso sofisma de la no intervención absoluta del dejar hacer, dejar pasar, de Manchester. No hay, en efecto, en nuestros días escritor católico que no haya reclamado, a títulos diferentes sin duda, una cierta intervención del poder civil en el mundo del trabajo.
4.° En fin, muchas medidas sociales encuentran en el seno de los dos partidos una aprobación unánime. Citemos, entre otros, la necesidad de las asociaciones obreras, el patrono, el ahorro, la mutualidad, etc.
Los grupos.—Es un hecho evidente para cualquiera que no sea extraño a las discusiones de la prensa, de las asambleas públicas y de las reuniones privadas, que existen entre los católicos que se ocupan de las cuestiones sociales y obreras dos corrientes diferentes, dos tendencias distintas; en una palabra, dos grupos separados por divergencias doctrinales (1). Pero si se comprueba fácilmente la existencia de dos grupos en la escuela social católica, no es cosa tan fácil darles un nombre. Es difícil, en efecto, encontrar una locución breve que exprese claramente un conjunto complicado de doctrinas. Además, uno se expone a descontentar a aquellos a quienes se impusiera una calificación que pueden discutir o rehusar. ¿Nos veremos por esto reducidos a hablar de cosas innominadas? En esta alternativa busquemos etiquetas, por lo menos provisionales, que nos sirvan para distinguir los dos partidos cuyas doctrinas vamos a exponer.
El primer grupo admite que debe conservarse el orden económico actual, pues no tiene necesidad de reformas. Así es que lo llamaremos el grupo de los conservadores. El segundo considera que el régimen económico y social salido de la revolución es vicioso en más de un punto y debe reformarse; lo llamaremos el grupo de los reformistas.
También se puede, a justo título llamar a estas dos escuelas, escuela de Angers y escuela de Lieja, puesto que en los congresos de Angers y de Lieja se discutieron los principios y fórmulas, así como las conclusiones a que se refieren los partidarios de esas dos teorías sociales (2).
En fin, parece conforme a la verdad designar esas dos concepciones de la economía social con los vocablos: escuela de la libertad y escuela de la autoridad. No quiere decir esto que una u otra de estas dos grandes fuerzas sociales sea puesta de lado o sacrificada en cada uno de los grupos; pero, para los conservadores católicos, el factor predominante del orden económico y social es la libertad; para los reformistas es la autoridad—la autoridad competente y no únicamente la autoridad del Estado.
Los dos grupos en que se divide la escuela, católica se ramifican a su vez en numerosas variedades según las reformas perseguidas, los remedios propuestos y las instituciones reclamadas. En esta multitud de teorías y de proyectos es difícil, si no imposible, establecer una clasificación rigurosa, una división adecuada que excluya las intermediarias. Así, es grande el embarazo cuando se, trata de decidir en qué grupo hay que incluir a tal o cual escritor cuyas teorías y conclusiones pertenecen a escuelas distintas.
Sea como quiera, se pueden referir a tres puntos las cuestiones que dividen a las escuelas católicas.
1.° El fin y el papel del Estado.
2.° La reforma social.
3.° Las conclusiones prácticas.
A fin de proyectar algo de luz en una materia común-mente oscura, seguiremos esto orden en la exposición de los diferentes sistemas.
(1) Talamo, la Question sociale e i Cattolici (Rivista internazionale di scienze sociali, Febrero de 1896, p. 181.—H. Pesch, Liberalismus, etc. 2.a Hältfe Theil 1, kap. 4, § 4.
(2) V. el artículo del P. Meyer, Stimmen aux Maria-Laach, t. XL, 1891, p. 47.-La Civiltá, serie XIX, vol. IX, p. 385. «Due Sentenze opossite.»