En el orden de los hechos, el socialismo ha sido una reacción contra los abusos procedentes del liberalismo industrial; en el orden de las ideas, el socialismo ha tomado sus fundamentos científicos de los economistas de la escuela liberal anglo-francesa. Tales son los dos puntos de contacto que existen entre ambos sistemas diametralmente opuestos en sus conclusiones y en sus reivindicaciones políticas y sociales (1).
El socialismo en el orden de los hechos.
En nombre de la libertad, el liberalismo revolucionario ha suprimido los gremios, las cofradías, y, en una palabra, todas las instituciones protectoras experimentadas por los siglos, y en nombre de la libertad fueron abolidas las leyes prohibitivas de la usura, que limitaban la avaricia en la ganancia. El individualismo llegó a ser la gran ley de la sociedad, creando el proletariado, producto del antagonismo del capitalista y del trabajador, del patrono y del obrero y tiene por resultado la lucha de clases.
La libertad debía acarrear una igualdad real entre los miembros de la sociedad, como entre los hijos de una misma familia, pero sobre las ruinas de las antiguas distinciones. El liberalismo, hijo de la Revolución, ha elevado un nuevo orden, la aristocracia de la fortuna. Cuando la desigualdad constituía la base misma de la sociedad, el pueblo sufría menos por la inferioridad de su condición. Desde que la igualdad ha llegado a ser el primer artículo de todas las nuevas instituciones, no comprende que se dejen a la fortuna los privilegios que ha perdido el nacimiento. Después del equilibrio de los derechos, quiere el equilibrio de los bienes. Es el advenimiento del cuarto estado que reclama para la riqueza, como en otros tiempos el tercer estado para la nobleza, una noche del 4 de Agosto (2). Es la reacción socialista contra las fatales consecuencias del liberalismo. ¿Qué se ha de pensar de la duración del individualismo?, pregunta M. Melchor de Vogüe... Un prolongado grito de cansancio responde en nuestro derredor a esta pregunta... Nuestra sociedad, espantada de su progresivo desmigajamiento y de la escasa resistencia que presenta a las acometidas de los desesperados, comienza a volverse hacia el otro polo histórico, el que podría llamarse, en oposición al individualismo y torciendo el sentido usual de la palabra, el socialismo (3).
El socialismo en el orden de las ideas.—M. Espinas ha probado que los fundamentos científicos del socialismo están tomados de las doctrinas económicas de la escuela liberal. «El socialismo moderno, dice, no parece derivar de las doctrinas similares anteriores. No viene ni de Platón ni de Moro o Campanella ni de Rousseau o de Mably. Es una transformación de las ideas económicas de A. Smith y de J. B. Say (4).» M, Funk-Brentano (5), R. Meyer, H. Pesch y Liberatore expresan el mismo sentido (6). Para, convencernos de esta verdad, basta arrojar una rápida ojeada sobre los principales axiomas económicos del socialismo. ¿No ha tomado el colectivismo científico de A. Smith la noción del valor, de Turgot la del salario? La famosa ley de bronce de Lassale no es más que una traducción de Ricardo.
Los colectivistas declaran injusta toda propiedad que no tenga su fuente en el trabajo personal; pero han leido en los buenos autores de le escuela ortodoxa que el único título legítimo de propiedad es el trabajo. Quieren abolir legalmente, esto es, por una ley emanada de la voluntad nacional, la propiedad privada; pero han aprendido de varios jurisconsultos que la propiedad está fundada en la ley. «El partido socialista, escribe G. Deville, obrará, como ha obrado el Estado en el siglo último, relativamente a los bienes de la nobleza y del clero, como obra el Estado actual. Lo que una ley ha, hecho lo puede deshacer otra ley, sin recurso posible contra ella; es una tradición de la revolución; es lo que ha reconocido uno de los órganos del Estado, el Consejo de Estado, en una decisión de 7 de Diciembre de 1894 (7). Así es que—¿por qué no reconocerlo?—M. Jaurés es perfectamente lógico cuando prueba que el socialismo ha salido del movimiento liberal. ¿Y cómo? «Porque la nación debe ser soberana en el orden económico para romper los privilegios del capitalismo ocioso, como lo es en el orden político (8). También podría decir, sin salirse del terreno exclusivamente económico: «Si no hay otro derecho a la propiedad que el trabajo, ¿por qué poseen los que no trabajan? Y si el capital no es más que el trabajo cristalizado ¡el capital es un robo que se hace al trabajo!»
El colectivista, Max Nordau no admite más que un argumento en favor de las reivindicaciones del proletariado, «es a saber: que posee la fuerza para apoderarse de los bienes que produce, que la minoría de los ricos es impotente para impedirlo, y que, en consecuencia, tiene derecho a conservar lo que ha creado y a tomar aquello de que tenga necesidad (9).» Escúchese ahora al individualista H. Spencer: «La fuerza se halla también en el fondo del derecho, y éste tiene las más profundas raíces en el hecho de que el más débil debe ceder al más fuerte (10).» ¿Es profunda la diferencia entre estas dos fórmulas? Creemos que no; pues en ambas la fuerza es el derecho.
Después de haber expuesto las doctrinas socialistas, ya en sí mismas, ya en sus relaciones con el liberalismo económico, abandonemos la región de las ideas para descender entre los hombres y estudiar el partido socialista contemporáneo en Francia y en Alemania (11).
(1) H. Pesch, S. J., Liberalismus, Socialismos und christliche Gesellschaftsordnung, p. 12 y sig. El P. Pesch considera muy justamente al socialismo como el liberalismo del cuarto estado.
(2) Carta pastoral del card. Thomas, del 22 de Enero de 1894.
(3) Revue des Deux Mondes, 15 de Noviembre de 1892, p. 457.
(4) Histoire des doctrines economiques, p.323.
(5) Nouveau Précis, págs. 9 y 108.
(6) Winterer, op. cit., p. 19. —Ferneuil, Socialisme et individualisme (Revue d'écon. polit., 1889, p. 35 y sig.)
(7) L'Etat et le Socialisme (Revue Socialiste, Mayo de 1895, p. 514.--Principes socialistes.)
(8) Cámara de los Diputados, sesión del 21 de Noviembre de 1893.
(9) Las mentiras convencionales. -- Sciencie de la vie au XIX siecle, por E. Ferri.
(10) La Justicia (*).
(11) De Laveleye, le Socialisme contemporain.—Nicotra le Socialisme.—Cathrein, Der Socialisimus. Rae, II Socialismo contemporaneo, trad. Bertolini. — Bouctot, Histoire du communisme et du socialismo —Isid. Masseron, Manger et necessité du socialisme. Paul Janet, les Oriqines du socialisme contemporain. — Leroy-Baeulieu, le Collectivisme. --Abate Wintererer, le Socialismo contemporain. —Malon, le Socialisme integral.—R. T. Ely The Labor movement in America.—H. M. Hyndam Historical basis of Socialism in England.—David A. Wells, Recent economic Changes; la Civilitá, 1881, t. 11, p. 16; 1882, t. IV, p 129; 1883, t. II p. 257; 1890, 22 y 129. Stimmen aus Maria-Laach, numerosos artículos, especialmente en el t. XXXIX, 1890, p. 270; en el t. XL, 1891; págs. 375 y 543; y en el t. XLI, 1891, págs. 23, 44 y 45.—Sudre Histoire du communisme. -- Ferraz, Sociatisme.--Dr. R. Meyer, Der Einancipationskampf des vierten Standes. — Villey, le Socialismo contemporain. — Métin, le Socialisme en Anglaterre.